RETRATO DE MIJAIL BAKUNIN

(Ensayo Histórico – Conflictual)

EL HOMBRE

Un hombre es según su época. La época hace los valores del hombre trascendentales; pero una época no define el carácter, el sentido particular, la euforia que ese hombre, influenciado y roñado por una época, es realmente. Por tal razón se tiene que recurrir a los escritos vivénciales del hombre a quien se desea conocer, así como a la huella que dejó, perenne o no, en los escarbados senderos del pensamiento humano. Bajo esta intención retratamos a quien en vida fue llamado Mijail Alexandrovitch Bakunin.

El padre de Mijail, Alejandro Bakunin, era el tercer hijo de Mijail Vasilievich Bakunin. Fue un hombre sensible y sumamente dado a las cuestiones filosóficas, pero algo retrazado en la vida amorosa. Sería para sus cuarenta primaveras que concretaría ese sentimiento de atractivo ante una dama muy hermosa llamada Várvara Muraviev (de dieciocho años para entonces). La unión de Várvara y Alejandro, fue fructífera en hijos, pero no así en esa comprensión necesaria que alentara, a aquellos capullos, a emplazar un carácter acorde con lo que el espíritu les exigía. Mijail fue el gran afectado de esta situación y por allí, según nos dice E. H. Carr, es posible que encontremos respuesta a lo tumultuoso de su comportamiento y a lo extremista de sus ideas.

En cuanto a la composición final de la familia Bakunin, E. H. Can" nos dice: "...la familia fue en extremo insólita. Los dos primeros vástagos fueron hembras: Liubov y Várvara... Luego vino Mijail... y dos hijas más: Tatiana y Alejandra. Más tarde, después de una breve pausa, vinieron, uno tras otro, cinco hijos más Nicolás, Elías, Pablo Alejandro y Alexis."

Ese tipo de composición familiar le brindó a Mijail un lugar estratégico. Primero, por ser el hermano mayor, de los varones, y segundo, por un detalle muy inadvertido por quienes a su cargo han tenido que relatar la vida de Mijail: su talento innato para influir sobre la mayoría. Era, y así nos lo refiere E. H. Carr, un verdadero líder en ese grupo numeroso que representaban sus hermanos.

El padre de Mijail, Alejandro, era, en acepción del propio hijo, humano. Cultivador de los valores intelectuales de la época y sobre todo, consagrado a la familia: "... Falto, (sin embargo), de imaginación e imbuido en cierto modo de fanatismo conservador propio del liberal asustadizo,... era el hombre menos indicado para simpatizar con los instintos rebeldes o las ambiciones revolucionarias de la juventud. Fue pródigo de su prudente y previsor afecto hacía sus vástagos... Pero era incapaz de comprender que sus hijos pudieran tener opiniones o gustos diferentes de los suyos. No obstante, su austera rigidez..., consiguió mantener siempre vivo el respeto de sus descendientes, incluso del más rebelde".

La relación entre Mijail y don Alejandro siempre se mantuvo en el fulgor de enfrentamientos y desavenencias, todas, empero sin mayor incidencia que un remarcado resentimiento por no haber existido entre ambos un poco más de comprensión.

En cuanto a Mijail y su madre, Várvara, existieron también marcadas diferencias. Ella, a pesar de ser de un carácter más flexible y obviamente contemporáneo con el de sus hijos, no permitió nunca un lazo más allá de su papel de mujer de hogar y de esposa fiel: "Várvara se puso siempre, de manera indefectible, del lado de su marido. La convicción de la infalibilidad de éste no la abandonó ni un solo momento, como tampoco sintió nunca más simpatía que la que sintió su marido por las necesidades espirituales o las aspiraciones de sus hijos. Y menos todavía sintió, o demostró sentir, ninguna clase de ternura hacia ellos".

Esta situación formó, en el adolescente Mijail, un temperamento conflictivo, así como un reforzamiento a ese espíritu rebelde con que por naturaleza había nacido. Mijail, al completar sus catorce años, tuvo que asumir su precio de hijo mayor: se le tenía destinado a seguir la camera de las firmas. A tal efecto, es enviado a San Petersburgo "con objeto de prepararse para al año siguiente ingresar en la Escuela de Cadetes de Artillería".

La experiencia de las armas condicionó, de cierta manera, la actitud de rebeldía de Mijail, al punto de encauzarle esos fueros internos de indomabilidad a una sistematicidad que concentró sus fuerzas en el intelecto como matriz imprescindible para alcanzar el éxito de la práctica: "El más sólido resultado de este período de servicio militar fue la intensificación del recién nacido afán de auto educación intelectual." Al culminar su trayecto por la Escuela de Cadetes de Artillería, Mijail adquiere nuevas expectativas. Estará, en su condición de militar, en varias comisiones pero pronto decidirá que su camino es otro. Y es precisamente allí donde Mijail deja la cobija de la pubertad intelectual e inicia su recorrido por tendencias filosóficas definidas que materializarán el Mijail Bakunin revolucionario.

Sobre ese recorrido intelectual y sus desencadenamientos en la formación del pensamiento anarquista de Mijail Bakunin, disertaremos en las líneas siguientes.

DE REBELDE A REVOLUCIONARIO

Para formular que un hombre es "rebelde" basta intuir que se niega a obedecer a la autoridad legítima. Pero hasta ese término de "legítimo" tiende a ser poco explícito de la realidad a la cual el hombre se rebela. Aun así, insertándonos en una visión más profunda podemos determinar que el hombre "rebelde" es el portador de una frase: "Yo soy hoy soy yo".1 Y es que en ese transitar de la "vida mía, porque mía la siento" se incrustan los valores y las expectativas de un mundo equivalente a la justicia natural que invade el fuero interno del hombre:

¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice que no. Pero si se niega, no renuncia: es además un hombre que dice que sí desde su primer movimiento. Un esclavo, que ha recibido órdenes durante su vida, juzga de pronto inaceptable una nueva orden. ¿Cuál es el contenido de ese "no"? (...) ese "no" afirma la existencia de una frontera.

En este contexto se encuentra la esencia de rebeldía de Bakunin, una esencia que le consagra como refutador de un orden que agotó sus posibilidades de felicidad colectiva y que es menester eliminar hasta sus más ínfimas partículas.

El ímpetu de rebeldía de Bakunin se inicia en sus primeras incursiones a la escena política. En ella es prolífero en ideas que remarcan las críticas formuladas por Proudhon,* así como matices propios que le dan a su discurso intelectual una resonancia de oposición extrema al sistema dominante. Según nos dice James Joll, "Bakunin aportó el ejemplo del fervor anarquista llevado a la acción". Un fervor qué le hace oscilar entre un atiestatismo declarado y un federalismo libertario, que no sólo organice la sociedad de abajo hacia arriba, sino que permita una integración total de los aspectos de la sociedad que dan movimiento y continuidad al hombre en su desarrollo colectivo. En ningún momento encontramos en Bakunin un individualismo frenético, menos aun un colectivismo desbordado; por lo contrario, en las ideas bakunianas hallamos en equilibrio entre orden y libertad que configuran las esfinges de un Bakunin rebelde con instintos revolucionarios remarcados:

Bakunin deseaba trascender desde (una) pluma crítica y fecunda, al plano filosófico-social práctico, es decir, a la aplicabilidad de sus ideas. Esto se le hizo difícil por no constituir parte del binomio que históricamente había legado buenos resultados a otros pensadores sociales del s. XIX.

Es obvio que los argumentos citados de Víctor García (cuyo nombre verdadero fue Germinal Gracia, y quien falleciera el 10 de mayo de 1991), van en referencia a ese binomio que constituyó Marx y Engels, en el cual se pudo apoyar el marxismo para conformar en la primera Internacional un frente coherente que se impuso al bakuninismo. A Bakunin le faltó esa otra mano atinaba que le refrendara el camino y le diera consistencia a sus ideas. "Es verdad que Bakunin tuvo a Guillaume (joven maestro de escuela a quien Bakunin había conocido en 1867 en el Primer, Congreso de la Liga por la Paz y la Libertad); pero por varias razones Guillaume no fue capaz de empezar la edición de las obras de Bakunin sino treinta años después que los restos de éste descansaban en la tumba. Entonces las editó, exactamente tal como Bakunin las había escrito y, consecuentemente, todos los defectos literarios del original permanecieron".

A todas estas, podemos agregar que Guillaume realizó una labor magnífica al recoger toda esa información escrita de Bakunin que, a pesar de su lenguaje golpeado, logró transmitir el espíritu crítico de un pensador de indudable sensibilidad social:

Guillaume, sin embargo, al revés de Engels, no poseía genialidadad, y aunque se le puede considerar como un intelectual capaz, no pudo continuar el pensamiento de la escuela bakuniniana.

Ahora bien, ese Bakunin puro pensamiento no constituyó el único eslabón que le une a la sociedad como promulgador de ideas reivindicatorias No Su grandeza estuvo más allá, complementándose, como dijéramos anteriormente, con la acción y fulgor revolucionario.

Erich Fromm, en su obra "Psicoanálisis de la sociedad contemporánea" (1955), nos dice que Bakunin habla (al igual que Ower y Proudhon), del "hombre" y de lo que le sucede en tiempos de régimen industrial:

Aunque (lo expresa) con términos diferentes, (halla) que el hombre ha perdido su lugar central, que se ha convertido si un instrumento de objetivos económicos, que se ha convertido en un extraño para sus prójimos y para la naturaleza que ha perdido las relaciones concretas con unos y otras, que han dejado de tener una vida con sentido.

Pero alcanzar tal reflexión implica una preparación profunda y eminentemente bien seleccionada. No se trata de manejar información sobre la sociedad, sino de manejar la "verdadera" información; la más elevada y clara información que desnude el sistema en sus aberraciones y, por supuesto, sus contribuciones. El término "verdad", tan multifacético en nuestras acepciones, viene aquí refrendado por todo aquello que va en contra del hombre y sus valores naturales. La libertad más que un privilegio es un derecho natural, ir en contra de ella, como la burguesía demostró (y ha demostrado), implicaría imbuimos en una mentira dentro de la sociedad. Buscar la verdad es contraponer a esa violación de derechos, alternativas que articulen sistemas de organización más cercanos al hombre y su anhelo de felicidad.

Bakunin no escapó a esa "necesaria" preparación. El encuentro del rebelde con la formación intelectual ya se había consumado con el ejemplo de su padre en casa, pero, por esa rigidez de formación de don Alejandro, Bakunin no tenía un panorama literario que fuera más allá del dogmatismo y las ideas de orden y ley. Seria en su experiencia militar que tropezaría con pensadores más audaces y temerarios que le abrirían un nuevo horizonte de reflexión e interpretación del hombre y la sociedad: "...su pensamiento se despierta, hacia 1834, esto es, cuando tiene veinte años, gracias al contacto con la filosofía idealista alemana".

Según Arvon (en su obra "Bakunin, absoluto y revolución", Barcelona, 1975, p. 23), "Bakunin había descubierto a Schelling cuando, siendo un joven oficial de artillería en un rincón perdido de Lituania, buscaba ocupar su forzada inactividad leyendo un opúsculo de Venevitinov, joven filósofo fallecido a los veintidós años de edad, que precisamente se había adherido a la escuela de Schelling (...) Este descubrimiento, sin embargo, como reconoce Arvon, fue accidental.

Tal antecedente marca la primera etapa del pensamiento bakuniano. Se le puede catalogar, como ciertamente lo hace Cappelletti, como un tiempo "idealista-metafísico", el cual va a comprender desde 1834 hasta 1841, que es cuando se encuentra con el pensamiento hegeliano.

El tiempo "idealista-metafísico" de Bakunin transciende entre la filosofía kantiana y la exaltación de la eticidad absoluta del "yo" como creador del mundo espiritual, en la cual se encontraba el pensamiento de Fichte.

Immanuel Kant (1724-1804), pensador alemán, tiene sus raíces filosóficas en la Ilustración, pero su intento por establecer un método comprensivo y una doctrina de la experiencia que socavase la metafísica de los siglos XVII y XVIII, le hizo diferenciarse en su tiempo de otras escuelas del pensamiento. Kant parte de la pregunta ¿por qué no pensar que la causa última de las conclusiones antagónicas de los grandes sistemas, está en la incapacidad de la razón para llegar al fondo de los problemas?:

Kant va a someter dicha capacidad a un examen implacable, antes de proceder a una construcción sistemática. Ese será el objeto de las "Criticas": examinar la capacidad, el valor y los límites de la razón humana, y el de todo pensamiento kantiano, pues a él dedicó toda su vida. Esto es lo que se conoce como problema crítico.

La solución de este problema es el idealismo trascendental, consistente en afirmar que el conocimiento humano consiste en una síntesis de elementos aportados por la experiencia y de otros subjetivos y que dicha síntesis es activamente producida por el espíritu.

Es de entenderse que esta concepción idealista kantiana, que no rechaza el racionalismo, sino que lo profundiza hasta llevarlo a un "racionalismo crítico", configuró fuente de inspiración de Bakunin para erigir sus ideas, no sólo de rebeldía contra el sistema sino de desprecio hacia lo "dogmático" e impositivo de un racionalismo dirigido por un poder omnipotente.

En cuanto a Johann Gottiieb Fichte (1762-1814), alemán bien, encontramos un intento por discernir el método del Proceso psicogenético de aceptación de la ley moral como lo supremo. Para Fichte, según nos dice Ferrater Mora,* la conciencia es el producto de una última causa en el universo. El mundo en el que cada individuo vive en su propio mundo, traído al "ser" por la acción creadora de lo último. Es decir, la materialización del hombre en su forma terrenal obedece a lo supremo que le ha conformado como esencia humana. Es difícil para nosotros poder formular qué y cuáles elementos, Bakunin abstrajo del "idealismo alemán", pero en sus escritos ha dejado claves que nos hacen suponer que su influencia estuvo en el modo de apreciar al hombre como centro de un sinfín de contradicciones que le alejan del sentido último de su existencia terrenal: la felicidad. Sobre este sentido último, se han realizado muchos análisis, pero por lo limitado de nuestro concepto de estudio, hemos preferido dejarlo tal cual Bakunin lo concebía: como meta final de la conquista de la libertad.

Conviene advertir que en Fichte, para el cual ninguna acción puede considerarse moral si responde a un imperativo ajeno al Yo, pudo encontrar ya el joven Bakunin un germen de su afirmación anarquista de la personalidad como valor supremo.

En 1837 llega definitivamente a Hegel. El Hegel que conoce Bakunin es un Hegel romántico, en el cual la laboriosa trama dialéctica importa menos que el ímpetu ontológico, un Hegel hecho a la medida para quien desea revolucionar todo el pensamiento sin cambiar nada de la realidad social y política.

Se entusiasma con la "Fenomenología del espíritu", en donde el espíritu se eleva desde el saber vulgar al científico, recorriendo los estadios o fenómenos de dicho espíritu; así como con la "Filosofía de la Religión.

Pero ha de tenerse en cuenta que para entonces el hegelianismo "sirve (...) en Rusia como nuevo y adecuado instrumento intelectual para justificar la autocracia zarista. El principio de la racionalidad de lo real concluye sustentando la racionalidad del Estado y del Estado absoluto".

Para este tiempo, nos cita E.H. Carr, Bakunin se va a expresar de la siguiente forma: "No existe el mal; el Bien está en todas partes. Lo único malo es la limitación del ojo espiritual. Toda existencia es vida del espíritu". Y si a ello añadimos las ideas del Hegel respecto al Estado, obtenemos el siguiente contraste:

El Estado es fin en sí, el Estado es el Bien, el Estado es el paso de Dios sobre la tierra, que protege los fines individuales, pero que tiene fines propios encima de todo individuo.

Es indudable que el joven Bakunin rebelde estaba sensibilizando sus perspectivas de la sociedad, pero en un marco, y en ello se presenta conciso, en que lo espiritual supera las aberraciones y depravaciones de la carne.

El segundo tiempo intelectual de Bakunin, que se divide en dos etapas, mantiene ese idealismo romántico que le caracterizó en la primera etapa. La diferencia se remarca en su inserción dialéctica al estudio de los fenómenos sociales, en la cual, obviamente, se encuentra el espíritu hegeliano.

Pero el hegelianismo duraría poco tiempo. Bakunin, que se había consagrado como un hegeliano de izquierda (caracterizado por una dialéctica básicamente idealista), exploró otros rumbos. La obra de Stein (1757-1831), "El socialismo y el comunismo en la Francia Contemporánea", inició en el joven Bakunin un proceso de "catarsis" sobre la realidad europea. A través de la exposición de las ideas de Saint-Simon, Leroux, Fourier y Proudhon; Stein involucra a Bakunin con la realidad francesa y le hace compenetrarse con el espíritu reivindicativo de una Francia abandonada en las ideas de libertad y fraternidad que movilizaron la estéril Revolución Francesa.

Esta segunda etapa intelectual de Bakunin permanecería hasta 1864, no sin alteraciones, pero sí bajo un formato "idealista-dialéctico" que le perpetúa reflexiones sobre la sociedad y el hombre en oposición a los dogmas del sistema.

Al descubrir las ideas de los denominados "Socialistas utópicos" franceses, Bakunin aprecia con verdadera devoción las propuestas organizativas, como el federalismo libertario, que Proudhon formulara en sus reflexiones. A todas éstas hay que destacar la influencia de las ideas de Karl Marx y F. Engels, que también llegaron a conocimiento de Bakunin. A tal efecto nos dice Cappelletti: "... (Bakunin) conoce, sobre todo, a los dos hombres que más han de influir en la formación de su pensamiento definido y maduro: Marx y Proudhon (un alemán y un francés, que vale la pena recordarlo); el primero, como el polo negativo; el segundo como el positivo de su actividad intelectual.

Afirmar que en este tiempo Bakunin haya sido Marxista o Proudhoniano, seria irresponsable. "Su ideología, un tanto difusa, corresponde más bien al ambiente romántico demócrata-socialista que precede a la revolución de 1848 y, en términos muy generales, a un idealismo ético-social cada vez más alejado en la forma y en el lenguaje del idealismo de los jóvenes hegelianos, aunque no enteramente ajeno a él en el fondo".

Para este tiempo afloran en Bakunin dos características fundamentales que a "posteriori" le dará personalidad a su pensamiento. Por un lado las ideas nacionalistas eslavas y por otro el paneslavismo. A tal respecto dirá Bakunin en su escrito inacabado "Estatismo y Anarquía":

Los eslavos odian a los alemanes como todo pueblo vencido odia al vencedor, pero han permanecido irreconcialiados y en el fondo de su alma insumisos. Los alemanes odian a los eslavos como los amos odian generalmente a sus esclavos; por su odio, que ellos, los alemanes, han merecido bien de parte de los eslavos; por ese miedo constante e involuntario que promueve en ellos el pensamiento y la esperanza insatisfecha de los eslavos en su liberación. A toda éstas, Bakunin explica su posición ante el paneslavismo: "Somos enemigos tan intransigentes del paneslavismo como del pangermanismo, y tenemos la intención de dedicar un artículo especial a esta cuestión...Ese dichoso artículo, que constituyó un primer eslabón en la concepción federalista de Bakunin, apareció en 1848 bajo el nombre del Llamamiento a los eslavos, y en él se recogen Las ideas de Bakunin en cuanto a "reunir las diversas nacionalidades eslavas y hacerlo sin edificar un Estado autoritario de hegemonía rusa". Sino bajo la fórmula de una libre federación paneslava, en la que cada pueblo sea libre y miembro unido a los otros pueblos por lazos fraternales.

Ya a finales de 1847, Bakunin se encontraba afinado en conciencia revolucionaria. Aquel joven rebelde que dijo "no" en calidad de renuncia a la explotación y a la injusticia, se encontraba consciente de una fuerza externa necesaria que impulsara un salto brusco en la historia y brindara una oportunidad de rehacer las cosas desde los principios de libertad y espontaneidad que desde milenios han acompañado el espíritu del hombre.

La Revolución de 1848, iniciada el 21 de febrero, fue el resultado de una alianza entre la clase trabajadora y la media, contra la burguesía. Esta sirvió como cabida al fulgor revolucionario de Bakunin: "Pero no tardó mucho en darse cuenta de que París no era el lugar más apropiado para sus actividades revolucionarias, mayormente cuando la capital de Francia ya no constituía, según (Bakunin), el único centro de la revolución."

Bakunin partiría hacia Zurich, embarcándose en proyectos revolucionarios que contaban, en su mejor momento, con la fuerza avasallante de su espíritu liberador. En 1849 cae prisionero en Chemnitz con otros revolucionarios encerrándosele en las cárceles de Dresde y Koenigstein. Se inicia para Bakunin una nueva etapa en la vida revolucionaria; etapa que exigirá de él un espíritu consistente, a fin de soportar los avatares de la tortura, de la soledad y de la privación de su más anhelado derecho: la libertad.

El paso de ese hombre joven rebelde, al hombre joven revolucionario, ciertamente no se da. Sino que se complementa en un solo objetivo: el encauzamiento del fulgor de rebeldía hacia el conocimiento intelectual que contribuiría a la edificación de la revolucionaria. Es pues, un paso trascendental que Bakunin para escalar de su corpulento físico a su grandeza espiritual aún apaciguada en los primero tiempos.

DE PRISIONERO A ANARQUISTA

El 9 de mayo de 1849, nos relata Cappelleti, es detenido Bakunin en Chemnitz, Sajonia, por su participación en Dresde. Ello le costó primero ser encerrado por 15 días en la cárcel de la ciudad; luego, debido al excesivo número de prisioneros allí hacinados, fue transferido al cuartel de caballería, y por fin, a partir del 29 de agosto, en la fortaleza de Konigstein, es recluido por un tiempo de 9 meses.

Su primera experiencia de reclusión no fue tan dura. Tuvo algunas comodidades (como una celda no tan fría, se le permitía fumar, pasear por los jardines, escribir cartas, etc). Pero una vez completado los interrogatorios fue condenado a la pena capital el 14 de enero de 1850.

La apelación quedó sin lugar y el 6 de abril fue la confirmada sentencia. Bakunin no hizo mayor esfuerzo por solventar aquella situación, que antes de permanecer confinado de por vida prefería la muerte. El 13 de junio de 1850, sentenciado a muerte, y en opinión de E.H. Carr, bastante demacrado, es entregado a las autoridades del Imperio austriaco, que lo encerró en el Monasterio de San Jorge en Praga. Allí permanecería hasta el 13 de marzo de 1851, cuando por temor a que se concretara un supuesto plan de fuga, es trasladado a la fortaleza de Olmütz.

Bajo las dudas de que intentara otra acción de fuga, las autoridades austriacas intensificaron los interrogatorios e hicieron el reo se pronunciara al respecto. Bakunin no vaciló en aceptarlo y en afirmar su convicción revolucionaria, ello le valió un punto a favor: fue conmutada la sentencia a muerte y se le condenó a cadena perpetua. El 17 de marzo, del mismo año, fue entregado a las autoridades rusas en la frontera de Galitzia.

Para el 23 de marzo ingresa Bakunin en la conocida fortaleza de "Pedro y Pablo", en San Peterburgo. Allí estará hasta el mes de mayo de 1854, pero dejaría marcado en aquellas paredes lacustres un hecho que el propio Bakunin, al final de sus catalogó como un "grave error": La Confesión al Zar.

A un mes de estar recluido en San Peterburgo, es visitado por el conde Orlov, que era portador de un mensaje del Zar, quien invitaba a Bakunin, en términos moderados y casi corteses, a escribir una confesión de sus delitos.

Es así como se produce la "Confesión" de Bakunin, que no es más que el reconocimiento de sus presuntos delitos, en un lenguaje de gran vigorosidad y colorido. Esta "Confesión", sin embargo, se mantuvo desconocida hasta 1921, generando interpretaciones muy subidas de tono en cuanto a la honorabilidad moral de Bakunin, por parte de quienes fungían de enemigos de dicho pensador anarquista.

Lo cierto es que la "Confesión" al Zar, configuró una crítica sopesada del régimen y un reconocimiento de delitos que no eran más que manifestaciones de rebeldía contra el despotismo reinante.

En 1854 es trasladado a la prisión de Schiüsselburg, situada en la comarca septentrional del lago Ladoga. "Allí permanecería aún otros tres años". En febrero de 1857, Bakunin dirigió una petición al Zar. Este le respondió pronto, dándole a elegir entre la prisión de Schiüsselburg, donde se encontraba recluido, o el exilio a Siberia. Escogió sin dudarlo el exilio. La relativa libertad, aunque fuera en las durísimas condiciones en que se le ofrecía, era siempre un bien para él. En Siberia, se le fijó como residencia la ciudad de Tomsk.

Al salir Bakunin hacia Siberia aún le quedarían cinco años de limitaciones, pero ello no le paralizó su fuerza interior ni su deseo de preparación. Siguió formando su conciencia revolucionaria en tomo a ideas y postulados intelectuales que cada vez se aproximaba más a ese primer Bakunin lleno de fulgor y rebeldía.

Pero no todo fue fuerza espiritual en Bakunin, tuvo, sin embargo, que soportar las mayores calamidades físicas: Escorbuto, caries, hemorroides, resfriados frecuentes, etc. Minaron la salud física de Bakunin como consecuencia inmediata de una pobre alimentación, de una inmovilidad forzada y de una insalubre humedad; producto de las celdas subacuáticas donde le tocó permutar su sentencia. Bakunin iba a verse, por su amor a (la sociedad), condenado a muerte dos veces en Sajonia (1849) y en Austria (1850); iba a ser expulsado de la mayoría de los países europeos; a ser condenado a la pérdida de sus bienes y a la deportación a Siberia por contumacia (1843); haría a pie el trayecto de la frontera belga hasta París para asistir a las jornadas de 1848; organizaría la resistencia en Dresde un año después; trataría de suicidarse en la cárcel de Olmütz (1850) con fósforos; pasaría tres años en las mazmorras de la cárcel de Pedro y Pablo, en Petersburgo (1851-1854); daría la vuelta completa a la Tierra para incorporarse de nuevo a la inquieta Europa occidental; formaría revueltas, insurrecciones, organizaría asociaciones obreras, conspirativas, sociales; haría frente a Marx, a Engels, a Mazzini, irradiaría en fin una influencia y hasta una admiración como hombre alguno haya, raramente, logrado jamás.

Bakunin, en la medida que su pensamiento se fue afinando con la realidad europea, adquirió nuevas ideas que le llevaron a diseñar, en prisión, un pensamiento revolucionario extremo. En estos años, el proyecto político de Bakunin parece haber tomado la forma de una dictadura revolucionaria, ejercida por su primo y amigo Muraviev, en quien veía al único hombre capaz de unir a los eslavos y de modernizar a Rusia, haciendo de ella un país democrático y progresista.

Aunque parezca raro tal apreciación de un hombre que ha rechazado los sistemas democráticos por considerarlos una mentira a las aspiraciones y deseos del pueblo, este retrato del Bakunin maduro es el producto de una variante, la cual, sugerida por las especiales circunstancias vividas en Siberia, crearon en él una perspectiva distinta de cómo lograr proyectos que hasta el momento conservaba en la penumbra de un recuerdo y en el deseo de una conquista.

La transición del prisionero al anarquista se da a base de una nueva interpretación de la realidad político-social. Lo que Cappelletti llama "variante" no fue más que un cambio en la conceptualización idealista, generando un materialismo que le acompañaría hasta su muerte. En este contexto se enmarca el pensamiento del último Bakunin, que será nuestro punto de análisis a continuación.

Bakunin prisionero desarrolló una producción intelectual fructífera. En 1850 escribe su "Escrito de Defensa" que no es más que su posición ante lo que considera una privación de su derecho a decir lo que a viva voz su conciencia le dictaba. Para 1851 hace extensiva su "Confesión al Zar Nicolás I". El resto de los escritos son cartas vigorosas que intentan plasmar sus sentimientos en la pesadumbre de la prisión. Conjuntamente con sus eventuales escritos se dedica a la lectura y a la constante utilización de sus neuronas para la cordura e higiene mental, la cual se veía amenazada en razón del encierro y a las calamidades físicas que minaban su salud. En 1857 marcharía al exilio a Siberia y ello da inicio a una nueva etapa, tanto intelectual como práctica, en el proceso revolucionario que fluía en las praderas europeas del siglo XIX.

EL PENSAMIENTO DEL ÚLTIMO BAKUNIN

Pero antes de ahondar sobre lo que fue el último Bakunin, es necesario destacar las principales líneas de discernimiento que la pluma vigorosa bakuniniana trató en su interpretación de la sociedad industrial y del hombre como ente de su centro en el universo organizado de la civilización. Las ideas de Bakunin se nos presentan en varios puntos fundamentales. La concepción antiestatista, el federalismo, la solidaridad, la organización de los trabajadores y la necesaria compenetración con las constantes revolucionarias que inciden sobre el cambio y transformación del universo social.

El hombre, como realidad (y no como la fábula bíblica), en sentido muy claro "...se ha emancipado, se ha separado de la animalidad y se ha constituido como hombre; ha comenzado su historia y su desenvolvimiento propiamente humano por un acto desobediencia y de ciencia, es decir, por la rebeldía y por el " pensamiento". Esta emancipación del hombre es para Bakunin la concretación de tres elementos, que en una medida ascendente, han' do manifestándose desde el surgimiento de la raza humana. Tres principios fundamentales constituyen las condiciones esenciales de todo desenvolvimiento humano, tanto colectivo como individual, en la historia: 1° la animalidad humana; 2° el pensamiento, y 3° la rebeldía. El primero corresponde a la economía social y privada; el segundo a la ciencia y el tercero, a la libertad. Estas ideas mueven el universo social de lo que verdaderamente es humano y alcanza ese fin último de "rebeldía" que equivale a un sistema social en donde el hombre sea dueño de sí mismo y su “yo soy, hoy soy yo” se convierta en las banderas nacionales de la gran fraternidad social denominada raza humana.

El sistema imperante ha impuesto la creencia de un Dios? Ello, en acepción de Bakunin, se debe a un mal necesario. Hay una categoría de gentes que, si no cree, debe al menos aparentar creer. Son todos los atormentados, todos los opresores todos repetirán al unísono estas palabras de Voltaire: Si "Dios no existiese habría que inventarlo". Porque, comprenderéis, es precisamente una religión para el pueblo. Es la válvula de seguridad. Y puesto que se ha comprobado que los pueblos de todas las épocas de su vida han creído, y creen todavía, en Dios, debemos concluir simplemente que la idea divina, salida de nosotros mismos, en un error históricamente necesario en el desenvolvimiento de la humanidad. A tal respecto Bakunin se formula la siguiente interrogante: ¿Por qué y cómo se ha producido en la historia, por qué la inmensa mayoría de la especie humana acepta como verdad la religión? La respuesta a ello la encuentra Bakunin en la configuración de un tentáculo que sirve como brazo de dominio físico de la sociedad: el Estado.

E1 Estado, que es en visión atinada de Bakunin "consagrado en la Iglesia", asume una connotación de Estado militar y se convierte necesariamente, en un Estado conquistador; porque si no conquista él, será conquistado, por la simple razón de que donde reina la fuerza no puede pasarse sin que esa fuerza obre y se muestre. Por consiguiente, el Estado moderno debe ser absolutamente un Estado enorme y poderoso: es condición fundamental de su existencia.

Por su parte la idea de Dios, que consagra al Estado en su papel de Ley y Orden de la sociedad, implica "la abdicación de la razón humana y de la justicia humana; es la negación más decisiva de la libertad humana y lleva necesariamente a la esclavitud de los hombres, tanto en la teoría como en la práctica". A tal efecto, todo aquello que está amparado en perpetuidad de una negación de la libertad humana, esclaviza al hombre y le hace sujeto de todas las injusticias.

En este punto de vista se edifica la idea antiestatista de Bakunin: ¿Qué representa el Estado? La suma de negaciones de las libertades individuales de todos sus miembros; o la suma de sacrificios hechos por todos sus miembros renunciando a una parte de su libertad en favor del bien común.

En lo que respecta a la autoridad, como concepto instrumental del Estado, Bakunin manifiesta certeramente su posición: "Aceptamos todas las autoridades naturales y todas las influencias de hecho, ninguna de derecho; porque toda autoridad o toda influencia de derecho, y como tal oficialmente impuesta, al convenirse pronto en una opresión y en una mentira, nos impondría infaliblemente, como creo haberlo demostrado suficientemente, la esclavitud y el absurdo. En una palabra, rechazamos toda legislación, toda autoridad y toda influencia privilegiadas, patentadas, oficiales y legales, aunque salgan del sufragio universal, convencidos que no podrán actuar sino en provecho de una minoría dominadora y explotadora, contra los intereses de la inmensa mayoría sometida."

Estas ideas las concluye Bakunin diciendo: "He aquí en qué sentido somos realmente anarquistas". La libertad, por su parte, en Bakunin tiene un sentido de solidaridad y fraternidad entre los hombres. Ella se da por la unión espontánea de la sociedad y no por la imposición de una religión o Estado, que en su más directo interés está el del someter las libertades en tomo a una libertad que supuestamente dictaminan lo divino y trascendental en las relaciones de los hombres: "Sólo soy libre cuando todos los seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres. Lejos de limitar o negar mi libertad, la libertad de los demás es su condición necesaria y su afirmación. Sólo soy libre en el verdadero sentido de la palabra en virtud de la libertad de los demás, de manera que cuanto mayor es el número de personas libres que me rodean, y cuanto más amplia, profunda y extensa es su libertad, más profunda y amplia será la mía".

En cuanto a la revolución, como medio para transformar la sociedad, Bakunin la concibe como un todo compacto que se expende internacionalmente: "No puede ser una revolución aislada jc una sola nación". Ahora bien, para lograr esa internacionalización de la revolución es necesario organizar bien el movimiento. Y qué mejor ocasión, intuía Bakunin, que aprovechar la euforia de la clase obrera para encaminar un movimiento coherente que dé, de una vez por todas, la cara por los desposeídos y elimine el parásito del Estado de una vez y para siempre. Sólo un pequeño número de individuos, expresaba Bakunin, puede ser arrastrado por una idea abstracta y "pura". Los millones, las masas, no sólo del proletariado sino también de las clases instruidas y privilegiadas, sólo se mueven por el poder y la lógica de los "hechos", captando y previendo la mayor parte del tiempo sólo sus intereses inmediatos, o empujados únicamente por sus pasiones monetarias más o menos ciegas. Por consiguiente, para interesar y atraer a la totalidad del proletariado al trabajo de la Internacional, es necesario acercarse a ellos, no con ideas generales y abstractas, sino con una comprensión viva y tangible de sus problemas urgentes, de cuyos males esos trabajadores tienen conciencia de una manera concreta.

Pero esa organización de clase obrera ha de partir de la premisa básica: la organización de abajo hacia arriba que impida cualquier brote de autoritarismo que segregue injusticia y desigualdad. En lo que concierne a la religión, como hemos resaltado anteriormente, ésta es una "locura colectiva" para Bakunin. Locura muy poderosa, que es tradicional y su origen se pierde en un tiempo excesivamente lejano. El cristianismo es, en percepción de Bakunin, precisamente la religión por excelencia, porque expone y manifiesta, en su plenitud, la naturaleza, la propia esencia de todo sistema religioso, que es el empobrecimiento, el sometimiento, el aniquilamiento de la humanidad en beneficio de la divinidad.

Estas apreciaciones, que fluyen por varios escritos de Bakunin, convergen en la relación de dos instituciones.

Los más inspirados "deben" ser escuchados y obedecidos; por los menos inspirados. He ahí al fin el principio de autoridad bien establecido, y con él las dos instituciones fundamentales de la esclavitud: la Iglesia y el Estado.

A partir de 1864 Bakunin da un cambio a su concepción política de la sociedad. De un idealismo "latente" que le acompañó por casi la mitad de su existencia, pasó a un materialismo en el cual encontramos tres subpartes que refrendan una inestabilidad en la continuidad de ideas. Según Cappelletti, distinguimos una subetapa "florentina", otra "napolitana" y una tercera, a la cual podríamos calificar de consolidación materialista. Ya en "Dios y el Estado", había dejado referencia de ese cambio potencial, que venía gestándose en Bakunin, de idealismo a materialismo.

El materialismo, decía Bakunin, parte de la animalidad para constituir la humanidad; el idealismo parte de la divinidad para constituir la esclavitud y condensar a las masas a una animalidad sin salida. El materialismo niega el libre albedrío y llega a la constitución de la libertad; el idealismo, en nombre de la dignidad humana, proclama el libre albedrío y sobre las ruinas de toda libertad funda la autoridad. El materialismo rechaza el principio de autoridad porque lo considera, con mucha razón, como el corolario de la animalidad y, al contrario, el triunfo de la humanidad, que según él es el fin y el sentido principal de la historia, no es realizable más que por la libertad. En una palabra, en toda cuestión hallaréis a los idealistas en flagrante delito siempre de materialismo práctico, mientras que, al contrario, veréis a los materialistas perseguir y realizar las aspiraciones, los pensamientos más ampliamente ideales.

La subetapa "florentina" (1864-1865), se caracteriza por un ateísmo claro y por la persistencia de ideas nacionalistas. La segunda subetapa, la "napolitana", muestra una convicción federalista y de autonomía comunal en lo político; así como el socialismo (o colectivismo) como vía inequívoca para organizar correctatamente la sociedad y economía. A todas éstas, se declara abiertamente partidario de la revolución por la fuerza.

La tercera subetapa, aparece matizada en la obra "Federalismo, Socialismo y Antiteologismo". En la cual se resalta el pensamiento bakuniniano en lo político, a través de su concepción de abolición del Estado; en lo económico, a través de la socialización de la tierra y los medios de producción; y en lo filosófico, a través de un materialismo basado en la ciencia de la naturaleza y la negación de toda divinidad personal y de toda religión positiva.

A pesar de que para finales de la década sesenta, Bakunin había restablecido sus relaciones con Marx, no quedaba la menor duda que les separaba grandes diferencias. Bakunin tenía un concepto más extremo en lo que a la lucha revolucionaria se refiere, en cuanto que Marx seguía manteniendo una posición flexible ante el Estado burgués. Bakunin pedía la abolición concreta y fulminante de las Instituciones del Estado; Marx veía conveniente mantenerlas un tiempo, a fin de que contribuyesen a una transición sin sobresaltos y permitiera el equilibrio económico necesario para emprender la tarea de reconstrucción:

El punto básico del programa político-social de Lassalle y de la teoría comunista de Marx (nos dice Bakunin) es la imaginaria emancipación del proletariado por medio del Estado. Para esto es necesario que el Estado consienta en tomar sobre sí la tarea de emancipar al proletariado del yugo del capital burgués.

Empero, manteniendo esta posición determinante, Bakunin fue moldeando algunas de sus últimas ideas hacia ciertos elementos comunistas. Tal es el caso de su tesis de que no es la tierra ni el capital junto con el trabajo, sino el trabajo solo la única causa de todos los bienes económicos y de toda la riqueza material de la sociedad. Si revisamos a fondo la teoría económica de "El Capital" de Marx, encontramos una sublime coincidencia: "Al convertir en fuerza de trabajo una parte de su capital (es decir, el trabajo en sí como medio de producción), el capitalista mantiene y valoriza su capital entero (bienes económicos). Pero eso no es todo. Mata dos pájaros de un tiro. Aprovecha no sólo lo que recibe del obrero, sino también aquello que él le da (la riqueza material de la sociedad)."

Como podemos ver, existe ambigüedad en algunos matices del pensamiento del último Bakunin, aunque ello no le resta distinción y personalidad al pensamiento que mantuvo, en ello estamos convencidos, una línea rígida en lo que a la organización de sociedad se refiere. Los biógrafos de Bakunin, entre ellos E.H. admiten que el cambio de idealista a materialista en el pensamiento bakuniniano, obedece a que él en su tiempo de cárcel íntegramente lo que era el universo de su idea, que no flaqueó a pesar de maltratos físicos. Es decir, comparó la realidad con la idea, y concluyó que la revolución debía formarse en la realidad y no en el proyecto ideario de algún rebelde. En estos os conceptuales se aproximó al comunismo de Marx, que no era otra cosa que la descripción de la realidad capitalista. Hasta entonces Bakunin había gravitado en expectativas y sueños le rompían el molde de los hechos en la sociedad.

Para bien, sería "El programa de la Alianza de la Revolución Internacional, escrito entre el 25 y 30 de marzo de 1871, el que condensaría, en 19 tesis, el último pensamiento de Bakunin. Esta visión del último pensamiento de Bakunin, se la debemos a Marx Nettlau, quien la describe como un período internacionalista. El ambicioso programa de la Alianza, sena publicado en su repercusión vendría por la concordancia de algunas ideas con las marxistas, así como por el manejo acabado del concepto de libertad, que desde siempre había ocupado lugar estelar en el discernimiento bakuniniano. El programa consta, como dijimos, de 19 tesis, las cuales, en razón a un ordenamiento más explícito, hemos condensado en tres puntos:

1.- Las dos grandes negaciones

Desde la tesis I hasta la tesis II, Bakunin se centra en mantener una posición clara y consecuente, con lo que ha sido su pensamiento contestatario: "Negación de Dios y del principio de autoridad, divino y humano"; y la "Negación del libre albedrío y del derecho de la sociedad a castigar":

La negación de Dios es paralela a la del principio de autoridad. No se trata de una tesis especulativa como de una actitud emocional y práctica. Más que de ateísmo debe hablarse (...) de antiteísmo. Bakunin rechaza cualquier forma de dominio o dirección permanente de un individuo sobre otros individuos, sin que valga como excusa la ignorancia o falta de educa de éstos.

En la sociedad, para Bakunin, se dan cuatro causas básicas de la inmoralidad del hombre:

1. carencia de racionalidad;

2. desigualdad en lo económico-social;

3. la ignorancia de las masas; y

4. la consecuencia inmediata de todas estas faltas esclavitud.

Por lo tanto es menester que la revolución corrija estos problemas, pero no a través de la fuerza, sino de la educación y de la instrucción ponderada, que permita al individuo pensar en tomo a una colectividad y no en función de su individualidad (como lo hace el Estado). En lo que se refiere al albedrío, Bakunin expresa que la "libre voluntad", en un medio regido por las leyes de la naturaleza, de las cuales las leyes de la sociedad forman parte, implicaría admitir la excepción de esas leyes; es decir, la ruptura y nuevo inicio en la universal cadena de las causas, lo cual llevaría a un desequilibrio mayor del que acontece por la presencia de la voluntad dominante de la clase que ostenta el poder, estamos hablando de una mayoría que conforma el pueblo. Y esa mayoría, al propiciar enfrentamientos internos de libertades, estaría actuando con los instrumentos desestabilizadores del Estado, que en definitiva, tiene intereses definidos para tal instrumentación. En cambio ¿qué interés podría tener la gran mayoría en seguir manteniendo la barbarie?

2.- Libertad-Solidaridad-Sociedad

La libertad es apreciada por Bakunin, en su obra "Dios y el lado", como la obediencia "a las leyes naturales, porque las ha reconocido él mismo (hombre) como tales y no porque le hayan sido impuestas exteriormente por una voluntad extraña, divina o mana cualquiera, colectiva o individual". Este punto de visen el último Bakunin, se complementa con la representación e dicha libertad asume de la capacidad del hombre para emanciparse. Cierto es que Bakunin ya había dicho, en sus años de juventud, que la libertad constituía no un privilegio, sino una meta final; pero el último Bakunin la expone como parte irrenunciable un carácter emancipatorio, donde el hombre a través de una libertad colectiva logra su libertad individual. A todas éstas, Bakunin considera que el hombre, tal como lo afirmó Aristóteles, puede existir fuera de la sociedad. Menos aún, el hombre no puede alcanzar su libertad si no es en Sociedad.

Pero ese hombre que se desarrolla en sociedad y logra alcanzar libertad, no debe apartarse de su lazo común con los otros miembros. Es así como la solidaridad aparece como expresión ruina de libertad, que por estar fundada en la igualdad alcanza máxima de "justicia social".

La sociedad ha de ser, ineludible, natural; y ello implica sin ando", sin dominio mayor que el colectivo.

3.- El Trabajo-La División Social-Ocio

Las ideas, como dijimos anteriormente, asemejan un tanto el pensamiento bakuniniano con el marxista-comunista, pero ello implica que Bakunin haya, en su último tiempo, congraciado ¡as con éstos. Por el contrario, inferimos que hubo una aproximación en lo que al manejo metodológico de la realidad social se refiere.

El trabajo es visto por Bakunin como "la única fuente de todos los valores, de todos los bienes y de la riqueza en general, el hombre debe trabajar para vivir". Pero ese trabajo, nos remarca Bakunin, debe ser asociado..."es decir, organizado sobre los principios de reciprocidad y cooperación, es adecuado para la tarea de mantener la existencia de una sociedad amplia y de algún modo civilizada".

Pero en las actuales condiciones de la sociedad, dividida en una minoría de propietarios y una mayoría de proletarios tratados como esclavos, siervos o trabajadores asalariados, es difícil concebir un trabajo asociado que alcance las prioridades de satisfacción del "bien común". Antes de formar una comunidad con ideas tan puras como el trabajo asociado es menester desarticularizar y derogar la base del derecho a la prioridad privada y hereditaria (que es la esclavitud y la explotación del trabajo organizado en beneficio de los más fuertes), que es la esencia de la sociedad actual. Una vez conquistado este objetivo podemos organizar la comunidad en perspectiva de un trabajo que permita captar la civilización como un concepto humano y solidario.

En cuanto a éste el ocio, o tiempo necesario para el relajamiento y el compartir en sociedad, nos dice Bakunin, ha alcanzado en nuestro tiempo un lugar reservado únicamente a la clase dominante. El ocio "es necesario para el desarrollo del espíritu debido a que el desarrollo del carácter y de la personalidad exigen asimismo cierto grado de bienestar y de libertad en los movimientos y en la actividad personal, era natural que las d" gobernantes se mostraran más civilizadas, más inteligentes, más humanas y, en cierta medida, más morales que las grandes masas del pueblo".

En contrapartida, el pueblo, al no disponer del "ocio1" medio purificador de las tensiones del trabajo diario, tiene una forzada barbarie, en donde la clase dominante se vale para imponer un orden de ley que no es más que el límite a la mayoría, a fin de evitar que alcance su lugar en el sistema.

Los tres puntos expuestos condensan el pensamiento último de Bakunin. Es de notarse que todas las ideas no son novedad, pero sí reafirmación de una posición frente al sistema imperante en Europa. Toda esta radiografía hace que Bakunin formule su "Programa Socialista". En la tesis 18 nos dice:

Nuestro programa socialista exige y exigirá infatigablemente:

1. Nivelación política, económica y social de las clases y de todos los pueblos que viven sobre la tierra.

2. Abolición del carácter hereditario de la propiedad.

3. Apropiación de la tierra por las asociaciones agrícolas, y del capital y todos los medios de producción por las asociaciones industriales.

4. Abolición de la ley familiar patriarcal, basada exclusivamente en el derecho a heredar la propiedad, y nivelación del hombre y la mujer en cuanto a derechos políticos, económicos y sociales.

5. La manutención, instrucción y educación de todos los oficios de ambos sexos hasta su adolescencia, bien entendido que la formación científica y técnica, incluyendo las ramas de la enseñanza superior, debe ser igual y obligatoria para todos.

Como observación final dice Bakunin: "La escuela sustituirá a la iglesia y hará innecesarios los códigos penales, los gendarmes, los castigos, las prisiones y los verdugos".

Bakunin estuvo claro en que la libertad no podía ser alcanzada en las condiciones de la sociedad de la época (que para nuestra desgracia aún subsiste). La libertad exigía de cambios profundos que desterraran la propiedad y el Estado de una buena vez como base de la sociedad, y en su lugar se creará una organización federada que partiera desde los estratos bajos hasta los más altos. Ya que la libertad colectiva conquistaba la tan anhelada libertad individual. Sobre esta expectativa organizativa versará el siguiente punto.

LA VISIÓN ESLAVA Y EL FEDERALISMO ANÁRQUICO

Bakunin va a tener una apreciación muy propia sobre el nacionalismo. Cabe recordar que los ácratas consideran como único nacionalismo aceptable, aquel que parte del ser histórico y cultural de un pueblo. Bakunin no se aislará de ello y dirá: "El nacionalismo no es un principio humano universal". Es un hecho histórico y local que, como todos los hechos reales o inofensivos, tiene derecho a exigir general aceptación. Cada pueblo y hasta la más pequeña unidad étnica o tradicional tiene su propio carácter, su específico modo de existencia, su propia manera de hablar, de sentir, de pensar y de actuar; y esta idiosincrasia constituye la esencia de la nacionalidad, resultado de toda la vida histórica y suma total de las condiciones vitales de ese pueblo".

En este contexto se fundamentaron los argumentos de Bakunin sobre el pueblo eslavo. Los eslavos constituyen una ramificación etnográfica y lingüística de la familia indoeuropea (familia de pueblos que tienen por antepasados a los arios, que son los pueblos de raza mediterránea oriental, que invadieron el norte de la India; y están repartidos entre la India y parte de Europa); que se subdivide en tres grandes grupos:

1. los eslavos occidentales, en Polonia, Bohema, Moravia, Eslovaquia (polacos, checos, eslovacos, lusacios);

2. los eslavos orientales o rusos, divididos en grandes rusos, míos rusos y rusos blancos;

3. los eslavos meridionales o yugoslavos (búlgaros, servios, croatas, eslovenos).

Bakunin, que partía de un nacionalismo consciente del ser histórico-cultural de un pueblo, no podía pasar por alto las calamidades que sufría el pueblo eslavo al no ser aceptado por las otras ramas étnicas europeas. Y aún peor, por no poseer un gobierno propio que organizara y legislara en función a los valores e intereses histéricos-culturales del pueblo eslavo. A tal efecto, en 1848, publica en alemán un "llamamiento a los eslavos" en el cual predicaba la libre federación de los pueblos eslavos:

El Federalismo eslavo es el "llamamiento a los eslavos" (...) Se trata de reunir las diversas nacionalidades eslavas y hacerlo sin edificar un Estado autoritario de hegemonía rusa: una Rusia que llevase sobre sus hombros "todo el peso de esta centralización inmensa, complicada e impuesta" se atraería el odio de todos los demás eslavos, de la misma manera que actualmente es odiada por los polacos, no sería la liberadora, sino el tirano de toda la familia eslava. Por consiguiente, se impone la fórmula de una libre federación paneslava, en la que cada pueblo, grande o pequeño, sea libre y, al propio tiempo, miembro unido de los otros pueblos por lazos fraternales; y en esta "reunión fraternal" no habrá ninguna fuerza estatal particular, ninguna hegemonía.

Bakunin no agotaría en el "Llamamiento a los eslavos" su deseo por conquistar una nacionalidad que reivindicara los derechos negados a esas familias eslavas diseminadas por toda Europa. Es así, como en "Estatismo y Anarquía", hace una exposición amplia de su posición ante la realidad eslava y cimienta su concepción federalista al punto de proponerla, a "posteriori", como fundamento para la organización de una sociedad Socialista sin Estado.

Bakunin, en "Estatismo y Anarquía", describe la función Estado: "(El) Estado (...), cuyo único fin es organizar la explicación más vasta del trabajo en provecho del capital (...), así? pues es el triunfo del reino de la alta finanza, de la bancocracia bajo la protección poderosa del poder fiscal, burocrático y policial que se apoya sobre todo en la fuerza militar, y es, por consiguiente, esencialmente despótico aun enmascarándose bajo el juego parlamentario del pseudo constitucionalismo". Este tipo de Estado, para un pueblo tan noble como el eslavo, terminaría por minar las asperezas y los odios que aún permanecen irreconciliados en el fondo de las almas de otras razas. La alternativa para el pueblo eslavo es la organización federal sin mayor dominio que el de la colectividad y sin la presencia hegemónica de un Estado: La producción capitalista contemporánea y las especulaciones de los bancos exigen, para su desenvolvimiento futuro y más completo, una centralización estática enorme, que sería la única capaz de someter los millones de trabajadores a su explotación. La organización federal, de abajo a arriba, de las asociaciones obreras, de grupos, de comunas,* de cantones y, en fin, de regiones y de pueblos, es la única condición para una libertad verdadera y no ficticia, pero que repugna a su convicción en el mismo grado que toda autonomía económica es incompatible con su métodos. La hegemonía constituye, nos dice Bakunin, una manifestación "modesta y práctica" de la aspiración del Estado. Como condición primogenia para que la hegemonía se dé en cualquier comunidad, es indispensable descubrir la debilidad e imponer como regla de supervivencia la "sumisión". El pueblo eslavo ha padecido la imposición de los alemanes, de los austriacos, de los propios rusos. Una imposición que se ejerce a través de la experiencia de la sumisión de esta etnia y la obediencia al sistema de gobierno, que no sólo le es ajeno a los eslavos, sino que en ningún momento está permitida la participación eslava en la dirección gubernamental: "Los eslavos odian a los alemanes como todo pueblo vencido odia al vencedor, pero han permanecido irreconciliados y en el fondo de su alma insumisos. Los alemanes odian a los eslavos como los amos odian generalmente a sus esclavos: por su odio, que ellos, los alemanes, han merecido bien de parte de los eslavos; por ese miedo constante e involuntario que promueve en ellos el pensamiento y la esperanza insatisfecha de los eslavos en su liberación. Como todos los invasores de suelo extraño y los opresores de un pueblo extranjero, los alemanes odian y desprecian al mismo tiempo e injustamente a los eslavos. Hemos explicado por qué los odian; los desprecian porque los eslavos no han podido y no han querido germanizarse. Es notable es qué grado los alemanes prusianos reprochan amarga y seriamente a los alemanes austriacos y acusan al gobierno austriaco hasta la tradición por no haber podido germanizar los eslavos. Tienen la convicción, que es un crimen enorme contra los intereses patrióticos de todos los alemanes, contra el pangermanismo."

En cuanto a los eslavos de Austria, se encuentran perseguidos por todas partes. El pangermanismo ha intentado tomarlos propiedad pero ellos se han rebelado con furia. Aunque c acción de rebeldía cometan el más absurdo de los errores: paneslavismo. Bakunin se erige como enemigo tanto del pangermanismo como del paneslavismo. El más que nadie sabe lo destructivo que tal "patriotismo" puede significar para la libertad. Los vos no pueden contrarrestar a sus enemigos con las mismas armas, deben sensibilizarse con la realidad de su pueblo y entender de una vez que la opción es la federación de Estado cualquier brote nacionalista que intente reivindicar su posición en la sociedad.

Esta posición de Bakunin le va a ganar un lugar eminente la lucha del pueblo eslavo por mantener sus raíces e identidad, pero al mismo tiempo le compromete a desarrollar en profundidad las ideas federalistas que él recibió de Proudhon y expresó, o trató de materializar, en el voluntariado:

Por su naturaleza misma los eslavos son, en el fondo, una raza categóricamente no política, es decir, no estatista. (...) Los eslavos eran, prominentemente, una raza apacible y agrícola. Extraños a todo espíritu guerrero que animaba las razas germánicas, eran, por eso mismo, extraños a las tendencias estatistas que habían desarrollado desde el comienzo en los alemanes.

Es natural que con tal organización, los eslavos habían quedado sin defensa contra las invasiones y las conquistas de las razas guerreras, sobre todo de los alemanes, que aspiraban a la extensión de su dominación en todas las direcciones. Los eslavos fueron, en parte, exterminados; la gran mayoría fue subyugada por los turcos, por los tártaros, por los magiares y sobre todo por los alemanes. Es profundo el análisis de Bakunin, puesto que no sólo expone las calamidades del pueblo eslavo, sino que presenta su esencia de comunidad no estatista. ¿Cómo pueden aspirar los alemanes dominar y esclavizar a una raza que ha dedicado su existencia a convivir con las leyes naturales? Una respuesta a esta pregunta implicaría antes que nada contestamos: "¿De qué modo deberá realizarse el renacimiento eslavo? ¿Por el medio antiguo del predominio estatista o bien por medio de la emancipación verídica de todos los pueblos, al menos de los pueblos europeos, de la emancipación del proletariado europeo entero de todo yugo, en primer lugar, del yugo estatista?

Son innumerables las interrogantes que Bakunin se hace en cuanto al futuro del pueblo eslavo. Pero de algo sí está claro: los eslavos en tanto permanezcan ocupándose de su eslavofilia estrecha, egoísta y además abstracta, no conquistarán su puesto legítimo en la historia y en la fraternidad libre de los pueblos: "Los eslavos de vanguardia deben comprender en fin que el tiempo del entretenimiento inocente en la filología eslava ha pasado y que no hay nada más absurdo y más hostil al pueblo que poner como ideal de todas las aspiraciones del pueblo el llamado principio de la nacionalidad. La nacionalidad no es un principio humanitario; es un principio histórico, un hecho local que tiene, ciertamente, el derecho a ser generalmente reconocido lo mismo que cualquier otro hecho real e inofensivo."

Por otra parte, los eslavos podrán emanciparse a través de un llamado a la libertad común y a la construcción de un sistema de fraternidad humana que se erija sobre las bases destruidas del Estado. Esa comunidad de la fraternidad ha de ser diseñada en el esquema de una federación de Estados: "La federación de Estados (garantiza) la libertad burguesa, pero no podría crear una fuerza militar de Estado, por la misma razón que es una federación."

A partir de 1864 Bakunin se pone a predicar la revolución internacional como única garantía de triunfo de las clases oprimidas. Tal llamamiento le hace contraponer al Estado un modo de organización libertaria que garantice la libertad e igualdad, que en definitiva son los ingredientes de la justicia social. En 1863 había aparecido el "Príncipe Federatif" de Proudhon, ello le daría a la idea federal de Bakunin un sustento mayor que se materializaría con la propuesta de un "federalismo anárquico".

Ahora bien, ¿qué quería decir Bakunin con federalismo anárquico? Bakunin había desarrollado en varios escritos su adhesión a la organización federal. Pero sería en 1864, en su "Plan de Federación Internacional", y después en el congreso de Ginebra de la Liga de la Paz y la Libertad, cuando expondría abiertamente su concepción federalista que no era otra cosa que reemplazar la antigua organización, fundada de arriba abajo sobre la violencia y el principio de autoridad, por una nueva organización que no tenga otra base que los intereses, las necesidades y las atracciones naturales de las poblaciones ni otro principio que la libre federación de los individuos en los municipios, de los municipios en las provincias, de las provincias en las naciones y, por ultimo, de éstas en los Estados Unidos de Europa primero y más larde del mundo entero.

Desde los aportes de Proudhon, el modelo federalista ha desembocado en características específicas que le han diferenciado notablemente con la concepción liberal federal. Estos caracteres específicos nos lo expone Carlos Díaz:

a) De los asuntos socioeconómicos sena llevada a cabo por grupos pequeños y funcionales;

b) Se evitaría con ello el centralismo burocrático;

c) Se anularía la autoridad de individuos o grupos;

d) Se instaurarían secretariados coordinados; y

e) A la base del federalismo se encontraría, pues, la autogestión, definición la más escueta y magra del anarquismo.

El pensamiento anarquista basa su esencia en la asociación como expresión elevada de la libertad. Bakunin decía que la asociación garantiza la existencia del hombre: "Todos los individuos, incluso los más inteligentes o fuertes, son en cada instante vida productores y productos de las voluntades y de la acción la masa". Pero esa asociación de hombres debe tener una base organizativa que le dé movilidad y desarrollo a la vida en sociedad. Esa organización asociativa es la federación: "Quien dice libertad, dice federación o no dice nada; quien dice república, dice federación o no dice nada; quien dice socialismo, dice federación o no dice nada". En fin, la federación configura, en la concepción ácrata, un principio de organización indispensable para preservar la libertad.

Kropotkin, por su parte, no le daba tanta importancia a la organización federal; para él lo mejor era organizar la sociedad en función de poner las necesidades por encima de las obras, y reconocer el derecho de la vida en primer término. Es obvio que el pensamiento anarquista no mantuvo uniformidad en la idea, pero no es menos cierto que la posición de Kropotkin va impregnada de una visión realista de las prioridades de la época. A pesar del materialismo del último Bakunin, éste no llegó a concretar a visión federalista que se ocupara de las calamidades del momento, sino que se dedicó a contraponer la organización federal al Estado:

El federalismo bakuninista es más voluntariado (...) La división de un país en regiones, provincias, distritos y comunas, depende de las habitudes históricas, de las necesidades actuales, y de la naturaleza particular de cada país.

Bakunin entiende que sólo la sociedad puede organizarse dos principios comunes y obligatorios, que le dan consistencia la federación. Uno, en que toda organización proceda de arriba, de la comuna a la unidad central. Y otro, que exista cada unidad social un intermediario autónomo (el departamento la región o la provincia). Este tipo de organización ha 4c de base la "commune", que tendrá un carácter autónomo sentado siempre por la mayoría de los ciudadanos. Sobre este punto Carlos Díaz nos cita el pensamiento bakuniniano: "(...) para entrar en la federación provincial y para formar parte integrante de una provincia, deberá someterse (...) a los juicios del tribunal provincial y a las medidas que tras haber sido sancionadas por el voto del parlamento provincial le serán ordenadas por el gobierno de la provincia. Si no, será excluida de la solidaridad, de la garantía y de la comunidad, fuera de la ley provincial. La provincia no puede ser más que una federación libre de comunas autónomas. El parlamento provincial será uní o bicameral, y no se inmiscuirá en la administración interior de las comunas. Deberá establecer los principios fundamentales de la Carta provincial, obligatoria para todas las comunas que quieran participar en el parlamento provincial."

Como podemos notar, el federalismo anárquico de Bakunin parte de un entorno legal que garantiza el cumplimiento de una sistemática organización social. La presencia de un Tribunal Provincial configura el primer ejemplo del resguardo a la autonomía de la comuna como embrión primario de la organización federal.

Una cosa es la unidad social y otra la unidad del Estado. Bakunin enfatiza que la primera es el "resultado real de una combinación de tradiciones, hábitos, costumbres, ideas, intereses prestes y comunes aspiraciones, es una unidad viviente, fértil y real. Que, por supuesto, garantiza la conformación federativa en torno a la comuna. La segunda, la unidad del Estado, "es una ficción, una abstracción de unidad; y esto no sólo disimula las discordias, sino que las produce artificialmente allí donde, sin intervención del Estado, una unidad viva no dejaría de florecer espontáneamente"

La organización federal ha de ampararse en una unidad social b fortalezca los lazos de fraternidad y solidaridad, que garantiza libertad en un sistema de igualdad y justicia.

El socialismo tiene un carácter federalista, y por eso la Internacional saludó entusiastamente el programa de la Comuna de París (la de 1871). Por otra parte, la Comuna proclamó explícitamente en sus manifiestos que no quedarían la disolución de la unidad nacional de Francia sino su resurrección, su consolidación, así como una real y completa libertad para el pueblo. Quedaría la unidad de la nación del pueblo, de la sociedad francesa, pero no la unidad del Estado. Proudhon configura el espíritu revolucionario del federalismo; Bakunin constituye la acción revolucionaria, que deseosa de destruir la violencia y barbarie del Estado, opta por la asociación federada que impide la hegemonía del Estado y lo debilita los punto que lo destruye por completo. Pero debemos tener en claro que si bien es cierto que el Estado liberal se ha valido de un federalismo, se aleja completamente de los postulados ácratas ¿Respecto. No porque el federalismo anárquico sea una cosa y el liberal otra, sino que el federalismo anárquico se funda en el patrón real del principio federativo (la asociación y la autónoma mientras que el federalismo liberal acata los lineamientos de un Estado hegemónico y no llega a la integración completa en la sociedad. En una palabra, el federalismo anárquico se fundamenta en la "unidad social", el federalismo liberal en la "unidad del Estado".

Bakunin se hace partidario, a partir de 1848, de un federalismo eslavo que rescate los valores nacionales que durante siglos ha padecido esta ramificación, etnográfica y lingüística de la familia indoeuropea. Tras varios años de experiencia revolucionaria, así como de cárceles y exilio, Bakunin se hace partidario de un internacionalismo de la revolución que tenga bandera una alternativa organizativa. Esa alternativa, que hasta entonces en las voces de Proudhon y del propio Bakunin, había tenido la connotación de la "sociedad sin Estado" (anarquismo), pasaba a tomar como símbolo práctico la "federación anárquica", o mejor dicho, la organización de la sociedad bajo el principio de asociación y autonomía, que partiendo de abajo arriba y teniendo como base la "comuna", permita realizar una "sociedad voluntaria". Tendiendo como medio jurídico el contrato, pero no en el sentido de Rousseau, sino en el sentido de Proudhon, es decir, el vínculo contractual voluntario, limitado, temporal, que unirá a los hombres en municipios, a los municipios en provincias, a las provincias en naciones, a las naciones en una federación universal.

Pero la propuesta de Bakunin, como alternativa ante un Estado organizado en función de principios ajenos al pueblo, tiene, en algunos de sus escritos, una connotación definida de proyecto político. Este punto será examinado a continuación.

Gaston Leval (cuyo verdadero nombre era Pierre Pillier), francés nacido en 1895, desarrolló una concepción muy propia del proyecto libertario. En sus diversas participaciones, en el movimiento anarquista español, matizó toda una estructura de cómo debería conformarse la sociedad para lograr la meta anhelada de libertad. En su caso, tenía a favor la experiencia teórico práctica de Proudhon y Bakunin, y la influencia directa del príncipe Kropotkin; empero, no mantendría la línea de éste sino que impondría en su propia línea el fundamento colectivista. Leval plasma proyecto preciso y conforme a una operatividad dentro de la sociedad. Pero en el caso de Bakunin, el proyecto libertario tiene una concepción menos operativa y más lineal desde el punto de vista de las ideas matrices. Bakunin consagra una critica al sistema capitalista burgués y propone un modelo organizativo, pero: modelo configura un esquema de los principales elementos deben integrar la sociedad para alcanzar el desafío de un sistema ácrata. Quien en Bakunin intente buscar un "proyecto libertario" que guíe la organización social paso por paso, encontrará gran vacío. Su aporte se limita a una exploración del en un sistema guiado por los intereses de un Estado hegemónico.

Ahora bien, ese aporte se complementa con lo que hemos considerado un "proyecto libertario", en sentido de plasmar ideas generales que a "posteriori" permitirán, y ello lo observamos en la experiencia española de comienzos del siglo XX, edificar los detalles operacionales que darán movilidad al sistema y a las relaciones colectivas de producción. Estas ideas generales las encontramos diseminadas en diferentes escritos de Bakunin, específicamente los redactados después de su exilio en Siberia. Por nombrar algunos: "Principios y Organización de la Sociedad Internacional Revolucionaria" (1866); "Federalismo, Socialismo y Antiteologismo" (1867); en los escritos dejados a medias y publicados bajo el nombre de "Dios y el Estado", cuya redacción es de 1870, pero su publicación de 1882; "Proyecto de una federación de las secciones launas suizas" (1869), y con una atinada perspectiva de la realidad eslava y de las condiciones que deben imperar en la sociedad para estirpar ese "coágulo", que es el Estado; "Estatismo y Anarquía" (1873). No dudamos que en otros escritos existan contribuciones grandes a esas ideas genérales que constituyen la perspectiva de organización libertaria bakuniniana, pero en los textos que hemos nombrado hallamos, en concreto, un perfil definido de la sociedad acrática deseada por Bakunin como alternativa ante el Estado liberal.

LA FEDERACIÓN ANÁRQUICA COMO PRINCIPIO

En la sección dedicada al federalismo, del libro "Federalismo, Socialismo y Antiteologismo", Bakunin expone en trece qué condiciones deben ser eliminadas de la sociedad para redimensionarla a un plano donde el pueblo sea el interés máximo a beneficiar en el sistema. En lo político plantea, directamente, la abolición del Estado unitario y centralizado; el cual ha ser reemplazado por una federación de comunas libres. Este tipo de organización, nos dice Bakunin, permite dirigir voluntades en contra del gobierno, como ente explotador; del nacionalismo, como imposición unitaria de una minoría; y del régimen de distribución de los productos que hasta entonces permanece viciado por los tentáculos de la corrupción estatal.

En lo económico, el planteamiento bakuniniano se basa en la socialización de la tierra y de los medios de producción que han de pasar de los terratenientes y capitalistas, a las comunidades de trabajadores. Es lo que se ha conocido como "colectivismo". Este tipo de organización ataca, en general, a la sociedad burguesa y capitalista, pero de un modo particular a los ideólogos que se han conformado con la independencia nacional y la democracia representativa, obviando la desigualdad social, la miseria del pueblo y la insensible explotación de los trabajadores.

En el cimiento filosófico, Bakunin expresa la necesidad de prescindir de la religión. Es de recordar que para el tiempo del escrito que estamos analizando, Bakunin se encuentra convencido de que el materialismo configura la única posibilidad de estudiar la realidad social con nitidez y objetividad. Al respecto se muestra conforme con una percepción de la realidad desde la óptica de la ciencia de la naturaleza y no desde la divinidad personal de toda religión positiva.

Esta impugnación a la religión la fundamenta Bakunin, en el argumento de que ella y el Estado han formado el gran binomio destructor de la sociedad desde los comienzos de la civilización humana. Por tanto, su tiempo se agotó y es preciso redimensionar nuestra visión de mundo para poder captar la esencia verdadera de la vida del hombre en la tierra.

En definitiva, el principio federalista ácrata de Bakunin parte de la asociación de comunas sobre la base de unidad social, que garantiza autonomía, libertad, igualdad, paz; que en líneas generales abarcan el contexto de Justicia Social.

El federalismo anárquico de Bakunin, surge de la premisa de que el hombre partió de la esclavitud animal y después de atravesar su esclavitud divina, termino transitorio entre su animalidad y su humanidad, marcha a la conquista y realización de su libertad humana que, en definitiva, la garantiza una organización federal libertaria.

LA FEDERACIÓN ANÁRQUICA COMO ORGANIZACIÓN

Bakunin propone, en primera línea, para crear las condiciones necesarias a fin de organizar la sociedad sin Estado, que se deben hacer tres cosas inmediatamente. Primero, abolir la propiedad privada y hereditaria; segundo, desterrar de la educación los principios del cristianismo y de cualquier religión que afecte el desarrollo científico de la razón; y tercero, abolir el poder político y construir en su lugar una organización de las fuerzas productivas. Con más extensión nos dice: "(En el pueblo) organizado de abajo arriba mediante la federación (...). No habrá posibilidad de existencia de un gobierno político, porque ese gobierno será transformado en una simple administración de los asuntos comunes. Nuestro programa puede ser resumido en pocas palabras Paz, emancipación y felicidad para los oprimidos. Guerra contra todos los opresores y explotadores. Plena restitución a los trabajadores: todo el capital, todas las fábricas y todos los instrumentos de trabajo y materias primas pasarán a Las asociaciones, y la tierra a quienes la cultivan con sus propias manos. Libertad, justicia y fraternidad para todos los seres humanos nacidos sobre la tierra. Igualdad para todos. Para todos, sin distinción, todos los medios de desarrollar educación y formación, e iguales posibilidades de vida mediante el trabajo."

Creadas estas condiciones es preciso "concientizar" al hombre para que asuma su realidad "humana". Esta conciencia, de su razón de ser humano, le brinda la "equidad" que representa la tan esperada "justicia natural" que el ácrata hace surgir al emanciparse y transformar totalmente el sistema.

Los anarquistas saben que el hombre tiene esa propiedad de "Justicia Natural", pero como producto de las conquistas por la fuerza y por las influencias religiosas, en el hombre no ha prevalecido nunca tal propiedad, ni en el mundo político ni jurídico. Bakunin nos dice que una vez que el hombre despierta su "equidad", inicia la emancipación del sistema (cabe destacar que Bakunin concibe dos tipos de emancipación: la interna, que se produce dentro del individuo como producto de la concientización de su papel como humano; y la externa, que se da una vez cumplida la primera y que intenta condicionar ese medio exterior en la misma proporción de la conciencia humana. Es decir, humanizar el medio a fin de hacer conquistable la libertad). La emancipación del sistema consiste en: Eliminar el principio de autoridad y propiedad privada y hereditaria; Propiciar una autonomía que parta del individuo hacia la colectividad sin absorción de uno por la otra o viceversa; Confiscar las propiedades y distribuirlas en la colectividad; y abolir el poder político, sustituyéndolo por una organización de las fuerzas productivas.

Esa organización de las fuerzas productivas, así como también de los servicios económicos, configura la "comuna" como unidad básica del sistema, la cual constará de un tribunal, de una Asamblea y de un sistema de distribución de los productos, que permitan mantener una dinámica económico-social en la reestructuración del país. Esa comuna autónoma, que tiene al individuo como base esencial del sistema, se ampara en una concepción de sistema político "socialista libertario". El cual es un sistema donde prevalece la justicia:

El socialismo es "justicia". (Pero) hablamos de una justicia basada únicamente sobre la conciencia humana, que ha de buscarse en la conciencia de cada hombre y que puede ser expresada con una sola palabra: equidad.

La comuna de Bakunin ha de estar organizada de modo que su estructura de decisiones se configure de abajo arriba. Esto permitirá que en lo social exista una organización basada en la libre unión de asociaciones (agrícolas, ganaderas, industriales, de amas de casa, etc.). Esta conformación del "libre acuerdo" admite sólo una forma económica que garantice la satisfacción de las necesidades: el colectivismo. Este, que se basa en dar a cada uno el producto de su trabajo, estimula la acción productiva del trabajador, a fin de que obtenga mejores beneficios.

Ahora bien, se debe tener claro que para lograr estos alcances en la sociedad se han de cumplir primero las premisas bakuninianas de profilaxia política y religiosa, pero también es de considerarse la organización y la ciencia como motores propulsores del lenguaje administrativo del nuevo sistema: ¿Qué necesitan las masas para poder destruir el orden social dominante tan detestable para ellas? Dos cosas: organización y ciencia. La organización permite preparar las milicias revolucionarias que combatirán al ejército burgués, así como coordinar las actividades gerenciales del nuevo sistema. La ciencia por su parte, de las herramientas analíticas y teóricas necesarias que oriente k realidad social hacia las metas propuestas por la revolución libertaria. Estructurada la comuna, nos dice Bakunin, se ha de establecer lazos de solidaridad y fraternidad con las otras comunas del país, manteniendo un respeto a la autonomía y no infringiendo los límites de la libertad. Así se constituye la federación de comunas que pasa a representar la Provincia. La Provincia organizada establece los lazos con otras Provincias en el mismo orden de prioridades que la comuna, entonces nace la federación de Provincias que no es otra cosa que la Nación o país. Organizado el país establece lazos solidarios y fraternales con otros países y se produce, para el caso de la realidad de Bakunin, su anhelado Estados Unidos de Europa. Estos Estados Unidos de Europa sé relacionarán con otros Estados Unidos del mundo (Norteamérica, Asia, América del Sur, por decir algo), que tenderán a crear la gran federación de federaciones, que es los Estados Unidos del Mundo.

Como podemos observar, en estas líneas generales, que Bakunin legó de su sistema federal la aspiración máxima orientada a lograr un cúmulo de voluntades que hicieran posible el gran Estado, no el unitario y centralizado vigente en la Europa de Bakunin, sino el Estado conformado por la libre organización que partiendo de la unidad básica de la comuna alcance el panorama de todos los pueblos del mundo. Por su esencia de "unidad social", impide la formación de medios coercitivos y gestores de violencia. Ello implica una total eliminación de ejércitos y de nacionalismos que enferman las raíces auténticas del ser humano.

La unidad de Estados no se da, ya que el Estado del Mundo se encuentra fundado en una autonomía de sus partes, pero sin embargo se da (o se dará, como nos proyecta Bakunin) una comunión de principios, tácticas y finalidades, que dejan un amplio margen a la autonomía, la cual no reconoce otro límite que la libertad ajena, como dijimos anteriormente.

Pero hasta acá no llega la visión bakuniniana, abarca una parte más. Se atreve a postular cómo en la comuna ha de ser la vida particular de cada núcleo familiar y de sus actividades formativas en el sistema.

Bakunin nos dice que la abolición de la propiedad privada y hereditaria, del derecho jurídico y del Estado, da por contado la abolición de la "familia jurídica". En su lugar habrá un matrimonio de libre unión basado en el respeto humano y la libertad de las dos personas. Esa familia llevada a la máxima expresión de unión libre, cumplirá, en su razón fecunda, el papel de perpetuar la especie humana. Es decir, tendrán sus niños. Pero los niños, en el sistema ideado por Bakunin, no pertenecerán a nadie más que a sí mismos y a su futura libertad. Sus padres tendrán hacia ellos el único derecho de amarlos y ejercer cierta autoridad compatible con ese amor. Pero esa autoridad limitada por el respeto de la libertad, no debe ir en contra de la moral del niño y de su desarrollo mental.

La relación de padres e hijos se da, a escala diferente, igual que de comuna a comuna bajo un principio de autonomía y asociación. Los padres están asociados con sus hijos en un libre acuerdo, pero respetan la autonomía de éstos en toda su extensión. A todas éstas, los niños hasta que puedan valerse por sí mismo estarán al cuidado de la sociedad. Es decir, la sociedad es responsable de guiar a cada uno de sus infantes hasta proporcionarles las herramientas teórico-prácticas que le permitan insertarse en el trabajo con las habilidades respectivas que le aseguren éxito y bienestar.

Sin duda que Bakunin, en estas propuestas organizativas, confió mucho en ese hombre que alcanza la "conciencia humana". Aquí valdría, quizá, la crítica que Von Mises le hace al anarquismo en cuanto a que "peca de buena fe"; pero lo cierto es que Bakunin lo plasma en razón a una organización que, al triunfar la emancipación libertaria, tiene que fundar nuevas bases de convivencia. Y esas bases nuevas no pueden partir del modelo anterior, ya que se ha abolido, así que debe surgir de ideas renovadoras que reproduzcan en lo cotidiano del sistema, esa búsqueda permanente de la libertad.

En lo que respecta al hombre y la mujer, Bakunin los coloca en igualdad de condiciones en el sistema ideado de organización federal. La igualdad de derechos, es decir, la nivelación de los derechos de la mujer, tanto políticos como sociales y económicos, con los de los hombres, han de ser las premisas que motoricen la convivencia de los dos sexos, a fin de alcanzar un desarrollo coordinado donde la igualdad represente las banderas productivas.

La sociedad ideada por Bakunin adquiere un matiz específico de "libre acuerdo". Y ese libre acuerdo ha de ser alimentado por una necesaria "concientización" de los valores reales del sistema. De ese modo, la educación adquiere importancia y se vuelve parte intrínseca de los objetivos emancipatorios. Cabe destacar que Bakunin está de acuerdo con una educación integral, pero ésta debe cumplirse cuando las necesidades básicas estén satisfechas. Un pueblo con hambre no tendrá la capacidad de reflexión e interpretación, que un pueblo que tenga alimentación, salud y seguridad garantizada. Por lo tanto, los primeros movimientos en la sociedad libertaria han de orientarse a eliminar esos flancos y una vez alcanzada esa meta, dirigir una preparación que estimule la formación industrial y práctica, dentro de premisas científico-teóricas. Esta educación, que Bakunin consagra como integral, ha de prescindir de la fe, y ha de preocuparse por el desarrollo de la dignidad y la independencia personal; así como en el culto de la verdad y la justicia a cualquier precio, pero ante todo, sobre el respeto a la humanidad que debe sustituir por entero al culto divino.

Ahora bien, esas relaciones de convivencia no están exentas de infracciones y alteraciones. Para ello Bakunin acepta la existencia de tribunales disciplinarios que contrarresten cualquier germen que vaya a obstaculizar los fines de la revolución. Pero sobre este punto, del delito y castigo, Bakunin es muy extremista. Si se le comprueba a un individuo una causa atroz como un asesinato, Bakunin considera que la pena de muerte es la mejor decisión; si por el contrario el delito es menor, la reeducación se hará cargo de él, a fin de insertarlo de nuevo en la dinámica social.

Es muy posible que la ley del "talión" tenga sus ingredientes influyentes en Bakunin, pero no menos posible sea pensar que Bakunin asume tal actitud ante una generación aún bajo el germen violento del Estado y la Iglesia. El comprendía que en los primeros tiempos se debía ser duro para fijar las directrices que protegerán el libre acuerdo en su garantía de conquistar un mundo humano por entero.

Una vez conformada la federación y articulados sus lazos internos, se pasa a la federación de federaciones (Confederación). Esta se regirá para Bakunin por el respeto del límite de la libertad ajena y por el flujo cooperativo de distribución de riquezas que impida que en algún rincón del mundo exista la miseria. La visión internacional de Bakunin abarca desde la difusión de las ideas libertarias hasta la configuración de trabajadores, que amparados en una concertación de principios y valores comunes, edifican las legislaciones y los estatutos que les han de amparar en su labor productiva. Pero esas relaciones internacionales de los pueblos no pueden infringir los principios de solidaridad y respeto a los derechos nacionales de cada Nación.

Todas estas ideas no contemplaban, para Bakunin, la necesidad de una Carta Constitucional. El pensaba que una Constitución dogmatizaría las relaciones de libre acuerdo, en su lugar era partidario del contrato proudhoniano, que en definitiva garantizaba no sólo la libertad, sino el orden en razón a una justicia natural. Es de recordar que el contrato proudhoniano es de carácter "sinalagmático" (se obligan unos respecto de otros) y "conmunativo" (dar lo equivalente a lo que se recibe y viceversa).

En la obra "Estatismo y anarquía", Bakunin nos resume el alcance de su anhelado proyecto libertario: "Llegará el tiempo en que no habrá ya Estado (...); llegará a tiempo en que sobre las ruinas de los Estados políticos fundará, en plena libertad y por la organización de abajo arriba, la unión fraternal libre de las federaciones, abarcando sin ninguna distinción, como libres, los hombres de todas las lenguas y de todas las nacionalidades: Entones ruta hacia el mar estará generalmente abierta para todos; (...) El contacto directo con el mercado marítimo y con el movimiento universal de la vida en general desarrolla a grado extraordinario, y nivela todo lo que queráis, las relaciones; los habitantes del interior del país, privados de esas ventajas, vivirán y se desarrollarán más indolentemente y más lentamente que los ribereños."

El proyecto libertario de Bakunin es la expresión de un federalismo que intenta integrar lo político administrativo en lo económico-social. Los aportes bakuninianos se sintetizan en ideas generales que más allá de exponer un sistema específico (recordemos que Bakunin recurre a la idea socialista como cimiento de la organización federal, pero dicha idea no es inventada o improvisada, surge de la reivindicación del gran principio de la Revolución Francesa: "que cada ser humano debe tener medios materiales y morales para desarrollar toda su humanidad"), marca las directrices necesarias para fundar desde allí la gran sociedad sin Estado.

Son muchos los que se han opuesto a las ideas federalistas ácratas. Tanto por considerarlas utopías o por ver en ellas un peligro para la tranquilidad y equilibrio que el sistema liberal tiene. Pero también las críticas han surgido de sectores afines con el anarquismo, quienes en sus argumentos sopesan la existencia de un anacronismo y hasta de una ineptitud en el plano internacional. Para discernir sobre el tema nos valdremos del análisis que Carlos Díaz hace al respecto, y el cual recoge, en buena medida, las posiciones encontradas en el seno del anarquismo (y desde algunos ángulos del liberalismo) sobre la idea federal, específicamente la bakuniniana.

Carlos Díaz nos hace distinguir cuatro críticas, que a su juicio, le han sido formuladas al federalismo libertario:

1.- Se ha dicho que el federalismo anarquista es anacrónico. Es decir que se encuentra desfasado en el tiempo. El momento, refiriéndonos a los finales del siglo XIX, amerita para la eficacia de la producción una centralización capaz de nuclear la complejidad del engranaje administrativo y estatal. La iniciativa privada no bastaría para organizar la producción. Es posible que tenga trascendencia en un sistema "ahistórico" como el propuesto por Tolstoi o Bakunin, en su anhelado triunfo de la emancipación libertaria, pero sobre las bases aún fundadas en una sociedad con marcadas huellas burguesas y de orden capitalista;

2.- El federalismo anarquista pretende desarrollar lazos de solidaridad y fraternidad internacional, sin tomar en cuenta que el respeto a la autonomía del que hacen alardes no podría mantenerse sin limitar fronteras de soberanía nacional, puesto que de lo contrario esa solidaridad y fraternidad se vería infractada por continúas reclamaciones y apropiaciones;

3.- Se dice que bajo un sistema federalista libertario la producción no sería controlada ni dirigida, pero la experiencia del federalismo bakuniniano en España, demostró que la producción no fue peor que en otras zonas, y ello en medio de una guerra. Las organizaciones de las fuerzas productivas tuvieron que asumir posición rectora en la dirección de las operaciones, produciendo inevitablemente un control total a fin de salvaguardar los intereses generales; y

4.- Se dice que el federalismo libertario es una forma elevada de apoyo mutuo social, que no puede instaurarse de un solo golpe; no es despreciable, pero antes de acceder a él debe pasarse por una etapa preparatoria, el dominio de un partido socialista, a fin de no partir de cero. Pero esa etapa transitoria es negada en sus postulados bajo el concepto de ilegitimidad. Puesto que consideran que un partido como eje de dominio sería lo mismo que un Estado que acabaría por distorsionar los objetivos emancipatorios. Pero lo cierto del caso, recalcan las críticas, es que es imposible concebir una nueva sociedad (un salto histórico trascendental) sin una etapa de adaptación que inevitablemente cuente con algunos errores del pasado. Lo que Bakunin consideraba una abolición completa y fulminante, es en la práctica irrealizable.

La federación libertaria, a diferencia del modelo liberal federal, plantea directamente sus aspiraciones: Reducir el tiempo necesario para la producción de objetivos indispensables a la satisfacción de nuestras necesidades materiales; aumentar el consagrado al estudio, la observación o al goce; hacer que el trabajo necesario no sea más que una necesidad higiénica y no dolorosa fatalidad. Y ello, como planteamiento inspirativo para la organización de una sociedad, aparece reflejado en las líneas filosóficas que Godwin expusiera en su "Justicia Política":

En lo que concierne a las tareas que actualmente corresponden al Estado, sólo existen dos que serán conservadas por la sociedad: la defensa de sus miembros contra ataques de otros, y la defensa de la sociedad misma contra los ataques eventuales de otra sociedad. Respecto a la primera tarea, Godwin prevé la institución de un jurado cuyos juicios no estarán dictados de acuerdo con código alguno, sino simplemente por la razón. Para la segunda tarea convendrá convocar de tanto en tanto asambleas nacionales que establecerán las medidas a tomar. La institución de la sociedad Godwiniana no exige, empero, recurrir a la violencia.

Las críticas al proyecto libertario de Bakunin, gravita en los argumentos de considerarlo "utópico" y exageradamente "rígido", en razón a una organización cuyas decisiones no pueden interactuarse sino que deben permanecer sujetas a un principio de autonomía comunal, y que es un proyecto "anacrónico" para el hombre de la época y las necesidades reales de la sociedad.

No argumentaremos defensas, puesto que nuestro papel es presentar las distintas caras del tema, pero sí aseveraremos que el federalismo anárquico configura, léase bien, "un intento" de integrar toda la sociedad en el camino hacia el desarrollo social. Es decir, partiendo de un federalismo anárquico integral, como el que nos presenta Bakunin, lograr una mejor distribución de las riquezas y un lugar adecuado donde desarrollar las potencialidades humanas de trabajo que brinde a cada uno de los individuos una compenetración con su esfuerzo y resultado.

La influencia de Bakunin en los movimientos revolucionarios surgidos después de su muerte (1876), son perfectamente entendibles en razón de que el grueso de ideas bakuninianas vieron la luz años después de fallecer Bakunin. Eliseo Réclus y James Guillaume, se encargaron de rescatar gran parte de los escritos dejados a medias por Bakunin. Esta literatura, de un lenguaje golpeado y con ideas surgidas de la experiencia revolucionaria misma, fue acogida en Francia, Italia, Inglaterra; pero sobre todo, y con mayor pasión, en España se aceptaría con verdadero fervor el proyecto libertario de Bakunin y sus ideas en tomo al Estado y a la autoridad.

Durante la Guerra Civil española, 1936-1939, muchas de las ciudades ocupadas por los revolucionarios, como Barcelona, Cataluña, Alto Aragón, Centro y parte de Andalucía, asumieron el federalismo bakuniniano como estandarte de cambio y libertad: "La insurrección encabezada por el general Franco, que estalló en julio de 1936, no sólo dio principio a la guerra civil. (Sino que) brindó la oportunidad a los anarquistas de llevar a cabo su revolución e instaurar un sistema que acogiera las expectativas libertarias."

La llegada triunfal a algunas regiones por parte de los grupos anarquistas y sindicalistas, trajo consigo un período de auténtico cambio revolucionario. Por decir un ejemplo, de la rica burguesía barcelonesa no parecía que quedasen trazas, pues habían desaparecido de la noche a la mañana. Las Iglesias fueron incendiadas y se abrieron las puertas de las cárceles: "Por un momento las organizaciones obreras olvidaron todas las diferencias, e incluso los guardias civiles, que en Barcelona permanecieron fieles al gobierno, se mostraron dispuestos a confraternizar con sus antes enemigos de la izquierda. Dado que la mayor parte de los obreros barceloneses pertenecían a la CNT (Confederación Nacional de Trabajadores), la revolución pareció, lógicamente, un triunfo anarquista, a la vez que una oportunidad para poner en práctica sus tan largamente acariciados sueños. Según los dirigentes anarquistas, fueron los trabajadores quienes frustraron la revuelta de los militares, y ellos serían ahora quienes se harían cargo de la ciudad y de toda la región catalana."

En fin, para el caso específico de Barcelona, se materializó una toma total de la ciudad y de su sistema de dirección, pero no se cumpliría el lema anarquista que "el Estado se derrumbaría automáticamente" y que serían eliminados los enemigos por la violencia colectiva que desencadenaría el salto histórico, puesto que aún el gobierno contaba con sus fuerzas coercitivas que inexorablemente hacían una oposición a los anhelos ácratas. Si bien es cierto que el triunfo anarquista en la España de la Guerra Civil no fue completo, bastó para que se aplicaran algunos postulados bakuninianos en zonas campesinas que se prestaban para aquel principio proudhoniano de federación agrícola-industrial, aptas en todo su potencial humano y material. Un ejemplo concreto lo representa la experiencia en Andalucía, donde basándose en esas directrices generales de Bakunin, se dio forma a un sistema colectivista de organización político-social y económica: "En Andalucía (...) los labradores vieron las posibilidades de la revolución con más entusiasmo que los campesinos catalanes. Por desgracia, las comunas aldeanas tuvieron una breve existencia, ya que las tropas de Franco conquistaron Andalucía en los primeros meses de la guerra. No obstante, antes de que esto ocurriera, hubo muchos pueblos en los que, lo mismo que en pasadas insurrecciones, la Guardia Civil fue desarmada, aprisionada o asesinada, quemados los archivos municipales y proclamado el reparto".

El pueblo de Castro del Río, cerca de Córdoba, en el mes de septiembre de 1936, tenía las tierras bajo la dirección de comités anarquistas. Allí se había abolido el dinero, y los vecinos del pueblo, erigidos en comuna, recibían los productos necesarios para la subsistencia directamente de los almacenes comunales Presidía un intransigente espíritu puritano, muy característico de ciertas formas de anarquismo. Como hecho anecdótico, nos reseña Joll la experiencia de Franz Borkenau: "Traté en vano de conseguir una bebida, así fuera un poco de café, vino o limonada. El bar del pueblo se había cerrado por considerarse un comercio indigno. Eché un vistazo a las tiendas y todo escaseaba tanto, que uno podía atreverse a anunciar una inminente situación de hambre. Pero a los vecinos del pueblo parecía que les enorgullecía aquel estado de cosas. Estaban contentos, dijeron, de que se hubiera terminado el beber café; la impresión era que consideraban la renuncia a las cosas accesorias como un progreso moral. Lo poco que necesitaban del mundo exterior, ropa mente, esperaban conseguirlo con un intercambio del excedente de aceituna (para lo que, sin embargos a vía no se había dado ningún paso). El aborrecimiento profesaban a las clases privilegiadas era más de orden moral que económico. No deseaban llevar la cómoda existencia de aquellos a quienes habían expropiado; lo que querían era desembararse de sus ostentaciones, que se les antojaban otros tantos vicios."

La experiencia de Castro del Río no es diferente a la de otras comunas anarquistas. Lo cierto es que en ésta en particular, la cosa duró poco. Días después de la visita de Franz Borkenau, el pueblo fue arrollado tras una dura resistencia. La única esperanza que tenía el movimiento libertario español, era lograr un triunfo contundente en zonas estratégicas que hicieran al gobierno flaquear totalmente y darles el chance de organizar el país. La suerte, como sabemos, no estuvo de su parte y pronto todos aquellos sueños se evaporarían. Pero el fracaso no devino de la nada. Existieron razones concretas que impidieron que el movimiento anarquista lograra sus objetivos:

Las dificultades empezaron cuando el capítulo de actividades controladas por los anarquistas tuvo que soportar las consecuencias de la guerra. Podía ocurrir que el comunismo anarquista lograse funcionar temporalmente en una zona alejada si los habitantes de la población se mostraban dispuestos a cargar con la austeridad que exigía; pero resultaba mucho más difícil gobernar una fábrica de acuerdo con el ideario anarquista si para su normal funcionamiento necesitaba de primeras materias procedentes de fuentes no controladas por los anarquistas, y las cuales tenían que transportarse por ferrocarril u otros medios que estaban en manos de organizaciones rivales.

Aunado a esto, se fueron suscitando enfrentamientos internos en el seno de la CNT y en los grupos anarquistas, que debilitaron finalmente todo el panorama y reprodujeron niveles conflictivos que se creían superados: "El anarquismo extremo de las comunas libertarias dio paso a las requisitorias estatales. Cuando no fueron las tropas de Franco las que acabaron con los anarquistas del pueblo como el de Castro del Río, el primitivo anarquismo de la fase inicial no pudo mantenerse frente a la resistencia opuesta por los pequeños campesinos o los colonos, siempre dispuestos a incrementar sus haberes a expensas de los terratenientes, pero poco dispuestos a dar a la cooperativa el pedazo de tierra que poseían."

El modelo bakuniniano se reprodujo en la experiencia española con mucha nitidez y valoración. Su fracaso, si así podemos llamar el hecho de que no siguiera en su aplicación, se debió a la falta de recursos autogestionarios que permitieran a los comités anarquistas tener voz y decisión. El no haber podido conquistar las zonas estratégicas de España, le costó a los movimientos anarquistas su revolución, pero no así su influencia en los años venideros. "Los anarquistas nunca fueron barridos del todo, y sus fuerzas continuaron desempeñando un papel de consideración hasta el término de la guerra". La tradición anarquista española ha prevalecido ardiente y, aunque ahora sus posibilidades de emancipación sean casi nulas, no le restan importancia, puesto que su valor no es sólo práctico, sino teórico.

El pensamiento federal de Bakunin, en el ejemplo de Castro del Río, es una clara exposición de que las ideas bakuninianas no permanecieron en proyectos y utopías. Fueron llevadas a una realidad y llegaron a ocupar sitial relevante. No aceptamos el término de fracaso de estas ideas, puesto que su incontinuidad se debió a errores en la configuración de la acción revolucionaria, no a que el modelo adoleciese de fallas pronunciadas. También inferimos que algunos planteamientos bakuninianos fueron mal interpretados y llevados a la práctica así como Lenin lo hizo con el pensamiento económico de Marx, sin la más mínima consideración de las condiciones reales del sistema.

RAMÓN E. AZÓCAR A.