PROCLAMAS INSURRECCIÓNALES Y NATURISTAS

Isaac Puente Amestoy

LA SOCIEDAD DEL PORVENIR

EL COMUNISMO ANÁRQUICO (1933)

LA CRISIS ECONÓMICA MUNDIAL, SÍNTOMA DE MUERTE DE LA SOCIEDAD CAPITALISTA

A las formas sociales, les ocurre lo mismo que a los seres humanos: nacen dificultosamente, pugnando con numerosas trabas y acechanzas; crecen y se desarrollan hasta alcanzar un límite determinado, y, a partir de este límite, empiezan a declinar, envejecen y mueren.

Este límite de desarrollo está determinado en todos los seres vivos por el aprovechamiento del alimento que se asimila, como si dijéramos por la disminución del consumo y la vejez empieza en cuanto comienza a haber incapacidad para aprovechar o para destruir el alimento ingerido.

Esto, precisamente es, lo que le está pasando a la sociedad capitalista. Tuvo su mayor auge y esplendor en industrialismo, en el dominio de la máquina y en el aporte de la técnica. Pudo llegar a producir todos los artículos en cantidades enormes, a precios inverosímiles, y prescindiendo cada vez en mayor medida del trabajo del obrero. Este crecimiento tenía un límite, el que ahora estamos tocando: que se produjeran artículos en mayor cantidad de lo que podía tragar el mercado, y que sobraran los brazos, en tal medida, que los desocupados formaran verdaderos ejércitos de hambrientos en todas las naciones de progreso industrial.

Sobran géneros: hay que quemar 8 millones de sacos de trigo, en Norteamérica, para sostener los precios en el mercado. Se quema el café, en el Brasil, en el hogar de las locomotoras. Se cierran factorías, se paralizan las explotaciones mineras. Y se calculan en 30 millones el número de obreros en paro forzoso, en el mundo. El capitalismo, sin haber llegado a poner en práctica todo el progreso mecánico que hoy permite la técnica, sin haber exprimido, todo el jugo a la racionalización del trabajo, y sin que la Ciencia haya dado de sí el perfeccionamiento que promete dar, el capitalismo, repito, se asfixia; se declara incapaz para seguir incrementando y abaratando la producción, y para continuar permitiendo la vida a la humanidad toda. Si ha de seguir viviendo, ha de ser como un organismo caduco, renunciando al progreso, y condenando al hambre a un ejército de millones de criaturas.

Le condenan a muerte sus contradicciones palmarias: cuanto más abundan los géneros, más hambre existe. Prohíbe en todas las naciones el anticoncepcionismo por miedo a que la población se reduzca, y cierran las fronteras, tienen cada vez más desocupados, y sueñan con una matanza mundial que les libre del exceso de población. Y renuncia al progreso político, a la democratización de los Gobiernos, y a la liberalización de los Estados, después de haber prostituido la democracia y la libertad, echándose en brazos de la Dictadura aumentando la tiranía del Estado y condenando a los pueblos a una esclavitud envilecedora con el fascismo.

LA CONSCIENCIA DE CLASE DEL PROLETARIADO, SÍNTOMA DE VIDA DE LA SOCIEDAD QUE NACE

Siempre que un ser o una forma viva empieza a desintegrarse para morir o desaparecer, hay germinación y nacimiento de la nueva forma o del nuevo ser que ha de substituirle, pues, en la naturaleza; nada pierde, ni nada se destruye, todo se transforma y se aprovecha, la materia, como la energía.

Ha sido la filosofía, la primera en decir al obrero: «eres un hombre desposeído de todos los derechos, pues ya al nacer encontraste todo el patrimonio de la Naturaleza repartido; eres un esclavo de la organización del Estado que vela con sus Instituciones para que no te rebeles; eres un ser explotado, exprimido como un limón entre las manos del capitalismo, al que se arroja cuando no da jugo». Pero es la vida, las circunstancias aciagas que hoy vive, y la experiencia histórica porque pasa, las que le dicen con voz más convincente que la de la filosofía, que es un ser maniatado y expoliado que no tiene nada por perder, y que lo tiene todo por conquistar. Que el Estado acapara en sus manos todo el poder arrancado a los individuos y se sustenta sobre la fuerza de los servidores asalariados, hermanos renegados de su clase. Lo mantiene en la ignorancia, con el opio de la religión, o con el de la enseñanza laica. Excita su patriotismo embrutecedor, para lanzarlo a las masacres guerreras. Todo está cimentado sobre su mansurronería de clase, sobre su candidez secular, sobre sus grandes tragaderas de tonto predestinado para todos los engaños. Es así, en este estado de servilismo degradante, en el que el Capitalismo lo toma para enriquecerse con su sudor, y para explotarlo refinadamente.

El movimiento emancipador del proletariado, dirigido por la filosofía, por las concepciones ideológicas de una nueva sociedad, ha nacido en las más hostiles circunstancias y ha debido resistir los más furiosos embates, y sortear las más seductoras desviaciones y engaños. Los políticos con sus programas de oposición, llenos de las más deslumbrantes promesas, han esterilizado múltiples esfuerzos y malgastado el tiempo en torneos de palabrería y en carreras de arribismo, que indefectiblemente terminan en la elevación del charlatán, sobre los hombros del cándido elector. A fuerza de desengaños, de recorrer todos los falsos caminos, va consiguiendo orientarse y acertar con la dirección exacta.

LA LUCHA ESTÁ PLANTEADA

Una sociedad capitalista, que se aferra a formas de Estado dictatoriales, y que se ve cada día más hundida en la crisis económica, en la incapacidad para nivelar la economía. Y un proletariado cada vez más despierto y cada vez más insurgente, que trata de derruir el viejo edificio, para sobre sus ruinas implantar un régimen de mayor justicia y equidad social, más racional, y más humana. Lucha decisiva, entre lo que no resigna a morir y se defiende con toda la crueldad de su violencia organizada, y lo que pugna con venir a la vida desembarazándose de los escombros en que se le quiere ahogar. En la Naturaleza, siempre triunfó lo nuevo sobre lo viejo; lo naciente e inconcreto sobre lo decrépito y de forma acabada. No hay que ser profeta para predecir el porvenir.

El derecho a disfrutar de la riqueza social para unos pocos, a trueque del hambre y de las privaciones de los más, no puede cimentarse más que en la fuerza. El caos económico del Capitalismo, que rinde culto reverencial al oro, sacrificándole la vida y la salud del hombre, sólo puede persistir edificado sobre el cesarismo de la institución estatal. La esclavitud moderna que se hace pesar sobre el proletariado, sólo puede afirmarse en la rigidez de la organización del Estado:

Poniéndonos frente a todos los redentores, disintiendo del concierto de voces halagadoras, el Anarquismo presenta al Estado como la causa fundamental de la explotación del obrero, y como la causa fundamental de la infelicidad humana.

EL ESTADO

Se trata de algo más que del Gobierno de una nación. No importa el apellido con que se le designe. Sea monarquía o república, sea dictadura o democracia, el Estado es una compleja Institución enraizada en la vida de una nación, que tiene puesta la garra sobre todas las actividades humanas, a fin de hacer creer que nada puede hacerse sin su mediación. Tiene una Constitución en la que todos los derechos ciudadanos están condicionados y al arbitrio del que manda. Unos Códigos que tienen una pena para cada clase de extralimitación individual, que castiga todo cuanto puede mermar las atribuciones del Poder. Una magistratura encargada de administrar esa farsa de Justicia. Unas cárceles para encerrar en ellas a los que osen obrar por cuenta propia, o rebelarse contra lo estatuido. Una policía, unos cuerpos armados, pistoleros y fusileros a sueldo que, como los verdugos, matan y maltratan cuando se lo ordenan. Y por último, un ejército que labora por la paz preparándose para la guerra, y que es escuela de embrutecimiento para todos los ciudadanos útiles.

El ciudadano ha de evitar hacer todo lo que el Estado prohíba, y cumplir todo lo que el Estado manda. En esto consiste el orden. No hay actividad que no esté catalogada y cuadriculada. Todos sus derechos están escritos con esta coletilla «salvo en el caso que la autoridad lo considere...», lo que equivale no a afirmar y garantir un derecho, sino a negarlo.

El individuo es esclavo de este armazón. Dentro de él queda sin iniciativa, sin libertad, sin voz y sin razón. El Estado le ampara cuando quiere resignarse a pasar hambre, y cuando quiera explotar legalmente a gente necesitada.

Para cebarle en el juego y acomodarlo a su tiranía, le ofrece de vez en cuando, la Ilusión de elegir a los gobernantes, a los árbitros de esta Institución. Todo ciudadano puede hacerse rico, si le toca la lotería. Todos pueden ser poderosos, si logran ser elegidos para el mando. En esto consiste la democracia. Durante muchos años, los descontentos y desheredados pusieron su ilusión en mejorar de condición cambiando de Gobierno. Aun hay quien la pone en la conquista del Estado, en lo que no se diferencian los comunistas estatales de los fascistas. Un súbdito de Mussolini, vive tan encadenado como un súbdito de Stalin. La doctrina viene a ser la misma: Mussolini, ofrece la máxima rigidez del Estado para encadenar al proletariado matando sus rebeldías. Lenin, usa de la misma dictadura en contra del Capitalismo, pero el proletariado, resulta encadenado también. Lo que triunfa en los dos casos es el Estado. Lo que se ahoga, en los dos casos también, es la libertad individual.

La solución para el proletariado, esclavo del Estado y explotado por el Capital, está en la dirección anarquista: en la supresión del Estado. Tan sólo en esta dirección puede emanciparse y libertarse.

Porque la maldad del Estado no depende de los individuos que lo rigen, ni la maldad del dinero de los hombres que lo poseen. En el Poder, todos los hombres son igualmente odiosos y despóticos En la posesión de las riquezas, todos son voraces e insaciables, todos olvidan los sufrimientos del hambriento. Como el alcohol, son un veneno para el hombre, al que no dan ninguna virtud, ni confieren ninguna excelencia, pero, en cambio le, sorben el seso, haciéndole perder su sencillez y su dignidad de humano.

LO QUE UNE A LOS HOMBRES, ES AQUELLO QUE TIENEN DE COMÚN

La comunidad de vivienda, de alimentos y de cariños es el origen de la unión familiar. La comunidad de residencia y de intereses une entre sí a los vecinos de un pueblo, y a los que profesan un mismo oficio. La comunidad de patria une a los habitantes de un mismo territorio, a los que hablan un mismo idioma o tienen una misma vinculación al clima.

Por el contrario, lo que separa a los hombres, es la propiedad particular, el tuyo y el mío. Entre hermanos, la posesión de un objeto o el reparto del patrimonio. Entre vecinos, las propiedades rivales. Entre nacionales, la distinta costumbre, o el distinto clima. Y la desunión es tanto mayor, y el odio tanto más vivo, cuanto más acusado sea el desnivel, y más injusto el reparto de una cosa. La propiedad privada de los bienes naturales o de los creados por el hombre es, por lo tanto, una causa profunda de animadversión, y de guerra a muerte, cuando alcanza las proporciones de desigualdad irritante que hoy lamentamos. Otro tanto pasa con el reparto de Poder, acumulado en exceso en unos, con quebranto de los que se quedaron indefensos. Y otro tanto también con el reparto del saber, concentrado en unos, en los que tienen un título académico, con mengua y a costa de los que no pudieron recibir nada.

La paz social, la convivencia pacífica y espontánea a la que aspira el hombre, no puede lograrse más que haciendo lo más común posible el disfrute de la riqueza, del Poder y del Saber. Para que este disfrute sea común, es menester que nadie lo posea con quebranto o mengua de otro, sino que todos tengan acceso a la parte que precisen o gusten de aprovechar. A esto se dirige el Comunismo, el que llamamos libertario o anarquista, para diferenciarlo del socialista o estatal, que en Rusia no ha puesto en común ni el Capital, ni el Poder, ni el Saber, tres cosas de las que el Estado bolchevique ha hecho monopolio, dejando para el obrero la obligación de trabajar, pagar y alimentar a los parásitos. La fraternidad humana sólo puede basarse sobre la comunidad de intereses y la común posesión de los bienes naturales, y el común soportar de la carga del trabajo.

LAS ASPIRACIONES DEL HOMBRE

El hombre lleva en sí mismo apetencias insaciables de bienestar, de libertad y de Conocer. Es el impulso que lleva a un incesante progreso, y el que le mueve a las más esforzadas acciones.

Bienestar, que estriba en la posibilidad de satisfacer las necesidades de su organismo, librándose de la carga del trabajo, y de las incomodidades de la vida.

Libertad de disponer de sí mismo, en el margen, que la Naturaleza le deja libre, sin encontrar una valla o un capricho de sus semejantes.

Hambre de conocimiento, de penetrar los misterios de la Naturaleza y las conquistas de la Ciencia. Estas tres aspiraciones le son negadas al proletariado, y por este orden, constituyen el incentivo de su emancipación. Primero, el derecho a vivir, a llenar las necesidades más perentorias. Luego el de disponer de su vida, de su iniciativa, y poder ordenar, sin presiones de nadie, sus propios asuntos. Por último completar estas conquistas con el Saber. Para todos los individuos, el orden de preferencia no es el mismo, sino que varía de unos a otros, de acuerdo con su carácter o con su modo de ser. Desde el que, a cambio de comer sacrifica su libertad estando a gusto en el cuartel o en la cárcel o al servicio del Estado, hasta el que prefiere la libertad ante todo, renunciando a las comodidades y al bienestar. Cultivando las tres, así como el sentimiento de la propia dignidad, que no es otra cosa que el sobreestimarse a sí mismo, es como se acentúa la rebeldía del individuo, y como se le incita a insurgirse contra el Estado y contra la sociedad capitalista que en él se apoya.

RESUMIENDO

Aumentar el máximum, cuanto de común debe haber entre los hombres es, lo que constituye el COMUNISMO. Es empequeñecerlo, por no decir prostituirlo, querer reducirlo a un pesebre, como ha hecho el bolchevismo. Es un falso camino el de la conquista del Estado, porque representa su negación, y porque en definitiva es el Estado el conquistador, el que pervierte a los hombres bien intencionados, con la seducción del mando, una cosa que emborracha como el alcohol. El poder ha de ser común, para que cada uno pueda amparar en él su propia libertad. El COMUNISMO, para poder llamarse tal, ha de apellidarse ANARQUISTA. Así lo entendieron también los que al implantarlo en Rusia, afirmaron que iban hacia la Anarquía, y disculparon la Dictadura como provisional, cosa que siempre tuvieron cuidado de decir todos los tiranos.

ESBOZO DE UNA SOCIEDAD COMUNISTA-LIBERTARIA

Esta se asienta sobre el individuo guardando celosamente su independencia. Tiene todos los derechos, porque ninguna Constitución, ni ningún código se los garantiza. Se asociará con los demás, porque el hombre es por naturaleza un ser sociable y porque encontrará ventajas en la vida colectiva. Aisladamente ningún individuo puede producir cuanto necesita, ni bastarse a sí propio. Robinson lo fue a la fuerza. El hombre quiere libertarse del trabajo, que siempre se ha hecho gravitar sobre el esclavo. El esclavo moderno debe ser la máquina. El trabajo en común es menos desagradable, más llevadero que el trabajo aislado; se acepta mejor, porque nadie se libra de él; produce más porque se completan las aptitudes y se neutralizan las deficiencias.

El hombre se asocia libremente, porque lo hace por estimulo propio, con quienes tiene a bien hacerlo: para producir lo necesario; para deliberar sobre asuntos que son comunes; para desplegar actividades educativas, o culturales; para desarrollar empresas de iniciativa de cualquier orden.

Cuantas más cosas, tengan o disfruten en común, tanta mayor será la unión entre los individuos. Por tener la misma residencia, las mismas tierras y riquezas naturales, y por compartir necesidades idénticas, se asociarán los hombres con la intimidad que da la diaria convivencia, en cada localidad, constituyendo el municipio o la Comuna libre, que tiene su expresión colectiva en la Asamblea, en la reunión general, en la que todos tienen la misma voz y las mismas prerrogativas, donde se exponen las opiniones y se sopesan los pareceres. Es ésta una institución espontánea, y arraigada, común a todos los pueblos, a pesar del desfiguramiento impuesto en ella por la política y por la intromisión del Estado. Así como dentro de la Comuna, cada individuo conserva su independencia y su autonomía para ordenar a su antojo, lo que a él exclusivamente le compete, la localidad se federa con otras, conforme a la misma exigencia vital, y a la misma necesidad sentida, sin necesidad de ninguna coacción que lo imponga, y conserva también, porque ningún poder extraño lo compromete su autonomía y su independencia local. Así se constituyen las provincias o las confederaciones comarcales y regionales, impuestas en primer lugar por imperativos económicos: para la producción de los artículos de primera necesidad y para la distribución de los mismos.

La asociación local neutraliza las desigualdades humanas, compensando al perezoso con el activo, al fuerte con el débil, y al comilón con el sobrio, haciendo posible la generalización de un tipo de bienestar medio dentro de cada localidad. La federación de las localidades repara con el aporte abundante de unas localidades, la escasez o penuria de otras, generalizando en la nación un tipo medio de bienestar, sin las desigualdades impuestas por el terreno o por el clima. Otro poderoso impulso asociativo es la identidad de trabajo, la comunidad de oficio y de preocupaciones profesionales, que es lo que hoy constituye los Sindicatos. Dentro de las ciudades de nutrida población, la asociación local estará formada por agrupaciones menores de industria, ramo u oficio, que serán importantes en la ordenación colectiva de la economía.

Para que asocie el hombre, y para que se entienda entre sí, y para que labore de modo concertado en un bienestar general, del que el individuo ha de participar ventajosamente no es menester la presión de una autoridad; ni la sanción de un Código. Como no es preciso un Código Internacional, para que todas las naciones cooperaran al salvamento de la expedición de Nobile, perdida en el Polo Norte, ni es preciso que una ley lo imponga para que un ser se arroje al agua exponiendo su vida, para salvar a otro ser al que ni siquiera conoce.

La sociedad humana es posible, porque el hombre es un animal sociable. El Estado no es más que una verruga sobrepuesta que se puede amputar sin que ocurra ningún cataclismo, y produciendo un alivio inimaginable a la sociedad que la padece. Si el hombre es accesible a la persuasión, no hay porqué imponerle la violencia. La violencia sólo es precisa cuando la razón no cuenta, y cuando como ahora, es menester que unos se conformen a trabajar para que otros disfruten y unos renuncien a todo, para que otros no carezcan de nada.

Las leyes -lo reconocen ya hasta los que las gozan-, no hacen costumbres. Es al revés, son las costumbres las que por el reconocimiento tácito cobran fuerza de leyes. Pasa con esto, lo que con la salud del hombre. Hoy, ante un ejemplar de labriego que vive sano a los ochenta años, sin haber necesitado del médico, nadie pretenderá que la Medicina es la garantía de la salud, pero en cuanto con el paso de los años, y a juzgar por el camino que llevamos, la Sanidad se haya inmiscuido en todos nuestros actos, se llegará a decir que los hombres viven sanos gracias a los cuidados solícitos de los médicos.

Una sociedad espontáneamente formada, a partir del individuo libre y dispuesto a defender a tiros su independencia de cualquier acechanza autoritaria, pero dispuesto, también, y en esto no hay contradicción, a posponerla ante la conveniencia colectiva. No hay contradicción, como no la hay entre los instintos más arraigados en el hombre, entre el egoísmo que es el instinto de conservación del individuo, y el altruismo, que es el instinto de conservación de la especie. Es precisamente el egoísmo el que nos hace ser sociables, cuando se ve amparado en la colectividad, y el altruismo el que ahora nos hace insurgirnos contra la sociedad capitalista.

Propasarme a decir cómo será la nueva sociedad sería alardear de una imaginación novelesca que no tengo, o trazar un cauce a la libre organización de la vida, cosa que no puedo pretender como anarquista, respetuoso con la espontaneidad y la libre iniciativa. Como se dice del niño, por los pedagogos respetuosos con su personalidad, la sociedad anárquica será lo que deba ser si cuidamos de evitar que se malogre. España, que parece ser la nación más preparada para comenzar a vivir el Comunismo libertario, se dispone, a predicar con el ejemplo.

Ediciones «Amor y Voluntad», Barcelona, 1933.

CONCEPTOS DEL COMUNISMO LIBERTARIO (1936)

DEFINICIÓN - El Comunismo libertario es una forma de organización social, en la cual el gobierno de los hombres se sustituye por la administración colectiva de las cosas. Con ser muy clara esta definición, precisa de explicaciones. Se trata de encontrar las bases de convivencia social que garanticen los derechos fundamentales del hombre: el derecho a la satisfacción de sus necesidades, y el derecho a disponer de sí mismo es decir, el derecho a la vida y a la libertad. Ambos derechos son base de bienestar, ya que no concebimos ni libre al hambriento ni satisfecho al esclavo. Más concretamente: el Comunismo implica, mejor que la comunidad de bienes, la existencia de una colectividad que atienda primordialmente a administrar la economía de modo que queden satisfechas las necesidades de todos sus componentes. Y para que este Comunismo sea libertario no ha de contener un cúmulo de fuerza o de autoridad que encierre una amenaza para la libertad individual.

Sabemos que hay que destruir la organización actual, esto es, el Estado y la propiedad privada, y que sólo se destruye aquello que se acierta a sustituir con ventaja.

Más importante que la exactitud de la definición es la elaboración de los conceptos sobre diversas cuestiones de detalle que plantea su realización, sobre las cuales cabe más diversidad de pareceres.

Si bien es cierto que la experimentación será, en última instancia, la que decida sobre las mejores soluciones, se hace preciso analizar éstas y decidirse anticipadamente por una determinada.

ESTRUCTURA. -Concebimos la nueva estructura como una federación de colectividades autónomas. Cuanto más simples y elementales sean estas colectividades básicas, tanto más sencillos y fáciles de resolver serán los problemas y serán más accesibles a las aspiraciones e intereses de los individuos que las compongan.

A pesar de tener la Confederación Nacional del Trabajo una estructura idéntica que podría servir de molde para la sociedad entera, no todos se muestran conformes con que el Comunismo libertario tenga una estructura sindical, creyéndose, por lo contrario, que debe dejar paso a formas de organización distintas. El Sindicato es, por esencia, una entidad productora, y podría serlo también distribuidora; pero, a su lado, pueden existir otras formas de colectividad, con intereses más amplios y carácter menos especializado, y, por lo tanto, más humano. La base de la organización ha de ser la colectividad entera, en los pequeños núcleos rurales, compuestos por unas mayorías de campesinos y algunos artesanos o funcionarios. Constituirán comunas o municipios libres. En pueblos de mayor diversidad y de actividades menos uniformes, se hacen precisos los Sindicatos, reunidos en Federación local, cuya organización puede convivir con agrupaciones más genéricas como agrupaciones de barriada o consejos parciales o totales de la localidad. Lejos de ser incompatibles ambas formas o núcleos de organización colectiva, la exclusivamente económica y la política o de interés público, en mi opinión se complementan, y aun deben coexistir; pues lo exige la complejidad misma de la vida moderna.

EL INDIVIDUO Y LA COLECTIVIDAD.- El instinto de sociabilidad, la necesidad del apoyo mutuo y el reconocimiento de las ventajas las que la asociación reporta, son impulsos asociativos al lado del sentimiento de solidaridad, para formar las colectividades y para federarlas entre sí. El anarquismo no admite otra forma de coacción sobre el individuo que la coacción moral, es decir, el apartamiento o el desprecio hacia el insolidario o el vano impenitente. Pero, en labios de muchos, aparece en seguida una frase hecha que expresa una forma de coacción económica y de justicia social: «El que no trabaja, no come». Toca al Congreso Nacional manifestar el concepto que la Confederación tiene sobre esta forma de coacción.

FORMA DE PROPIEDAD.-No puede ser objeto de discusión el régimen de propiedad de la riqueza y de los útiles de producción, que será administrada por la colectividad y puesta a disposición de quienes quieran producir. La supresión de la propiedad privada y del acaparamiento de riqueza es la garantía imprescindible de la libertad económica. Pero esta intransigencia con la propiedad privada no puede extremarse hasta negarla en las cosas de uso personal, ni en lo que es producto de la actividad personal del individuo. La propiedad usufructuaria, no creo que pueda ser lógicamente negada para los muebles, vestidos y para detalles cuya posesión no implica un despojo ni una injusticia. Respecto a la propiedad de la tierra -«La tierra para el que la trabaja»-, es menester distinguir entre la tierra dedicada a la producción de lo necesario de la que sirve para producir alimentos o plantas de gusto individual, como los huertos y jardines, o parcelas de experimentación, sobre las cuales debe respetarse la propiedad usufructuaria.

MODALIDAD DEL TRABAJO. -Lo mismo que hacemos distingos de la propiedad, hemos de hacerlos del trabajo. La producción de los artículos de primera necesidad impone una cierta cantidad de trabajo, que será menester repartir entre los miembros útiles de la colectividad, estableciendo una jornada, y hasta, en ocasiones, un turno de trabajo. El trabajo colectivo impone el acatamiento de una organización del mismo, y de una disciplina de producción. Al margen de este trabajo, controlado por la colectividad, existirá una producción voluntaria, libre, de iniciativa individual.

¿Puede servir este trabajo voluntario y de iniciativa para eximir del trabajo de gestión colectiva?

¿PRODUCCIÓN DIRIGIDA, O LIBRE? -La condición primera del éxito de un orden social nuevo, es la abundancia, la superproducción de los artículos de primera necesidad. Ello facilita la distribución y suprime la causa más esencial de descontento.

Si la primera preocupación revolucionaria ha de ser mantener la producción en su volumen actual, la segunda debe ser incrementarla ilimitadamente, hasta lograr abundancia más real que la que motiva la crisis del capitalismo.

Este es un problema técnico pero también de organización: de voluntad y de hombres «capaces de llevar un mensaje a García».

DE CADA UNO, SEGÚN SU APTITUD. -Entraña esta primera parte de la fórmula, una cuestión de acoplamiento de los brazos en las actividades productoras, en la que no podrán dejarse a un lado la disposición y la afición personales de quiénes, por haber ejercido profesiones parasitarias o antisociales, será preciso acoplar en la nueva forma de economía.

A CADA UNO, SEGúN SUS NECESIDADES. -Esta fórmula de la nueva justicia distributiva sólo puede resolverse equitativamente por la abundancia y haciendo posible que, como en la fuente pública, cada uno tome lo que precise, según su voluntad; pero habrá que aproximarse a ella todo lo posible, mediante el racionamiento de aquello que escasee.

He aquí donde corresponde ocuparse del procedimiento para sustituir el dinero como signo de riqueza acumulable. El consumo por vales, empleado uniformemente en los cortos ensayos realizados en España, es un medio provisional pero engañoso, al cual debe buscarse una solución mejor, para la que podrían servir de módulo los pases de ferrocarril o los kilométricos.

INTERCAMBIOS SIN EQUIVALENCIA. -En el intercambio de productos entre las colectividades, no intervendrá la medida de su valor, siendo todos equivalentes, en cuanto a productos necesarios, cualquiera que sea el esfuerzo que requieran y la utilidad que reporten.

La noción de valor es extraña a la economía libertaria, por lo cual tampoco es precisa la medida del mismo, representada por la moneda a la que bien puede llamarse «manzana de la discordia».

No creo haber agotado todos los aspectos y particularidades del tema, que será objeto de deliberación por parte de todos los Sindicatos, para lograr, de la base a la cima, un acuerdo en la armonía de los distintos criterios que han de manifestarse.

Solidaridad Obrera, Barcelona, 26 de febrero de 1936.

HACIA LA INTERPRETACIÓN COLECTIVA DEL COMUNISMO LIBERTARIO1 (1933)

Hasta el presente no existen más que interpretaciones individuales, concepciones particulares del Comunismo libertario. Las diversas concepciones que gozan del favor del público confederal, no se han tratado de unificar ni de conciliar en un mismo acuerdo de doctrina. El espíritu anarquista, respetuoso con el criterio individual y con la misma interpretación de la idea, no tiene gran empeño en concretar las distintas exposiciones en un programa uniforme. Prácticamente, podrían convivir todas las interpretaciones, y, de entre ellas, predominaría la que más ventajas o satisfacciones reuniera. Este sería el medio preferible de selección. La libre concurrencia y el ensayo mutuo.

La uniformidad que nos interesa es la práctica. Es la conseguida en vías de realización, pues la otra, la realizada de palabra para ser escrita en el papel, no nos da - como anarquistas y antipolíticos -frío ni calor. Una interpretación uniforme del Comunismo libertario, tiene valor para la enunciación de la propaganda, como respuesta a los que a todas horas nos preguntan por el programa como ejecutoria del buen acuerdo dentro de la C. N. T. y como medio de propiciar su realización, facilitando los primeros pasos.

Debemos estar escarmentados por la experiencia histórica, para no poner excesivo calor en la puntualización escrita, reservando nuestro entusiasmo para la unificación del movimiento en la realización práctica. Hasta ahora, el hombre, conducido por su credulidad política, ha gastado todas sus fuerzas en escribir en el papel sus derechos y sus aspiraciones, sin haber logrado la menor reivindicación práctica.

No obstante lo dicho, la necesidad de unificar las diversas concepciones, llegando a concretarlas en un programa mínimo, es generalmente sentida entre militantes de la C. N. T., y es de esperar que llegue a tener culminación en el próximo congreso nacional, anunciado para fines de mayo.

La puntualización de un programa mínimo parece tarea fácil, y se procura formarlo con aquellas aspiraciones que son comunes a todas las diversas interpretaciones. Los siguientes puntos pueden servir de orientación:

1º. Autonomía del individuo dentro de la localidad, sin otras limitaciones que las acordadas en cada momento por la asamblea general. Autonomía de la localidad, sin otras restricciones que las acordadas, en cada circunstancia, por los congresos regionales o nacionales.

2º. Asociación obligatoria, so pena de coacción económica, para la producción y el consumo, dentro de cada localidad, o dentro de cada sindicato, o agrupación de barriada. Asociación obligatoria de las localidades en la región y de las regiones en la nación o península, con la misma coacción económica, a fin de asegurar la economía local y de normalizar la economía nacional.

3º. Federalismo en las agrupaciones y acatamiento de la voluntad de las mayorías en todo cuanto es actividad económica: jornada de trabajo, producciones a aumentar o suprimir, elección de trabajo, régimen de cultivo de la tierra, requisitos precisos para ser consumidor, modos de distribución, etc.; de modo que se hagan compatibles las características locales con las necesidades colectivas.

4º. Restricción máxima de la burocracia, por parasitaria y por esterilizante, procurando que los cargos administrativos no eximan de la cooperación en la producción.

5º. Renunciar a la administración de justicia, como tarea que excede las atribuciones humanas, y, cuando sea indispensable, acomodarla al fallo de la colectividad. No centralizar, tampoco, la función defensiva de un ejército, sino dar participación en ella a todos los productores. El ejército ha de ser la colectividad entera; y la especialización técnica, voluntaria y libre.

6º. Supresión de toda clase de privilegios, nivelando a todos con la misma obligación a producir, con el mismo derecho a disfrutar de la riqueza común, con el mismo derecho a beneficiarse de la instrucción y de la cultura, con la misma parte alícuota de poder y con la misma participación en la responsabilidad social.

7º. Amplia libertad del individuo en cuanto no sea imperativo económico de la colectividad. Pero esta libertad no dependerá de ningún acuerdo verbal o escrito, anterior a la revolución o posterior a la misma, sino del tesón que el propio individuo ponga en afirmarlo y del escrúpulo que la colectividad pueda sentir al limitarlo.

8º. Abolición absoluta de toda clase de propiedad privada. El individuo podrá poseer circunstancialmente o en la vida todo cuanto la colectividad consienta en otorgarle; y

9º. El supremo legislador es la colectividad. Todo acuerdo es válido hasta tanto decidan anularlo quienes lo adopten. Nadie podrá pisotear el derecho fundamental e inalienable del Individuo a vivir y a ser libre.

Por este estilo, pudiera ser nuestro programa; pero, lo volvemos a decir, a nosotros no nos interesa concretarlo, sino realizarlo. Lo de menos es que se acuerde. Lo esencial es que se cumpla.

Para afirmar su derecho natural a la vida y a la libertad, el individuo no necesita invocar un artículo ni enseñar un papel. Precisa poder esgrimir un arma frente a quienes se lo discuten La sociedad no le ampara tampoco condenándolo, sino impidiendo que nadie haga coto cerrado ni de la tierra ni del saber, ni del poder ni de la justicia.

C N T, Madrid, 4 de abril de 1933.

GENERACIÓN CONSCIENTE I

EL IDEAL

No sé si al poner este título a la revista, los compañeros que la redactan querían indicar algo más que procuración consciente; de mí sé decir que si bien al principio considere su título tan sólo como expresión de un ideal reproductor, hoy se me antoja carta excelsa, síntesis de afanes, lema augusto de los paladines de la Perfección Humana (corporal, psíquica, social y moral). Determinar generaciones conscientes no sólo de su papel reproductor, sino de sus actos, de sus derechos y deberes, de su misión, es decir, formar un grupo cada vez mayor, de individuos libres de la tiranía de la rutina, del enervado dominio de la incultura, dueños de sí mismos, de sus instintos y de la impetuosidad de sus pasiones, conocedores del cómo y del por qué y del alcance de sus actos vitales (individuales y sociales), tal es lo que entiendo por generación consciente y tal el ideal que profeso.

La regeneración y redención humanas han de fundamentarse en la regeneración y redención del individuo, el que, al empezar por conquistar su auto-independencia, por regenerarse corporal, a la par que psíquicamente, por formar y pulir las facetas de su personalidad; debe comenzar por ser digno del ideal que abraza y de la colectividad que desea; y este milagro no puede esperarse como una virtud del ideal; sobre los instintos, como sobre las pasiones y sentimientos, es decir, sobre el pozo de bestialidad que conservamos heredado de nuestros antecesores, no tienen influencia las ideas que se profesan: la liberación de ese sedimento que con tanta frecuencia se adueña de nosotros, es tarea de cultivo, de disciplina intelectual; conquistado este primer baluarte, habremos dado a la obra libertaria su base más sólida.

No pretendo hacer un casillero ideológico más ni ponerme un título, un rótulo para distinguirme de los demás; de tener alguna diferencia procúrese que exista en mi conducta y en mis obras; los distintivos están bien en el interior no en la fachada. Detesto los moldes, las normas fijas, los dogmas, y las afirmaciones rotundas, quiero conservar la agilidad espiritual que adquirí recorriendo las más opuestas tendencias, la libertad de movimientos, de examinar y de dudar, quiero permanecer al raso para poder contemplar todo el horizonte y descubrir la verdad allí donde se halle; la verdad, que es norte de mi peregrinaje, ya que buscar la verdad, practicar el bien y contemplar la belleza son los más espléndidos goces que puede gustar el hombre.

EL ‘ESPECIALISMO’

Nos seduce todo lo que halaga nuestra pereza, lo que nos soluciona una necesidad con el menor incómodo posible. Este pretexto que encuentra nuestra pereza para permitirnos continuar inactivos, el gran comodín mental, obedece, en la ciencia, al vértigo que produce su extensión, exige todo la existencia de estudio para abarcarla; limita uno su cultura general so pretexto de profundizar en un determinado sector de conocimientos; en nuestra conducta moral, practicamos una virtud, nos especializamos en ella, para ahorrarnos la práctica de las demás; y en el terreno ideológico, la incertidumbre que engendra los múltiples caminos que lo cruzan, nos hace alistarnos en un grupo y seguir -uno más en el rebaño- la dirección de los demás; es el miedo a caminar a campo traviesa.

El especialismo engendra a criterios estrechos, herméticos, fanáticos y sectarios; es la desorientación en la ciencia y en las ideas; desde el interior de la galería mental del especialismo, ve el mundo por un agujero; no se abarca más que en un trozo del extenso panorama, y los juicios así formados no pueden menos de adolecer de esta limitación. En lo moral, sólo nos parece bueno el que practica nuestra misma virtud; todas las demás virtudes se nos antojan monstruosas. Encallejonados en el especialismo, no es posible la mutua comprensión, ni el mutuo acuerdo, es preciso que salgamos al campo, a la llanura inmensa para entendernos.

La especialización, además, propende a la rutina, al sometimiento a costumbre, al maquinismo de nuestras acciones, que es lo más opuesto a la vida consciente que propugnamos.

ANARQUISMO Y NATURISMO

Los consideró, aunque amplios, como dos especialismos si ideológicos; compatible: por su finalidad idéntica, -la supresión del dolor humano,- y por su parentesco filosófico; ya que los dos coinciden en atribuir al sufrimiento (esclavitud o enfermedad) la misma motivación (apartamiento de la naturaleza, trasgresión de sus dictados, vaciamiento del ambiente) y en confiar el remedio al descuaje de las raíces. Y complementarlos puesto que se ocupan de aspectos distintos, -el uno redime al ser vivo, el otro al ser social-; tan sólo están en pugna cuando están aislados, cada uno en su casilla, tratan de imponer sus respectivos puntos de vista.

La superioridad estos dos idearios, sobre cualquier otro de los procesados por el hombre, radica en la disciplina a que someten los actos (sociales uno, y corporales el otro) del que los profesa, (no, del que dice profesarlos), el entrenamiento consciente en que los ejercita, la amplitud de miras que conservan, aun dentro del sectarismo de la «especialidad», y la exaltación de su humanismo. Éstos dos sistemas filosóficos, por su secretarios, considerados como ideales de termino, con gran perjuicio para ambos; yo creo que salen ganando más, considerados como ideales de paso, como instrumentos que preparan el triunfo del supremo ideal humano; de aquí la ventaja de conservar en ellos la libertad de pensar y la visión de conjunto, de no cegarnos por el fanatismo.

Hay quien va a las ideas conducido por un móvil más o menos egoísta, considerándolas como una meta, como una cúspide, como un punto de descanso a la inquietud; tal, por ejemplo, el enfermo que busca su curación en el Naturismo, y el proletario que acude al Anarquismo como un náufrago a la tabla salvadora; éstos llevan muchas probabilidades de conformarse con la solución de su problema individual, de cuidarse de él únicamente. Pero hay otros que abrazan la idea como una antorcha para alumbrar su sendero que se pierde la lejanía, como un airón que tremolar al viento, como un báculo para ayudarse en la marcha sin fin hacia el ideal inalcanzable; han llegado al naturismo, como al anarquismo, guiados por la luz de la verdad; en seguimiento de la bondad y de la belleza; entre unos y otros, el acuerdo no puede ser más que aparente, su parecido está sólo en etiqueta pues en el fondo le separa un profundo abismo.

EL PROBLEMA PREVIO

Hay un problema inaplazable e insoslayable, palpitante, que demanda con urgencia su eficaz solución, hurgando con su crudeza las fibras estremecidas en nuestra sentimentalidad; esa esclavitud económica con sus frutos sazonados: la miseria, la mesa sin pan, el hogar sin aire y sin sol, el agobiador trabajo y los cerebros yermos.

Escollo que naufraga todo empeño redentor, fragua donde se forjan las cadenas de las otras esclavitudes y matriz donde se engendran las enfermedades más cruel es, no puede menos de merecer la atención despierta del naturismo y del anarquismo, y de concentrar en sí todo el esfuerzo liberador de estos ideales; ellos, con preferencia a todo otro sistema redentor, han de tender a solucionarlo con la premura máxima, pues han de recorrer el más largo sendero.

La esclavitud engendrando el espíritu servil y este fomentando la esclavitud en el lento curso de los siglos, han llegado a formar un círculo vicioso, complicando grandemente su solución. Egoísmos e intereses creados a su sombra, privilegios, poderes y dogmas, en la intimidad económica a aposentados, se oponen como llenas a soltar sus despojos, y es así como adquiere la lucha instintos fratricidas, y aparecen el mundo la sombra y el odio del Caín legendario.

Más la inquinidad, va haciendo despertar los cerebros dormidos va ganando devotos la idea redentora, conquistando voluntades, y creando la tensión la estática fuerza, la marea que lentamente asciende, a falta tan sólo de un pretexto para dar el salto evolutivo que Hugo de Vries descubriera.

Provocar la consciencia, en el humilde como en el poderoso, en el sabio como en el ignorante, en el útil como en el parásito, en el fuerte como en el débil; hacerles conocer a unos su inquinidad a otros esclavitud, y a los demás su pasividad amparadora de la injusticia; el problema no es ya de grupos, de partidos, ni de clases; es, solamente, humano.

La diferencia de procedimiento, que separa las diversas tendencias ideológicas interesadas en lograr la liberación económica, sólo puede desaparecer abandonando cada uno la madriguera de su respectivo ‘especialismo’, haciendo toda dejación del espíritu sectario. Pero la liberación al ser efectiva, en la práctica, en los hechos; no escrita en los códigos y puesta como un ‘iuri’ sobre el madero del sacrificio.

CONCLUSIÓN

La más eficaz palanca de perfección y de progreso, la que pone el sello humano en nuestras acciones, es la Inteligencia; mas a pesar de poseer todos, en más o menos proporciones este destello cerebral, la generalidad de nuestras acciones demuestra que para nada las han influido la inteligencia; son tan rutinarias, tan maquinales, como las de nuestros inferiores en la escala zoológica; pase que un acto que comenzó siendo inteligente se convierta, por fuerza de la repetición y la costumbre, en maquinal, lo que no tiene disculpa, porque rebaja el nivel humano, es la realización de un acto -pasivamente podríamos decir- abandonándose al impulso inconsciente, sin participación cerebral; así, por ejemplo, comemos lo que nos enseñaron a comer, jamás se nos ocurre preguntarnos qué, cómo y cuándo debemos comer, a pesar de la trascendencia de este acto vital.

La educación que se nos da, destruyendo todas nuestras iniciativas e imponiéndonos la sumisión y la rutina es causa importante de nuestro maquinismo.

La inteligencia, como la razón, gozarán de tantas más ventajas en su cometido, cuanto mayores y más numerosos sean los materiales sobre los cuales reaccionen; estos materiales, son fruto de la observación y de la experiencia (acumulados en la ciencia o diseminados en la vida); además, la función desarrolla al órgano, y la actividad del órgano, perfecciona la función; de aquí la ventaja real de su cultivo.

Un acto puede ser cerebral es decir mentalmente elaborado y sin embargo no ser consciente; en cambio todo acto consciente es cerebral. La inconsciencia, por otra parte puede simular la ignorancia, y viceversa esta simular a aquella. (Con lo que las páginas esta revista hemos dicho sobre el particular creo bastará para hacer comprensible el tema).

¡Generaciones conscientes! Hombres que demuestren con sus obras que lo son; que no imiten lo que ven, que no se sometan a la costumbre sino luego de haberla interrogado, que no se plieguen a una pasión, ni se esclavicen a una víscera, sino luego de ver a dónde les conduce; conocedores de su psicología para poder desenmascarar al inconsciente cuando se disfrace de razonable. Esta es la obra a que consagramos nuestros esfuerzos.

Son nuestros auxiliares: la Eugénica, ciencia que trata de juntar en los generadores las más óptimas condiciones a fin de lograr descendencia sana robusta y fuerte.

La procreación consciente a cuya difusión se viene consagrando esta revista.

La pedagogía y la puericultura, ciencias del niño, encaminadas al cultivo racional de todos sus posibilidades físicas e intelectuales.

Y el Naturismo, que además ideal filosófico, es culto de salud y de vida, y sistema médico (prevención y curación de enfermedad) cuya superioridad sobre la medicina oficial trataré de demostrar en estos artículos de divulgación que comienzo con el presente.

Empecemos por hacer conscientes los actos voluntarios de nuestra vida vegetativa; ello no servirá de provechoso entrenamiento y beneficiará saludablemente nuestros organismos que forman el «Supstractum» del ser intelectivo de que nos vanagloriamos.

“Generación Consciente”, en Generación Consciente nº 15, Alcoi, octubre de 1924.

GENERACIÓN CONSCIENTE II

EL NATURISMO

El naturismo es, no sólo un sistema médico que trata de curar las enfermedades por los agentes naturales y de prevenirlas por la exaltación de nuestras fuerzas defensivas, y un sistema filosófico que busca la solución de los problemas humanos (individuales y sociales) en el libro de la naturaleza, sino también un régimen de vida que por el racional cultivo de todas nuestras posibilidades orgánicas y psíquicas, aspira al logro de la Perfección humana.

Dejando a un lado los extremismos y ridiculeces del fanatismo, (roña que padecen todas las doctrinas) y la cerril intransigencia de los ‘encasillados’, mencionaré los principales postulados en que, el Naturismo fundamenta sus ideas.

La degeneración del hombre, como sus múltiples enfermedades, provienen de su apartamiento de la Naturaleza y de su forzada adaptación a medios de vida artificiosos impuestos por la civilización actual.

El progreso presente es falso y aberrante, puesto que en lugar del bienestar humano, proporciona sólo el de una casta, que no es la mejor, ni la más digna, ni siquiera la más numerosa; en él, la inteligencia está al servicio del capital, en vez de estarlo al de la humanidad. Al construir tina casa, trazar una calle o extender el radio de una población, no se tiene en cuenta la higiene y la salud de sus habitantes, tanto como el interés del capital invertido, el derecho de la propiedad vecina, la moda o el capricho del constructor, Y sin embargo todos estarán conformes en reconocer la primacía de la higiene y la salud.

La regeneración del hombre podrá lograrse, por tanto, volviendo al hombre a la Naturaleza y llevando la civilización por cauces inteligentes y humanos.

En nosotros mismos, es decir, en nuestra organismo viciado, es donde radica la principal esencia de nuestras enfermedades así como en nuestro sometimiento a los instintos y pasiones, en nuestra irracionalidad preponderante, reside el principal fundamento de las iniquidades humanas, Por esto se propone curar la enfermedad por la depuración orgánica y suprimir las fuentes del dolor humano, el desbordar de las pasiones, por el auto-dominio y la auto-redención. He dicho la principal, porque no las creo únicas. Arruinado como está el concepto de ‘casualidad’ sabemos que todo hecho se debe a numerosas y complejas determinantes, conocidas unas, ignoradas otras, y que en realidad no puede hablarse de la causa de un fenómeno que es función de muchas circunstancias, tal ocurre con la enfermedad, cuyas múltiples causas se han clasificado de mil modos, y nombrado de cien maneras. Para la medicina oficial, la causa de una pulmonía por ejemplo es el preumococo cuya invasión es preparada por un enfriamiento; para el naturismo, la causa es la alteración humoral por hábitos de vida inconvenientes y la quiebra de las defensas orgánicas por el desuso y la incultura; para otros sería el régimen económico que le obligaba a vivir antinatural y antihigiénicamente, la herencia, mediante la cual heredó de sus padres una predisposición o un órgano débil, la exaltación de la virulencia del preumococo por la detestable organización social de las ciudades » las une abundan focos pestilentes, falta la acción antiséptica del sol, y se respiran atmósferas nocivas (cafés, teatros, casinos etc.) y todos tendrían razón.

En nosotros reside una parte de las determinantes de nuestro sufrimiento físico y mental; ella es la que más próxima a nuestra influencia nos es dable suprimir, es la que más obligados estamos a suprimir, pues las otras determinantes que a nuestro alrededor pululan, atañen a la colectividad y no pueden ser influidas por el individuo aislado.

En el ambiente en que vivimos, existen agentes nocivos (frió o calor excesivos, alimentos, atmósferas viciadas, microbios de virulencia exaltada, etc.) que tienden a destruir nuestro equilibrio vital, nuestra salud; para evitarlo existen fuerzas y protecciones en nosotros, que se llaman defensas orgánicas; en virtud de la adaptación, las defensas se perfeccionan y permiten la habituación a los agentes nocivos, pero esto, sólo se realiza dentro de ciertos límites. La enfermedad, no es otra cosa que una agudización de este lucha, bien por aumentar la nocividad de los agentes nocivos, o por debilitación de las defensas orgánicas; termina por la vuelta a la normalidad o por la muerte, restableciéndose el equilibrio, en suma; pero existe una tercer manera de solucionarse la enfermedad crónica, en la que las defensas se amortiguan y el organismo se adapta al estado del mal.

La prevención de las enfermedades ha de conseguirse evitando el sobrepasar los límites de la adaptación, cultivando las defensas orgánicas, y suprimiendo aquellas condiciones que aumentan la nocividad de los normales constituyentes del medio con los que nos es forzoso convivir.

Todos los actos de nuestra vida están presididos por la rutina y la inconsciencia. Hacemos lo que vimos hacer, lo que nos mandan nuestros instintos o nos exigen nuestras pasiones; obramos con animal pasividad; y estamos obligados a diferenciarnos de los animales en algo más que en la forma y en el lenguaje. Antes que lo acertado de un acto debe preocuparnos su motivación. En esta depuración racional, debemos comenzar por hacer conscientes nuestros actos vegetativos, (alimentación, respiración, ejercicio, reproducción, etc.) Bueno o malo nuestro acto, que sea cuando menos manifestación de nuestra volición consciente de nuestro inquisitivo conocimiento.

La alimentación más conforme con nuestro aparato digestivo y con nuestra nutrición es la vegetal, (frutas, verduras, cereales, raíces) ella es suficiente, y más que suficiente para la nutrición del hombre en todas las edades.

Antes de someternos a la sensualidad, al instinto o a la rutina, debemos ajustar la alimentación, como todos nuestros actos, a la razón, iluminada por la ciencia. El vegetarismo, tiene muchas ventajas sobre el carnivorismo; el vegetarismo, es el régimen alimenticio que exige menos operaciones culinarias, con las que se consigne alterar la calidad y el poder nutritivo del alimento; es el que proporciona más normales estímulos (masticación, digestión, peristaltismo, etc.) el que ofrece el alimento en más naturales y ventajosas condiciones (en estado vivo sin descomposiciones y alteraciones;) el que aporta menos cantidad de tóxicos y el más abundante en vitaminas (substancias necesarias a la vida).

Hay más razones que las sentimentales para prescribir el sacrificio de animales inofensivos a fin de usar su carne como alimento; las carnes, (de las que no se exceptúan los pescados), necesitan de guisos complicados y excitantes producen un estímulo exagerado a la secreción gástrico y por su escaso residuo no excitan el peristaltismo, acarreando el estreñimiento; contienen gran cantidad de venenos, y suministran una albúmina gastada, muerta, descompuesta y alterada; son origen de gran número de enfermedades, y aumentan considerablemente los gérmenes nocivos y las putrefacciones intestinales.

Existen además razones anatómicas para proscribir la alimentación cárnea como nuestra dentición y nuestras glándulas sudoríparas, aunque no son necesarias, pues para ello, basta la consideración de que no las necesitamos.

No se trata de hacer cuestión cerrada del vegetarismo; la alimentación antes que vegetal, debe ser consciente Y racional por ser vegetales, no aceptaremos los nocivos, los tóxicos, como el café, el té, los vinos, el tabaco, etc.; ni por ser animales, desecharemos la leche, los huevos, la miel etcétera, la alimentación debe ser sobria (¿para qué comer más de lo necesario?) amoldada al gusto, escasa, en substancias nocivas y albuminoides, (por lo que usaremos poco de las legumbres secas, el queso seco, etc...) con adecuada cantidad de celulosa, necesaria al intestino para que cumpla su función evacuadora. Si el hombre fue primitivamente carnívoro o herbívoro, no debe interesarnos tanto como si éste o aquel alimento es nocivo o beneficioso para nuestro cuerpo o nuestra salud.

Permítaseme una digresión; se cita tantas veces a la razón que será bueno aclarar nuestro concepto de la misma; la razón más que una facultad psíquica variable de unos a otros individuos, es una operación mental, mediante la cual elaboramos juicios con nuestras ideas, contrastando su valor con la observación y la experiencia; de varias premisas conocidas deducimos una conclusión; por esto varía la razón de unos a otros individuos porque varía igualmente el caudal de ideas que la solicitan; si la razón llega a engañarnos, es porque los elementos con que trabaja son insuficientes. La razón de un sabio no creo que se distinga de la de un gañán; a éste los conocimientos de aquél y las dos llegarán al mismo resultado.

Lo que perjudica a la razón es el conocimiento insuficiente o incompleto; entre las ideas determinantes de nuestra razón, hay unas que nos son conocidas; en cambio, otras inherentes a nuestra psicología o inconscientes, permanecen ignoradas a pesar de intervenir en nuestros raciocinios; es necesario que las tengamos presentes cuando pretendemos que otro discurra del mismo modo que nosotros; entre estos elementos desconocidos se cuentan los prejuicios, la rutina, nuestras pasiones y afectividades, que es preciso no desdeñar; especialmente estas últimas, son elementos humanos dignos de pesar en la balanza de la razón. Los mayores enemigos de la razón, son la ignorancia, el sectarismo, la obcecación, y el no admitir más elementos de raciocinio que los propios.

Nuestra vida, por tanto, no puede ser racional, si empezamos por ignorar lo que nos beneficia o daña pero, basta con que se ajuste a la razón del individuo y que éste se esfuerce por adquirir los elementos de juicio que a su razón faltan.

El naturismo como régimen, tiende a imponer al hombre el poderío de su voluntad consciente, sobre el bajo fondo animal (instintos, pasiones, sensualismo etc.) dándoles hábitos de auto-depuración y de auto-dominio; el cultivo de su cuerpo por los agentes naturales: sol, aire, luz, agua, alimentos etc.; el ejercicio de sus defensas curtiéndolas en el uso moderado; y la regeneración física del individuo.

Aunque es indudable la acción del alimento y género (le vida sobre la moralidad del hombre, sobre sus sentimientos, puesto que éstos, tienen su origen en nuestro organismo, la regeneración moral no puede esperarse, como un milagro, de la virtud del régimen naturista; ésta ha de ser consecuencia de la actividad auto-depuradora del mismo individuo; de la introspección descubridora de pasiones y sentimientos, y del esfuerzo por ponerlos al servicio de la voluntad.

Hace al hombre libre de si mismo, que es condición precisa para llegar a serlo de los demás. El naturismo no es ningún rótulo, ni distintivo para llevar en la solapa; para ser naturista no es suficiente llamárselo ni seguir servilmente sus preceptos como si se tratase de dogmas; el naturismo ha de estar en los hechos, por lo cual puede ser más naturista el que no se lo llama, que el que se jacta de serlo.

“Generación Consciente II”, en Generación Consciente nº 16, Alcoi, noviembre de 1924.

GENERACIÓN CONSCIENTE V

ASPECTO MÉDICO DEL NATURISMO

Aspecto profesional. El concurso del médico naturista, no precisa de la asiduidad ni de las reiteradas visitas del alópata, puesto que más que la evolución de la enfermedad le interesan las características constitucionales y morbosas del enfermo. Entre las prescripciones terapéuticas del Naturismo reina mayor unanimidad que entre las de la medicina clásica, en la que es rareza suma encontrar dos médicos que coincidan en el mismo tratamiento.

El médico Naturista, no está libre de los defectos y vicios del médico alópata ya que de la dispensación de sus conocimientos ha de obtener sus medios de subsistencia. Su ideación puede verse perturbada por las mismas circunstancias que perturban la de los demás; la prisa, la intranquilidad, lo desagradable del caso o del momento, las preocupaciones y otros mil factores impiden muchas veces obtener el mayor y más óptimo rendimiento de sus conocimientos y mentalidad. El enfermo debe tener presentes estos motivos trastornadores, y sobre todo convencerse de que es malo confiar al esfuerzo de otro los propios asuntos, y especialmente la salud. Está ya muy desacreditado el redentorismo.

El Naturismo tiende a hacer innecesario el médico, poniendo a todos en posesión del patrimonio intelectual guardador de la salud y de la vida. Para ello trata de suprimir en el individuo las causas de la enfermedad; impone hábitos higiénicos; prescinde de todo lo nocivo; simplifica la terapéutica y pone el remedio al alcance de todas las inteligencias y de todos los bolsillos. La trofología, (ciencia de la alimentación) ha dado un gran paso en la unificación del remedio, digno remate de la unificación de la enfermedad. La prevención de la enfermedad, no puede confiarse a la actividad de los médicos, ni debe esperarse de fumigaciones, antisépticos y vacunaciones. Ha de lograrlo, el individuo liberándose de sus vicios y transgresiones, fortaleciéndose en el contacto de la Naturaleza, combatiendo sus taras y predisposiciones, y la colectividad, arrancando de cuajo las instituciones sociales que la fomentan.

Obstáculos a su difusión. El Naturismo, choca abiertamente con la ciencia oficial, con la opinión general, con los prejuicios y las ideas consolidadas por la costumbre, pero especialmente con el fondo vísceral inconsciente del individuo; protestan irritados los hábitos adquiridos, y la paz interior opone su resistencia enconada a la subversión que la amenaza. El esclavo de un vicio, el perezoso, el abúlico, el que ha tomado postura, opondrá la misma resistencia al Naturismo, que el Estado a las ideas disolventes. ¿Cómo aceptar unas ideas que tratan de derribar el orden establecido, en el que tanta tranquilidad se disfrutaba, imponiendo sacrificios, esfuerzos de voluntad y privaciones, sin más compensación que la satisfacción del triunfo sobre uno mismo? Aparte el estudio defectuoso, el desconocimiento, o la experiencia equivocada, nada hace tan repulsivo al Naturismo como ésta participación del inconsciente.

La enfermedad con sus cronicidades ante las que tan impotente resulta la medicina oficial, lleva a muchos al Naturismo, como la dependencia económica conduce a otros, al anarquismo. Son los menos los que abrazan estos idearios sin necesidad de revulsivos.

Liberación individual. Por doquier nos rodean cadenas. Somos esclavos de la Sociedad; de sus instituciones de sus iniquidades, de sus dogmas y costumbres. Somos esclavos de nuestro cuerpo; de sus pasiones, de sus debilidades, de su sedimento de animalidad.

Lo somos, incluso, de los que nos rodean; una rutinaria alimentación nos hace depender del concurso de los demás y de la ayuda de la cocina que ha sido llamada la «celda de la mujer». Estoy lejos de equiparar unas a otras las diversas esclavitudes; mi sensibilidad me hace percibir todo el dolor y la impaciencia desesperante de la económica, matriz de todas las demás. Comprendo también la imposibilidad material de redimirnos de todas, como por ejemplo, de los que dependen de nuestra naturaleza, pero si no lo viera en la práctica no concebiría como puede pretender liberarse de una esclavitud el que soporta a gusto las de más, incluso las que de él dependen.

El Naturismo facilita al individuo su liberación integral. Le redime de la enfermedad, de sus vicios, de sus desequilibrios viscerales; depurado el sentido del gusto no precisa de los excitantes culinarios; el crudivorismo hace innecesarias la cocina y la funda. Está mejor dispuesta para hacerse independiente de los demás, el que empieza por serlo de sí mismo.

¿Por dónde empezar? Para el anarquismo, las esclavitudes sociales son las primeras a desarraigar, ya que la económica y la política perpetúan y fomentan las demás. Para el Naturismo, en cambio, la libertad individual -auto-redención, auto-independencia- ha de ser la base de las demás y la garantía de una eficaz liberación integral. Conseguir primero lo que está en nuestras manos, como base para lograr lo que solo colectivamente se puede alcanzar. Los dos idearios, sin embargo, no se repelen sino que se compenetran; de su compenetración, de su fusión íntima, nace la esplendente luz que anuncia un nuevo día y una vida mejor edificada sobre más humanos fundamentos y más en armonía con la Naturaleza.

“Generación Consciente V. Aspecto medico del Naturismo”, en Generación Consciente nº 19, Alcoi, febrero de 1925.

HABLEMOS DE NATURISMO:

EL RÉGIMEN ALIMENTICIO

La unidad propia de rebaños o de ciencias sesudas y dogmáticas, es difícil encontrar la en un ideal en el que predominan individualidades y en una ciencia demasiado joven y en franca evolución. En el naturismo existen las más diversas opiniones, no tan sólo acerca de su alcance filosófico o de su trascendencia social o de su virtualidad regeneradora, sino que también en su aspecto médico y en la determinación del régimen alimenticio óptimo.

En este y sucesivos artículos voy a tratar de señalar los puntos de contacto y de conformidad entre naturistas, lo que todos pueden afectar por ser ya cuestiones ventiladas por la ciencia. Sirva ello de homenaje al espíritu inquieto y afanoso es saber que en números anteriores se manifestó en estas columnas por la pluma fácil del camarada Caro Crespo.

Los perjuicios y trastornos que a nuestro organismo produce el régimen alimenticio consagrado por la costumbre y por la rutina, son tan evidentes que no necesitan demostración. A falta de tales efectos, hubiera bastado su total despegó de la ciencia y su despreocupación de la salud, para que los afanosos de perfección y de poner sus actos en armonía con su razón, tratarán de buscar un régimen alimenticio adecuado a su naturaleza, guardador de su salud y vigorizador de su organismo.

Todo individuo debiera aspirar a controlar sus actos: a observarlos, a encontrar su ‘por qué’ y a confirmarlos o hacerlos variar con arreglo a sus conocimientos o a su aspiración. Auto-educación, que se impone al adulto para reparar los daños de una mala educación, o de un total abandono educativo padecido en la infancia. Y lo que más derecho tiene a revisión, es, por su importancia de prioridad vital la alimentación.

La alimentación ordinaria que sólo atiende a halagar el gusto, es dañina por su toxicidad, inconveniente por el exceso de albúminas, antinatural porque altera y destruye la vida de los alimentos y porque ofrece una estimulación exagerada o nula al aparato digestivo.

Los naturistas están conformes en reconocer los perjuicios que acarrea el consumo de la carne. La observación y la ciencia nos demuestran que aumenta la septicidad intestinal, en que acidifica nuestros humores, que contiene substancias venenosas y que nos ofrece materiales muertos y en estado más o menos incipiente de descomposición cadavérica. Nuestra dentición es insuficiente para masticarla: no estimula el peritaltismo intestinal por la escasez de residuo; y por su exceso de proteínicos es causa -hereditariamente acumulada- de las enfermedades llamadas de nutrición y comprendidas bajo el nombre de Artritismo.

Otras razones menos objetivas, pero no menos poderosas, impulsan a la mayoría de los naturistas a proscribirla de la alimentación, ya que la experiencia demuestra además que no es indispensable al hombre. A pesar de ello hay naturistas que culpando de los males al abuso, toleran la alimentación carne a, aunque recomendando su uso mitigado y en la comida del medio día.

La misma conformidad reina en la proscripción del alcohol, del café, de los condimentos excitantes, etc.

Si deseamos evitarnos el daño que la alimentación ordinaria pueda acarrearnos, debemos decidirnos a abandonarla y hemos, por tanto, de pensar en sustituirla. Para ello, empezar por conocer cuál es el alimento más adecuado a nuestro aparato digestivo, más conforme con nuestra nutrición, más beneficioso a nuestra salud y vigor corporal; mejor adaptado, además, a nuestra individualidad y a nuestro gusto.

Los vegetales son más adecuados a nuestro tubo digestivo que la carne, porque, estimulan más normalmente sus funciones (masticación, digestión, peristaltismo...), dan lugar apenas a putrefacciones y fermentaciones intestinales y reducen el número de microbios en el intestino. La albúminas vegetal, aunque menos digestible que la animal, es más viva, más íntegra, menos descompuesta, y por lo tanto ha de permitir aprovechar mayor cantidad de energía en los cambios metabólicos y suministra a nuestras células materiales menos gastados. En la alimentación vegetal, mejor que la mixta, podemos encontrar la proporción debida entre sus diversos componentes fundamentales: albúminas, y hidratos de carbono, grasas, sales y vitaminas. La variedad innumerable de alimentos permite la elección de regímenes alimenticios diversos, según las preferencias y gustos individuales y según las ideas que presida la elección. Estando suficientemente probado que el alimento crudo es superior al cocido o al necesitado de culinarismos, y siendo al mismo tiempo más natural, en el reino vegetal, especialmente entre las frutas, nos es dable encontrar una gran diversidad de regímenes que para ser mejor digeridos o masticarlos, no precisan de cocción ni de preparaciones previas.

No todos los alimentos vegetales disfrutan de esas ventajas: por ejemplo, las legumbres que constituyen el alimento obligado de las tres cuartas partes de los españoles, pueden ser incluidas entre los alimentos inadecuados, dado el exceso de proteínas que proporcionan, por lo que ha sido denominados carne vegetal.

Aunque las proteínas son también energéticas, dan como productos finales de su metabolismo productos tóxicos (urea), mientras que los hidratos de carbono y las grasas sólo dejan como residuo agua y anhídrido carbónico.

Un régimen alimenticio, para ser bien estatuido, deberá reunir las siguientes condiciones:

1. Contener una porción normal y suficiente (mi excesiva, ni escasa) de materiales plásticos (albúminas), energéticos (hidratos de carbono y grasas) y catalíticos (sales y vitaminas). Las experiencias de Chittenden y sus discípulos, han demostrado suficientemente, y a diario puede comprobarse, lo que sale ganando la actividad general y especialmente el vigor muscular con un mínimum de alimentos plásticos, que exhibían son necesarios en la infancia juventud, cuando mayor es el desarrollo, luego apenas son necesarios, si no es para reparar las pérdidas. Ésta cantidad ha sido precisada en 20 gramos diarios.

2. Ofrecerse en el mejor grado de digestibilidad natural y en el menor de desintegración vital. No precisar culinarismos ni de excitantes digestivos. Preponderancia de alimentos crudos.

3. Ser sencillo, constando en cada comida del menor número posible de manjares, para evitar posibles incompatibilidades digestivas de orden químico.

4. Adaptado a las características individuales y especialmente al volumen estomacal.

5. Producir una estimulación normal, ni exagerada ni escasa de las funciones digestivas. El jugo gástrico se adapta a la clase de alimento y variar con él. El estimulante normal de los movimientos intestinales es la celulosa (residuo indigestible de los alimentos, abundante en el reino vegetal), y

6. No contener materias tóxicas, ni ser causa directa de enfermedad.

Las disparidades empiezan a existir cuando se trata de la aplicación de estas ideas rectoras. Así, por ejemplo, los productos animales (leche, huevos, queso, mantequilla, miel,), son defendidos por unos y considerados como alimentos naturales, al par que otros los proscriben por su procedencia y su abundancia de proteínicos. Su digestibilidad, su carácter de alimentos vivos (leche, huevos, miel), a causa de su estado coloidal, y la consideración de que constituyeron parte de alimentación natural del hombre -si es cierto que éste usó en algún tiempo del alimento natural-, hace admitirlos en la alimentación racional, siempre que su uso no sea exagerado y en las condiciones en que menos se destruya su organización (leche cruda, huevos pasados por agua). Para algunos sería necesaria al hombre la absorción de una cierta cantidad de albúmina animal, cosa no confirmada por la experiencia, y según ciertos fisiólogos el vigor muscular resultaría beneficiado con su consumo, pero las experiencias en que apoyan su afirmación adolecen de un defecto capital, pues no se ha tenido en cuenta la desadaptación al alimento natural, o mejor dicho, la viciosa adaptación a la alimentación corriente de los sujetos de la experiencia (atletas a los que se sometía a un régimen exclusivamente vegetal).

Sin que exista, por tanto, ninguna razón que abone lo indispensable de su uso, los productos animales pueden formar parte de una alimentación sana, natural e higiénica.

Más acalorada y reciente, está la discusión sobre las incompatibilidades de los alimentos, cuestión demasiado joven para que podamos, en ella, tomar posiciones y adoptar convicciones terminantes. La alimentación es una ciencia difícil, sobre la que aún muy poco se ha preocupado el hombre. Y no obstante, es posible esperar de ella nuestra regeneración física y especialmente la previsión y curación de enfermedades. Sus adquisiciones actuales son tan escasas y sujetas a revisión que aún no pueden servirnos para elegir las mejores mezclas y combinaciones de alimentos y apenas nos descubren las más palmarias incompatibilidades.

Como la medicina naturista, la medicina escolástica, admite los inconvenientes de la alimentación cárnea, las ventajas del míninum de proteicos, el nulo poder alimenticio del caldo de carne y el escaso, además de la toxicidad, del jugo de carne, que sólo tienen valor a título de excitantes digestivos. No los proscriben, sin embargo, como no proscribe el alcohol ni el tabaco cuyos nefastos resultados conoce mejor que nadie. Es el miedo a abandonar los caminos trillados de la rutina, sustituyéndolos por otros nuevos que es menester aprender: es el temor a cambiar la pasividad por un esfuerzo sostenido, lo que impide llevar a la práctica las convicciones. Y también, la necesidad de ponerse a tono con la necedad de las gentes.

“Hablemos de Naturismo: El régimen alimenticio”, en Generación Consciente nº 26, Valencia, septiembre de 1925.

NEOMALTHISIANISMO

El neomalthusianismo es una idea nueva que choca abiertamente con la moral y el interés de la sociedad presente. Se le oponen prejuicios alborotados, protestas de ofuscación, reparos especiosos. Casi ni merecen ser tenidos en cuenta para quien ha juzgado ante su conciencia a la sociedad y la ha condenado a total subversión. Pero vamos a mencionar los argumentos con que se le combate.

Impugnación. Se la tiene por idea inmoral de cabo a rabo. Porque exige hacer la luz sobre la sexualidad, cosa obscena, que siempre se ha tenido en tinieblas. Porque impone premeditación en un acto que siempre se ha tenido por inmundo; por lo mismo se considera inmoral divulgar los medios de preservación de las enfermedades venéreas. Y porque da al hombre un poder antes reservado a la divinidad: el control sobre el número de hijos. No hay que decir que en esta conceptuación de inmoralidad anda de por medio la religión, siempre obscurantista y siempre retardataria.

Se la tiene por idea antisocial. Se teme que si se divulgan los medios de evitar el embarazo, nadie quiera tener hijos. Hacen al individuo la ofensa de creerlo peor de lo que es. «Si no cinta ni roba, es por miedo a caer en las mallas del Código y en la sanción de la Justicia, ante los fusiles de los guardadores del orden.» «Si se reproduce todo cuanto puede es porque desconoce los recursos para evitarlo.» Son las ideas simplistas, y desacreditadas por la experiencia, que profesan las gentes que dirigen la sociedad. La natalidad es cierto disminuiría notablemente, pero no tanto que entrañaría un peligro para la conservación de la especie. Disminuiría, eso sí, la carne de cañón y el número de brazos, y a causa de la organización social se perjudicaría el falso interés nacional.

Pero no hay motivos para la alarma, porque la anticoncepción la practican ya, con mayor o menor acierto, las clases cultas. Y este no debe ser un privilegio más.

No faltan, incluso, hombres de espíritu abierto y de liberal prestigio que combaten las prácticas neomalthusianas como ideas disolventes propias de cerebros exaltados, de seres desequilibrados que se encargan, con sus propias ideas, de eliminarse a si mismos evadiéndose de la reproducción. Ni tampoco impugnadores meticulosos que lo combaten en nombre de la divina ceguera y de la encantadora impulsividad del instinto, al que debernos entregarnos con plena dejación de la actividad mental.

Defensa. En lugar de entretenernos en refutar esta argumentación en contra, vamos a exponer las razones cine que nuestro concepto abonan el neomalthusianismo.

Desde el punto de vista de la moral biológica, la única, a estas alturas, digna de respetos, es bueno todo lo que contribuye al bienestar y a la felicidad del individuo (el bienestar y la felicidad de la colectividad es de muy difícil interpretación), y malo todo lo que es causa de desgracia o de dolor humano. Es inmoral por lo tanto la familia numerosa, porque supone la esclavitud de la madre, el estrago de su organismo, la falta de cuidados a los hijos, y hasta su defectuosa o mala crianza. Es tanto más inmoral cuanto más baja sea la posición económica de la misma. Es moral, en cambio, limitarse a tener solamente los hijos que bien se pueden criar y educar.

La cualidad de más rango zoológico, la más digna de la superioridad humana, es el dominio sobre los propios actos, y, sobre todo, el control sobre los instintos. Ser dueño del acto reproductor, en lugar de esclavo de él, es una aspiración noble y muy digna de lo humano. Consecuencia lógica de su afán de progreso y de perfeccionamiento. Aprovechar las mejores condiciones para reproducirse, hurtarse al riesgo de perpetuarse cuando las condiciones no son propicias, saber evitar el hijo enfermo, limitar la reproducción a las posibilidades y aspiraciones del individuo, son apetencias elementales que toca conquistar al individuo. Si no hay acto de más gravedad y trascendencia que el reproductor, ninguno debe merecer más seria meditación que él.

Pero hay más. El hombre tiene una necesidad fisiológica, de cuyo normal cumplimiento depende el equilibrio de la sexualidad y muchas veces el del espíritu. El acto reproductor depende de él, pero no está de acuerdo con sus necesidades. Es decir, que no todas las veces que se siente la necesidad de cumplir lo imperioso del instinto sexual fuente la -más pródiga de placer sensorial- se siente ni se puede satisfacer al mismo tiempo el neto reproductor. Luego, si están en desacuerdo, y hay veces, ¡muchas veces!, en las que el acto sexual no puede ser reproductor, sino que hay que procurar que no lo sea, están ya justificadas las prácticas anticoncepcionales. El espíritu moderno ha afirmado ya el derecho a la cúpula no reproductora, el derecho a gozar del amor por el amor mismo.

Luego, hay razones concretas, de fría razón, como las de orden médico y las eugenésicas. Casos de mujeres que no pueden procrear por enfermedad o mala conformación orgánica. Casos de individuos que no deben reproducirse por padecer enfermedades hereditarias, o taras morbosas transmisibles. La lista es numerosa y muchos de ellos, de fácil apreciación por el médico, que está en la obligación de suministrar los pormenores necesarios. Como, aun son muchos los médicos maniatados por el prejuicio, cuando no incapacitados, por su ignorancia sobre la cuestión, se da con frecuencia el caso de que el médico lo fía todo a la «voluntad divina», y ésta suele permitir la muerte de la madre en el parto imposible y el engendro de seres condenados al sufrimiento y a servir de penoso lastre a la colectividad.

Génesis. No podemos omitir la sugestión que da nombre al sistema. Malthus, pastor protestante inglés, demostró en libros magistrales y documentados que aun son de actualidad, el desacuerdo existente entre el incremento de la población y el del alimento. Al paso que aquél progresa en progresión geométrica (1, 2, 4, 8, etc.), el alimento lo hace en progresión aritmética (1, 2, 3, etc.), de donde se deduce que llegará día en que el alimento sea insuficiente a sostener la población del globo. El aumento de población está detenido por las epidemias y las guerras, tanto más propicias cuanto más exceso de población exista. La producción de la tierra está aumentada por los cultivos intensivos, pero tiene un límite, tanto en la productividad del suelo como en las condiciones que el alimento ha de reunir para que no perjudique a la salud del hombre. Hoy se nota ya el grave inconveniente de los cultivos intensivos y del empleo de los abonos químicos, por el déficit mineral de los alimentos, que es causa de variadas enfermedades. Para evitar este conflicto entre la sobrepoblación y la insuficiencia del alimento, Malthus aconsejaba el restringir la reproducción, sin aconsejar otro procedimiento que la castidad. Aunque el problema aún esté hoy planteado en los términos universales en que lo quería Malthus, este conflicto existe con distintos matices en las diversas naciones y a causa de su especial régimen económico.

Todo el mundo sabe que el número de obreros sin trabajo aumenta de día en día. De este modo, la sociedad capitalista proclama la sobra de bocas, y el obrero con familia numerosa ve que el salario es manifiestamente insuficiente para atender a la indispensable alimentación. De este modo nace una nueva concepción de la idea de Malthus, el neomalthusianismo, afirmando el derecho del obrero a mejorar su posición económica y el del proletariado a no aumentar el número de los sin trabajo. Y este sistema que se ha ido enriqueciendo con aporte de argumentos y de hechos científicos, ha proclamado la legitimidad de los procedimientos anticoncepcionales como el más eficaz remedio para limitar los nacimientos.

Las dos maternidades Pero desde ningún punto de vista es más defendible el neomalthusianismo que desde el de la maternidad consciente. Derecho de la madre a serlo plenamente y a dejarlo de ser. Emancipación de la mujer de la esclavitud de su sexo: el parir incesantemente.

Cuando los poetas y moralistas cantan la excelsitud de la maternidad convendría saber a qué clase de maternidad se refieren: si a la de parir y criar los hijos con la inconsciencia del animal, que más se mide por el número que por la clase, o la de concebirlos en la mente antes que en la matriz y consagrarse a su educación y cultivo con el fervor y el entusiasmo de un ideal cumbre. Esta última se revela en la calidad selecta del hijo único, o a lo sumo, de la parejita modelo. Si se refieren a la primera las loas pueden, con la misma o mayor justeza, dirigirse a cualquier animal. Los insectos suelen ser modelos de esta clase. Las ratas y los conejos merecerían también toda suerte de elogios. Pero si se refieren a la maternidad de rango humano, espiritual tanto corno corporal, y trascendiendo más allá de la lactancia y aun de la niñez tienen por fuerza que estar a nuestro lado. Por su misma intensidad y por la absorción que implica, no puede prodigarse. Un nuevo hijo obliga a descuidar y a veces a abandonar a los anteriores. La madre que lo es de modo múltiple no puede, aunque lo quiera, ejercer plenamente su solicitud maternal sobre los hijos, velar su sueño vigilar su salud, cuidar de su educación primera y fundamental.

Esta maternidad que quiere prolongarse más allá de la lactancia rodeando de ternura y mimo la infancia del hijo, es la que necesita y exige el control sobre el acto generador: el poder evitar la concepción no deseada.

Pero la maternidad tiene también su prosa, sus aspectos lamentables, que no suelen alcanzar a ver ni los poetas, ni los moralistas. Hay la madre reseca de afectividad, irascible y sin ternura; hasta la madre embrutecida por la miseria o por el alcoholismo. Y existe, con sus tonos apagados de desilusión y de disgusto, la madre que lo es a su pesar por ignorancia o por impremeditación; que recibe al hijo con animadversión contenida, la que no suele desaparecer ni a través de las suaves incitaciones afectivas que supone la lactancia al pecho.

Nada se adelanta con acusar a estas madres de descastadas y obligarles a tener un amor que no sienten. Si ninguna virtud es buena a la fuerza, ésta de la maternidad no puede acarrear más que estragos.

A la mujer se la ha educado en esta esclavitud reproductora. Al hacerse madre, la mujer renunciaba a disfrutar de la vida y se consagraba de lleno a la misión de parir. Así el marido esclavista era más libre de andar solo y hasta tenia más pretextos para sustituir a la mujer. La mujer ponía su ilusión de felicidad en la otra vida, malograda su esperanza de disfrutar en ésta, y se constituiría en núcleo de religiosidad en el hogar.

La influencia de la religión hay que verla en esto, como en todos los aspectos sociales, ya que ha ejercido su dominación durante muchos siglos. Del despertar emancipador de la mujer de su condición de paria, reproductor, como del despertar emancipador del obrero de su servidumbre económica, ningún enemigo es más celoso ni tiene menos fundamento aparente que la religión.

Los privilegiados cantan las excelencias del trabajo, pero han cargado su peso sobre el proletariado. Del mismo modo cantan las virtudes de la maternidad, pero cuidan de confiarles la misión a los desheredados. Para que aquellos descansen o se reproduzcan parsimoniosamente, estos han de trabajar y reproducirse sin limitación.

Realización. Aceptada la idea, reconocida su importancia y bondad, sólo queda salvar el escollo de la eficacia de los procedimientos que permiten su realización. La medicina necesita contar con recursos de empleo fácil y seguro, para evitar la transmisión de enfermedades y el riesgo grave de muchos embarazos y partos y lactancias. La eugenesia precisa también del recurso eficaz para evitar la generación de defectivos y anormales. El proletariado que lo tiene por táctica de lucha individual para atemperar su indigencia económica e insurgirse contra el Estado, precisa contar con medios asequibles por su baratura y sencillez. La mujer necesita la garantía del control si ha de esplender en la exaltación cerebral de la supermaternidad.

Dada su clandestinidad, obligada de más a menos en todas las naciones, los remedios anticoncepcionales no han alcanzado aún la perfección que sería de desear, pero no obstante ofrecen ya garantías de inocuidad y de seguridad, que es de esperar vayan en creciente aumento y en progresiva superación.

Estudios, Valencia, nº 86 octubre de 1930.

MORAL SEXUAL

Las normas a que debemos ajustar nuestra conducta, la finalidad que deben perseguir nuestros actos, el imperativo que debe presidir en nuestra conciencia, nuestra moral, en suma, no puede ser acomodaticia, caprichosa, ni confusa, no debe poder prestarse a especulaciones filosóficas, ni a capciosas interpretaciones; debe ser algo concreto y categórico iluminado por la inteligencia, inspirado en la razón y adaptado a los intereses humanos. Nuestra moral, y especialmente, nuestra moral sexual, ha de ser hechura de la biología compatible con el modo de ser y necesidades del individuo, con el perfeccionamiento y perpetuidad de la especie. No debe prestarse a confusionismos ni menos servir de tapadera y disculpa a propósitos inconfesables, a tortuosas conductas o, a monstruosas aberraciones.

La verdadera moral sexual, la única digna de regir nuestras conciencias y disciplinar nuestros actos, es la fundamentada en la psicología humana y en el interés de la especie, aquella que libre a la sexualidad de las trabas y prejuicios que en la actual sociedad, la constriñen, deforman y desvían; que depure al amor del sensualismo que lo rige actualmente devolviéndolo a su pristinidad natural. Queremos liberar a la atracción sexual, de los obstáculos que el actual sociedad la desfiguran, (el interés, los prejuicios de clase, la separación de sexos, etc.); a la cópula, de los prejuicios de honra y honor genitales que la constriñen, de la corrupción de la miseria, de la perversión de la ignorancia, de la depravación del burdel y del morboso refinamiento del vicio; queremos destruir, las vallas legales que al oponerse a libre curso del sentimiento afectivo del amor, lo exaltan y exasperan, conduciendo lo al borde de la delincuencia o de la locura; queremos depurar al instinto, al apetito sexual tanto de las trabas y desfiguraciones que en su exteriorización encuentra, como de los tumores que forma en la conciencia su insatisfacción; queremos hacer conscientes el deseo y el acto sexual; independientes de la visceralidad y del automatismo psicológico. Aspiramos a regenerar la raza, a liberar a la especie de su actual degeneración, y a desarrollar todas sus posibilidades de perfección, por el racional cultivo de la sexualidad.

La libertad que queremos para el amor, como la que anhelamos para el individuo, ha de tener sus lindes, en la libertad del vecino, en la salud e integridad del propio organismo, en el deber reproductor, y en lo sagrado de la conciencia (sentimientos humanos), pero esta libertad no ha de ser la del instinto, la de la bestialidad, ni la de las pasiones, pues sólo es digno de libertad el que ha empezado por conquistar la suya, el ser libre, consciente, auto-independiente y auto-redimido.

En nuestra amplia moral, tolerante, benévola y disculpadora con toda las conductas, se escuda individuos depravados, desequilibrados viscerales, vergonzosamente esclavos del sexo, que tratan de sembrar un confusionismo en cuyo río revuelto poder ocultar sus deformidades psicológicas, y quieren hacer del idealismo un ‘cubrelo-todo’ vergonzoso.

El amor libre, presupone, tanto como la ausencia de trabas legales, política, religiosas y morales en su desenvolvimiento externo, su independiente gestación en la conciencia del individuo. Mal puede llamarse libre, aunque trate de aparentarlo sus manifestaciones el amor que nace esclavo de la pasión desatada, fruto de la derrota del yo consciente, de la servil sumisión del hombre a la bestia.

La sexualidad no puede escapar a la autodisciplina a que el hombre debe someter todas sus voliciones; ella ha de llevar el sello humano de su elaboración consciente, de origen cerebral, producto del psiquis no superior, porque a ello nos obliga nuestro rango zoológico. Y como el ser consciente no puede desatender las circunstancias que en la sociedad burguesa esclavizan y pervierten el amor, (trabas legales, dependencia económica, esclavitud sexual de la mujer, ignorancia, vinculación del honor y la honra en los genitales etc.) comprende que, la práctica actual del amor libre, no puede menos de resultar monstruosa, y que para su realización es más eficaz que la rebeldías individuales, la paciente, lenta y tozuda labor socavadora de las determinantes sociales de su esclavitud.

Pero, así como es moral y a un loable, el saltar las barreras del matrimonio legal, y de los prejuicios de honra y honor, no lo es, el balance de la postergación de la mujer, de su esclavitud económica, sexual, e intelectual, para su posesión, ni del engaño para conquistarlo, ni menos, pretextar el amor libre para abandonar inerme, a la compañera, en la rabiosa hostilidad del medio, o para quebrantar un juramento después de que hubo servido de ganzúa.

La mujer no podrá ir a la unión libre, mientras la dependencia económica, las leyes, la maternidad y los prejuicios, la coloquen en nivel inferior al del hombre; y la unión sexual no podrá ser libre mientras el fruto del amor haya de nacer en vilipendio, o constituyendo una carga para sus genitores.

No se asusten los dogmáticos, ni hagan aspavientos los hipócritas, ni acudan a su señuelo los sapos de la ciénaga social; queremos una moral sexual que se cuide de proteger el despertar de la sexualidad en el niño, de iniciarla2 para impedir sus desvíos, facilitándole el conocimiento de su esencia, de su significación, de su higiene y de sus peligros, en lugar de constreñirle morbosamente en los recovecos de la conciencia; una moral, que vacíe la atracción sexual, en moldes de salud, de bondad y de belleza, fijada en la mayor perfección eugénica del producto; que someta al apetito sexual al freno cerebral depurándolo de la animalidad y conteniéndolo en los justos límites de la funcionalidad del órgano en que radica; en una palabra; que imponga a nuestros actos el sello humano, de madurez, ponderación, consciencia y auto-disciplina, que redima al amor de la visceralidad de la impulsividad, pero rechazamos todo dogma, toda ligadura, toda trabazón que pretenda oponerse a la realización de nuestras voliciones conscientes.

“Moral Sexual”, en Generación Consciente nº 13, Alcoi, agosto de 1924.


1 Con el mismo título y los mismos conceptos, aun cuando con redacción diferente, escribió otro artículo en Solidaridad Obrera, de Barcelona, el 2 de abril de 1933.

2 La esencia de esta iniciación ha sido bien interpretada por Bessede (le iniciación sexual).