COMPILACIÓN DE ESCRITOS

Osvaldo Bayer

CITA EN EL PARAISO

Osvaldo Bayer

Hoy, señores y señoras, argentinos todos, recibo el primer premio en mi vida y, perdónenme mi arrogancia, me voy a subir al techo de mi vieja casa de Belgrano y lo voy a gritar a los cuatro vientos: ¡Las Madres de Plaza de Mayo, al anochecer, en su plaza, me dan el premio "Veinte años juntos"! Ya nada, queridos mortales, será igual. Es el Premio Nobel más el Premio Cervantes más el Premio Príncipe de Asturias más el de ciudadano ilustre de Buenos Aires, más todos los Martín Fierro más el Paraíso, el país Edén. Esta tarde estaré en el Paraíso, ahí en Plaza de Mayo, entre medio de las Madres de Pañuelo Blanco que me van a dar un beso en la mejilla y otro en la frente, después de haber caminado veinte años de historia argentina. Y hoy estarán además todos sus hijos con el mismo rostro que tenían cuando cumplieron 18 años y se decidieron a dar la mano solidaria a los humillados y ofendidos de la tierra. Pero además podré abrazar nuevamente a Rodolfo Walsh y al gringo Tosco, que vendrá en su overall de siempre, directo de la usina, los dos encabezando la columna de los treinta mil. Y por la izquierda llegará con su ancho sombrero Emiliano, al lado de Augusto César y los cien de su pequeño ejército loco. Y por qué no, el mismo Jesús, aquel de las Escrituras, esta vez con rostro mapuche, desde Cutral-Có.

Por supuesto que los tres de siempre van a querer infiltrarse: Judas, Astiz y Bernardo, pero un par de adolescentes los correrán hasta el séptimo círculo de los infiernos. Y quedaremos entre nosotros. Porque el pueblo argentino no se divide entre ricos y pobres, entre solidarios y egoístas, entre peronistas y radicales, no, la única división que recorre el país está entre los que acompañaron a las Madres y los que miraron para otro lado cuando las vieron marchar.

Cuando ellas me den el premio esta tarde, me volveré infinitamente joven, la sangre me bullirá más roja que nunca y me quemará en venas y arterias de pura fuerza y gratitud por ellas, las heroínas de brazos abiertos. Y apenas reciba el premio saldré corriendo hasta la casa de los libertarios para recordar a aquellos mártires increíbles, los que el dinero ahorcó en Chicago, esos increíbles héroes de las ocho horas de trabajo: Spies, Fischer, Engel, Parsons, Lingg. Y estaré en la casa de los libertarios hasta que asome el 1º de Mayo, el día de todos los trabajadores del mundo, que seguirán en el mismo camino hasta reconquistar las sagradas ocho horas.

Pero luego regresaré a mi barrio, a mis calles de niño para volver a recorrerlas con mi padre y mi hermano Franz, con traje marinero, pero antes mi madre me abrochará la camisa, y me reencontraré con mi hermano Rodolfo, muerto en el sagrado fuego de la solidaridad, lo besaré y acariciaré su frente, esa frente hermosa llena de bondad, le regalaré mi premio y, ya solo, me pondré a llorar de pura alegría, de puro agradecimiento. Lloraré con los brazos abiertos por entre los viejos árboles que conocieron mi infancia y despertaré a todos los vecinos de aquel entonces y les diré que he regresado con laureles en mis sienes. Mi mujer adolescente me estará esperando con una torta de manzanas, bailaré con mi hija, jugaré simultáneas de ajedrez con mis hijos y luego saldré con mis diez netos a juntar higos maduros.

Por último ya podré dormir, luego de leer una poesía de Hölderlin y de escuchar "La bella molinera", de Schubert. Será cuando reingrese al Paraíso por el camino de los abedules donde divisaré a las Madres del Pañuelo Blanco abrazadas a sus hijos, en el reencuentro definitivo.

CARTA A RODOLFO WALSH

Osvaldo Bayer

Pese a que nací el mismo año que Rodolfo Walsh, siempre lo consideré un maestro. Pese a su asesinato por los sicarios de Massera, Rodolfo sigue hoy más vivo que nunca a través de sus escritos y su ejemplo. Por eso, en el aniversario de su muerte le escribí una carta sabiendo de antemano que me va a responder desde sus libros, cada vez que yo los vuelva a releer. Esta fue mi carta:

"Querido Rodolfo:

Tu carta a la Junta Militar lo previó todo, denunció todo, dijo todo. La escribiste aquí, en tierra y de frente. Basta comparar tus límpidas, escuetas verdades, con el último decreto de los militares que decretó la autoamnistía de los generales en huida, el firmado por aquel Bignone, el único oficial de la historia que entregó a sus propios soldados para que los asesinaran. Vos, con la palabra allí, de frente, sin moverte. Los generales con sus picanas, sus pentonavales, sus capuchas, que ya pensaban en la fuga. Desde el momento en que cerraste el sobre con tu misiva ya comenzaba la derrota del plomo. Tu palabra y tu ética, Rodolfo. Por eso tu nombre ya está en una esquina porteña. Tan pronto, contigo, la Historia hizo su selección. Vos el 'terrorista', listo a la discusión otra vez. Los occidentales y cristianos Videla, Massera y toda su cohorte de amanuenses ya en el techo de la basura de la historia, por los siglos de los siglos. Vos, sin títulos, sin premios. Es que marcaste a fuego, sin proponértelo, al resto de los intelectuales argentinos. Los hubo quienes se sentaron a la diestra del dictador a la mesa servida del triunfo de la picana y hubo otros que no oyeron ni vieron ni hablaron cuando los balazos te fueron llevando la vida. Habrás sonreído cuando leíste la nómina de intelectuales que ahora adhieren a tu recuerdo. Los que te negaron al tercer canto del gallo hoy se apresuran a aplaudirte. ¿Y que dirán aquellos científicos de las letras, faraones y mandarines de cátedras e institutos que te calificaron esteta de la muerte? Hoy se apresuran a poner tus libros en las vitrinas oficiales. Pero nunca le diste importancia a esas cosas. Con tu máquina de escribir te metiste en los intestinos del pueblo, en el dolor y la humillación de la pobrería, de los azuzados. Mientras otros se dedicaban a cuchilleros o hacían romanticismo con antiguos generales fusiladores, vos -decepcionando a los críticos literarios consagrados- te metías en la actualidad: ¡oh pecado!, y todas sus mafias. Algo imperdonable para el olimpo y los repartidores de prebendas. Pero ni reparabas en esto. Trascendías a todas las sectas de café y de cátedra. Estabas en la calle con los perros y los piojos, los jóvenes y los ilusos, eras el Agustín Tosco de las redacciones. Agustín Tosco ¿te acuerdas de ese muchachón en overol que hablaba de cosas como justicia e igualdad, dignidad y deber? Palabras que no figuran más: hoy todos nos empujamos por aparecer en tapa. Te tomaste en serio la palabra. Exageraste en eso de la verdad. Además siempre creíste que había llegado el momento de descifrar ya los jeroglíficos y las claves. Dedicabas tu tiempo a eso mientras los otros trepaban, trepaban. En una sociedad maestra del trepar soñabas con implantar normas que permitieran un país donde todos tuvieran una canilla con agua y maceta con malvones. ¿Por qué tu insistencia si ya se había demostrado que todos esos intentos terminaban como le fue a Rosa Luxemburgo, con un balazo en la nuca y con el rostro en un charco de lodo? Cometiste otro gran error que tampoco los mandarines de las letras podían perdonarte: hiciste la mejor literatura con un estilo directo, claro, preciso, como el de un maestro primario rural. Te entendían y te entienden todos. Rompiste el mito sagrado que un intelectual debe ser un travesti de las palabras y no un sembrador de quimeras y rebeldías. Tu más grande pecado fue hacer arte literario puro con sólo los siete colores primarios.

Te arrojaron vivo al mar, te enterraron como NN, te quemaron en una pira. Y aquí estás, en medio de Buenos Aires. Tan rápido la historia puso las cosas en su lugar. Pero éste es el primer paso. Porque ahora queremos saber el nombre y apellido de tus asesinos. En sí, ya los sabemos pero exigimos que lo digan los jueces y el gobierno. Porque no vayamos a creer que todo se arregla con una plazoleta. Porque seria cínico si no pusiéramos aquí también, en una placa, el nombre de tus asesinos. No aceptaríamos que los jueces nos digan que ya no es posible por las leyes de punto final y obediencia debida. Porque en ese caso tendríamos que poner el nombre de los que te asesinaron por segunda vez: los legisladores que votaron esas leyes, el espurio salvoconducto del crimen. Pero no nos mintamos. Si hoy estuvieras vivo te calificarían con los remoquetes que acostumbra el 'peronista' que está en la Casa Rosada: 'ultraizquierdista' o 'infiltrado al servicio de los intereses extranjeros'. Pero vos seguirías imperturbable. ¡Las cosas que tendrías que decir! Vos que estuviste en aquella CGT de los Argentinos tendrías tanto que hablar del señor Cassia y de la flexibilización, y de la venta de armas para matar a otros latinoamericanos, y de los bastones largos contra los pañuelos blancos de las Madres, y de los ministros de la dictadura que te asesinó y que hoy son ministros de la democracia... y de los pibes en las calles que jamás tendrán un canilla con agua y una maceta con malvones. Por algo quisieron silenciarte. Pero no lo lograron. Tus libros están de nuevo en bibliotecas y colegios. Con ellos se formarán nuevos curiosos de la verdad. Porque la ética es como una cadena sin fin que viene desde el comienzo de la Historia. Y gracias a esa ética y gracias a los Rodolfo Walsh que se fueron dando la mano, hoy todavía hay vida en este mundo. Gracias Rodolfo. Qué alegría nos ha dado el verte de nuevo entre nosotros, para siempre".

Transcrita por Leonardo G. Vita el 6 de abril de 1995 de Página/12 del primero de abril de 1995.

CRIMEN E IMPUNIDAD

Osvaldo Bayer

Callar, enterrar, hacerse el desentendido, modificar el curso cuando resulte conveniente ha dado buenos resultados en la política argentina. Pero nos fue alejando cada vez más de los principios éticos, sin los cuales no hay democracia. Obediencia debida y Punto Final hicieron posibles el nido de víboras que permitió a Bussi en Tucumán, a Patti en Escobar, a Ruiz Palacios en el Chaco, a Ulloa en Salta, a los policías santafecinos siempre presentes en las mismas oficinas desde donde torturaron y a todos los demás que pasaron después de la carta blanca de las dos nefastas leyes a compartir las instituciones que tendrían que haber estado reservadas para quienes demostraron en los años de la infamia un poco de coraje civil y vergüenza democrática.

El Congreso de la Nación los legitimó. Fue el Parlamento -que tendría que ser el símbolo por excelencia de la democracia- el que escondió los cadáveres en el ropero. La bancada radical puso el pecho y quiso hacer olvidar con su actitud a los generales de la picana, a los almirantes de la capucha, a los brigadieres del arrojar a vivos al río, a los comisarios del rapto de niños, a los comandantes del derecho de botín. Fue sin duda alguna el día más oprobioso de la historia del Congreso de la Nación. El miércoles pasado asistimos a un acto lleno de emociones en un lugar símbolo: el hospital Posadas. La gran entrada y los pasillos se llenaron del guardapolvo blanco de médicos y enfermeras. Se recordó a las víctimas de la dictadura. Los desaparecidos. Allí, en los fondos está la casa de la muerte donde se torturó y vejó al extremo a las víctimas. Se descubrieron placas con los nombres de los profesionales de la salud que perdieron sus vidas en manos de sicarios. Se inauguró un mural desde donde los ojos nos miran. Se plantaron árboles, uno por cada desaparecido. Hubo profunda emoción. Lo que ocurrió allí casi no se puede explicar con palabras. Está en la documentación de los juicios que se hizo a los asesinos y a sus inspiradores. No nos equivocamos si decimos que allí se aplicó con toda cobardía, brutalidad e impunidad la ley de las bestias. Con pedido de perdón a las bestias. En el Posadas se secuestró sin ningún mandato legal, se torturó, se vejó hasta el hartazgo. Testigos y documentos judiciales dejan en claro que en ese lugar actuaron asesinos uniformados y rufianes sin uniforme, todos de la peor calaña del submundo de la sevicia y el ensañamiento, que pasaron a ser en esa casa donde la medicina solidaria luchaba por la salud y contra la muerte -vaya la sarcástica ironía- los dueños de la vida y de la muerte.

La pregunta es: ¿por qué tanto ensañamiento? Primero leamos la versión militar. ¿Qué dice en su libro el general Reynaldo Bignone, el "héroe del Posadas", cuyas únicas batallas libradas más allá de su escritorio de burócrata de uniforme fueron su entrada con efectivos de guerra a este hospital y luego hacerse el ciego, el mudo y el sordo cuando el secuestro de dos de sus propios soldados que hacían la conscripción en el Colegio Militar donde él era director? Sobre la figura del general Bignone siempre pesará el triste y vergonzoso 28 de marzo de 1976, cuando entró con helicópteros y camiones con soldados armados hasta los dientes con metralletas, granadas de mano y fusiles. El "enemigo" eran médicos, enfermeras, parturientas y enfermos. A los pocos minutos el general disfrazado de campaña para asemejarse al mariscal Rommel podía informar a sus superiores que su victoria había sido completa.

Leamos al propio Bignone, erigido en Dios de la vida y de la muerte en el hospital de los barrios humildes, como da su versión de los hechos en su libro El último de facto. Dice allí: "El pronunciamiento militar fue un miércoles. Al domingo siguiente me tocó decidir si autorizaba o no la realización de espectáculos deportivos (...). El 27 y 28 recorrí dependencias del Ministerio de Bienestar Social ubicadas fuera de la Capital Federal. Basándome en información de inteligencia dispuse intervenir y revisar militarmente el hospital Posadas, ubicado en la localidad de Haedo. Se emplearon oficiales y soldados, no cadetes del Colegio Militar. La operación se llevó a cabo sin novedad. Si hubo detenciones, éstas fueron escasas, con fines identificatorios y con la libertad inmediata de los afectados". Esta versión de Bignone, escrita dieciséis años después de los hechos, confirma que la versión de "inteligencia" que según él sirvió de pretexto a la irracional invasión de un hospital no se basaba en ningún "peligro subversivo", ya que él mismo señala: "no hubo novedades". Pero el acto terrorista militar ya estaba hecho: fue para sembrar miedo. Y aquí está la clave: Bignone no invade ningún hospital o sanatorio del barrio Norte o de San Isidro, no, invade el hospital que justamente estaba al lado de extensas villas de emergencia, de gente humildísima y necesitada. Se procedió con la misma cobardía luego en otras villas de emergencia, como la del Bajo Belgrano.

Bignone invade el hospital Posadas porque precisamente allí se había iniciado una experiencia comunitaria de gran alcance social: los trabajadores de la salud realizaban un proceso de participación con la comunidad circundante para dar respuesta a las ingentes necesidades de salud de la gente que llegaba cada vez más del interior argentino. Era la verdadera gente de la tierra que los militares no habían contemplado en el plan de Martínez de Hoz. Pese a que Bignone no encontró ningún indicio "subversivo", el Posadas quedó marcado y se iniciará el terror militar. A Bignone lo sucederán dos verdugos de la peor especie: primero el coronel médico Abatino Di Benedetto y luego el coronel médico Julio Ricardo Estévez, vaya a saber los complejos personales de estos dos personajes que para demostrar que eran más coroneles que médicos hicieron tabla rasa con los más elementales principios de ética de la condición humana. El coronel Estévez trajo consigo a un grupo de criminales que adoptaron un nombre televisivo, los "Swats", y que vaya a saber también por cuál anormalidad de sus bajos instintos querían sobresalir por su cinismo y brutalidad. He aquí sus nombres, de los cuales por cierto sus hijos y nietos tendrán el justo derecho de avergonzarse de por vida: Ricardo Nicastro, jefe de la patota criminal; Luis Miña, Victorino Acosta, Cecilio Abdenur, Hugo Oscar Delpech, Oscar Raúl Tevez, Juan Máximo Corteleza, José Faraci, Luis Gyucci, Argentino Ríos, José Meza, Jorge Ocampo. Todos ellos contaron con la información constante del jefe de servicios generales del hospital, Carlos Ricci; del jefe de personal, Luis Dinallo, y del jefe de mantenimiento, Adolfo José Marcolini, suboficial retirado de la Armada.

Las víctimas sufrieron inenarrables torturas y vejaciones, justamente en el chalet del subdirector, habilitado por los verdugos como pozo de torturas. Los nombres de los trabajadores de la salud sacrificados en nombre de "la forma de vida occidental y cristiana" de los Videla y Massera son estos: Josefina Pedemonte, encargada de guardería; Teresa Cuello, técnica de esterilización; Angélica Caeiro y Osvaldo Fraga, enfermeros de emergencia; Jacobo Chester, empleado de estadística; Julio Quiroga, empleado de imprenta; Jorge Roitman, médico, y María Esther Goulecdzian, psicóloga. También desaparecieron el médico Daniel Calleja, el estudiante Ignacio Luna y la vecina Natalia Almada, que no pertenecían al hospital pero que estaban vinculados a él.

Hoy, los asesinos están todos libres gracias a las leyes de Obediencia Debida y Punto Final de Alfonsín. Ni el general Bignone ni ninguno de los criminales que lo siguieron se han asomado jamás por el hospital. Los nombres de las víctimas figuran como advertencia en el hall de entrada. El chalet de torturas es hoy una escuela primaria donde van niños de la villa Carlos Gardel. La vida se recupera. Pero los asesinos están entre nosotros.

DE ANILLACO A CULTRAL-CO

Osvaldo Bayer

Discursos, conversaciones, manifestaciones, pero finalmente balas. Un desarrollo natural de las relaciones entre argentinos. Principalmente de Buenos Aires con la Patagonia. Allí, cuando la gente se enoja, téngalo por seguro que el gobierno provincial o finalmente nacional, o viceversa, o los dos juntos, les mete bala. Y repiten desde hace más de siete décadas la consabida explicación de que todo es acción de agitadores extraños, o de infiltrados, de profesionales o de "zurditos" (palabra ésta dicha con cierto tono intimista y con el cual ya se califica de antemano todo análisis de una lucha llevada por los sin trabajo o los humillados).

Pareciera que desde el tiempo de Roca, la Patagonia sigue siendo el Far South. El desierto. La conquista del desierto, como lo dieron en llamar los historiadores de la república europea.

Aunque ese "desierto" tenía habitantes desde los tiempos del paraíso terrenal. Todo se arregló a tiros. Pareciera que se sigue teniendo el mismo concepto de la Patagonia. Pasó después en el '21, cuando los obreros del campo quisieron pequeñas reivindicaciones. El gobierno central les mandó la caballería y las reivindicaciones quedaron en las tumbas masivas. Total, la Patagonia quedaba lejos, se podían hacer esas cosas porque las noticias llegaban cuando ya estaba todo terminado. Eso se creía. Desde ese momento Patagonia fue símbolo de impunidad. Toda la historia está sembrada de estos hechos hasta el hoy de Víctor Choque y Teresa Rodríguez.

Que son símbolos nada más ni nada menos de los otros balazos: los hechos atroces de la economía desalmada. Se crean industrias allí, la gente va en busca de trabajo, se forman núcleos poblacionales con enorme sacrificio y luego, desde Buenos Aires, se toca un timbre y las fábricas y las fuentes de trabajo se cierran. No se pregunta nada a nadie. Se cierra y se acabó. Se hunde de desesperación a los jóvenes con familias y a los casi viejos que dejaron sus lares para sacrificarse en el nuevo clima duro e inhospitalario. Quien no crea vaya a darse un viajecito turístico por Sierra Grande, por Ushuaia, por Río Turbio, por Comodoro. Porque allá la falta de fuentes de trabajo no se puede arreglar con kiosquitos en la esquina o con remises, o vendiendo ballenitas en el subte. Cuando la gente, demasiado paciente y confiada, pierde la paciencia y la fe y siente que le han robado con promesas y que los de Buenos Aires se construyen mansiones en Anillaco con su pista y sus canchas de golf, entonces se les nubla la vista, recoge la piedra y la arroja contra los representantes de los humilladores. Entra en el sagrado fuego de la rebeldía, que es decir un no rotundo a seguir siendo usado.

Porque el humillado siente en la piel esos gases y balazos de los uniformados que no defienden precisamente los principios republicanos sino que defienden los privilegios de los que abusan el poder. La gente no votó para que el Presidente tenga un aeropuerto propio en Anillaco ni para que el señor Yabrán tenga mil millones ni para que la mafia policial bonaerense asesine para poder seguir tranquilamente con su comercio de drogas. Lo votó para vivir humildemente, sí, pero con derecho al trabajo, escuela para sus hijos, salud pública y un techo. Y para que además sus padres ancianos tengan su merecido descanso y no una vejez de miseria. Esa es la única subversión, la subversión de los valores.

 

Así de sencillo.

Aquello de hace unos años de los agitadores "pagados por Moscú" fue un buen pretexto para defender la "democracia occidental y cristiana", es decir, el modus vivendi dictado desde Washington. Pero ya no vale para el mundo de hoy. ¿Por qué en Cutral-Có se arrojan piedras y en los countries de Escobar se respeta la democracia? Y eso que, posiblemente, en los countries de Escobar haya más gente que ha leído a Marx que en Cutral-Có. Y sin embargo en Cutral-Có ya son dos veces que la gente sale a la calle y empieza a tirar piedras. ¿Por qué? No se necesita ninguna sesuda interpretación sociológica académica: porque sencillamente la gente no tiene trabajo. Perdone el lector esta seguidilla de palabras que parecen perogrulladas, pero ante los discursos últimos de Menem, Corach y Decibe no cabe otra respuesta, porque justamente son las razones de la gente de Cutral-Có. Esta página está escrita así para que por fin entendamos el idioma de Cutral-Có. Entender aquí, el idioma de allá.

Pero vayamos a un hecho de hace un poco más de dos décadas. Tal vez en esta comparación vamos a entender mejor las cosas. Fue en junio de 1973. El actual presidente era gobernador de La Rioja. Y en esa provincia había un obispo realmente cristiano, monseñor Angelelli. Ese día en Anillaco hubo una pueblada al revés. Los poderosos de la zona se reunieron para expulsar del pueblo a monseñor Angelelli, que había llegado allí para ofrecer misa. Los dueños de las tierras y de las aguas querían "dar un escarmiento al obispo" porque éste se había manifestado partidario de repartir tierras abandonadas, en Aminga, a auténticos trabajadores riojanos que padecían hambre y miseria.

La turba de los dueños de la tierra encabezada por Amado Menem, César Menem, Manuel Menem y Manuel Fanor del Moral sitiaron la capilla y exigieron al obispo que se fuera del lugar. Y allí sí, qué curioso, había elementos agitadores, conocidos policías y gente de los servicios como Manuel Yáñez, que había viajado expresamente desde Vicente López y que llevaba la voz cantante de los patrones. Era quien profería los insultos más irreproducibles, como dice la crónica periodística de la época. La bochornosa jornada terminó con el obispo y sus curas abandonando la capilla perseguido por los insultos y las pedradas de los notables del pueblo. El término más suave contra Angelelli expresado por la "turba" menemista (las comillas en "turba" fue porque para unificar el lenguaje vamos a aplicar en este relato los términos que esta semana aplicó Carlos Saúl Menem contra los fogoneros de Cutral-Có), decíamos que el término más suave que oyeron los oídos del obispo fue "comunista". Ese día ganaron ampliamente los Menem y sus amigos del poder. Fue el triunfo más definido del menemismo en toda la historia de Anillaco. Poco después Angelelli fue asesinado. Ante la televisión alemana, en el año 1986, el señor Amado Menem declaró textualmente que "Angelelli se buscó la muerte porque era comunista".

Entonces comparemos las piedras. El presidente Menem -y, por supuesto su marmitón Corach- llegaron al paroxismo de la indignación por las piedras de Cutral-Có disparadas contra gendarmes uniformados que los hacían aparecer como verdaderas fortalezas espaciales.

La pregunta viene ahora: ¿qué diferencia hay entre las piedras de Anillaco y las piedras deCutral-Có? Las de los dueños de la tierra capitaneados por la familia Menem, en aquel 1973, defendían sus posesiones de tierras y aguas. Las piedras de Cutral-Có son símbolo de la rebeldía de los humillados. ¿O acaso hay alguna diferencia entre las que lanzaron los esclavos en torno a Espartaco hace dos mil años y las de Cutral-Có? Aquellos eran esclavos del trabajo, éstos no tienen trabajo. Cutral-Có y Anillaco. La humillación de los argentinos pobres contra la prepotencia de los argentinos del poder.

Impotencia y prepotencia. Teresa Rodríguez no muere por una piedra sino por una bala. Es enterrada. Y ya está.

Era sirvienta.

Nosotros lo miramos todo por televisión. Seguros. Porque Corach va a proteger la democracia.

DE CHICAGO A LA FLEXIBILIZACIÓN

Osvaldo Bayer

Los viejos luchadores la volvieron a acariciar: la campana que el 16 de octubre de 1901 anunció, en la Vuelta de Rocha, por primera vez en toda Sudamérica, la conquista de las ocho horas de trabajo paralos gremios marítimos. Hace pocos días, el legendario dirigente de Talleres Navales, Domingo Trama, la recibió en devolución por parte del Museo de Bellas Artes de la Boca. Allí había permanecido depositada 45 años desde que la Sociedad de Resistencia de Calafateros Unidos -el 5 de agosto de 1949- la entregó para su custodia al pintor boquense don Benito Quinquela Martín, en presencia de don Juan de Dios Filiberto, el autor de "Caminito". En los próximos días, Domingo Trama -el último anarquista que estuvo al frente de una organización obrera en nuestro país- entregará la campana al Museo Histórico de la Boca.

Esa campana es un nexo entre los mártires de Chicago -ahorcados por pedir las ocho horas de trabajo en manos del capitalismo salvaje norteamericano- y las luchas de fin de siglo de los obreros argentinos por esa jornada laboral. Fueron los obreros yeseros -aquellos que hacían los cielorrasos y sus molduras- los primeros en obtener la soñada jornada, en 1895; una año más tarde la lograron los pintores y los constructores de carruajes, mientras los marmoleros y herradores se conformaba con las diez horas.   En la Argentina, la "lucha sagrada por las ocho horas", como la llamaban los obreros anarquistas y socialistas, había comenzado por iniciativa del club alemán Vorwarts, que en 1890 convocó a todos los gremios obreros a celebrar ese 1º de Mayo como fiesta universal de todos los trabajadores. El mismo se celebró en el Prado Español, en la actual Avenida Quintana, entre Ayacucho y Junín (un lugar para recordar), y concurrieron representantes, entre otros, de la Sociedad Cosmopolita de Oficiales Sombrereros, Tipógrafos Alemanes, Sociedad Figli del Vesubio, Sociedad Scandinavian Norden, Círcolo Reppublicano Campanella, Sociedad de los Países Bajos, Unione e Fratellanza, Societé de Mutuo Socorso de Chivilcoy, etc. En el documento que se firmó allí figuró en el punto primero: jornada de ocho horas para todos.   Los representantes del capitalismo estadounidense habían creído que ahorcando en Chicago a los cuatro obreros alemanes y un inglés, iniciadores de la lucha, se resolvía todo el problema. No sabían que con esa medida iban a provocar una rebelión incontenible en todo el mundo que haría triunfar en casi todas las latitudes la iniciativa de esos precursores. Y las frases finales que expresaron esos cinco luchadores ante sus jueces iban a ser esculpidas en todas las organizaciones obreras del mundo. El inglés Albert Parsons dijo: "El principio fundamental de la anarquía es la abolición del salario y la sustitución del actual sistema industrial y autoritario por el sistema de libre cooperación universal, único que puede resolver el conflicto en que vivimos". El alemán Adolf Spies dirá: "¿Es la anarquía a la que se juzga? Si es así, por vuestro honor que me agrada: yo me sentencio porque soy anarquista. Somos sentenciados por creer en un bienestar futuro, por no perder la fe en el último triunfo de la libertad y la justicia". Y un minuto antes de ser ahorcado: "¡Salud tiempo en que nuestro silencio será más poderoso que las voces de los que hoy nos sofocan con la muerte!". Ludwig Lingg tendrá un resto de humor y apostrofará al juez: "Me acusáis de despreciar la ley y el orden. ¿Y qué significan vuestros representantes? Son los policías, y entre ellos hay muchos ladrones. Aquí está presente el capitán Schak. El me dijo que mis sombreros y mis libros habían desaparecido sustraídos por los policías. ¡Esos son vuestros defensores del derecho de la propiedad privada! Os desprecio; desprecio vuestro orden, vuestra fuerza, vuestra autoridad". (Lingg no les dará el gusto a los verdugos, en su celda se hará volar la cabeza con un cartucho de dinamita que le habían pasado sus compañeros). Michael Schwab señalará: "Decís que la anarquía está procesada. Será porque la anarquía es una doctrina hostil a la fuerza bruta, opuesta al sistema actual de producción y distribución de la riqueza". Por último, Adolf Fischer exclamará: "Protesto contra la pena de muerte que me imponéis, porque no he cometido crimen ninguno... pero si he de ser ahorcado por profesar ideas anarquistas, por mi amor a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad, entonces no tengo inconveniente... lo digo bien alto: disponed de mi vida". Volvamos a Buenos Aires, a Domigo Trama, secretario general de la Federación Obreros en Construcciones Navales. En 1957, esos obreros llevan a cabo una heroica huelga de trece meses por las seis horas de trabajo. Tiene frente a él los funcionarios de la dictadura de Aramburu. Los patrones y la Marina de Guerra se oponen a los obreros. El contraalmirante Saadi Bonnet, ministro de Transportes, le gritó a Trama para apóstrofarlo: "¡Usted es un anarquista!". Trama lo tomó como una distinción. La huelga se prosiguió pero los obreros fueron derrotados por los mismos enemigos de siempre: la Marina de Guerra, la Prefectura, la Gendarmería, la Policía Federal y provincial, la SIDE y los krumiros. Hoy, las seis horas ya no es tema para nadie y hasta se "flexibizan" las ocho horas. El peronismo cierra un círculo que había comenzado el coronel Perón en el golpe de 1943 al denominar "Fiesta del Trabajo" al "Día de los Trabajadores" e imponer la marcha con letra del ultraderechista Ivanisevich: "Hoy es el Día del Trabajo/ unidos en el amor de Dios/ al pie de la bandera sacrosanta/ juremos defenderla con honor". De Chicago a la flexibilización.

Nota extraída de la Edición del Sábado, 30 de abril de 1994 del diario Página/12.

DE CORACH A GALTIERI

Osvaldo Bayer

El miércoles estuve en Rosario. Fui al acto por el cual la Casa de los Ciegos se convertía en la Casa de la Memoria. La fiesta se hizo en la calle de ese barrio, con vecinos que trajeron sus sillas, abuelas, chicos. Cuando me tocó hablar dije entre otras frases: "Es como llegar al paraíso. Partimos de la abyección, de los más bajos sentimientos del hombre, de lo inimaginable en perversión. De lo cobarde, del abuso total del poder, de la bota que deshace la rosa o destroza la mano de un niño. De la petulancia más deleznable del uniformado. 17 de setiembre de 1977, Rosario, calle Santiago 2815. La única batalla ganada por el general borracho. Leopoldo Fortunato Galtieri. Un bochornoso remedo mussoliniano de torpeza y brutalidad. Rosario fue testigo. Las fuerzas conjuntas asaltaron su esa casa y lograron la captura de tres enemigos de la patria occidental y cristiana: Emilio Etelvino Vega de 33 años, ciego; María Esther Ravelo, de 23 años, ciega, e Iván Alejandro Vega, de tres años. hijito de ambos, y el perro lazarillo del matrimonio. Una vez capturados intervendría un famoso cuadro de la Gendarmería Nacional, el comandante Carlos Augusto Feced, hombre probado en mil batallas con su picana eléctrica; su fama atravesó todas las latitudes. A este bravo gendarme se le murieron los dos ciegos en la tortura. Un episodio bastante común en la vida de este servidor de la Patria. Pero sus sacrificios no fueron en vano, porque pronto vendría el resarcimiento por tanto servicio prestado a la bandera nacional: el derecho a las pertenencias de los ciegos y su hijito. Todo se llevaron en camiones del ejército. Todo, hasta los enchufes. Hasta el triciclo del pequeño Iván. En cualquier país civilizado eso es llamado por su nombre: saqueo, rapacidad, latrocinio, pillaje, depredación, atraco, expoliación. En nuestro país, en cambio, a sus autores Raúl Alfonsín los llamó 'héroes de Malvinas' y Carlos Menem 'salvadores de la sociedad'. Pero todavía no hemos terminado con esta historia de la vileza y de la infamia. Recurrimos a la ironía y la causticidad para describirla, porque es la única manera de no claudicar de pura indignación ante tanta ruindad. Para el hartazgo, vendría la ocupación de la Casa de los Ciegos por Gendarmería Nacional, como botín de guerra. Y allí los gendarmes hacían sus fiestas familiares; bautismos, cumpleaños. Queda como mudo testigo la parrilla donde asaban jugosos chorizos y crocantes chinchulines entre risotadas y música. ¿Hay un ejemplo igual en la historia del mundo? Ni Nerón ni Carcalla, ni en el atroz fundamentalismo de la Inquisición. Porque aquí se junta la crueldad con la concusión, la sevicia con la avidez. Y todos se callaron la boca. Durante once años de gobierno constitucional los gendarmes siguieron comiendo sus chorizos y chinchulines en la Casa de los Ciegos. Los protegía el miedo y el oportunismo y desde Plaza de Mayo se nos decía que 'La casa está en orden'." "Hace ya un tiempo que la Casa de los Ciegos se convertiría en nuestra casa de Ana Frank. Sí, porque esta época de superficialidad y corrupción sería reemplazada por los tiempos maduros de la decencia y la Casa de los Ciegos sería visitada por niños, adolescentes, jóvenes de nuestras escuelas, colegios, universitarios, para revivir con unción el destino de Emilia y María Esther. La lucha de la Madres, de los abogados de derechos humanos, de los honrados periodistas de Rosario/12 y de los pocos jueces decentes que quedan en nuestro país lograron reconquistar a la Casa de los Ciegos y que los militares del Segundo Cuerpo del Ejército y los gendarmes tuvieran que huir como ratas por tirante.

"Fue como entrar al paraíso, el miércoles pasado. Porque no hay otro paraíso que el de la verdad, la justicia, el de la eterna lucha por los valores éticos. La Casa de los Ciegos ha pasado a ser La Casa de la Memoria. Un templo de la Memoria, mucho más que las Iglesias que quedaron manchadas porque allí se dieron y se siguen dando los sacramentos a los asesinos. Un Templo de la convivencia, de la dignidad. Pero del paraíso debí regresar no al infierno, pero a un infiernillo pleno de olores a podrido de corrupciones, negociados y personalidades farandulescas. Regresé a Buenos Aires y concurrí al acto de Madres frente al portón de la Escuela de Mecánica de la Armada, monumento ejemplar de la collonería. Era impactante ver esos rostros de mujeres nobles de toda nobleza, enmarcados en sus pañuelos blancos frente al portón militar. Y su cartel mudo que decía la verdad a secas: "Escuela de torturadores y asesinos de Mecánica de la Armada". Pero claro, la verdad es inaguantable. Y de la única batalla del general borracho pasé a la victoria total de los palos de Carlos Corach. El primer plano de los nobles rostros de las Madres fue ocupado por las brutales jetas de uniformados de azul y armados con los llamados bastones de Onganía. Contra la palabra, los palos de Corach. Nuestro ministro del Interior ya tiene su lugar en la historia. Valió la pena en la vida hacer tantas gambetas y tratar siempre de estar a flote. Por supuesto, horas después el solícito Corach "lamentó los sucesos". Pero mientras tanto se había logrado el propósito: malograr la protesta pacífica y advertir que la mano viene pesada, por si alguno quiere protestar. En mi mente quedarán estas dos imágenes: las Madres frente al antro del crimen y adentro, espiando desde la terraza, uniformados parapetados escondiendo el rostro. La ESMA -como bien escribió Rodari- recién pintada y acicalada en todo su esplendor por orden del ministro Camilión. (¡Qué imagen para Freud!: el señor ministro quiso tal vez cubrir el crimen con pintura sino también su propio colaboracionismo con los genocidas.) Las Madres y los verdugos. Y entremedio, como un ratoncito diligente, el ministro Corach, claro, pero del lado de la fuerza. Pasado y actualidad. Pero las Madres.

Nota del diario Página/12 de su edición del 25 de marzo de 1995.

DESOBEDIENCIA DEBIDA

Osvaldo Bayer

Cutral-Có es otra epopeya patagónica. Sus poetas y sus músicos ya la van a plasmar en el verso y la música. Fuenteovejuna sureña, nuestra, hija del viento, la tierra y el sueño mapuche y pehuenche. Fue auténtico pueblo patagónico aunque algunos paniaguados de trastienda comenzaron a deslizar el término de infiltrados. Fue todo Cutral-Có, entero. Entero y solo contra el Poder. La solidaridad les dio el calor necesario en ese inmenso frío y soledad. El grito de los neuquinos de Cutral-Có fue otro capítulo de la eterna Patagonia Rebelde. Hace setenta y cinco años el Ejército Nacional les metió balas a los pobres gauchos que pedían dos paquetes de velas por mes para iluminar su pobreza de noche y que los botiquines para curar sus sarnas y erupciones estuvieran en castellano y no en inglés. Los uniformados de siempre lo arreglaron con cuatro tiros por gaucho. Y los políticos, y los curas de Buenos Aires murmuraban algo así como "ideas extranjerizantes" y miraron para el Norte. Pero esta vez no. Se probó con los uniformados de siempre que llegaron hasta tomar posiciones y disparar algún proyectil desde la distancia de la cobardía y la impunidad. Pero tuvieron que retroceder igual que como en aquella escena antológica del Cordobazo en que la montada con sus sables y sus cascos huye despavorida. A Cutral-Có tuvo que venir el Poder y el Sistema a dialogar con Cutral-Có sobre los problemas de Cutral-Có. La victoria fue material y moral. Sin atenuantes. Con las mejores armas de la democracia verdadera: la desobediencia civil y la rebeldía. La desobediencia debida. El viento fresco nos vino desde la Patagonia como tratando de ventilar tanta estupidez y frivolidad impregnada en el moho de Balcarce 50 y de Callao y Rivadavia. Días antes los chubutenses se pusieron a marchar y dijeron NO a Gastre. Y va a ser NO. NO al negocio perfecto de Buenos Aires: llevarse el gas, el petróleo y la energía y, como contrapartida, llenar de más soledad y aislamiento a la Patagonia, arrojando allí la basura nuclear del consumismo primermundista. Pero ya no todo será tan fácil. La gente está aprendiendo la fuerza de la desobediencia civil cuando los gobernantes creen que llegar el poder significa servirse y no servir. Cuando humillan al pueblo. Lo pudimos ver cuando el presidente de la Nación, el jueves, luego de abandonar la reunión de los gobernadores patagónicos, en vez de dirigirse de inmediato a Cutral-Có para abrazar a esas mujeres, niños y hombres tan valientes y llevarles la admiración del pueblo argentino, voló en su avión particular a su residencia para ver un partido de fútbol. Nos preguntamos: ¿qué hubieran pensado, por ejemplo, los filósofos griegos de un hecho así? Tal vez hubieran descalificado no sólo a un gobernante así, sino también al país que lo eligió. ¿Y los primeros teólogos cristianos que sostenían que el hombre había sido creado a imagen y semejanza de Dios? Cicerón hubiera alzado la voz, seguro, advirtiendo acerca de la paciencia de los pueblos y Caracalla, envidioso, hubiera organizado una nueva final en su circo. Pero volvamos a lo positivo. Y para todos aquellos que amamos hasta la emoción todo el paisaje patagónico nos ha satisfecho el primer paso de algo que predicamos contra viento y marea: la unidad patagónica para que diga basta el poder central. La asamblea de gobernadores patagónicos y el Parlamento patagónico son dos primeros pasos hacia un diálogo más sincero con el poder de Buenos Aires. Será una victoria si se comienza a pisar fuerte, será una derrota más si se los convierte en dos organismos burocráticos más. Pero después de los efectos Gastre y Cutral-Có no será recomendable para los responsables que caigan en promesas vacías. Para la futura conducta a seguir basta mirar el anterior ejemplo del pueblo neuquino, que con su presencia desbordante en las calles produjo el milagro de dejar al desnudo el caso Carrasco y, con él, hacer caer el sistema del servicio militar obligatorio, verdadero principio esclavista aprovechado durante casi un siglo por tiranuelos de uniforme para provecho propio y de sus complejos inferiorizantes. Sin duda alguna, el paso de monseñor Jaime de Nevares dejó su profunda huella en todas esas sufridas latitudes, en la fuerza que va adquiriendo esa gente sureña para hacer valer sus derechos y no resignarse con las migajas que les quiere hacer llegar un régimen injusto basado en aquello de que porque están lejos, no se los ve. Hace justo un año que el Senado de la Nación empleó casi dos horas de debate para repudiar declaraciones mías a Página/12 acerca de la Patagonia. La iniciativa era del senador ultramenemista Felipe Ludueña, uno de los más acendrados defensores de la privatización de YPF, hombre del sindicalista y empresario Diego Ibáñez, el íntimo amigo de José Luis Manzano y del empresario Alfredo Yabrán. El repudio propuesto por Ludueña fue seguido y votado principalmente por senadores que tienen algo que esconder por su apoyo a dictaduras. Ahí, en Cutral-Có y en Plaza Huincul, están las causas directas de la privatización de YPF, que se hizo sin prever las consecuencias que iba a tener eso en la gente patagónica. Tal vez, Ludueña y consortes pensaron que cualquier protesta se arreglaba fácilmente enviando a la gendarmería a reprimir. Pero en Cutral-Có los patagónicos no retrocedieron ni un centímetro cuando llegaron los gendarmes con sus armas. No lo vi al "representante del pueblo" Ludueña dirigirse a Cutral-Có a escuchar la voz del pueblo. Ludueña y sus colegas senadores tuvieron tiempo para repudiar mis palabras de esperanza y rebeldía pero se callaron la boca ante la santa indignación de los hijos de la tierra patagónica. Mi agradecimiento como argentino a la gente de Cutral-Có porque nos ha demostrado como se hace la democracia. Y mi recuerdo a tantos pioneros de la justicia que a través de las décadas lucharon por más dignidad. Justo se cumplen 38 años en que fui expulsado por la Gendarmería Nacional de la pequeña ciudad de Esquel, en Chubut. Primero fui cesanteado del diario local por el propietario del mismo, Luis Feldman Josín, por mi pecado de defender la tierra de mapuches y pequeños plantadores. Pero no quedé solo, en aquella lejanía y dentro de un régimen medieval, salieron a defenderme las humildes organizaciones obreras que en comunicados denunciaron que Feldman Josín poseía "un verdadero monopolio periodístico ligado a los intereses oligárquicos antiobreros y unido al gran capital de terratenientes y latifundistas que pretenden conformar en el pueblo una mentalidad favorable a los intereses de la clase dominante". Con emoción recuerdo a esos trabajadores que con su desobediencia debida arriesgaban todo. Algunos nombres de los firmantes: Honorio Soto, Lloyds Roberts, Salustino Gajardo, Cardenio Escobar, Manuel Perrotta, José Barría, Diego Tapia, Juan Gallardo, Germán Urbina. De haber vivido en Cutral-Có, hoy, me los imagino formando parte del vecindario rebelde. Y no sólo ha comenzado a soplar el viento patagónico. También de La Quiaca y Jujuy ha comenzado a sentirse el viento Norte.

¿A quién le debemos el ejemplo? Mil jueves. A las Madres. Aplicaron su desobediencia debida y su rebeldía cuando el miedo y la cobardía de todos cerraban las puertas. La épica argentina ganó su mejor página. Un pañuelo blanco contra la picana, la desaparición, el robo de niños, las patotas de la cúspide. Mil jueves el pañuelo blanco. El mejor aporte a la democracia. Gracias, Madres.

Sábado 29 de junio de 1996.

EL CULTO POR LOS ASESINOS

Osvaldo Bayer

El culto de la Argentina oficial por los asesinos de rango es una constante. Al general Lavalle asesino de Dorrego -un mártir de la incipiente democracia- se lo premió dándole su nombre a una de las principales calles céntricas y un monumento justo frente al Palacio de la Justicia (un símbolo de esta Argentina mágico-realista) mientras que a la víctima se la mandó a los extramuros de Palermo de aquellos tiempos dándole su nombre a un callejón de tierra. El general fusilador pasó a ser un personaje romántico para la literatura, hablándose de su tristeza y la mala suerte de su destino. Sospechosamente muy poco tiempo después de los fusilamientos de junio de 1956 bajo Aramburu recomenzó el culto por el fusilador de Dorrego. Hasta se hizo una balada con acompañamiento de guitarra que cantaba al "romántico" y triste fusilador.

Al general Aramburu, por ejemplo, se le ha erigido un monumento y todos los aniversarios de su asesinato concurren representantes oficiales del gobierno de turno a hacer el consabido minuto de silencio (en vez de gritar la verdad de los asesinos de junio) y calles importantes llevan su nombre en varias ciudades. En vez del nombre de las víctimas, para que nos sirva de advertencia en el futuro, premiamos a los victimarios.

Pero, tal vez, la actitud más perversa de ponerse de rodillas ante los tiranos fue la decisión de bautizar con el nombre del militar José Félix Uriburu al puente que cruza el Riachuelo. El fascista uniformado que aprovechó las armas para derrocar al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen, quebrando así el orden constitucional nacido en 1916 tiene ahí su monumento. El déspota barato y brutal ordenó fusilamientos, cárcel y fue el que oficializó la tortura con la picana eléctrica de Lugones hijo, padre legítimo de los Patti y Bussi actuales.

Para vergüenza de todos nosotros, los miles que atraviesan día tras día el Riachuelo tienen que sufrir la ignominia de leer el nombre de quien ejerció la fuerza bruta contra la dignidad y la libertad. En mis manos tengo un folleto, amarillento ya, desde cuya tapa me mira un muchacho sonriente, con cara de campesino español, Joaquín Penina, el primer fusilado "por la barbarie uriburista", como está en la tapa de este cuadernillo editado por el Comité Pro Presos y Deportados de Rosario, en julio de 1932.

¿Quién era Joaquín Penina? Un albañil de 26 años, que vendía libros después del trabajo. Libros libertarios. Pero dejemos hablar al folleto: "Penina tenía alma de apóstol. Fue un profundo rebelde. Vivió de cerca la injusticia social, amó el alma proletaria más que la suya propia. Como quien se libra de un pesado lastre, desposeyó su espíritu de todo egoísmo. La solidaridad fue en él un hecho profundo y vivido. En cada violencia ajena templaba su carácter. Así se hizo rebelde. Su rebeldía sin ruidos, sin gestos vacíos, pero de gran firmeza, se asentó en el dolor de muchos años tristes y dentro de su cerebro inquieto sólo vivió un deseo continuo: sembrar ideas. La dictadura lo sorprendió sembrando, para abrirle surcos de fuego en su carne y en su alma. Frente a la boca de sus pistolas, su rostro, sonriente siempre, enamorado de la vida a pesar de todas las injusticias, no pudo traducir rencor sino lástima hacia los criminales de la patria".

Joaquín Penina fue acusado de imprimir volantes contra Uriburu y de repartirlo. Lo que no hicieron los radicales que dejaron caer su gobierno ante un general que llegó a la Rosada con una decena de cadetes militares, lo hizo un obrero libertario. Militares y policías asaltaron la humilde habitación del albañil, lo arrastraron a la comisaría y a la noche lo fusilaron. Los autores del crimen tan vil fueron el teniente coronel Rodolfo Lebrero, el mayor Carlos Ricchieri (otro militar del mismo apellido, el general Ovidio Ricchieri sería uno de los más feroces representantes del sistema de desaparición de personas a partir de 1976); el capitán Luis Sarmiento y los policías Félix de la Fuente, Marcelino Calambé y Angel Benavídez. Los militares y policías que allanaron la pieza del obrero Penina se llevaron como botín 600 pesos, que éste había ahorrado para pagar el pasaje de sus padres desde España. La misma práctica aberrante de los "muchachos" de Videla y Massera.

El jefe del pelotón de fusilamientos fue el subteniente Jorge Rodríguez, quien dos años después del crimen denunciará -como Scilingo sesenta años más tarde- los detalles del crimen y mostrará su arrepentimiento público haciendo la denuncia que recogieron los diarios. Señaló el subteniente que a él le tocó el fusilamiento por estar de oficial de guardia en la noche del 10 de setiembre de 1930. Se le aproximó el capitán Sarmiento para decirle que debía ejecutar "a un individuo". Al pedirle aclaración de quién se trataba respondió "es un anarquista que fue sorprendido mientras imprimía panfletos incitando al pueblo y a la tropa contra las autoridades que rigen el país".

El detenido fue llevado en un camión celular hasta las barrancas del Saladillo. El pelotón estaba integrado por el subteniente Rodríguez y tres soldados, no con armas reglamentarias, sino con pistolas Colt. El subteniente Rodríguez describió así los últimos momento de Penina: "Fue bajado del camión y sintió el ruido de las cargas de las pistolas. Entonces yo, que lo tenía a un paso, lo vi abrir los ojos en mirada de asombro y rápidamente comprender. Dio un medio paso atrás y le vi morderse el labio inferior como si prefiriera sentir el dolor de su carne más no el temor. Yo iba detrás. Desde que lo había visto bajar, en mi frente y en mis ojos sentía que se había posado un velo de extrañeza y de irrealidad. No quise prolongar la valiente agonía de ese hombre. Ordené: ¡Apunten! Entonces el reo giró la cabeza hacia la izquierda y mirando con odio al grupo que presenciaba, gritó: "-¡Viva la anarquía! -su voz era templada, yo no ví temor.

"¡Fuego! -ordené, sin ver ya nada. Tres tiros"

Después de describir cómo le dio en la cabeza él mismo con el tiro de gracia, agregó el subteniente: "Todos nos acercamos hasta donde estaba el cadáver y alguien dijo: 'Fue un valiente hasta el último momento'. Vestía pobremente: zapatos de caña; pantalón, no sé si de fantasía o marrón oscuro. Un saco también oscuro. Era rubio y de pequeña estatura. Representaba unos 25 o 26 años. De sus bolsillos se sacaron dos o tres galletas marineras muy duras y en parte comidas, y un giro de cinco pesetas para un hermano de Barcelona. El giro no llegó a mis manos ni sé tampoco quién se lo llevó".

Zaherido, humillado, robado, fusilado. Somos todos asesinos. Los argentinos somos derechos y humanos. Votamos en forma directa y secreta por Bussi y Patti. Después nos indignamos contra el estudiante Ahumada que pateó a su profesora. Cuando no es más que un aprendiz de Patti y Bussi y la sociedad que le damos nosotros.

Un grupo de amigos pedirá al Concejo Deliberante que cambie el nombre del tirano asesino por el de su primera víctima: el obrero Joaquín Penina en el puente que une la capital con Valentín Alsina. Sería un principio para poder mirarnos en el espejo.

EL GENERAL Y LA MADRE

Osvaldo Bayer

El general y la madre. Un buen título para un Dürrenmatt. El general ha iniciado juicio contra la madre. Pide severas penascontra ella. El general exhibe treinta y dos medallas en el pecho, las hemos contado una por una. Para que no se le deforme la chaquetilla las ha reemplazado por pequeños trocitos de géneros colorinches. Del lado derechos del pecho lleva sus distintivos, entre los cuales se destaca la de oficial del Estado Mayor. El general que durante toda su vida se calló la boca, se tapó los oídos y miró para arriba tiene treinta y dos medallas. La madre como único distintivo lleva un pañuelo blanco en la cabeza, como nuestras abuelas campesinas cuando llegaron a las pampas. El general ha iniciado su batalla más ardua. La ha emprendido contra la Madre de Plaza de Mayo porque ésta lo llamó "encubridor de violaciones a los derechos humanos". La madre había dicho textualmente estas palabras inequívocas y sujetas a una única interpretación, así, sin adornos metafóricos ni leguleyos.

En este sentido, el juez federal Jorge Ballesteros no tendrá que recurrir a los códigos antiguos ni modernos o a intérpretes del derecho positivo en la materia. Pero la madre habló aún más claro. Dijo que el general "si estuvo durante la dictadura militar en una embajada, al callarse la boca, colaboró en tapar los crímenes de su ejército; si estuvo en un cuartel, o dio o recibió órdenes que movieron la maquinaria de la tortura, el robo y el asesinato de miles de personas, es un asesino; si lo hizo por obediencia debida tendría que haber denunciado lo que vio, lo que calló y lo que supo, como primer deber de un ciudadano honesto. No lo hizo, entonces es un encubridor. Y un encubridor es un criminal. No cabe otra interpretación. Esa es la verdad". ¿Cabe otra interpretación de la conducta del general Balza? Los políticos la harán de acuerdo a la conveniencia de decir justo ahora esa verdad. Los negociadores por excelencia tratarán de ignorar el episodio, o mejor dicho, ignorar la verdad de la madre.

Y la mayoría tranquilizará sus conciencias buscando en los grandes medios la opinión de Ernesto Sábato. Pero esto es una constante y toda discusión es inútil. Por lo menos. Dürrenmatt no la tomaría como eje de su análisis de dramaturgo. El se detendría sólo en la obsesión argentina de explicar todo a través de los parágrafos burocráticos. Por ejemplo: al ser preguntado el ministro de Defensa, Oscar Camilión, el porqué su subordinado, el general Balza, ha iniciado juicio por injurias y calumnias a Hebe de Bonafini, señaló que lo hizo por obligación, por deber a su honor de militar y a sus subordinados. Porque si no lo hubiera hecho todo subordinado a él podría iniciarle causa por no cumplimiento del deber. Ni más ni menos. Lo dijo el ministro de Menem con gesto adusto acostumbrado y voz al tono. Tanto él como el ejército se manejan con principios insoslayables.

Claro, pero habrá algún ciudadano, principalmente aquellos, muy pocos por cierto, que crean que los principios deben respetarse en todo momento y en todos los casos, que se preguntará: ¿cómo justo ahora y sólo ahora tiene la obligación de hacerlo y no antes? ¿Cómo es que durante toda su carrera el general Balza se calló la boca y sólo ahora se atreve a cumplir con el código del honor y su deber ante sus subordinados y justo ante una Madre de Plaza de Mayo? ¿Por qué no utilizó ese deber de honor cuando sus colegas de camada secuestraban a mujeres embarazadas, las torturaban y les robaban todas sus pertenencias, como ahora él lo reconoce? Pero bien, podría explicarlo que se calló la boca por "obediencia debida", aunque él mismo ha criticado -y sólo a raíz del efecto Scilingo- ese principio reflotado por Alfonsín y sus legisladores. ¿Justamente ahora, a veinte años del genocidio, se acuerda el general de las 32 medallas que debe proceder de acuerdo a las normas del honor y reglamentarias? Pero que justamente sea el ministro Camilión que recuerde esas normas es ya un capítulo más de la historia universal de la infamia o del tratado ortodoxo del cinismo, en su capítulo argentino. Ya que él también fue ministro de la dictadura y mientras en aquel tiempo salió a defender esa represión ultraperversa hoy se muestra de acuerdo con el principio del honor y los reglamentos para que se le inicie juicio a una madre a quien le secuestraron, torturaron e hicieron desaparecer a sus dos hijos, a su nuera y a su nieto próximo a nacer. Todo el peso de la ley para una mujer que dijo la verdad y que se atrevió a decirla. Esa verdad que todos saben. Si Dürrematt habría desarrollado el diálogo no hablado entre el general y la madre, lo hubiera denominado "Un disparate más que trágico" para entrar en el encuadre más verídico. ¿Si el general Balza sabe que su mandamás Camilión es un auténtico encubridor del sistema de desaparición de personas, por qué se calla la boca y no envía un escrito diciéndole que su conducta estuvo en contra de toda norma del honor y los reglamentos? ¿Por qué no le inicia juicio por delitos de lesa humanidad? ¿Por qué en cambio si se lo hace a la víctima directa de ese sistema represivo? ¿Cuál es la lógica de todo esto? ¿La que los argentinos hemos llegado ya a ser campeones de perversidad burocrática? Estamos atentos: ante los estrados de eso que los argentinos llamamos justicia se va a iniciar un capítulo síntesis de nuestros últimos veinte años: el general y la madre, el general de 32 medallas que no objetó jamás la obediencia debida hasta que llegó a número uno, y la madre que no se calló la boca, que no aprendió nada de esta sociedad ducha como ninguna en el arte de mantenerse a flote. Sí, este juicio del general y la madre, tal vez llegue a ser el símbolo que explique la esencia de esta generación argentina a las juventudes futuras. ¿O es acaso un símbolo más claro esa foto del 29 de mayo último donde el máximo verdugo de nuestras historia, Jorge Rafael Videla, recibe la comunión de manos del cura Zaffaroni, en el homenaje al golpista Aramburu, acompañado de Bernardo Neustdat -ex funcionario de ese peronismo que derrocó precisamente Aramburu- y del general Jorge Miná, quien concurrió invistiendo la representación del general Balza? El verdugo recibió el máximo sacramento católico a pocos días que los obispos habían hecho esfuerzos por golpearse el pecho de tanto silencio ante el sistema depravado de quien ahora recibe en la boca el cuerpo de Cristo. Un ejemplo que tal vez el juez que juzgue a la madre por orden del general tenga en cuenta para su veredicto.

Nota del diario Página/12 del 3 de junio de 1995.

EL SANTO ÁCRATA

Osvaldo Bayer

En los años treinta, el periodista Luis Sofovich lo calificó de "el santo ácrata". Acracia era el país utópico con que soñaban los anarquistas, un mundo sin gobierno donde todo se resolviera por acuerdo mutuo, la ayuda mutua, la solidaridad, los ácratas eran -y son- quienes piensan que lo más sagrado es la libertad, y el poder significa la negación de la libertad, por ende, de la dignidad. El "santo ácrata" fue el orador más formidable que conocieron las tribunas publicas de la Argentina en las grandes agitaciones sociales de las primeras décadas de este siglo. Se llamó Rodolfo González Pacheco, la encarnación del "hombre nuevo". Luis Sofovich, aquel eterno tecleador de las redacciones de Crítica y de Noticias Gráficas, hizo el siguiente relato acerca de él: "Era el más noble, altruista y bondadoso de los ácratas. Poeta, su inspiración nacía en su alma limpia y en su devoción por la belleza. La Pampa y sus hombres conmovían sus fibras más íntimas, pero también los hombres que sudaban junto a las fraguas y los que estaban sumergidos por la tragedia. La libertad era su religión y en esa creencia era un santo, canonizado por una vida sin sacrificios, sin claudicaciones". Aclamado hombre de teatro, Rodolfo González Pacheco conmovió a amplios sectores populares con sus obras Hermano lobo, Las víboras, La inundación, Hijos del pueblo, y otras. Su estilo continuaba la línea comenzada por Florencio Sánchez con su M' hijo el dotor. Pero si bien sus obras ocuparon durante muchos años los escenarios de las salas céntricas, él escribía sus obras principalmente para los "cuadros filodramáticos", los teatros con que contaban todas las "sociedades de resistencia", como se llamaban los sindicatos, y las bibliotecas populares, creadas por socialistas y anarquistas hasta en el más lejano rincón de las pampas. Una vez, en la Sociedad de Actores, le preguntaron: ¿Cómo se hizo anarquista". Y él contestó sonriente y nostálgico: "La culpa fue de unos agitadores que disfrazados de marineros y vendedores de casimires de contrabando llegaron una tarde a la estancia de mis padres, en los primeros años de este siglo. Yo era un hijo de papá, un aprendiz de gaucho, mujeriego en los bailes de rancho y pendenciero en las reuniones de pulpería. Respetado por los gauchos que veían en mí más que al mozo guapo a un protegido de los milicos, porque era hijo de estanciero. Aquellos falsos contrabandistas pidieron permiso para pernoctar, y de acuerdo con la costumbre hospitalaria de nuestra pampa se les dio carne asada y catres para pasar la noche en el galpón de los mensuales. Al siguiente día, cuando ellos se fueron, uno de los peones me trajo una colección de pequeños folletos que los forasteros se habían olvidado en el galpón, repartidos estratégicamente para que se pudieran hallar después de irse... Eran pensamientos de Bakunin, de Kropotkin, de Pietro Gori, de Malatesta. Al leerlos, fue la primera vez que advertí que en el mundo había algo más que guitarras, ginebra y carreras cuadreras. Que había gente que se preocupaba por sus congéneres. Y que mi vida era canallesca comparada con la nobleza y los sentimientos de esa gente con preocupaciones sociales". Esas consignas iban a ser su brújula hasta su muerte, en 1949, a los 66 años. Fue un nato sembrador de ideas. Un orador político por excelencia. Estuvo en todo el país para hablar. Recorrió también Chile, México, Cuba y España hablando, siempre hablando y discutiendo. Habló en todas las campañas: la de Sacco y Vanzetti; la de Radowitzky, la de los mensúes, la de los mineros; fue el principal agitador en la huelga teatral más grande de la historia argentina. Pero ante todo fue el creador de los "Carteles". Los "Carteles" de González Pacheco consistían en recuadros que se publicaban en los periódicos anarquistas y donde se tomaba tajante posición ante los acontecimientos públicos que se producían. Esos "Carteles" quedaron en las páginas de los periódicos que él mismo fue fundando. Por ejemplo, aquel semanario llamado La Mentira que, con ironía suspicaz, se autotitulaba Organo de la patria, la religión y el Estado, y que fundó junto a un oficial de policía: Federico A. Gutiérrez, a quien un anarquista italiano, el anciano Ragazzini, había convencido durante sus continuas estadas forzosas en el Depósito de Contraventores. Pacheco fue primera pluma también en Germinal, en Campana Nueva, en el vespertino La Batalla (sí, los anarquistas editaban todos los días La Protesta, matutino, y La Batalla, vespertino). Pero el régimen de los conservadores liberales no le permitió levantar demasiado vuelo durante la campaña que la izquierda argentina inició contra la Ley Social y la Ley de Residencia: con otros luchadores, González Pacheco fue enviado al presidio militar de Ushuaia, la "Siberia Argentina", como se lo conocía en aquel tiempo. De ese tiempo quedaron sus impresionantes "Carteles" sobre el trato a los presos: la cachiporra de plomo, el triángulo, el cavar pozos en invierno con las manos, las palizas diarias. Un baldón que también tienen los gobiernos radicales de Yrigoyen y Alvear, el dictador Uriburu, y los Justo, Ortiz y Castillo de la Década Infame, y los militares del '43. Pero si bien casi todos volvían quebrados y dispuestos a portarse bien, luego de vivir entre la brutalidad y la humillación, González Pacheco fundó, apenas regresado a Buenos Aires, Libre Palabra y más tarde El Manifiesto, hasta que entró a trabajar en La Protesta. Poco después creará La Obra, pero durante la Semana Trágica Yrigoyen ordenará la clausura de esa publicación y también de La Protesta. González Pacheco hizo caso omiso de la amenaza y la cárcel sacó a luz Tribuna Proletaria. Durante el gobierno de Alvear lo condenan a seis meses de prisión por haber elogiado la actitud del obrero alemán Kurt Wilckens, quien mata al teniente coronel Varela, fusilador de centenares de peones rurales patagónicos. Cuando a fines de la década del veinte se desata la violencia del anarquismo expropiador y Severino Di Giovanni comete el atentado contra la representación italiana fascista González Pacheco no sale -como muchos- a purificarse en las aguas del Jordán ni a lavarse las manos como Pilatos. Lamenta sí, las víctimas, pero hace el análisis del porqué de la violencia y las causas que originan esa violencia. Dirá en sus cartel La Cosecha: "Frente al dinamitazo del consulado italiano no nos desdecimos ni en una coma.Pensamos lo que pensábamos: el sistema de barbarie por el que arrean al mundo los gobernantes va a continuar produciendo estas explosiones. Son ellos, con sus violencias bestiales y sus podridos cinismos ante las más inefables aspiraciones del pueblo y sus más primarios instintos de libertad y justicia, los únicos responsables. No nos ponemos al margen ni le sacamos el cuerpo a ninguna sospecha, por más infame que sea. Nunca podrá herirnos nada tan hondamente, como nos hiere y desgarra la angustia ahora". Y más adelante señala: "El culpable, sea quien sea, es un producto de este sistema burgués delirante de violencia y cinismos. Ese sistema es el criminal que arrea a la carnicería de diez millones de humanos, como en la pasada guerra, que aventa hogares y templos, mutila y relaja espíritus, él. El es el que corrompe todo, con sólo mirar, la vida... Lloren los cocodrilos sicarios. Nosotros no lloramos. No le sacamos el cuerpo a ninguna responsabilidad, tampoco". Por supuesto, González Pacheco irá -en 1936- a defender al pueblo español contra los militares de Franco. Y a partir de 1943 verá impotente como los sindicatos dejan de dar sus obras y escuchar sus conferencias. En las asambleas ya no se canta "Hijo del pueblo te oprimen cadenas..." o "Arriba los pobres del mundo..." sino el "Perón, Perón..." En el marco de ésta realidad moría hace 45 años Rodolfo González Pacheco, el "santo ácrata". Pero, pese a todo, moría con fe en el futuro. Lo atestigua ésta, su frase: "Hay un modo de perder y hay un modo de ganar a los hombres para la libertad: metiéndolos en un puño, como reses en un brete, o despertando en ellos el dormido ser sagrado que todos llevan dentro. Uno es expeditivo y autoritario: el otro es fraterno y entusiasta... De ése seguirá cosechando fe en su destino el pueblo. Porque aquel manda y éste siembra".

Nota publicada en Página/12 el Sábado 9  de Abril de 1994.

EL SANTO DE USHUAIA

Osvaldo Bayer

(Desde Ushuaia) "Mil y mil veces maldita, tierra aborrecida del crimen, del sufrimiento y del sicario. Bajo el azote helado de tus huracanes gime el hombre; la angustia roe las almas de las víctimas; los abnegados, los Radowitzky, agonizan, mártires de la chusma del máuser, y, sobre el hórrido concierto de sollozos se oye siniestra la carcajada del verdugo."

Así comenzaba un volante del diario anarquista La Protesta, para el 1º de Mayo de 1918, el Día de los Trabajadores. Estoy en Ushuaia, en el edificio del antiguo penal, y hablo sobre Simón Radowitzky ante una concurrencia formada principalmente por gente joven. Nunca hubiera soñado antes que iba a tener esa posibilidad. En los años setenta publiqué un libro que se titulaba Simón Radowitzky, ¿mártir o asesino?, que fue a parar a la hoguera de la dictadura de los Videla y Massera. ¿Quién era ese Simón Radowitzky que había sido una figura legendaria del movimiento obrero en las tres primeras décadas de este siglo y que había pasado veintiún años de su vida en la cárcel, la mayoría de ellos en el penal de Ushuaia, una de las páginas más negras de la historia penal del género humano de la cual tendríamos que avergonzarnos los argentinos? Y que se mantuvo no sólo durante el gobierno de los conservadores liberales sino también durante los tres gobiernos primeros del radicalismo. Los que más cantaron a Simón Radowitzky, llamado el "mártir de Ushuaia" fueron los payadores criollos en los mitines y asambleas obreras.

"Traigo aquí para Simón

este manojo de flores,

del jardín de los dolores

del alma y del corazón:

traigo para aquel varón

valiente y decidido,

este manojo que ha sido

hecho con fibras del alma,

en un momento sin calma

de rebelde convencido."

Así cantaba el payador Manlio por la década del veinte.

Es que Simón había corporizado la violencia de abajo al matar de un preciso bombazo al jefe de policía coronel Ramón L. Falcón después que éste reprimió brutalmente la manifestación obrera del 1º de Mayo de 1909. Ese día ocurrirá la más grande tragedia obrera hasta ese momento de nuestra historia social. La policía montada al mando del comisario Jolly Medrano, después de que sonara el clarinazo de ataque ordenado por el propio coronel Falcón, se lanza sobre las columnas obreras en la Plaza Lorea. Parece una estampa de la Rusia imperial cuando los cosacos atacaban concentraciones de famélicos proletarios en San Petersburgo o en Moscú. En la historia de las represiones obreras, la del coronel Falcón quedó como una de las más cobardes y alevosas. En un primer momento se cuentan treinta y seis charcos de sangre. Para explicar el drama, el militar traerá el argumento que todavía hoy se emplea en la Argentina: le echa la culpa a los "agitadores". Seguirán días de paro general proclamado por la FORA que tendrá un desarrollo muy violento. Esos días continuará la brutal represión y se seguirán sumando los muertos. Los obreros no se rinden porque:

"Los tiempos ya terminaron

en que hubo feudales bravos

que agarraban a los esclavos

y fiero los azotaron

¡Hoy no! Ya se rebelaron,

Y ese hombre hoy, febril y ardiente

cuando ve que un prepotente

burgués quiere maltratarlo:

cara a cara ha de mirarlo,

cuerpo a cuerpo y frente a frente!"

Así fue. Ese joven judío de apenas 18 años, obrero metalúrgico, esperará al coronel Falcón y pondrá fin a la vida del orgulloso militar que era todo un símbolo para los hombres de uniforme: Falcón había sido el cadete número uno recibido en el Colegio Militar creado por Sarmiento. Simón trata de suicidarse pero es capturado, condenado a muerte y luego, como es menor de edad, a prisión perpetua a cumplir en el penal de Ushuaia, con el agravante de que cada año, en oportunidad de cumplirse cada aniversario de su atentado contra Falcón "deberá ser llevado a reclusión solitaria a pan y agua durante veinte días", como dirá la sentencia.

En la prisión, sólo comparable con la de la Isla del Diablo, Radowitzky se convertirá en el "mártir de la anarquía". Será un místico de la resistencia y del altruismo con los demás presos. Protagonizará una huida legendaria a través de los canales fueguinos hasta que es capturado por un buque de guerra chileno y entregado a los carceleros argentinos. Todos los castigos inimaginables serán entonces para él. Aunque enfermo de tuberculosis, el clima del extremo sur y el aislamiento no lo amedrentan y sigue siendo el defensor de los demás presos para quienes Simón es una personalidad mística y al que admiran casi con respeto religioso.

Sus compañeros de ideas de todo el país no lo abandonaron en ningún momento. Miles de mitines y su nombre siempre en la primera página de sus publicaciones. Hasta que en 1930, Yrigoyen firmará el indulto. Pero el gobierno radical no se aguanta al carismático atentador en territorio argentino y lo expulsa al Uruguay. Allí será detenido y poco después soportará presidio en la isla de Flores. Hasta que en 1936, ya en libertad, marchará a la Guerra Civil Española a luchar contra el fascismo de Franco. Morirá en México en 1956 mientras trabajaba de obrero en una fábrica de juguetes, el mejor oficio que puede tener un ser humano.

Me paseo por las celdas del presidio de Ushuaia, cuarenta años después de la muerte del "santo de la anarquía". Los muros del oprobio. Oprobio que años después se iba a trasladar a los dominios de otros carceleros con uniforme militar: los campos de concentración de los Bussi, los Menéndez, los Camps. Pienso en estos verdugos cuando atravieso el portón de salida del ex presidio austral. Y me consuela un pensamiento que me asalta en ese momento. Esos tres, jamás tuvieron juglares criollos que les cantaran. De Radowitzky quedan los recuerdos de esas coplas del auténtico pueblo:

"Simón, la fe no desmaya

y el pueblo sí que resiste

te ha de sacar, Radowitzky,

de las mazmorras de Ushuaia."

INDIOS Y QUEBRADOS

Osvaldo Bayer

(Desde La Habana) "Se logró apresar a matacos, 65 de ellos bien armados además de 12 niños, 12 mujeres y una vieja que traían por adivina y que los traía a la ciudad. Pero considerando el disgusto del vecindario, las ningunas proporciones de asegurarlos y transportarlos al interior sin un crecido costo de la real hacienda y que en caso de hacerlo era inevitablemente que escapando uno u otro se volviesen a sus países y sirviesen estos de guías para conducir a los otros por estos caminos (...) y que su subsistencia sería enormemente perjudicial, los mandé pasar por las armas y dejarlos pendientes de los árboles". Este documento no puede ser más burocrático y cruel. Fue firmado en Tucumán, en abril de 1781, por el gobernador español Mestre y enviado al Virrey Vértiz, quien lo aprobó. (Nosotros los argentinos siempre diligentes y genuflexos ante el poder premiamos en este siglo al feroz virrey español Vértiz con el nombre de una de las más importantes calles de Palermo. En las escuelas se nos enseñó que había sido una personalidad notable porque había traído el primer alumbrado o algo así. Enhorabuena. Pero alguna vez vendrá alguien con espíritu de justicia y reemplazará el nombre del ilustre asesino por el de "Matacos".) Con este documento la investigadora argentina María Poderti inicia un estudio serio y lleno de hallazgos titulado "La sublevación de Tupac Amaru y sus implicancias en Tucumán". El de María Poderti es un trabajo erudito: fue el primero que leí como jurado en el concurso Casa de las Américas. Se me invitó a La Habana después de 36 años de haber visitado Cuba, en un gesto que habla de apertura. Cincuenta fueron los ensayos que debí leer. Y un gran orgullo: constatar en las obras a juzgar la presencia de la Latinoamérica de la creación real y silenciosa. Obras que abarcan los grandes temas de la búsqueda e interpretación. Desde "Los pueblos invisibles: los indígenas frente a la nación", del mexicano Díaz Polanco, a "Fines de siglo, fin de milenio" del profesor argentino Hugo Biagini, pasando por "Los derechos humanos entre realidades y convencionalismos", del chileno Hernán Montesinos, y 47 obras más de todas las regiones de estas tierras latinoamericanas de lo real maravilloso, esclavas y libertarias. El libro triunfador por unanimidad del jurado (España, Perú, Brasil, Cuba y Argentina) es el grande y sorprendente trabajo del tucumano Eduardo Rosenzvaig: "Etnias y árboles: historia del universo ecológico Gran Chaco". Su estilo es nuevo: a la profunda investigación de todos los aspectos científicos de la región plena de mitos, secretos y desgarradoras mutaciones producidas por la avidez, la inocencia de los expulsados de su paraíso, la correlatividad y el medio, la sorpresa y el poder, se une la magia del estilo y una muy suave ironía impregnada de cierta tristeza y hasta bondad por todo lo demasiado humano. Ya el prólogo del libro de Rosenzvaig es una pieza maestra y toma el derrotero de Morin: "Nos hallamos en el corazón de una tragedia insondable. Por todas partes se combate ciegamente contra los enemigos parciales, enemigos antiguos, enemigos nuestros, nuevos amigos. Se ama, se odia, se yerra, se sufre, se subleva, se resigna, se cree, se deja de creer, se vuelve a creer. Aún no hemos comprendido la tragedia que vivimos. El lugar de ser el foco de la nueva conciencia, la ciencia contribuye al nuevo oscurantismo". El trabajo estudia las transformaciones ambientales de esa zona de la inmensidad y el misterio en los siglos XVI a XVIII, el ecotono de la militarización, la alienación republicana, el paradigma urbano y los derrames y pulverizaciones étnicas; las consecuencias del obraje, la deforestación y el avance del desierto; el impacto de la desertización en el imaginario y la religiosidad popular; la reversibilidad de los biomas, la situación ecológica actual y su prognosis. Cuando la naturaleza pudo en fin ser tratada como mercancía -escribe Rosenzvaig- se recurrió a tres herramientas: vías férreas, quinina y fusiles de repetición. Trenes para talar el bosque. Quinina para soportar el paludismo. Fusiles de repetición para eliminar lo étnico y completar la apropiación territorial. Como costaba más caro adiestrar un indio que importar inmigrantes, la República los mató. Y trajo inmigrantes. Salvo en las tareas de plantación como el azúcar donde costaba más caro adiestrar un animal que un indio. La primer especie en desaparecer en el ambiente del Chaco fue el aborigen. El comandante Fontana asistió en 1880 al final de la etnia payaguá. Los últimos 17 canoeros. Cuenta cómo vivían ellos invadidos por una tristeza de desaparición. Lloraban largamente por cada una de sus pérdidas. "Mientras en Estados Unidos -prosigue Rosenzvaig- la frontera fue una empresa civil, en la Argentina fue militar. El Chaco fue un adiestramiento del ejército argentino en la vida civil. Un ensayo para gobernar. Los golpes de Estado militares fueron un largo correlato de las campañas del desierto." La limpieza étnica y el árbol como víctima: el desequilibrio ecológico: "el resultado no fue ni ciudad de acero soñada ni colonización a lo norteamericano, sino una simbiosis latifundista-militar. Un Estado represor y un obraje represor". (¿Cómo se inserta la libertad en el ecosistema? El comandante Fontana relata el caso de un indio prisionero al que se le ató al cuello un cordel cuyo extremo iba asegurado el caballo de un soldado. El indio no dio un paso esperando que el cordel lo ahorcase. A otro indio detenido cuando el oficial lo amenazó con quemarlo vivo, el indígena contestó introduciendo su pie en el fuego). El militar Fontana se refiere a su civilización como la de los hombres blancos, es decir, sin obviar la tonalidad colonialista racista diseminada por el mundo entero a partir de la explotación del África. El humanismo técnico. "Cada expedición punitiva que regresaba del Chaco daba lugar a grandes festejos. Se embanderaban las casas ricas, aclamándose a los que llegaban trayendo trofeos: indiecitos perdonados, mujeres indias y botín. Después de la muerte del indio, la del quebracho. Y vendrá el desierto. Los antiguos dioses de las hojas y los troncos devinieron en el católico señor de Mailin. Durante décadas, después de la procesión del santo y la cruz los altoparlantes de la Iglesia transmitían marchas militares. Hoy es una gran feria. La conciencia de una ecología de plástico elaborada por el sistema periférico. Un libro fundamental. Nacido en la tierra donde gobierna Bussi. Dos gobernadores a través de los siglos: Mestre y Bussi: aquel colgaba indios. Este desapareció argentinos. Y Rosenzvaig redacta en la misma provincia un libro sabio.

LA HISTORIA NO PERDONA

Osvaldo Bayer

La historia no perdona, el tiempo va clarificando indefectiblemente. Acabo de volver de Puerto San Julián, la pequeña y nostálgica ciudad patagónica. Allí hablamos sobre su historia y me hicieron conocer la iniciativa popular de hacer un homenaje a Albino Argüelles, ya sea con un monumento que lo recuerde o con el nombre de una calle. Albino Argüelles fue secretario general de la Sociedad Obrera de San Julián, herrero de oficio y afiliado al Partido Socialista. Fue quien organizó las columnas de peones rurales patagónicos en la huelga de 1921, en la cual se pedían mínimas mejoras en las condiciones de trabajo. Cuando llegó la tropa represora del capitán Elbio O. Anaya, les pidió parlamento a los dirigentes huelguistas, los apresó y luego de hacerlos castigar duramente ordenó su fusilamiento. En el recuerdo, Albino Argüelles quedó como un hombre limpio, responsable, que no abandonó en ningún momento a los hombres de campo. Era considerado el más inteligente de todos los dirigentes obreros. Su muerte fue un asesinato vil y disfrazado por el capitán Anaya en su parte militar como "muerto mientras trataba de huir". La acostumbrada ley de fugas que en tiempos más actuales se convirtió en "desaparición" de personas. De concretarse este homenaje San Julián sería la tercera población que reivindique a los protagonistas de esas huelgas épicas de hace setenta años. Río Gallegos reivindicó a Antonio Soto, poniendo su nombre a una calle, y la localidad de Gobernador Gregores tiene una escuela con el nombre del legendario entrerriano José Font, llamado por la paisanada Facón Grande. La única iniciativa que no pudo ser concretada fue la de propiciar en las escuelas de Santa Cruz la lectura de La Patagonia Rebelde, que describe las heroicas huelgas y su cruel represión. La iniciativa fue votada por unanimidad de los bloques de la Legislatura -menos el voto en contra de la legisladora radical Sureda, hija de un represor- pero fue vetada por el gobernador peronista Puricelli, hoy ultramenemista y funcionario del gobierno nacional. La medida represiva sólo logró aumentar el interés de los patagónicos sobre su historia tan negra y escondida. La alegría obtenida en San Julián continuó a mi regreso a Buenos Aires cuando se me informó que había sido promulgada la ordenanza que fija el día 30 de abril en la Capital como "Día del Coraje Civil". El proyecto del concejal Eduardo Jozami -un nombre para recordar- fue votado por todos los bloques menos por el menemismo. Y como no podía ser de otra manera, es un homenaje a las Madres de Plaza de Mayo que justo el 30 de abril de 1977 salieron a la calle a pedir por sus hijos desaparecidos. En Holanda, en España, hay nombres de plazas y calles con ese título de orgullo para los argentinos: Madres de Plaza de Mayo. Pero aquí siguió el miedo: los jueves a las 15:30, todos lo pueden constatar cuando pasa gente que mira para otro lado durante la marcha de esas heroínas. Es que los "indiferentes" no quieren tener memoria, no quieren acordarse cuando murmuraban el clásico "por algo será" o el "viejas locas", el título de honor que les dio nuestro valiente general argentino Albano Harguindeguy desde las protegidas ventanas de la Casa de Gobierno.

Pero hasta en esta promulgación que nos llena de orgullo hubo el gesto mezquino, estreñido, del intendente Domínguez. La viveza ramplona consistió en dejar pasar el 30 de abril de este año -cuando la hubiera podido aprobar ya el 26 de ese mes-, de manera de no tener así que embanderar los edificios públicos en homenaje a esas luchadoras incansables. No la pudo vetar porque el coraje que les sobra a las Madres le falta precisamente a este señor que vaya a saber qué problema tiene de conciencia sobre su conducta ciudadana del pasado o por el sólo hecho de jamás haber acompañado a las Madres en su lucha noble y altruista. No podemos dejar de recordar las humillaciones que sufrieron las Madres en los años del oprobio, amén del asesinato de tres de ellas en manos de los marinos de Massera y Astiz. Hasta las crónicas de la dictadura no ahorraban burlas y mofas contra estas mujeres que eran todo valor y valentía. Por ejemplo, aquella del 15/6/78 de Noticias Argentinas que decía: "Medio centenar de mujeres que afirman ser madres, esposas o novias de ciudadanos desaparecidos desfilaban ayer en la Plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno, bajo una pertinaz llovizna y ante un compacto y heterogéneo grupo de periodistas extranjeros venidos a la Argentina para informar sobre el Campeonato Mundial de Fútbol. Varias decenas de personas comentaban animadamente el episodio en corrillos formados en el centro de la Plaza de Mayo y la mayoría de las expresiones estaban destinadas a criticar a los manifestantes y a los periodistas. Un señor maduro y bien vestido comentó refiriéndose despectivamente a los periodistas extranjeros que 'si quieren filmar manifestaciones en su país les rompen las cámaras, acá no sólo lo pueden hacer libremente sino que después salen diciendo barbaridades.' Muchos, acostumbrados a la presencia de las mujeres comentaron despectivamente 'Otra vez las locas de los desaparecidos'". Y el 23/6/78: "En cierto momento las madres discutieron airadamente con algunos de los presentes que les reprocharon 'no haber dado una enseñanza a sus hijos que desaparecieron o están bajo tierra, justamente porque no eran ningunos angelitos'. La presencia de los periodistas extranjeros también fue motivo de algunas voces de censura como que 'no debían prestarse a desprestigiar al país con mentiras o infundios y menos haciéndose eco de lo que dicen estas mujeres que están locas'. Cuando la manifestación se disolvió tres individuos de mediana edad, bien vestidos, que instaban a los presentes a gritar 'Argentina, Argentina' a la vez que tildaron de 'brasileños' a los que no lo hicieron, se alejaron del lugar en un automóvil Ford Falcon. Casi al mismo tiempo, una de las madres estalló en una crisis de nervios y llanto pero un jovencito de 24 años le gritó: 'No venga a llorar aquí en Plaza de Mayo, vaya a llorar a Luján'. Un holandés se acercó a la mujer y le entregó una flor. 'No ven que esto es un teatro bien orquestado', dijo un hombre de unos 50 años que había estado en todos los corrillos demostrando contra las manifestaciones. El holandés dijo que hay que consolar a los que sufren. Una transeúnte al escucharlo se largó a reír diciéndole: 'Aquí no sufre nadie. Somos finalistas y estamos todos contentos. Lo que pasa es que el domingo vamos a reventar a todos los holandeses'. Y así, en medio de risas del público, el holandés se retiró". Y en la crónica de dicha agencia -publicada en El Día de La Plata del 30/6/78- se lee el repudio de "un señor de mediana edad, ante un periodista de la NBC de Estados Unidos, exclamó indignado: 'Estos vienen aquí a sacar la basura. ¿Por qué no van a filmar a los miles de homosexuales que desfilan es su país cotidianamente?'". Apenas pocas semanas después el obispo argentino Octavio Dersi, rector de la Universidad Católica, afirmaba: "Conozco que países como Estados Unidos y otros de Europa reprochan a Latinoamérica la violación de derechos humanos y ellos tienen violaciones mayores legitimando el aborto. Pocos hablan de esas violaciones, como tampoco de las que se comenten en Cuba o en los países comunistas. No se ve una acción contra ellos pero sí contra la Argentina donde el país se ha defendido frente a la violencia y la guerrilla".

Tres reacciones parecidas: la del señor que habla de los homosexuales; la del obispo que ve un crimen mayor en el aborto que en la desaparición y la tortura, y la del intendente Domínguez, que les roba a las Madres unos días para que no se festeje este año el "Día del Coraje Civil". Pero si ellas triunfaron sobre los represores, ¿cómo no le van a hacer frente a estas mezquindades?

LA NOBLE IGUALDAD

Osvaldo Bayer

En cuestiones de ética, los argentinos, cero. Este Primero de Mayo recorrí un poco las calles de Buenos Aires. A la ética la encontré en un pequeño pero muy sentido acto que hacían curas de las villas con los desocupados, en Plaza de Mayo. Un poco más atrás unos vallados mostraban los límites, custodiados en primer plano por mujeres policías poniendo rostros adustos y con las piernas abiertas como el mejor varón. Más atrás, sí, uniformados de sexo masculino, en la tensa espera, y comisarios que caminaban con pasitos nerviosos y el handi en la oreja. Este espectáculo junto a la Rosada era el preferido de los camarógrafos extranjeros. Una estampa apetecida para retratar la democracia de Menem. Pero los curas de Jesucristo no miraban para ese lado. Miraban a los chico de las villas, que, ordenaditos, portaban carteles en los que pedían dignidad, trabajo para sus padres. Era una estampa evangélica. Esos curas vestidos de blanco, pidiendo justicia para los marginados, y allí, a pocos metros, esas mujeres uniformadas queriendo ser cada vez más hombres poniendo rostros intimidatorios y abriendo cada vez más las piernas para asentar mejor su autoridad. Y entonces, curas, niños, bolivianos, paraguayos, argentinos -todos hermanados por la pobreza y la desocupación- en el país de los ganados y las mieses entonaron ese himno libertario que dice:

Oíd, mortales, el grito sagrado,

Libertad, Libertad, Libertad.

No el que cantan los obispos después del Te Deum, ni Menem junto a Camilión ni Cándido Díaz, Pelacchi y Klodczyk en cuarteles o formaciones. No. El que dice auténticamente:

Ved en trono a la noble igualdad.

Noble igualdad. Libertad y noble igualdad. La libertad digna de poder comer, tener un techo, agua, escuela, una vejez digna y no tener que ir a pedir a Duhalde o Rousselot que le ponga agua o le pavimente la calle, ya demás votarlos, porque si no no le construyen la sala de primeros auxilios.

Ved en trono a la noble igualdad.

Y aquello, de alguna manera es volver al vasallaje, el prostenarse ante el Amo hecho urna, porque si no no habrá de lo que había. Mientras los granaderos entraban en la Catedral en un paso casi ganso, los desocupados de las villas se besaban en la mejilla tal vez en la esperanza de que en la fraternidad pueda aparecer el pan nuestro de cada día. De ahí me fui caminando hasta la Plaza Lorea como pequeño homenaje a los obreros masacrados el 1º de Mayo de 1909 por la policía. El coronel Ramón L. Falcón, jefe de la policía de aquel tiempo, no pudo soportar ese cuadro de miles y miles de obreros con sus banderas rojas y sus cantos revolucionarios: italianos, polacos, rusos, andaluces, catalanes, asturianos, gallegos, alemanes. El coronel de la Nación frunció la nariz con asco y ordenó la batalla. Y la ganó. A tiro y sable limpio. Treinta y seis charcos de sangre obrera quedaron en la plaza. Ganó el coronel argentino. Como el general Camps ganó la batalla contra las embarazadas, como el general Suárez Mason ganó la batalla de las torturas como el general Galtieri ganó la guerra de las Malvinas. El coronel Falcón -que había sido cadete número uno de la primera camada del Colegio Militar (todo muy premonitorio para el ejemplo que dieron las camadas siguientes)- sigue siendo hoy el héroe de la Policía Federal. Más todavía, el colegio donde se educan sus futuros oficiales lleva el nombre de Ramón L. Falcón. Y una de las calles más importantes de esta capital lleva su nombre. No, nadie se acuerda ni siquiera del nombre de alguno de esos obreros que salían a pedir libertad e igualdad (las palabras del Himno Nacional) pero eso sí, para el coronel que desde su seguro puesto de observación ordenó la masacre obrera, todos los años hay homenajes en el Día de la Policía Federal, y todos los presidentes civiles se han apresurado a llevarle su respectiva corona de flores. Y la Policía Federal jamás se apartó de esa línea ya que su segundo jefe indiscutible es el comisario general Villar, a quien se le rinde un enfervorizado homenaje todos los años en el aniversario de su muerte. El creador de las Tres A, que hacía meter 103 balazos en la cabeza a todo intelectual o dirigente sindical sospechado de izquierdista, tiene su condigno recordatorio con los consabidos discursos con sollozos entrecortados de los respectivos jefes de policía. Falcón y Villar, dignos ejemplos para los oficiales, que a veces no son comprendidos completamente por los críticos de siempre, cuando se les escapa un tiro o trasgreden un poquito el código de la moral. El gesto de oler mal del coronel Falcón ante tanto obrero italiano, español o polaco acaba de ser heredado por el general Bussi, gobernador de Tucumán. Acaba de decir con acento preclaro al referirse a los bolivianos que recogen la frutilla: "Es que no concibo que el fruto de nuestra tierra sea arrancado por extranjeros" Los testigos afirman que el rostro de este general de la Nación, al pronunciar la palabra "extranjeros", tomó la forma como si fuera a eructar. Pero lo que uno no entiende es cómo este militar explicaría su propio caso. Porque Bussi no es precisamente un apellido de rancio abolengo criollo ni de origen querandí, ni calchaquí, Bussi es un nombre típico de la provincia italiana de Calabria, que dio miles de inmigrantes que vinieron a ofrecer su trabajo a estas tierras. El general que destacó toda su valentía en el campo de concentración "La escuelita", donde los prisioneros eran torturados hasta la muerte, denomina "extranjeros" a los bolivianos. Pero si volvemos a los orígenes, esas etnias que hoy pueblan Bolivia, antes se extendían hasta casi el centro de lo que hoy es Argentina, así que por origen de acuerdo al código Bussi, tendrían mucho más derecho que un calabrés de primera generación, La única diferencia es que este calzó un uniforme desde la adolescencia mientras que aquéllos fueron siempre legítimos trabajadores de la tierra y tienen derecho a seguir haciéndolo en lo que antes de 1492 era todo suyo. Falcón, Villar, Bussi. Tres ejemplos argentinos. Dos héroes y un gobernador elegido por el pueblo. Dignos ejemplos les dejamos a nuestras generaciones venideras. Igual que el se estos políticos que se tiran andanadas de excremento puro sobre la venta de armas. Unos -Menem y Camilión- les tiran decretos a los radicales para demostrar que fueron primero ellos. Otros -Alfonsín, Jaunarena, Caputo- se desgañitan para explicar que ellos lo hicieron legal y los otros son unos ilegales. Pero todos, en nombre de la Argentina vendieron la muerte a dictaduras morbosas o para que se mataran entre hermanos. La realidad es que todos comerciaron con la peor droga de la muerte (sea con firma o sin firma) y volvieron a unirse en moral. La primera vez fue cuando unos y otros dejaron libres a todos los Bussi mediante obediencia debida, punto final y el indulto. Por eso, la única cosa bella que vi este Primero de Mayo fue el beso solidario que se dieron las gentes de las villas y cuando los humildes curas que luchan por los desocupados, cantaron a todo pulmón el Ved en trono a la noble igualdad.

LA PATAGONIA REBELDE:

GÉNESIS, DESAPARICIÓN Y REGRESO DE UNA PELÍCULA

Osvaldo Bayer

Justo en 1974 todos aquellos que hicimos La Patagonia Rebelde nos ocupábamos todo el día en hacer posible su exhibición. El film estaba listo pero no podía estrenarse por cuestiones de censura. Juan Domingo Perón era el presidente y todo se había ido corriendo hacia la derecha desde los tiempos de Cámpora. Antes, en el Ente (censura) estaba Octavio Getino y él aprobó el guión sin ningún problema, igual que Mario Sofficci, el talentoso y bonachón director de cine, que presidía el Instituto Nacional de Cinematografía y que no encontró ningún inconveniente en entregar el préstamo a este film histórico. Al contrario, lo hizo con alegría. Pero, ese paraíso de la cultura que fue el gobierno de Cámpora apenas duró cuarenta y dos días y fue reemplazado por el yerno de López Rega, Raúl Lastiri, por orden de Perón.

Yo lo conocía bien a Lastiri. En mis tiempos de estudiante me ganaba la vida como bañero en la piscina del Club de Comunicaciones, en Núnez, en las vacaciones de verano. Y todas las tardes, sin falta, entraba al club este caballero vestido de impecable traje azul marino, camisa de cuello duro y llamativa corbata; se dirigía hacia la piscina y me hacía siempre la misma pregunta: "Y pibe, ¿cómo están las minas?". Ese señor, que me parecía un tanto ridículo con su atuendo poco deportivo, llegó a ser presidente de la Nación. Lastiri, en aquel tiempo -a fines de los '40-, era secretario privado del presidente del club. Un empleo tal vez inventado para darle sostén a este personaje que tenía un no sé qué de cafiolo porteño. Pero mi mente adolescente, a pesar de sueños y fantasías, no imaginó nunca, que este señor de diaria pregunta lasciva iba a regir "los destinos del país", y también el mío, en 1973.

Porque este señor Lastiri -ya presidente- aprobó un decreto por el cual se prohibía mi primer libro, Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia (y por supuesto no sólo el mío, sino una larga lista). Empezaba mal el gobierno peronista. Recuerdo mi sentimiento de impotencia ante el acto degradante para la cultura de un palurdo así que había irrumpido en el escenario político levantado por el dedo del General. Un año después, ya con el General en el poder, nuevamente esa sensación de impotencia. Esta vez todo fue más refinado, lo que pasó con el film La Patagonia Rebelde. Se anunció con grandes avisos en los diarios del país para estrenarla el 2 de abril de 1974. Pero el Ente no es que la haya prohibido, sino que no la calificó, y sin calificación no se podía dar. El representante del Ministerio de Defensa se había mostrado en contra de la exhibición. De manera que el film se encontró en una situación ambigua: ni estaba permitido ni estaba prohibido.

Pero los problemas habían comenzado antes, durante la filmación, en la Patagonia, las noticias que se recibían eran inquietantes. El 22 de enero, cuando estábamos filmando en Puerto Deseado, supimos que Perón había destituido al gobernador de Buenos Aires -Oscar Bidegain, de la izquierda de su partido- y lo había reemplazado por Victorio Calabró, un integrante de la derecha y de la burocracia sindical. Y el 8 de febrero se había producido un episodio, tal vez pequeño en el ámbito político, pero muy significativo, ya que mostraba a Perón decidido a todo en su lucha contra la izquierda. En una conferencia de prensa realizada en Olivos, la periodista Ana Guzzetti, de El Mundo, le pregunta a Perón: "Señor Presidente, cuando usted tuvo la primera conferencia de prensa le pregunté qué medidas iba a tomar el gobierno para parar la escalada de atentados fascistas que sufrían los militantes populares. En el término de dos semanas hubo exactamente veinticinco unidades básicas voladas, que no pertenecen precisamente a la ultraizquierda; hubo doce militantes muertos y ayer se descubrió el asesinato de un fotógrafo. Evidentemente todo está hecho por grupos parapoliciales de ultraderecha". Perón, fuera de sí, le respondió: "¿Usted se hace responsable de lo que dice? Eso de parapoliciales lo tiene que probar". Y se dirigió al edecán aeronáutico y le indicó: "Tome los datos necesarios para que el Ministerio de Justicia inicie la causa contra esta señorita". La joven le informó a Perón: "Le aclaro que soy militante del movimiento peronista desde hace trece años". Perón le contestó: "Hombre, lo disimula muy bien".

Nos imaginamos lo que le habría ocurrido a otro presidente que hubiera hecho tal gesto de amedrentamiento contra el periodismo. Pero Perón podía permitirse una cosa así. Este episodio nos hizo ver que todo el escenario represivo aumentaba y paulatinamente se iba trasladando, como siempre sucede, a la cultura, y hasta a la vida íntima del pueblo. Por ejemplo, el decreto de Perón de fines de febrero que controlaba la comercialización de anticonceptivos. Se establecía que sólo podían ser vendidos con receta y éstas debían estar en triplicado. Una medida que se explicaba solamente por la injerencia de la Iglesia. Era un intento de represión de la vida sexual, sin ninguna duda, a pesar de que se explicaba que "una disposición tendiente a aumentar la natalidad como forma de alcanzar la meta de 50 millones de habitantes para el año dos mil". Si no se permitían condones menos se iba a permitir un film que denunciara una escondida masacre patagónica ocurrida hace medio siglo.

Cuando terminamos de filmar exteriores y vinimos a Buenos Aires para interiores, se produjo algo tan insólito que cuesta creerlo. El "navarrazo". Se levantó el jefe de policía de Córdoba Antonio Navarro y con una docena de milicos volteó al gobernador Ricardo Obregón Cano y al vicegobernador Atilio López; éste un gremialista combativo. Los dos pertenecían a la izquierda del peronismo. Perón dejó de hacer maniobra e intervino la provincia en vez de defender al legítimo gobernador. El ritmo de la filmación fue acelerado mucho más con todo el apoyo de los actores y de todo el personal técnico, aunque algunos de nosotros ya no creíamos en un buen final, pero por eso mismo aumentaba la porfía. Ya la primera advertencia que debíamos darnos prisa nos la había hecho el gobernador de Santa Cruz, don Jorge Cepernic. A él yo lo había conocido años antes durante la investigación de las huelgas del '21. Era hijo de un trabajador rural que había participado en la huelga y mucho me ayudó a encontrar testigos de la época y en situar tumbas masivas. En aquel tiempo -estoy hablando del '69/'70-, él era uno de los pocos justicialistas que hacía fe de su ideología partidaria abiertamente. Ese riesgo y ese jugarse le abrió camino para posteriormente ser el candidato a gobernador indiscutible de ese partido en 1973. Y por supuesto, fue electo gobernador. Cuando supo de nuestros planes de llevar al film aquella investigación histórica, desde la gobernación nos dio pleno apoyo y ayuda. Por eso él se sentía muy responsable y preveía dificultades dado el enrarecimiento político de aquellas últimas semanas. Y en ese enero de 1974, se vino desde Río Gallegos hasta una estancia -a cuarenta kilómetros- donde estábamos filmando la escena del fusilamiento del líder obrero Outerello (que hizo ese gran actor que se llamó Osvaldo Terranova). Desde una loma vimos venir al gobernador, que se había bajado del auto y se aproximaba subiendo el desnivel. Me llevó a un aparte y me dijo: "Acabo de recibir un telegrama del Ministerio del Interior inquiriéndome quien dio el permiso para filmar en Santa Cruz La Patagonia rebelde. Se ve que en el gobierno hay fuerzas que se oponen. Voy a hacer como que no he recibido nada. Lo único que le pido es que traten de acelerar la filmación todo lo posible. Deseo fervientemente que la película pueda terminarse".

LOS ALTRUISTAS

Osvaldo Bayer

(Desde Berlín) En la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Técnica de Berlín tuve la oportunidad de asistir a un trabajo que me llenó de emoción y que me despertó recuerdos de propias experiencias. Se tituló "El proceder moral. El ansia de esclarecimiento". La expositora fue Ulrike Freund. Se trató de las personalidades altruistas. Más exactamente de todos aquellos que pusieron en peligro sus vidas por salvar a los perseguidos. Para estudiar tal fenómeno humano, Alemania lleva a cuestas ese escenario del horror que fue el período nazi, con sus crímenes raciales y políticos y la actuación de organizaciones al servicio del terror de Estado. La preocupación se podría sintetizar en la pregunta: ¿por qué hubo gente que arriesgó sus vidas para salvar a otros y en cambio la mayoría se encogió de hombros y pronunció esa frase -que tanto nos llega a los argentinos- "por algo será"? ¿Por qué hay seres altruistas en mayorías egoístas? ¿Por qué en momentos en que los países caen en regímenes sin garantías las mayorías prefieren la banalidad del mal, la pérdida de la solidaridad humana, busca explicaciones para justificar ese mal imaginando exteriores y crucificándolos de acuerdo con la versión oficial? Pero, ¿por qué al mismo tiempo existen personas que se atienen a principios éticos dispuestos a acompañar en la cruz a los ladrones buenos y malos para no compartir los doce dineros de Judas ni jugar a los dados con los centuriones de turno las pertenencias de los crucificados por el poder y los Pilatos de circunstancias? Una sociedad de quienes son capaces de extender la mano y otros que da vuelta la cara antes de preguntar qué pasa ante una injusticia. En el estudio realizado por Ulrike Freund se investigó el origen familiar y educacional de quienes, comprobadamente, arriesgaron sus vidas, para ayudar al perseguido. En general, los altruistas pertenecen a familias donde se aprendieron los principios de la ética cristiana, pero también a hogares con principios humanísticos y sociales donde la ética se conjuga de acuerdo con los principios de igualdad ante la ley y el derecho a la libertad. Aunque también entre los que fueron capaces de arriesgar su vida por otros se hallan seres criados en la calle sin conexión directa con ejemplos familiares o educacionales. Y que, a la pregunta por qué pusieron en juego sus vidas por un semejante, respondieron con toda sencillez: "Cualquiera en lugar mío lo hubiera hecho". Es decir, también el fenómeno se presenta como algo espontáneo, nacido con la naturaleza misma del humano y aún no transformada en miedo o en adaptación a normas dictadas con la punición al pecado a la altura de un púlpito desde los galones de un uniforme. Los motivos que adujeron los altruistas para su acto solidario podemos dividirlos en dos distintas fuentes, una de ellas sería interpretada por la palabra "asistir" o "hacer el bien"; la otra, por el "deber de justicia". En la primera se subsuman los principios de "condolerse", de "compasión" y de "por afecto a la solidaridad". En el deber de justicia, se incluyen el "respeto al Derecho", al "principio de igualdad" y a la "consideración de la criatura humana".

Alemania ha condecorado a todos aquellos altruistas que enfrentaron al poder total con sólo su coraje civil y su mano extendida. Es una forma de educar. Porque una de las máximas de la educación en las escuelas debe ser el valor del altruismo en el ciudadano, en otras palabras: el coraje civil. Pero nosotros, los argentinos, no premiamos a quienes en la noche negra reaccionaron contra las desapariciones, la tortura y el robo de niños. En representación de tantos héroes civiles mencionaremos a dos: la partera María Luisa Martínez de González y la enfermera Genoveva Fratassi, quienes asistieron en el parto de una detenida embarazad: Isabella Valenzi, que había sido llevada por el tristemente célebre médico policial Bergés. Las dos mujeres cumplieron con su deber humano: avisaron a la familia de la parturienta el nacimiento del niño. Desde entonces, estas dos heroínas de la civilidad están desparecidas. Se las vio en el campo de concentración de El Vesubio por última vez en 1977. (Aquí cabe la pregunta: ¿qué hicieron hasta ahora después de casi dos décadas el gobernador Duhalde y el jefe de policía bonaerense comisario Klodczyk por averiguar algo de la suerte de estas dos mujeres del pueblo? Hago la pregunta porque los vi muy preocupados por mantener en las filas policiales nada menos que al doctor Bergés, acusado de torturar bestialmente a jóvenes embarazadas y al secuestro de niños.) La democracia y la libertad se consiguen con coraje civil y enseñando con el ejemplo de los héroes civiles. Pero en nuestras escuelas, los niños aprenden que el gobernador de Tucumán es el general Bussi, uno de los militares que más acusaciones tiene en la historia, por asesinatos, secuestros, torturas y delitos de lesa humanidad. Pero de la partera González y de la enfermera Fratassi, ni noticias. Alguna vez, manos sin manchas de sangre y conciencias limpias de toda corrupción bajarán de calles de Quilmes el nombre de generales y políticos venales y pondrán el de esas dos mujeres generosas y bellas. Hace ya dos décadas que la Argentina comenzaba a vivir el tiempo del desprecio. Sufrí en carne propia aquello de estar "en una lista". Se decía que al general Sánchez de Bustamante no le había gustado mi investigación histórica sobre la Patagonia o que los oficiales jóvenes les había caído mal La Patagonia Rebelde. Esos eran los cánones de la justicia y esos eran los dueños de la vida y de la muerte en los tiempos de la mercenariedad. Y mientras los dueños del país actuales iniciaban su loca acumulación de riquezas de la mano de Martínez de Hoz, los "enemigos de la identidad occidental y cristiana" teníamos menos seguridades que un insecto. Pero enfrente de los uniformados Camps, Suárez Mason y Bussi había seres humanos como Domingo Martínez. Don Domingo Martínez, obrero panadero, español, socialista libertario. Hombre toda su vida de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA). Fue de aquellos legendarios panaderos que lograron las leyes obreras a fuerza de una lucha sin cuartel y una honestidad a toda prueba. Cuando me ofreció refugio tenía el una quinta de hortalizas en las afueras de Quilmes. Aquí puedes dormir tranquilo", me dijo, sin mucho preámbulo: "Por este umbral no entra ni el Papa, te lo aseguro yo". No faltaba agregar nada. Después hubo otra comunicación: "En esta casa no entra ni prensa burguesa, ni radio burguesa, ni televisión burguesa". "Si quieres leer, ahí tienes", y me mostró todos los teóricos del anarquismo en anaqueles abarrotados de libros. Me alcanzó un tomo de Eliseo Reclus. Sí, libertad, cultura, ecología. Pasé días rodeado del verde de las hojas, el rumor de los pájaros y el frescor de los amaneceres. Y los sueños de Reclus. Gracias a la mano extendida de don Domingo. Este verano lo visité. Está ciego y nonagenario. Después del abrazo nos pusimos a hablar de los ideales de Eliseo Reclus. Pensé: nunca vencerá definitivamente el gatillo fácil ni la picana ni la corrupción mientras haya brazos extendidos y manos abiertas. Los altruistas, como Domingo Martínez.

LOS COLORES DE MI BANDERA

Osvaldo Bayer

El senador nacional peronista por Santa Cruz Felipe Ludueña está contento. Por el voto de sus llamados compañeros ideológicos y de los llamados partidos provinciales se aprobó un proyecto de repudio a mi persona. Una condena contra todas las normas de la democracia y de la indignidad: no se quiso escuchar mi voz, no se me invitó siquiera a declarar en la comisión. Valieron sólo los argumentos injuriosos del pintoresco senador Ludueña. Una resolución viciada de nulidad moral. Un procedimiento sólo comparable con el tomado por el uniformado Reichstag cuando repudiaron a Karl Otto Van Ossietvsky, el Premio Nobel de la Paz. Ni siquiera se me invitó a presenciar el desaguisado desde el palco. Me enteré por los diarios pocas horas antes de partir para Alemania donde participaré del Congreso de Derechos Humanos en el edificio central del ex-campo de concentración de Dachau, invitado en mi carácter de titular de la cátedra respectiva de la Universidad de Buenos Aires. Allí pues, referiré la ironía que justo los senadores que se callaron la boca cuando su presidente anunció el indulto de los peores genocidas de la historia latinoamericana se preocupen tan concienzudamente de un proyecto macarrónico pergeñado con expresiones de ramplón patrioterismo usados por los exégetas del bigotudo general Uriburu. Los senadores no han tenido tiempo de repudiar, por ejemplo, a los militares argentinos que acaban de ser denunciados ante el mundo entero por haber enseñado en Honduras cómo se mete picana o cómo se ahoga con capucha a campesinos y estudiantes centroamericanos que se levantaron contra la humillación y la pobreza de la misma manera como se rebelaron en su tiempo los héroes latinoamericanos Zapata y Sandino. Pero eso sí, se dieron todo el tiempo necesario para tratar una moción del senador Ludueña que, seguro, en cualquier otro cuerpo legislativo del mundo, sería arrojada al cesto de papeles como una mera alcahuetería. Ludueña es un conocido burócrata sindical que perteneció a la cohorte de Ibáñez, el petrolero. El senador no se preocupa por todos aquellos obreros que quedaron sin trabajo ni de la situación de la que fue la gran empresa argentina YPF. No. Hace como el tero que pega el grito en otro lado para que no le descubran los huevos. Le preocupa que yo haya iniciado un profundo debate que hace a la gente y a las riquezas patagónicas. Propuse la autonomía regional de las dos Patagonias unidas -la argentina y la chilena- como primer paso para la unidad de las dos naciones y la concreción futura del sueño de Bolívar de los Estados Unidos Latinoamericanos. Bastó esto para que llovieran sobre mí los epítetos de "traidor a la patria" y "proimperialista". El senador Ludueña se sirvió del diario La Nación y de El Nuevo Informador. Fíjese el lector, por ejemplo, en estas frases de Ludueña: dice que mis propuestas "son lesivas totalmente al concepto de soberanía de nuestro país. Ataca no solamente los intereses de muchos conciudadanos patagónicos sino de muchas generaciones de argentinos que han dados su vida para dar una patria libre y soberana". (Creo que para eso de una "patria libre y soberana" el señor Ludueña tendría que pedirle permiso al embajador Cheek antes de emplearla, a ver si todavía se enoja. Cuídese señor senador, no sea que por un guiño de él usted pierda su banca. Y pregúntele también a Cavallo a ver si afirmación no contraría al Fondo Monetario Internacional.)

Dice más adelante que el senador peronista que siempre apuntó "a defender todo nuestro territorio y a mantenerlo unido bajo el principio indelegable e inmutable de que la soberanía reside en el pueblo". Bien, a esta frase morrocotuda yo le contestaría que le pregunte a los obreros de Tierra del Fuego si esa soberanía estuvo en los balazos de la policía represora o en la gendarmería que Menem-Corach-Camilión se apresuraron a enviar, o si los mineros de Río Turbio que debieron abandonar sus casas por falta de trabajo tienen ésa, su soberanía. Sí, la soberanía "reside en el pueblo" pero la plata se la llevaron los del Norte. No me diga el señor Ludueña, tan avezado en escalar posiciones en el sindicalismo flexibilizador, que cree en esas ingenuidades y parrafadas. Cuando los maestros patagónicos tengan un sueldo digno; cuando los niños patagónicos tengan asegurados la educación, la salud y el techo; cuando el hombre y la mujer del sur no tengan que emigrar a los bordes de las grandes ciudades del norte, entonces sí voy a ir creyendo en "la soberanía del pueblo". El ultramenemismo de Felipe Ludueña lo lleva -claro está- a quedar bien con el stablishment cuando dice: "En circunstancias anteriores este escritor y cineasta Bayer ha atacado a nuestra región y a nuestros pioneros y también hemos salido en defensa de nuestros derechos y de nuestros héroes". Justo, los pioneros y héroes de Ludueña son los que dejó desnudos ante la historia en La Patagonia Rebelde y todos aquellos positivistas liberales, uniformados o no, que respondieron a Buenos Aires y que ayudaron a fundamentar fronteras, prebendas, autoritarismo y respondieron también a oscuros dictados de la Década Infame. Esos que decían simplemente mientras se hacían lustrar las botas: "Yo veo un chileno y lo agarro del forro del culo y lo tiro del otro lado de la frontera". Cuando en realidad es que la llamada "edad de oro" del '10 al '20, de Santa Cruz, fue lograda en parte con el trabajo silencioso, sacrificado y absolutamente mal pago del ovejero venido de la lejana Chiloé. En otro párrafo, el senador Ludueña me trata de informar de lo que es nacionalidad, patria y bandera. Para que se escandalice aún más y los senadores peronistas me repudien por segunda vez, le diré que mi única patria es la gente. La gente con sus sueños, sus penas, sus cariños. Que el color de mi bandera es el color de la piel de los seres humanos: negro, moreno, cobrizo, amarillo, blanco. Y que jamás obedeceré órdenes de quienes mancharon para siempre la bandera azul y blanca: tanto los uniformados como los políticos que indultaron a torturadores y asesinos. Al revés del Senado que no me permitió defenderme, yo invitaré al señor Ludueña a mi cátedra de Derechos Humanos para que debatamos precisamente este tema: "Los derechos de los patagónicos y la soberanía del pueblo".

Página/12, 17 de junio de 1995.

NEGOCIADOS ARGENTINOS

Osvaldo Bayer

Hace cincuenta y seis años, justo entre los días grises entre el otoño y el invierno de 1940, los porteños arrastrabansu pesimismo y su descreimiento para con su sociedad, tal vez como en ninguna época anterior. Para definirla en toda su magnitud y sarcasmo sólo cabían las máximas del "Cambalache" discepoliano estrenado por la negra Sofía Bozán cinco años antes en una revista del Maipo. Es que había estallado el escándalo del negociado de las tierras del Palomar en el que estaban implicados altos mandos militares y políticos conservadores y radicales. Era la gota que faltaba. Como ahora, la palabra coima había alcanzado ya un status constitucional. A los poderosos se les había ido la mano. En su arrogancia creían que era posible disponer ellos solos de la torta sin dar explicaciones. Aquello de la Década Infame no estaba del todo equivocado. Se respiraba la corrupción. Como ahora. Nadie creía en nada, ni en la justicia, ni en el poder ejecutivo ni en el parlamento. Sí, así, todo con minúscula.

¡Qué falta de respeto,

qué atropello a la razón!

¡Cualquiera es un señor,

cualquiera es un ladrón!

Después, todos se preguntarían: ¿cómo fue posible el negociado de las tierras del Palomar? ¿Cómo era posible que políticos y sagaces militares sanmartinianos hubieran sido atrapados por la trampera para ratas en momentos que querían llevarse todo el queso? Es que eso de la corrupción de los gobiernos es algo que va marchando insensiblemente a medida que crece la arrogancia del poder. Los gobernantes van creyendo que todo es posible y que los pueblos necesitan figuras autoritarias y que para lograr esa admiración necesitan mostrar más poder. Y la mejor manera de mostrar poder es fotografiarse ante la nueva residencia privada construida en el pueblito de donde se es originario, aunque allí cerca haya ranchos con techos llenos de vinchucas. Y salir de viaje con cohortes ávidas que tienen la misión de ostentar porque justamente la ostentación es la clave para atemorizar, para llegar a la admiración a través de la humillación. Educar al súbdito. El otro aspecto del método es rodearse de corruptos, o corromper a los que lo rodean, cosa que no es difícil. La sutil negatividad de esa búsqueda de dominio a través de la corrupción es que los pocos glóbulos rojos de la ética se van devorando a los glóbulos blancos de la impudicia y, de pronto, lo que parecía eterno se derrumbaba estrepitosamente y las cohortes de la podredura son los primeros en huir o pasarse de bando. Es lo que ocurrió en aquel 1940 cuando el negociado de Palomar dejó al desnudo a todo un régimen. Comparado con los que se denuncian hoy, apenas un humildísimo negociado. Hasta el de los guardapolvos de Bauzá lo superaría en agudeza y perspicacia. Como quedaron al desnudo los corruptos de El Palomar hubo suicidios y renuncias. En la Argentina que Dios nos ha dado en el presente no se suicida nadie (ni aunque salga en foto en el momento de alargar la mano), ni renuncia nadie. Por lo general todo se resuelve yéndose a Estados Unidos a hacer un posgrado o de embajador al Caribe.

Vivimos revolcaos en un merengue

y en el mismo lodo

todos manoseados...

El negociado de las tierras de El Palomar, explicado en pocas palabras, consistió en lo siguiente: el ministro de Guerra, general Márquez, decidió comprar 222 hectáreas para agrandar el Colegio Militar y otras dependencias militares. Propietarias de esas tierras eran las hermanas Pereyra Iraola de Herreira Vegas que se la ofrecen en venta el Ejército. La Dirección General de Ingenieros tasa esas tierras en 19 centavos la unidad métrica por "ser terrenos anegadizos y de poca calidad". Pero el general Márquez se las arregla para que el Presidente da la Nación, Dr. Ortíz, firme un decreto que autoriza un precio de 1,10 pesos por unidad métrica. Y la venta se hace de este modo: las propietarias le venden a un intermediario las tierras en 1.447.906 pesos y en el mismo acto ese intermediario, Néstor Luis Casás, se las vende en 2.450.303 a la Nación. Es decir, que en unos minutos, el intermediario ganó 1.003.000 pesos, limpios de polvo y paja. Por supuesto ese intermediario, era un testaferro de importantes hombres del gobierno. Todo saldrá a la luz gracias a un periodista: José Luis Torres, de la revista Ahora. En una sociedad llena de presiones, miedos y misterios, de pronto la verdad se abre paso y es incontenible. En el Parlamento hay también hombres honestos, pocos, pero los hay. Los senadores Suárez Lagos, Benjamín Villafañe y Alfredo Palacios serán los artífices de una investigación a fondo. El pueblo no cree: "se van a cubrir entre ellos", "no va a pasar nada", murmura. El humor popular ha apodado "Palomárquez" al "pundonoros" general Márquez., quien trata de echarle la culpa a sus subordinados a lo que provoca la airada reacción de sus generales Ramón Molina y Juan Bautista Molina. El escándalo es tan grande que renuncia el propio presidente de la Nación, doctor Ortíz. Aunque tal renuncia no es aceptada, el mandatario no volverá a aceptar su cargo por razones de enfermedad y lo suplantará el vice, Ramón Castillo. El gabinete renunciará en pleno, entre ellos el general "Palomárquez". Siete implicados recibirán penas de cárcel de hasta seis años, entre ellos el presidente de la Cámara de Diputados, Juan G. Kaiser. El diputado radical Guillot se suicida antes de que se le inicie juicio. Pero a pesar de que esta vez no hubo impunidad -aunque no todos los culpables fueron condenados- este negociado fue la gota que faltaba para que el régimen cayera en descrédito. A este negociado se le agregaban los de la CHADE, el de los colectivos, el de los "niños cantores" de la Lotería Nacional. Coima se escribía con mayúscula en el país de los argentinos. Al régimen de la "concordancia" de conservadores y radicales antipersonalistas se les había ido la mano. Se habían creído dueños del poder para imponer su moral. Y cayeron el 4 de junio de 1943, sin pena ni gloria, sin que nadie se molestase en salir a la calle para defenderlo.

Una lección para aprender, hoy. Al que se cree impune, al que le parece que pisotear principios es ser inteligente y fuerte, el tiempo y la historia le terminan por enseñar lo contrario. Cuando en la Argentina un gobernante termine más pobre que cuando llegó al poder, recién en ese momento el país será una fiesta. Más vale diez niños con un vaso de leche que un palacio en Anillaco. Y si no, nuestro himno nacional, como en el treinta, seguirá siendo la verdad discepoliana:

Igual que en la vidriera irrespetuosa

de los cambalaches

se ha mezclado la vida

y herida por un sable sin remache

ves llorar la Biblia

contra un calefón.

REPUDIO Y RESPETO

Osvaldo Bayer

Acabo de regresar de Alemania y me encuentro con la comunicación oficial del presidente provisional del Senado de la Nación, Eduardo Menem, donde se me hace saber que la Cámara alta había repudiado mis declaraciones hechas a Página/12 sobre la Patagonia. La noticia ya la conocía y antes de partir para Europa contesté a esa resolución en mi nota "Los colores de mi bandera" en este mismo diario (17/6/95). Pero en la comunicación del doctor Menem no se especificaban los motivos de tal repudio. Para saberlo, tuve que recurrir al diario de sesiones, que recién ahora pudo llegar a mis manos. La sesión donde se trató el tema es para no creer. Esperaba yo un debate donde se discutieran mis argumentos con otros argumentos iguales o más valederos. No, nada de eso hay. Sólo el insulto ramplón, el embuste, la agachada encubierta con el floripondio verbal, el aprovechamiento solapado del poder para cubrir los pecados de la propia biografía. Invito a todos los maestros y profesores universitarios patagónicos a leer con sus propios ojos este debate en el diario de sesiones y analizarlo con sus alumnos. Ahí van a poder comprobar el nivel del discurseo, del empleo vacío -decenas de veces- de la versión patriotera de la palabra patria; en ningún momento se habla de la situación actual del habitante patagónico.

Debe decir que me siento orgulloso de este repudio del Senado. Nunca me he sentido tan justificado en todo lo que hago. Todo un símbolo: los dos presidentes de la sesión donde se trató el tema fueron servidores de dictaduras; Eduardo Menem y Aguirre Lanari, este último de la dictadura más atroz de nuestra historia. No sé con qué principio moral estos dos personajes pueden representar a la democracia argentina. Buenos laderos se buscó el senador Ludueña, autor del proyecto de repudio a mi proposición -que la hice sólo como comienzo de un gran debate futuro- de la autonomía regional de las dos Patagonias unidas -la argentina y la chilena- como primer paso para la unidad de las dos naciones y la concreción futura del sueño de Bolívar de los Estados Unidos Latinoamericanos. Un debate que en las próximas décadas protagonizará sin ninguna duda el hombre y la mujer patagónicos siguiendo el ejemplo de los pueblos que van derribando las fronteras para unirse en continente y dar así la espalda a la irracionalidad y el egoísmo de los complejos racistas, fronterizos, religiosos que terminan siempre como en Bosnia: con los hombres despanzurrándose como bestias, matando a sus propios niños. ¡Cuánto dinero gastaron esos nefastos dictadores Videla y Pinochet en las movilizaciones fronterizas en el '78 en vez de gastarlo en promover a los pequeños industriales, en becas de estudio para la juventud, en actos culturales conjuntos! ¡Qué curioso! En el momento en que ocurre la movilización de obreros del interior del país contra el programa económico del menemismo -no olvidemos lo ocurrido en Tierra del Fuego- el senador ultramenemista Ludueña presenta este proyecto de repudio por declaraciones mías que ya hace años que las repito. De inmediato y simultáneamente comienza a atacarme El Informador Público, que no puede desmentir su concomitancia con los servicios de informaciones. En el mismo número donde escribe Guillermo Patricio Kelly -para muestra basta un botón- con un título rimbombante se me ataca mediante una mentira desembozada: "Galeano repudia a Bayer". Mi admirado amigo Eduardo Galeano jamás me repudió y todo lo contrario, siempre tuvo una línea incorruptible acerca de la unidad de los latinoamericanos. Pero es el método de Goebbels: "Miente, miente, que algo queda", es la misma norma que empleó el senador Ludueña cuando afirmó en el debate (textual): "Todo lo que hace Bayer obedece a intereses que no son ciertamente muy confesables". La cobarde felonía de este ultramenemista que se escuda en su prerrogativa de legislador llega a la columna artera. Me pongo a disposición de cualquier comisión investigadora acerca de todo lo que atañe a mi pensamiento, mi obra, mi situación económica y todo lo que se quiera averiguar. Lo que ocurre es que el senador Ludueña me puede pensar de otra manera. El es la línea sindical oficial que viene de los Lorenzo Miguel, los Triaca, los Ibáñez, los Cassia. Lo que ocurre es que el senador Ludueña no me puede perdonar La Patagonia Rebelde porque allí quedan en claro aquellos dirigentes humildes y estoicos que fueron asesinados por luchar por mejoras a los trabajadores del campo. En cambio, la figura señera para el senador Ludueña fue el dirigente sindical petrolero Diego Ibáñez, del cual se puede leer en su necrológica: sindicalista y propietario de una empresa de camiones, murió en un accidente por exceso de velocidad tripulando su cupé japonesa roja último modelo; a su velatorio concurrieron Armando Gostanián, Carlos Corach y Antonio Cassia.

En cambio, aquellos obreros de la Patagonia rebelde murieron de pie frente a sus verdugos, los militares, a quienes, en pago, la colectividad británica les cantó el "For he is a jolly good fellow". Claro, aquí se enfrenta el distinto concepto de Patria: entre los que sostienen que Patria es la gente y los que creen que Patria es la Patria contratista. Después, la sesión del Senado derivó en la mentira, los insultos hacia mi persona y fue cayendo en un clima que sólo podría describirse con la palabra sainete. Tanto fue así que cuando hablaba el senador riojano Libardo Sánchez la jarana era tal que él mismo dijo a sus correligionarios: "Pido a mis pares que si no quieren escuchar mis razones, no lo hagan. Tienen todo el derecho de abandonar la Cámara". Fue cuando se levantó el senador por Chubut Hipólito Solari Yrigoyen quien señaló: "Aquí se ha hablado de traidores, de criminales, de asesinos, de intereses bastardos, del ataque a los Hielos Continentales, de los que entregaron las Islas Malvinas, etc. Me pregunto ¿qué tiene que ver todo eso con las expresiones de este distinguido intelectual argentino que es Osvaldo Bayer?" y más adelante: "Aquí corremos el riesgo de que por voluntad de una mayoría parlamentaria se condene a un ausente al que aparentemente se ha mezclado con un poco de todo: con la entrega de las Islas Malvinas, con la poligonal de los Hielos Continentales, con los traidores a la Patria, con los que no quieren que los argentinos sean felices. Y no hay ninguna relación". Pero la mayoría menemista ganó la votación. ¡Qué diferencia con mi experiencia en la Universidad de Trelew, donde hablé del mismo tema con profesores y estudiantes, y al día siguiente, ante estudiantes secundarios: qué seriedad, qué respeto por el tema, qué altura para discutir las ideas! Tengo escritas las preguntas de los jóvenes patagónicos. ¡Cuánto cariño por el suelo y por la gente se destila de ellos! Un Senado que desde 1989 no debate en serio el tema patagónico. Pero maestros y alumnos -el futuro- que sí lo toman en sus manos.

Aprendamos esto de la sabiduría mapuche: la Patagonia es como el día: el curso del sol nace en el Atlántico y se esconde en el Pacífico.