Título original: Al-Aqsa Intifada
Autor: Noam Chomsky
Origen: ZNet
Traducido por Germán Leyens y revisado por Alfred Sola, diciembre de 2000

La Intifada de Al-Aqsa

Por Noam Chomsky

 

Después de tres años de guerra virtual en los territorios ocupados por Israel, el Primer Ministro Ehud Barak anunció un nuevo plan para determinar el estatus final de la región. Durante estas semanas, asesinaron más de 100 palestinos, incluyendo a 30 niños, a menudo "por el uso excesivo de fuerza letal en circunstancias en que ni las vidas de las fuerzas de seguridad ni las de otros estaban en peligro inminente, resultando en muertes ilegales," como determinó Amnistía Internacional en un informe detallado que fue escasamente mencionado en los EE.UU. La relación de muertos palestinos a israelíes en ese momento era de 15:1, reflejando los recursos de fuerza disponibles en cada caso.

El plan de Barak no fue publicado en detalle pero sus esquemas son familiares, se conforman al "mapa de estatus final" presentado por los EE.UU. e Israel como la base para las negociaciones de Camp David que fracasaron en julio. Este plan, que extiende las propuestas inaceptables de los EE.UU. e Israel en los años anteriores, solicitaba la cantonización de los territorios que Israel había conquistado en 1967, con mecanismos para asegurar que la tierra y los recursos útiles (en primer lugar el agua) permanecieran en su mayor parte en manos israelíes mientras que la población sería administrada por una autoridad palestina (AP) corrupta y brutal, que jugaría el papel tradicionalmente asignado a los colaboradores indígenas bajo las distintas especies de regímenes imperiales: la dirección negra de los bantustanes sudafricanos, para mencionar sólo la equivalencia más obvia. En Cisjordania un cantón septentrional incluiría a Nablus y a otras ciudades palestinas, un cantón central estaría centrado en Ramala y un cantón meridional en Belén; Jericó quedaría aislado. Los palestinos quedarían separados de Jerusalén, el centro de la vida palestina, de forma efectiva. Ajustes similares son probables en Gaza, con Israel quedándose la región costera meridional y un pequeño asentamiento en Netsarim (escenario de muchas de las recientes atrocidades), lo que es poco más que una excusa para una amplia presencia militar y para carreteras que dividan la Franja por debajo de la ciudad de Gaza. Estas propuestas formalizan los vastos programas de asentamientos y construcciones que Israel ha estado realizando gracias a la generosa ayuda de los EE.UU., con creciente energía desde que los EE.UU. pudieron implementar su versión del "proceso de paz" después de la Guerra del Golfo.

Para más informaciones sobre las negociaciones y sus antecedentes, véase mi comentario del 25 de julio y para aún más referencias, el comentario por Alex y Stephen Shalom, del 10 de octubre.

El objetivo de las negociaciones era asegurarse la adhesión oficial de la Autoridad Palestina a este proyecto. Dos meses después de que fracasaran, comenzó la fase actual de violencia. La tensión, siempre elevada, aumentó cuando el gobierno Barak autorizó una visita de Ariel Sharon con 1000 policías a los centros religiosos musulmanes (al-Aqsa) el jueves 28 de septiembre. Sharon es el símbolo del terror y la agresión estatales por Israel, con numerosos antecedentes de atrocidades que datan desde 1953. El propósito declarado de Sharon fue de demostrar "la soberanía judía" sobre el ámbito de al-Aqsa, pero como señala el veterano corresponsal Graham Usher, la "Intifada de al-Aqsa" como la llaman los palestinos, no fue iniciada por la visita de Sharon; sino que más bien por la presencia masiva e intimidante de la policía y los militares que Barak introdujo al día siguiente, el día de las oraciones. De manera previsible, esto llevó a enfrentamientos cuando miles de personas salieron de la mezquita, resultando en 7 palestinos muertos y 200 heridos. Sea cual fuera el propósito de Barak, no pudo haber habido una manera más eficaz de preparar el escenario para las chocantes atrocidades de las semanas siguientes.

Lo mismo puede decirse de las fracasadas negociaciones, que se centraron en Jerusalén, una condición observada estrictamente por los comentaristas estadounidenses. El sociólogo israelí Baruch Kimmerling estaba probablemente exagerando cuando escribió que una solución a este problema "podría haberse logrado en cinco minutos," pero tiene razón cuando dice "que siguiendo cualquier lógica diplomática debería haber sido el problema más fácil de solucionar" (Ha´aretz, 4 de octubre). Es comprensible que Clinton-Barak quisieran encubrir lo que estaban haciendo en los territorios ocupados, pero lo que es mucho más importante: ¿Por qué estuvo de acuerdo Arafat? Tal vez porque se da cuenta que los dirigentes de los estados árabes consideran a los palestinos como una molestia, y tienen pocos problemas con los asentamientos al estilo bantustán, pero no pueden dejar de considerar la administración de los recintos religiosos, temiendo la reacción de sus propios pueblos. Nada podría haber sido mejor calculado para desencadenar una confrontación con trasfondo religioso, el tipo más ominoso, como lo demuestran siglos de experiencia.

La innovación fundamental del nuevo plan de Barak es que las exigencias de Israel y los EE.UU. han de ser impuestas por la fuerza directa en vez de la diplomacia coercitiva, y en forma más dura, para castigar a las víctimas que rechazaron ceder educadamente. Las líneas generales están básicamente de acuerdo con las políticas establecidas de manera informal en 1968 (el plan Allon), y las variantes que han sido propuestas desde entonces por ambos grupos políticos (el Plan Sharon, los planes de los gobiernos laboristas, y otros). Es importante recordar que estas políticas no han sido sólo propuestas, sino implementadas, con el apoyo de los EE.UU. Ese apoyo ha sido decisivo desde 1971, cuando Washington abandonó el marco diplomático básico que había iniciado (con la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU), y luego continuó con su rechazo unilateral de los derechos palestinos en los años que siguieron, culminando en el "proceso de Oslo." Ya que todo esto ha sido excluido efectivamente de la historia en los EE.UU., cuesta algo de trabajo el llegar a descubrir los hechos esenciales. No son controvertidos, sólo ignorados.

Como se ha visto, el plan de Barak es una versión particularmente dura de la familiar actitud negativa estadounidense-israelí. Prevé la finalización de los servicios de electricidad, agua, telecomunicaciones y otros, que son otorgados en mezquinas raciones a la población palestina, que se encuentra ahora en un estado de sitio virtual. Debería recordarse el régimen militar, a partir de 1967, impidió despiadadamente el desarrollo independiente, dejando a la gente en la penuria y la dependencia, un proceso que se ha empeorado considerablemente durante el "proceso de Oslo" manipulado por los EE.UU. Una razón la constituyen los "cierres" instituidos regularmente, de la manera más brutal por los gobiernos laboristas más "pacíficos." Como contendiera otro periodista sobresaliente, Amira Hass, esta política fue iniciada por el gobierno Rabin "años antes de que Hamas hubiera planeado ataques suicidas, [y] ha sido perfeccionada a través de los años, especialmente desde el establecimiento de la Autoridad Nacional Palestina." Un mecanismo eficaz de estrangulación y control, el cierre ha sido acompañado por la importación de algo esencial para reemplazar la mano de obra palestina barata y explotada en la que se basa una buena parte de la economía israelí: cientos de miles de inmigrantes ilegales de todo el mundo, muchos de ellos víctimas de las "reformas neoliberales" de los recientes años de "globalización." Sobreviviendo la miseria y sin derechos, son descritos regularmente en la prensa israelí como una fuerza de trabajo virtualmente esclava. La propuesta actual de Barak es ampliar este programa, reduciendo aún más las perspectivas aunque sea de una simple subsistencia de los palestinos.

Un obstáculo mayor a este programa es la oposición de la comunidad empresarial israelí, causada por un mercado cautivo palestino de unos 2500 millones de dólares anuales en exportaciones , y que ha "forjado lazos con los funcionarios de la seguridad palestina" y con los "asesores económicos de Arafat, permitiéndoles construir monopolios con la aprobación oficial de la AP" (Financial Times, 22 de octubre, así como en el New York Times de la misma fecha). También esperaban poder establecer zonas industriales en los territorios, transfiriendo la polución y explotando la mano de obra barata en instalaciones tipo maquiladora, propiedad de empresas israelíes y de la élite palestina, que se están enriqueciendo de la manera acostumbrada.

Las nuevas propuestas de Barak parecen ser más una advertencia que un plan, aunque constituyen una extensión natural de lo que ha sucedido antes. En la medida en que sean implementadas, extenderían el proyecto de "transferencia invisible" que se ha estado realizando durante muchos años, y que tiene más sentido que una "limpieza étnica" descarada (como llamamos al proceso cuando es realizado por los enemigos oficiales). La gente, obligada a abandonar toda esperanza y sin oportunidad alguna de una existencia que tenga sentido, se irá a otra parte, si tiene oportunidad de hacerlo. Los planes, que tienen sus raíces en los objetivos tradicionales del movimiento sionista desde sus orígenes (a través de todo el espectro ideológico), fueron articulados en una discusión interna de los arabistas del gobierno israelí en 1948 cuando se estaba realizando una limpieza étnica abierta: su expectativa era que los refugiados "fueran aplastados" y "que morirían", mientras que "la mayoría de ellos se convertirían en polvo humano y la basura de la sociedad, y se unirían a las clases más empobrecidas en los países árabes." Los planes actuales, impuestos por la diplomacia coercitiva o por la fuerza abierta, tienen objetivos similares. No son poco realistas si se pueden basar en la potencia que domina al mundo y sus clases intelectuales.

La situación actual es descrita de manera exacta por Amira Hass, en el diario más prestigioso de Israel (Ha´aretz, 18 de octubre). Siete años después de la Declaración de Principios en septiembre de 1993 -que predijo este resultado para todo el que quisiera verlo- "Israel tiene el control de la seguridad y de la administración" de la mayor parte de Cisjordania y del 20% de la Franja de Gaza. Ha podido "doblar en 10 años la cantidad de colonos, aumentar los asentamientos, continuar su política discriminatoria de reducir las cuotas de agua para tres millones de palestinos, impedir el desarrollo palestino en la mayor parte del área de Cisjordania, y encerrar a toda una nación en áreas restringidas, aprisionados en una red de carreteras de circunvalación reservadas sólo para judíos. Durante estos días de estrictas restricciones internas de movimiento en Cisjordania, uno puede ver cuán cuidadosamente se ha planeado cada carretera: para que 200.000 judíos tengan libertad de movimiento, unos tres millones de palestinos están encerrados en sus bantustanes hasta que se sometan a las exigencias israelíes. El baño de sangre que ha estado ocurriendo durante tres semanas es el resultado natural de siete años de mentiras y engaños, igual que la primera Intifada fue el resultado natural de la ocupación israelí directa."

El programa de asentamientos y construcción continúa, con apoyo de los EE.UU., esté quién esté en el gobierno. El 18 de agosto Ha´aretz señaló que dos gobiernos -Rabin y Barak- habían declarado que se habían "congelado" los asentamientos de acuerdo con la imagen "pacífica" preferida en los EE.UU. y por gran parte de la izquierda israelí. Hicieron uso de la "congelación" para intensificar los asentamientos, incluyendo incentivos económicos para la población secular, subsidios automáticos para los colonos ultra-religiosos, y otros medios, que pueden ser realizados con pocas protestas mientras "el mal menor" es el que resulta que está tomando las decisiones, un modelo que tampoco es desconocido en otras partes. "Existe la congelación y existe la realidad," señala cáusticamente el informe. La realidad es que los asentamientos en los territorios ocupados han crecido cuatro veces más rápido que en los centros de población israelí, continuando -tal vez acelerándose- bajo Barak. Los asentamientos traen consigo grandes proyectos de infraestructura diseñados para integrar gran parte de la región dentro de Israel, mientras se deja aislados a los palestinos, dejándoles los "caminos palestinos" por los que pueden viajar por su cuenta y riesgo.

Otro periodista con antecedentes excepcionales, Danny Rubinstein, señala que "los lectores de los periódicos palestinos obtienen la impresión (correcta) de que la actividad en los asentamientos nunca se detiene. Israel está constantemente construyendo, expandiendo y reforzando los asentamientos judíos en Cisjordania y Gaza. Israel está siempre apoderándose de casas y tierras en las áreas fuera de las líneas de 1967 -y, desde luego, todo esto se hace a costa de los palestinos, a fin de limitarlos, empujarlos hacia un rincón y terminar por expulsarlos. En otras palabras, el objetivo es llegar a desposeerlos de su patria y de su capital, Jerusalén" (Ha´aretz, 23 de octubre).

Los lectores de la prensa israelí, continúa Rubinstein, están ampliamente protegidos de tales hechos desagradables, aunque no enteramente. En los EE.UU. es mucho más importante mantener la ignorancia de la población, por razones obvias: los programas económicos y militares se basan de manera crucial en el apoyo de los EE.UU., que no es popular en el interior del país y que lo sería mucho menos si se conocieran sus propósitos.

Para ilustrar esta situación, el 3 de octubre, después de una semana de duras luchas y muertes, el corresponsal de defensa de Ha´aretz informó sobre "la mayor compra de helicópteros militares por la Fuerza Aérea Israelí en una década," un acuerdo con los EE.UU. para proveer a Israel de 35 helicópteros militares Blackhawk y piezas de repuesto por un costo de 525 millones de dólares, junto con combustible, después de la compra hace poco de aviones de patrulla y de helicópteros de ataque Apache. Estos son "los últimos y más avanzados helicópteros de ataque multi-misión de los EE.UU.," agrega el Jerusalem Post. Sería injusto decir que aquellos que suministran los regalos no puedan revelar este hecho. Después de una búsqueda en bases de datos, David Peterson descubrió que fueron revelados en la prensa de Raleigh (Carolina del Norte).

La venta de helicópteros militares fue condenada por Amnistía Internacional (19 de octubre), porque esos "helicópteros suministrados por los EE.UU. han sido utilizados para violar los derechos humanos de los palestinos y de los árabes israelíes durante el conflicto reciente en esa región." Seguramente eso estaba previsto, a menos que sufrieran de cretinismo intensivo.

Israel ha sido condenada internacionalmente (con la abstención de los EE.UU.) por "el uso excesivo de fuerza," en una "reacción desproporcionada" a la violencia palestina. Esto hasta incluye una poco frecuente condena del Comité Internacional de la Cruz Roja, de manera específica, por ataques en contra de, por lo menos, 18 ambulancias de la Cruz Roja (New York Times, 4 de octubre). La respuesta de Israel es que se les está elegiendo arbitrariamente para ser criticados. La respuesta es totalmente exacta. Israel está empleando la doctrina oficial de los EE.UU., conocida aquí como "la doctrina Powell," aunque es de una cosecha mucho más antigua, de hace siglos: Utilizar fuerza masiva en respuesta a toda amenaza potencial. La doctrina oficial israelí permite "el pleno uso de las armas contra cualquiera que ponga en peligro las vidas y especialmente contra cualquiera que le dispare a nuestras fuerzas o a ciudadanos israelíes" (consejero legal militar israelí Daniel Reisner, Financial Times, 6 de octubre). El pleno uso de la fuerza por un ejército moderno incluye tanques, helicópteros artillados, francotiradores que apuntan a civiles (a menudo niños), etc. Las ventas de armas de los EE.UU. "no llevan una estipulación de que las armas no pueden ser utilizadas contra civiles," dijo un funcionario del Pentágono que "reconoció que, sin embargo, los cohetes antitanques y los helicópteros de ataque no son considerados tradicionalmente como armas para controlar multitudes" ¾ excepto por aquellos que son suficientemente poderosos para permitírselo, bajo las alas protectoras de la superpotencia reinante. "No podemos pronosticar que un comandante israelí vaya a llamar a un (helicóptero) Cobra porque sus tropas están bajo ataque," dijo otro funcionario estadounidense (Deutsche Presse Agentur, 3 de octubre). Así que hay que suministrar esa maquinaria mortífera en un flujo incesante.

No es sorprendente que un estado cliente de los EE.UU. adopte una doctrina tradicional de los EE.UU., que ha dejado un costo demasiado horripilante para registrarlo, incluso en años muy recientes. Los EE.UU. e Israel no están solos, desde luego, en la adopción de esta doctrina y a veces sucede que hasta es condenada: en los casos en los que es adoptada por los enemigos a los que se quiere destruir. Un ejemplo reciente es la respuesta de Serbia cuando su territorio (como los EE.UU. insisten en que fue el caso) es atacado por guerrillas basadas en Albania, matando a policías y civiles serbios y raptando a civiles (incluyendo albaneses) con la intención anunciada abiertamente de forzar una "respuesta desproporcionada" que despertara la indignación del Occidente, seguida por el ataque de la OTAN. Existe actualmente una documentación muy rica de los EE.UU., la OTAN, y otras fuentes occidentales, producida en su mayor parte en un esfuerzo por justificar los bombardeos. Asumiendo que esas fuentes sean dignas de crédito, pensamos que la respuesta serbia -aunque sin duda sea "desproporcionada" y criminal, como se afirma- no se compara con el uso normal de la misma doctrina por los EE.UU. y sus clientes, incluyendo a Israel.

En la prensa británica convencional podemos leer, por fin, que "si los palestinos fueran negros, Israel sería ahora un estado paria sometido a sanciones económicas dirigidas por los Estados Unidos [lo cual no es exacto, por desgracia]. Su desarrollo y colonización de Cisjordania sería considerada como un sistema de apartheid, en el que se permite a la población indígena que viva en una pequeña fracción de su propio país, en "bantustanes" auto-administrados, con "blancos" que monopolizan el suministro de agua y electricidad. Y exactamente como se permitía a la población negra que entrara a las áreas blancas de Africa del Sur a distritos segregados miserablemente mal provistos, así el trato de Israel a los árabes israelíes -discriminándolos de manera flagrante en los gastos de vivienda y educación- podría ser reconocido igualmente como escandaloso" (Observer, Guardian, 15 de octubre).

Tales conclusiones no serán una sorpresa para aquellos cuya visión no ha sido deformada por las orejeras doctrinarias impuestas durante tantos años. Sigue siendo una tarea básica eliminarlas en el país más importante. Es un requisito previo para cualquier reacción constructiva al creciente caos y destrucción, suficientemente terrible ante nuestros ojos, y con implicaciones a largo plazo que no es agradable considerar.