El levantamiento Zapatista

1994

Han ocurrido grandes cambios en el orden global durante el último cuarto de siglo. En 1970 la "alianza opulenta" de los años posteriores a la guerra estaba yendo a la quiebra y había una presión cada vez mayor sobre los beneficios empresariales. Reconociendo que Estados Unidos ya no era capaz de desempeñar el papel de "banquero internacional", que tanto habia beneficiado a las multinacionale radicadas en este país, Richard Nixon desmanteló el orden económico internacional (el sistema de Bretton Woods), suspendiendo la convertibilidad del dolar en oro, imponiendo controles sobre precios y salarios y sobretasas a la importación, e iniciando las medidas fiscales que orientan el poder del estado, mas alla de la pauta anterior, a favorecer a los ricos. Éstas han sido las políticas rectoras desde entonces, aceleradas durante los años de Reagan y mantenidas por los "nuevos demócratas". Se agudizó la incesante querra de clases que libran los sectores financieros, extendiendose a escala global.

Los pasos dados por Nixon cuentan entre los factores que condujeron a un enorme aumento del capital financiero no regulado y a un giro radical de su empleo, que eran las inversiones a largo plazo y el comercio pasó a ser la especulación. El efecto ha consistido en arruinar la planificación de la economía nacional, al verse los gobiernos obligados a mantener la "credibilidad" en los mercados, lo que ha impulsado a muchas economías "hacia un equilibrio entre poco crwecimiento y alto desempleo", comenta John Eatwell, economista de la Universidad de Cambridge, con estancamiento o disminución de los salarios reales, aumento de la pobreza y la desigualdad, y mayor auge de los mercados y de los beneficios de la minoría. El proceso paralelo de internacionalización de la producción proporciona nuevas armas para minar a la población trabajadora de Occidente, que debe aceptar como termino a su "lujo" estilo de vida y aprobar la "flexibilidad de los mercados de trabajo" (sin saber si tendrá empleo mañana), perora llena de contento la prensa del capital. La vuelta de la mayor parte de Europa Oriental a sus orígenes en el tercer mundo amplía de una manera considerable las perspectivas. El ataque contra los derechos de los trabajadores, contra los valores sociales y contra el funcionamiento de la demcracia a todo lo ancho del mundo refleja estas victorias.

El triunfalismo de los estrechos sectores elitistas es bastante comprensible, lo mismo que la desesperanza y la rabia fuera de los círculos privilegiados.

El levantamiento, el día de Año Nuevo, de los campesinos indígenas de Chiapas resulta fácilmente comprensible en este contexto general. El levantamiento coincidió con la entrada en vigor del TLC, que el ejército zapatista calificaba de "sentencia de muerte" para los indios, un regalo para los ricos que ahondará la división entre la riqueza estrechamente concentrada y la miseria de las masas, destruyendo lo que queda de la sociedad indígena.

La conexión con el TLC es en parte simbólica, siendo los problemas mucho más profundos. "Somos el producto de 500 años de lucha", afirmaba la declaración de guerra zapatista. La lucha es hoy "por el trabajo, por la tierra, por la vivienda, por la comida, por la asistencia sanitaria,por la enseñanza, por la independencia, por la libertad, por la democracia, por la justicia y por la paz". "Los verdaderos antecedentes", agregó el vicario general de la diócesis de Chiapas, "son la absoluta marginalización y pobreza y la frustación de muchos años de intentar mejorar la situación".

Los campesinos indígenas son las víctimas más perjudicadas por la política del gobierno mexicano. Pero su zozobra se comparte ampliamente. "Cualquiera que tenga la oprotunidad de estar en contacto con los millones de mexicanos que viven  en la extrema pobreza sabe que vivimos junto a una bomba de relojería", obserba la columnista mexicana Pilar Valdéz. 

En la pasada década de la reforma económica, el número de personas que viven en la extrema pobreza en las zonas rurales ha aumentado casi un tercio. La mitad del total de la población carece de recursos para satisfacer las necesidades básicas, con un aumento espectacular desde 1980. Siguiendo las prescripciones del Fondo Monetario Internacional (FNI) y el Banco Mundial, la agricultura se concentró en productos para la exportación y piensos, beneficiando al agribusiness, a los consumidores extranjeros y a los sectores acaudalados de México, mientras que la malnutrición se convertía en un importante problema de salud, disminuía el empleo agrícola, se abandonaban tierras cultivadaas y Mexico empezaba a importar cantidades masivas de alimentos. Los salarios reales de las manufacturas cayeron en picado. La parte del producto bruto correspondiente a la mano de obra, que había ido creciendo hasta mediados de los años setenta, ha diminuído desde entonces en bastante mas de un tercio. Son los efectos que normalmente acompañan a las reformas neoliberales. Los estudios del FMI muestran "una tendencia firme y sostenida a disminuir la participación de la mano de obra en la renta" bajo el impacto de sus "programas de estabilización" para América Latina, observa el economista Manuel Pastor.

El ministro de Comercio mexicano celebró la caída de los salarios por suponer un atractivo para los inversores extranjeros. Así es, junto con la represión de los trabajadores, el escaso cumplimiento de las restricciones ambientales y la orientación general de la política social según los deseos de la minoría privilegiada. Estas medidas políticas fueron naturalmente bien acogidas por las instituciones industriales y financieras que están ampliando su control sobre la economía global, con la ayuda de los mal llamados acuerdos de "libre comercio".

Se cuenta con que el TLC expulse de la tierra a buena cantidad de trabajadores agrícolas, colaborando a la miseria rural y al excedente de mano de obra. Se cuenta con el empleo en manufacturas, que va descendiendo bajo las reformas, caiga más deprisa. Un estudio hecho en México, por un aimportante publicación económica, El Financiero, predijo que el país perdería casi una cuarta parte de la industria manufacturera y el 14 por 100 de sus empleos en los dos primeros años. "Los economistas predicen que varios millones de mexicanos perderán probablemente su empleo en los cinco años siguientes a entrar en vigor el acuerdo", informaba Tim Golden en el New York Times. Estos procesos deben rebajar los salarios aún más mientras aumentan los beneficios y la polarización, con predecibles efectos en Estados Unidos y Canadá.   

Buena parte del atractivo del TLC, como acostumbran a subrayar sus abogados más froncos, consiste en que "sella" las reformas neoliberales que han supuesto años de retroceso para los derechos laborales y para el desarrollo económico, lo que ha reportado empobrecimiento y sufrimientos para las masas a la vez que enriquecimiento para la minoría y los inversores extranjeros. La economía mexicana en general ha sacado "poco provecho" de esta "virtud económica", observa el Financial Times de Londres al analizar el poco crecimiento producido por "ocho años de política económica librecambista de manual", en buena parte atribuible a la incomparable ayuda financiera del Banco Mundial y Estados Unidos. Las altas tasas de interés han invertido parcialmente la masiva fuga de capitales, que fue un factor de primera importancia en la crisis mexicana de la deuda, aunque los intereses de la deuda son una carga cada vez mayor, de la que su mayor partida es actualmente la deuda interior de los mexicanos ricos.

No es sorprendente que hubiera una sustancial oposición al plan de "sellar" este modelo de desarrollo. El historiador Seth Fein, escribiendo desde la capital mxicana describía las grandes manifestaciones contra el TLC: "muy comprensibles, bien que poquísimo percibidos en Estados Unidos, clamores de desaliento contra la política del gobierno -que ha implicado abolición de los derechos constitucionales laborales, agrarios y educativos estipulados en la constitución nacional de 1917, reverenciada por el pueblo- que a muchos mexicanos les parece el verdadero significado del TLC y de la política exterior norteamericana aquí". Juanita Darling, corresponsal de Los Angeles Times, recogía la gran preocupación de los trabajadores mexicanos por la erosión de sus "derechos laborales a duro precio ganados", que "probablemente serán sacrificados conforme  las compañías, al querer competir con las compañias extranjeras, busquen la forma de rebajar los costos".

Un "Comunicado de los obispos de México sobre el TLC" condenó el acuerdo, a la vez que la política económica de que forma parte, a causa de sus deletéreos efectos sociales. Los obispos reiteraban la preocupación de la conferencia episcopal latinoamericana, celebrada en 1992, por que "la economía de mercado no se convierta en algo absoluto a lo que se sacrifique todo lo demas, acentuando la desigualdad y la marginalización de un gran segmento de la población": el probable impacto del TLC y similares acuerdos sobre los derechos de los inversores. La reacción de la patronal mexicana no fué unánime: las empresas más potentes eran favorables al tratado mientras que las medianas y pequeñas, y sus organizaciones, se mostraban dudosas u hostiles. El importante periódico mexicano Excelsior predijo que el TLC sólo beneficiaría a "aquellos mexicanos que son actualmente dueños de casi todo el país (el 15 por ciento recibe más de la mitad del PBI)", una "minoría desmexicanizada", y constituiría una nueva etapa de "la historia de Estados Unidos en nuestro país", "una (historia) de desenfrenados abusos y saqueos". Tambien se opusieron al tratado muchos trabajadores (incluido el mayor sindicato no gubernamental) y otros grupos, que advirtieron sobre el impacto en los salarios, en los derechos de los trabajadores y en el medio ambiente, sobre la pérdida de soberanía, el aumento de la protección a los derechos de las empresas y de los inversores, y la exclusión de las opciones de crecimiento sostenido. Homero Aridjis, presidente de la principal organización ecologista de México, deploró "la tercera conquista que ha sufrido México. La primera fue por las armas, la segunda fue espiritual, la tercera es económica".

Pocos días después de votarse el TLC, el Senado estadounidense aprobó "el mejor paquete (de leyes) contra la delincuencia de la historia" (senador Orrin Hatch), por el que se solicitaba 100.000 nuevos policías, cárceles regionales de alta seguridad, campos penitenciarios para delincuentes juveniles, ampliación de la pena de muerte y endurecimiento de las sentencias, mas otras estipulaciones onerosas. Entrevistados por la prensa, los expertos en servicios policiales dudaban de que la legislación tuviera muchos efectos sobre la delincuencia, puesto que no abordaba las "causas de la desintegración social que produce los crímenes violentos". Encabezarían estas causas las medidas políticas, de orden social y económico, que polarizan la sociedad norteamericana, políticas que han avanzado un paso mas con el TLC. Las nociones de "eficacia" y "salud económica", preferidas de los acaudalados y privilegiados, no ofrecen nada a los sectores de población, cada vez mayores, que no valen para sacr beneficios y se ven abocados a la pobreza y la desesperación. Si no se consigue reducirlos a los slums de las ciudades, habrá que controlarlos de otra manera.

Como la sincronía del levantamiento zapatista, la coincidencia legislativa tuvo una significación algo más que simbólica.

El debate del TLC se centró en gran medida sobre la circulación de los puestos de trabajo, sobre lo que bien poco se ha sabido. Pero una expectativa más segura es la de que los salarios se mantendrán bajos de forma bastante general. "Muchos economistas creen que el TLC hará que bajen los sueldos", informaba Peter Pearlstein en el Washington Post, contando con que los "inferiores salarios mexicanos tendrán un efecto gravitatorio sobre los salarios estadounidences". Esto es algo con lo que cuentan incluso los partidarios del TLC, quienes reconocen que probablemente los trabajadores no especializados -alrededor del 70 por 100 de la fuerza de trabajo- sufran pérdidas salariales.

Al día siguiente de que el Congreso votara la aprobación del TLC, el New Yor Times publicaba su primer análisis de los efectos que cabía esperar del tratado en la región de Nueva York. El análisis era optimista, coherentemente con el apoyo entusiasta a todas las partes del acuerdo. Se centraba en los sectores que se esperaba que salieran ganando: los "basados en las finanzas o de sus inmediaciones", "la banca, las telecomunicacines y las empresas de servicios de la zona", las compañías de seguros, las agencias de inversión, los bufetes especializados en derecho mercantil, la industria de las relaciones públicas, las asesorías de empresas y similares. Predecía que algunos fabricantes podrían salir ganando, fundamentalmente los empleados en las industrias de tecnología de punta, en las editoriales y en las de los productos farmacéuticos, que se beneficiarían de las medidas proteccionistas diseñadas para asegurar que las grandes corporaciones controlen la tecnología del futuro. De pasada, el análisis mencionaba que también habría perdedores, "predominantemente mujeres, negros e hispanos", y los "obreros poco especializados" en general; es decir, la mayor parte de la población de una ciudad donde el 40 por 100 de los niños vive ya por debajo de la frontera de la pobreza, víctimas de insuficiencias sanitarias y educativas que los "sellan" en un triste sino.

Haciendo notar que los salarios reales habían disminuído, y vuelto al nivel de los años sesenta en el caso de los trabajadores de producción y sin cargo, la Oficina de Evaluación tecnológica del Congreso predecía, en su examen de la versión proyectada (y puesta en vigor) del TLC, que "podría sellar Estados Unidos en un futuro de bajos salarios y baja productividad", aunque las revisiones propuestas por la misma oficina, por las organizaciones obreras y por otros críticos -nunca admitidos en el debate- podrían beneficiar a los habitantes de los tres países.

La versión del TLC que se ha puesto en práctica es probable que acelere una "grata evolución de trascendental importancia" (Wall Street Journal): la reducción del costo de la mano de obra en Estados Unidos, situándose por debajo de todos los países industriales salvo Gran Bretaña. En 1985, Estados Unidos iba a la caabeza de la clasificación salarial entre las siete mayores economías caplitalistas (G-7), como cabía esperar del país mas rico del mundo. En una economía más integrada, el impacto es de ámbito mundial, conforme los competidores hayan de acomodarse. La GM puede trasladarse a México, o bien ahora a Polonia, donde encontrará obreros por una fracción de lo que cuesta la mano de obra en Occidente y con la protección de altos aranceles aduaneros y otras restricciones. La Voslwagen puede trasladarse a la República Checa para beneficiarse de protecciones similares, llevándose los beneficios y dejando los costos al estado. Daimler-Benz puede hacer arreglos similares en Alabama. El capital puede moverse libremente, los trabajadores y las comunidades sufren las consecuencias. Y mientras tanto el inmesnso aumento de la especulación no regulada ejerce fuertes presiones contra las políticas gubernamentales activas.

Hay muchos factores que impulsan la sociedad global hacia un futuro de bajos salarios, poco crecimiento y altos beneficios, con una creciente polarización y desintegración social. Otra consecuencia es la trivialización de funciones democráticas importantes al recaer la toma de decisiones en instituciones privadas y en las estructuras cuasiestatales que se vaan aglutinando alrededor de aquellas, lo que el Financial Times llama el "gobierno mundial de facto" que opera en secreto y sin rendir cuentas.

Esta evolución tiene poco que ver con el liberalismo económico, un concepto de limitada significación en un mundo donde una gran proporción del "comercio" consiste en transacciones dentro de sociedades con dirección centralizada (la mitad de las exportaciones estadounidenses al México anterior al TLC, por ejemplo: exportaciones que nunca entran en el mercado mexicano). MIentras, el poder privado exige y recibe protección contra las fuerzas del mercado, lo mismo que en otros tiempos.

"Los zapatistas pulsaron en realidad una cuerda que abarca un gran segmento del populacho mexicano", comentaba Eduardo Gallardo, politólogo mexicano, poco despues de la rebelión prediciendo que los efectos serían de amplio espectro, incluidos avances hacia el agotamiento de la dictadura con elcecciones que hace tanto tiempo perdura. Las encuestas mexicanas respaldan esta conclusión indicando el apoyo mayoritario a las razones dadas por los zapatistas para su rebelión. Una cuerda similar se pulsó a escaala mundial, incluidas las sociedades industriales ricas, donde muchas personas reconocieron que las preocupaciones de los zapatistas no eran diferentes de las propias, a pesar de las muy distintas circunstancias. El apoyo fue adicionalmente estimulado por las imaginativas iniciativas de los zapatistas para llegar a sectores más amplios y hacerlos participar en el empeño común, o en empeños paralelos, por hacerse con el control de la propia vida y el propio destinto. La solidaridad dentro del país e internacional fue sin duda un factor fundamental para impedir la brutal represión militar que se esperaba, y ya ha tenido un espectacular efecto revitalizador en el sindicalismo y los activistas de todo el mundo.

La protesta de los campesinos indígenas de Chiapas sólo es un parco vislumbre de las "bombas de relojería" que han de explotar, no sólo en México.