La Revolución Desconocida.

Volin

Libro III

Parte II: UCRANIA (1918 - 1921)

EL MOVIMIENTO DE LAS MASAS EN UCRANIA

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Extracto de La Revolución desconocida de Volin. Ed. Campo Abierto.

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Si he dedicado casi setenta páginas al movimiento de Cronstadt, los acontecimientos de Ucrania requerirían cinco veces más espacio, por su envergadura, su duración y, sobre todo, su gran alcance revolucionario y moral. Cosa imposible.

Por otra parte, mi documentación sobre este movimiento no supera la de la excelente obra de Pedro Archinoff [1] Historia del movimiento makhnovista [2], siéndome imposible, en las presentes condiciones, completarla. Me parece impropio, pues, llenar páginas simplemente. para reproducir una documentación ya aparecida -aun habida cuenta del carácter muy especial y de la rareza bibliográfica de la obra.

Yo podría aportar a este estudio, cierto es, dos elementos muy apreciables: primero, algunos expuestos en los volúmenes II y III de las Memorias de Néstor Makhno, animador y guía militar del movimiento, únicamente editados en ruso, en 1936 y 1937; segundo, algunos episodios que he vivido por haber participado en el movimiento a fines de 1919 y 1920, por cerca de seis meses.

En lo concerniente a las Memorias de Makhno, la muerte de su autor, en 1935, en París, interrumpió su trabajo, cuyos tres volúmenes (el primero de ellos también editado en francés, mucho antes que los otros dos) sólo llegan a tratar el período 1917-18, justamente en los umbrales del movimiento, antes de los acontecimientos más típicos e importantes (1920;1921). y en cuanto a mis recuerdos personales, ellos serían particularmente útiles a condición de integrar un relato general y completo. Destacados del conjunto, ya no tienen el mismo interés.

Sin embargo, no es posible dejar de ocuparse del movimiento de masas en Ucrania, sobre todo si se estudia la Revolución rusa desde el ángulo que yo la encaro.

Este movimiento ha desempeñado en la Revolución un papel excepcionalmente importante, más aún que el de Cronstadt, en razón de su extensión, su persistencia, su carácter esencialmente popular, la claridad de su tendencia ideológica y, en fin, las tareas y obras que hubo de realizar.

Ahora bien: las obras sobre la Revolución rusa, de toda índole, guardan silencio sobre este movimiento o sólo hablan de él en pocas líneas y con propósito difamatorio.

En suma, la epopeya ucraniana permanece, hasta el presente, poco menos que desconocida, a pesar de ser, entre los elementos de la Revolución desconocida, el más notable por cierto.

Aun la nutrida obra de Archinoff (320 páginas en la edición castellana de la Editorial Argonauta, 1926) no es sino un resumen. El movimiento ucraniano, tratado como se merece, debiera ocupar varios volúmenes. Sólo los documentos, de gran valor histórico, a él relativos requerirían centenares de páginas. Archinoff no pudo reproducirlos sino en ínfima parte. Naturalmente, una obra de tal extensión incumbirá a los historiadores futuros, quienes dispondrán de todas las fuentes deseables. Con todo, este movimiento debe ser puesto a la luz lo mejor posible, desde ya.

Tales consideraciones contradictorias me han determinado finalmente a:

Aconsejar la lectura de la obra fundamental de Pedro Archinoff.

Aportar lo esencial del movimiento, aprovechando sobre todo la documentación de Archinoff.

Completar la exposición con detalles extraídos de las obras de Néstor Makhno.

Integrar el relato con episodios vividos, impresiones y apreciaciones personales.

Nociones geográficas e históricas.

Se designa con el nombre de Ucrania (o Pequeña Rusia) una vasta región de la Rusia meridional -al sudoeste del país, más exactamente-, cuya superficie es aproximadamente de 450.000 kilómetros cuadrados y de cerca de 30 millones de habitantes la población. Comprende las gobernaciones de Kiev, Tchernigov, Poltava, Kharkov, Ekaterinoslav, Kherson y Taurida, limítrofe esta última con Crimea, de la que está separada por el istmo de Perekop, el estrecho del mar de Azof y el mar Negro.

Sin entrar en una historia detallada de Ucrania, observemos brevemente ciertos rasgos característicos de la región, que es preciso conocer para la mejor comprensión de los acontecimientos en ella desarrollados en 1917-1921.

Ucrania es una de las más ricas zonas agrícolas del mundo. Su fértil tierra negra rinde cosechas incomparables, por lo que antaño se la llamaba el granero de Europa. Fue, en efecto, muy importante proveedor de trigo y otros productos agrícolas a diversos países europeos. Además de cereales, Ucrania es óptima en legumbres, frutas, en fértiles llanuras y praderas y bosques, bien regada por numerosos cursos de agua, y hasta cuenta, en los confines de la región del Don, con hulla.

A causa de sus excepcionales riquezas, y también de su situación geográfica, Ucrania ha sido en todo tiempo una presa particularmente codiciada por diversos países, vecinos y aun lejanos. Desde hace siglos, la población ucraniana, muy mezclada etnográficamente, pero muy unida en la firme voluntad de salvaguardar su libertad y su independencia, sostuvo guerras y luchas contra los turcos, los polacos, los alemanes y también contra su poderoso vecino inmediato: la Gran Rusia de los Zares. Finalmente hubo de integrar el inmenso imperio ruso, en parte por la conquista y en parte voluntariamente, por la imperiosa necesidad de estar protegida eficazmente contra los diversos competidores por un solo y poderoso vecino.

La composición étnica de la población ucraniana, el contacto secular de la región -guerrero, comercial y de toda índole- con el mundo occidental, ciertos rasgos geográficos y topográficos y, en fin, ciertas particularidades del carácter, el temperamento y la mentalidad del pueblo, permitieron mantener bien marcada diferencia entre la situación de la Gran Rusia y la de Ucrania bajo el cetro de los zares.

Ciertas partes de Ucrania jamás se dejaron subyugar totalmente, como ocurrió en la Gran Rusia. Su población siempre mantuvo cierto espíritu de independencia, de resistencia, de fronda. Relativamente cultivado y fino, bastante individualista, emprendedor y no negado a la iniciativa, celoso de su independencia, guerrero por tradición, dispuesto a defenderse y habituado, desde siglos, a sentirse libre y soberano, el ucraniano, en general, no se había sometido jamás a la esclavitud total -no sólo corporal, sino también espiritual- que caracterizó el estado de la población de la Gran Rusia.

Nos referimos sobre todo a los habitantes de ciertas zonas de Ucrania, que hasta habían obtenido, tácitamente, una especie de habeas corpus y vivían en libertad, regiones casi inaccesibles para la fuerza armada de los zares. Particularmente en las islas del bajo Dnieper -en el famoso Zaporojie-, hombres apasionados de la libertad se organizaron, desde el siglo XIV, en campamentos exclusivamente masculinos y lucharon durante siglos contra las tentativas de sometimiento de diversos países, comprendida la Gran Rusia [2]. Pero finalmente también esta población guerrera debió someterse la Estado ruso. Mas las tradiciones de la volnitza (vida libre), perpetuadas en Ucrania, jamás pudieron ser ahogadas. Por mucho que se esforzaron los zares, desde Catalina II, para borrar del espíritu del pueblo ucraniano toda traza de estas tradiciones de la república zaporoga, esta remota herencia se conserva en él.

La servidumbre, despiadada en la Gran Rusia, asumía un carácter, por decirlo así, liberal en Ucrania, en razón de la constante resistencia de lps campesinos, que huían por millares de los señores demasiado brutales, se hacían a la vida montaraz, refugiándose en la volnitza.

Aun en la Gran Rusia, cuantos no querían seguir siendo siervos los deseosos de más libertad, de vida independiente, los que tenían cuentas pendientes con la justicia o querían eludir el cumplimiento de I.as sanciones de las leyes del imperio, huían hacia las estepas, los bosques y otras zonas poco accesibles de Ucrania, donde recomenzaban una vida nueva. Así fue Ucrania, por siglos, la tierra prometida de toda clase de fugitivos.

La proximidad de mares y puertos (Taganrog, Berdiansk, Kherson, Nicolaiew, Odesa) y la vecindad del Cáucaso y de Crimea, regiones alejadas de los centros y abundantes en refugios seguros, aumentaban aún más las posibilidades, para hombres enérgicos y emprendedores, de una vida libre, insumisa, en abierta ruptura con la sociedad reinante. Hombres de ésos son los que más tarde suministraron los cuadros de esos vagabundos (bossiaki) magistralmente pintados por Máximo Gorki.

Por todo ello, toda la atmósfera era en Ucrania muy diferente de la Gran Rusia.

Aún hoy, los campesinos de Ucrania conservan particular amor a la libertad, expresado en la resistencia tenaz de los campesinos contra todo poder que trate de dominarlos.

Situación peculiar de Ucrania ante la expansión bolchevique.

Puede ahora comprenderse por qué la dictadlllra y la terrible estatalización bolcheviques hallaron en Ucrania una oposición mucho más eficaz y prolongada que en la Gran Rusia. Actitud que favorecieron otros factores:

Las fuerzas organizadas del Partido Comunista eran muy débiles en Ucrania en comparación con las de la Gran Rusia. La influencia de los bolcheviques sobre los campesinos siempre fue allí insignificante.

Por éstas y otras razones, la Revolución de octubre se actuó en Ucrania más tarde, iniciándose en noviembre de 1917 y continuando aún en enero siguiente. La burguesía nacional local, los petliurovtsi, partidarios del demócrata Petlura, detentó al principio el poder en Ucrania, pararelamente al gobierno de Kerensky en la Gran Rusia. Los bolcheviques combatían ese poder más bien en el terreno militar que en el revolucionario.

La impopularidad y la impotencia del Partido Comunista en Ucrania hicieron que la toma del poder por los soviets fuera en ella cosa distinta que en la Gran Rusia.

En Ucrania, los soviets eran mucho más exactamente reuniones de delegados obreros y campesinos. No estando dominados por un partido político (tampoco los mencheviques tenian influencia efectiva), estos soviets no disponían de medios para subordinar a las masas. y así los obreros en las fábricas y en las aldeas los campesinos se sentían una fuerza real.

En sus luchas revolucionarias no tuvieron el hábito de ceder a nadie su iniciativa, ni tener al lado a un tutor constante e inflexible, como lo fue el Partido Comunista en la Gran Rusia. De ello derivó, y arraigó sólidamente, una más amplia libertad de espíritu, de pensamiento y de acción, que. no podría dejar de manifestarse en los movimientos revolucionarios de masas.

La influencia de este conjunto de factores se hizo sentir desde el principio de los acontecimientos. Mientras que en la Gran Rusia la revolución fue estatalizada sin mayor trabajo e introducida rápidamente en el marco del Estado comunista, esta estatalización y esta dictadura chocaron con dificultades considerables en Ucrania, donde el aparato de la dominación bolchevique se instaló sobre todo por la violencia, militarmente. Un movimiento autónomo de masas, sobre todo campesinas, descuidadas del todo por los partidos políticos, se desarrollaba paralelamente al proceso de estatalización.

Este movimiento independiente de las masas laboriosas se anunciaba ya bajo la República democrática de Petlura, progresaba lentamente, buscando su camino. Se había hecho ostensible en los primeros días de la revolución de febrero, como movimiento espontáneo que procuraba, a tientas, derribar el sistema económico de esclavitud y crear un sistema nuevo, basado en la comunidad de los medios de trabajo y en el principio de la explotación de la tierra por los trabajadores mismos.

Con tales miras, en un punto y otro y otro, los obreros expulsaban de las fábricas a los propietarios y encomendaban la gestión de la producción a sus organismos de clase: los sindicatos nacientes, los comités de fábrica, etc.; los campesinos, por su parte, se apoderaban de las tierras de los terratenientes y los kulaks, cuyo usufructo reservaban para los labradores mismos, esbozando un nuevo tipo de economía agraria. Este movimiento se expandió y generalizó con extrema lentitud, más bien en forma espontánea y desordenada. Eran los primeros pasos, bastante torpes aún, de una futura actividad más vasta, más consciente y mejor organizada. El camino tanteado por las masas era el bueno, y así lo iban experimentando ellas.

Esta práctica de acción revolucionaria directa de los trabajadores y campesinos se desarrolló en Ucrania casi sin obstáculos durante todo el primer año de la Revolución, creando así una línea de conducta de las masas precisa y sana.

Cada vez que talo cual grupo político, posesionado del poder, intentaba romper tal línea de conducta revolucionaria de los trabajadores, éstos comenzaban una oposición revolucionaria y entraban en lucha contra estas tentativas de una manera o de otra.

Así, el movimiento revolucionario de los trabajadores en pro de la independencia social, comenzado desde los primeros días de la Revolución, no se debilitó cualquiera fuese el poder establecido en Ucrania. No se extinguió tampoco bajo el bolchevismo que, después de la Revolución de octubre, se dedicó a introducir su sistema estatista autocrático.

Lo que había de particular en ese movimiento era: el deseo de alcanzar en la revolución los fines verdaderos de las clases laboriosas; la voluntad de conquistar la independencia completa del trabajo y, en fin, la desconfianza hacia los grupos no laboriosos de la sociedad.

A pesar de todos los sofismas del Partido Comunista tendentes a demostrar que él era el cerebro de la clase obrera, y su poder, el de los trabajadores, todo obrero y campesino que había conservado el espíritu o el instinto de clase se daba cada vez más y más cuenta de que realmente el Partido Comunista desviaba a los trabajadores de las ciudades y de los campos de su propia obra revolucionaria; que el poder los sometía a tutela; que el hecho mismo de la organización estatista era la usurpación de sus derechos a la independencia y a la líbre disposición de sí mismos.

La aspiración de independencia, de autonomía completa, se convirtió en el fondo del movimiento germinado en el seno profundo de las masas. Sus pensamientos estaban constantemente dirigidos hacia esa aspiración por una multitud de hechos y de vías. La acción estatista del Partido Comunista sofocaba despiadadamente esas aspiraciones. Pero fue precisamente ese modo de obrar de un partido presuntuoso, que no toleraba ninguna objeción, lo que iluminó del mejor modo a los trabajadores sobre ese orden de ideas y los impulsó a la resistencia.

Al principio el movimiento se limitó a ignorar el nuevo poder y a realizar actos espontáneos por los cuales los campesinos se apoderaban de las tierras y de los bienes agrarios. Buscó sus formas y sus derroteros

(Pedro Archinoff, Historia del Movimiento makhnovista, cap. II).

La ocupación brutal de Ucrania, tras la paz de Brest-Litovsk, por las tropas austroalemanas, con todas sus terribles consecuencias para el pueblo laborioso, creó condiciones nuevas en el país y precipitó el desarrollo de este movimiento de masas.

Las terribles consecuencias de la paz de Brest-Litovsk para Ucrania.Surgimiento de la resistencia popular y del movimiento makhnovista.

En este punto me permito citar, casi enteramente, un capítulo de la obra de Pedro Archinoff. No sería posible hacer una exposición mejor de los acontecimientos que siguieron a la paz de Brest-Litovsk, la cláusula principal de cuyo tratado libraba a los alemanes el acceso a Ucrania, de donde los bolcheviques se retiraron. La exposición de Archinoff es rápida, directa, clara, sustancial, atrayente y absolutamente exacta en cuanto a los hechos. Cada detalle es importante para la mejor comprensión de cuanto sigue. Yo no encontraría nada que quitar ni nada que agregar. La gran mayoría de los lectores, seguramente, no han leído ni podrán procurarse el libro de Archinoff, por lo que se impone esta transcripción.

El tratado de Brest-Litovsk, concertado por los bolcheviques con el gobierno imperial alemán, abrió de par en par las puertas de Ucrania a los austroalemanes. Entraron como amos. No se limitaron a la acción militar, sino que se inmiscuyeron en la vida económica y política del país. Su objetivo era apropiarse de los víveres. Para llegar a ello de modo fácil y completo, restablecieron el poder de los nobles y de los señores agrarios derribados por el pueblo e instalaron el gobierno autócrata del hetman Skoropadsky.

En cuanto a las tropas austroalemanas que ocupaban Ucrania, eran sistemáticamente engañadas por sus oficiales sobre la Revolución rusa. Les representaban la situación en Rusia y en Ucrania como una orgía de fuerzas ciegas y salvajes que destruían el orden en el país y que aterrorizaban a la honesta población trabajadora. Por esos procedimientos se provocaba en los soldados hostilidad contra los campesinos y los obreros rebeldes, lo cual favorecía la acción -acción de simple bandolerismo, absolutamente repugnante- de los ejércitos austroalemanes.

El saqueo económico de Ucrania por los austroalemanes, con el asentimiento y la ayuda del gobierno de Skoropadsky, fue colosal y horrible. Se robaba, se cargaba con todo: trigo, ganado, aves de corral, materias primas, etc., todo en tales proporciones que los medios de transporte no bastaban.

Como si hubiesen caído sobre depósitos inmensos condenados al saqueo, los austríacos y los alemanes se apresuraban a llevar lo más posible, cargando un tren tras otro, centenares, millares de trenes y llevándoselo todo a sus países. Cuando los campesinos resistían a ese saqueo y trataban de no dejarse arrebatar el fruto de su trabajo, las represalias, la horca. el fusilamiento entraban en acción.

Además de la violencia de los invasores y el cínico bandolerismo militar, la ocupación de Ucrania por los anstroalemanes fue acompañada por una reacción feroz de parte de los propietarios agrarios. El régimen del hetman fue el aniquilamiento de todas las conquistas revolucionarias de los campesinos y de los obreros, una vuelta completa al pasado. Es, pues, natural que ese nueve ambiente haya acelerado la marcha del movimiento esbozado antes, bajo Petlura y bajo los bolcheviques. En todas partes, principalmente en las aldeas, comenzaron actos insurreccionales contra los señores agrarios y los austroalemanes. Fue entonces que cobró impulso el vasto movimiento revolucionario de los campesinos de Ucrania, designado más tarde con el nombre de insurrección revolucionaria. Se explica muy a menudo el origen de esa insurrección por el hecho de la ocupación austroalemana y el régimen del hetman exclusivamente. Esa explicación es insuficiente y por tanto inexacta. La insurrección tuvo sus raíces en todo el ambiente y en los fundamentos mismos de la Revolución rusa; fue una tentativa de los trabajadores para llevar la Revolución hacia un resultado integral -la verdadera emancipación y la supremacía del trabajo. La invasión austroalemana y la reacción agraria no hicieron, pues, sino acelerar el proceso.

El movimiento tomó rápidamente vastas proporciones. El campesinado se levantó en todas partes contra los señores agrarios, masacrándolos o expulsándolos, apoderándose de sus tierras y de sus bienes, sin olvidarse tampoco de los invasores. El hetman y las autoridades alemanas respondieron mediante represalias implacables. Los campesinos de las aldeas sublevadas fueron ahorcados y fusilados en masa, todo su haber incendiado. Centenares de aldeas sufrieron en corto lapso un castigo terrible de parte de la casta. militar y agraria. Esto sucedía en junio, julio y agosto de 1918.

Entonces los campesinos, perseverando en su revuelta. se organizaron en compañías de guerrilleros y recurrieron a la guerra de emboscadas. Como respondiendo a órdenes de organizaciones invisibles, surgieron casi simultáneamente en diferentes lugares multitud de destacamentos de guerrilleros que obraban mediante sorpresas militares contra los señores agrarios. contra sus guardas y sus representantes en el poder. Habitualmente esos destacamentos de 20, 50 hasta 100 jinetes bien armados, caían bruscamente por la parte opuesta donde se les suponía, sobre una propiedad o sobre la guardia nacional. masacraban a todos los enemigos de los campesinos y desaparecían tan rápidamente como se habían presentado. Todo agrario persecutor de los campesinos. todos sus fieles servidores, estaban señalados por los guerrilleros y eran amenazados a cada momento con ser suprimidos. Todo guardia, todo oficial alemán estaba condenado a muerte segura. Esos hechos, realizados cotidianamente en todos los rincones del país, cortaban en lo vivo la contrarrevolución agraria, poniéndola en peligro y preparando infaliblemente el triunfo de los campesinos.

Hay que observar que, a semejanza de las vastas insurrecciones espontáneas, sin preparación alguna, tales actos guerreros eran siempre dirigidos por ellos, sin el socorro ni la dirección de una organización política cualquiera. Sus medios de acción les pusieron en la necesidad de satisfacer ellos mismos las necesidades del movímiento, de dirigirlo y conducirlo a la victoria. Durante toda la lucha contra el hetman y los agrarios, en los momentos más penosos, los campesinos estuvieron solos frente a sus enemigos encarnizados, bien organizados y bien armados. Esto tuvo gran influencia sobre el carácter de toda la insurrección revolucionaria. Su rasgo fundamental -en todas partes donde se mantuvo hasta el fin como obra de clase, sin caer bajo la influencia de los partidos o de los elementos nacionalistas- fue no solamente el haber nacido de lo más profundo de.las masas campesinas, sino también la conciencia general que los campesinos demostraban, siendo ellos mismos guías y animadores del movimiento. Los destacamentos de guerrilleros, sobre todo, estaban imbuídos de esa idea. Estaban orgullosos y se sentían con fuerzas para cumplir su misión.

Las represalias salvajes de la contrarrevolución no detuvieron el movimiento: al contrario, lo ampliaron y lo extendieron. Los campesinos se asociaban más y más entre sí, impulsados por la marcha del movimiento hacia un plan general de acción revolucionaria. Ciertamente, los campesinos de toda Ucrania no se organizaron nunca en una sola fuerza que obrase con una sola dirección. No se podría hablar de tal unión sino cuanto al espíritu revolucionario. En la práctica, ellos se organizaron más bien localmente, por regiones; los pequeños destacamentos aislados de guerilleros se unificaban en fornlaciones conjuntas. Al hacerse las insurrecciortes más frecuentes y las represalias más feroces y organizadas, tales uniones devinieron urgente necesidad. En el Sur de Ucrania fue la región de Gulai-Pole la que tomó la iniciativa de esa unificación. No solamente se realizó ésta con el fin de la defensa, sino también y sobre todo en vista de una destrucción general y completa de la contrarrevolución agraria.

Este otro fin, más importanre y decisivo, como que comportaba la preparación orgánica y social de la libre experiencia de los rebeldes ucranianos, impuso al movimiento de unificación de las masas campesinas una tarea más vasta: la de englobar en el movimiento a elementos revolucionarios de otras regiones y forjar, de ser posible, con todos los campesinos revolucionarios una gran fuerza organizada, capaz de combatir toda reacción y defender victoriosamente el territorio del pueblo en revolución.

En esta obra de unificación y en el desenvolvimiento general de la insurrección en el sur de Ucrania le correspondió el papel más importante al. destacamento de guerrilleros guiado por un campesino de la región: Néstor Makhno. Por ello el movimiento es conocido con el nombre de makhnovista.

Desde los primeros días del movimiento -dice Pedro Archinoff- hasta su punto culminante, cuando los campesinos vencieron a los reaccionarios agrarios, Makhno tuvo un desempeño tal que hizo preponderante y capital su influencia, al extremo de que enteras regiones insurgentes y los más heroicos episodios de la lucha están ligados a su nombre.

Cuando, más tarde, la insurrección triunfó definitivamente de la reacción de Skoropadsky y sobrevino la amenaza de Denikin, Makhno se convirtió en el centro de unión de millares y millares de campesinos en la extensión de varios gobiernos (departamentos) en lucha contra él. Subrayemos que no se trataba sino de la región sur de Ucrania.

Porque no en todas sus partes conservó la insurrección su esencia revolucionaria y su fidelidad a los intereses de la clase trabajadora: mientras los insurrectos levantaban en el Sur de Ucrania la bandera negra del anarquismo y entraban en la vía antiautoritaria de organización libre de los trabajadores, las regiones del Oeste y del Noroeste cayeron, después de haber derrocado al hetman, bajo la influencia de elementos extraños, enemigos, principalmente demócratas nacionalistas petlurianos. Durante más de dos años, una parte de los guerrilleros del Oeste de Ucrania sirvió de apoyo a los petlurianos, que perseguían los intereses de la burguesía liberal bajo el estandarte nacionalista. Así los campesinos insurrectos de Kiev, de Volinia, de Podolia y de una parte de Poltava, aun teniendo origenes comunes con el resto de los insurrectos, no supieron encontrar en sí mismos la conciencia de sus tareas históricas ni sus fuerzas organizadoras, y cayeron bajo la férula de los enemigos del trabajo, convirtiéndose en instrumentos ciegos en sus manos.

La insurrección del Sur tomó otro aspecto y tuvo otro sentido. Se separó claramente de los elementos no trabajadores de la sociedad; se desembarazó rápida y resueltamente de los prejuicios nacionales, religiosos, políticos y otros del régimen de opresión y de esclavitud; se colocó en el terreno de las exigencias reales de la clase de los proletarios de las ciudades y de los campos y entabló una ruda guerra en nombre de esas exigencias contra los enemigos múltiples del trabajo.

El anarquista Néstor Makhno.

Hemos nombrado repetidamente a Néstor Makhno, campesino ucraniano de origen, que tuvo una actuación excepcional en la vasta insurrección campesina del sur de Ucrania, movimiento que toda la literatura sobre la Revolución rusa, salvo algunas ediciones libertarlas, pasa por alto o sólo trata en pocas líneas difamatorias. En cuanto a su animador y guía militar, Makhno, si se dignan alguna vez citarlo es únicamente para tacharlo de bandido, asesino, bribón, fautor de progroms contra los judíos, etc. Constante, obstinadamente, se le enloda, se le calumnia, se le abomina. En el mejor de los casos, autores sin escrúpulos, que no se preocupan de examinar y verificar los hechos y las fábulas, difunden leyendas absurdas y estupideces inefables [3] sobre la vida y la acción de este militante libertario.

Todos estos procedimientos son, ¡ay!, clásicos y corrientes. Ellos nos obligan a reproducir, brevemente, la auténtica biografía de Néstor Makhno y, por el momento, las etapas de su actividad hasta el derribamiento del hetman Skoropadsky.

Por lo demás, conviene conocer la personalidad de Makhno para la mejor comprensión de la secuela de los acontecimientos.

Makhno nació el 27 de octubre de 1889 y fue criado en la aldea de Gulái-Pole, distrito de Alexandrovsk, del gobierno de Ekaterinoslav. Eran sus padres campesinos pobres. Tenía diez meses de edad cuando murió su padre, quedando la viuda con cinco hijos menores. Desde los siete años, a causa de la extrema miseria de la familia, sirvió como pastor de vacas y ovejas en su aldea. A los ocho, ingresó en la escuela local, que frecuentaba en invierno, sirviendo siempre de pastor en el verano. A los doce, dejó escuela y hogar para colocarse. Trabajó como peón de granja en las propiedades de los agrarios y de los kulaks alemanes, cuyas colonias eran numerosas en Ucrania. En esa época, a los catorce o quince años, profesaba ya un fuerte odio contra los patrones explotadores y soñaba en la manera en que podría «ajustarles las cuentas un día», por sí y por los demás, si tuviese fuerzas para ello.

Hasta la edad de dieciséis años no tuvo ningún contacto con el mundo político. Sus concepciones revolucionarias y sociales se moldeaban en un círculo restringido de sus conciudadanos, campesinos y proletarios como él.

Las versiones de que era maestro y se había formado bajo la influencia de un anarquista intelectual son falsas, como muchas otras.

La revolución de 1905 le hizo salir de un golpe de ese pequeño circulo, lanzándolo en la corriente de los grandes acontecimientos y actos revolucionarios. Tenía entonces dieciséis años, estaba pleno de entusiasmo revolucionario y dispuesto a todo en la lucha por la liberación de los trabajadores. Después de conocer algunas organizaciones políticas, entró resueltamente en las filas de los anarquistas comunistas y desde ese momento se hizo un militante infatigable. Desplegó gran actividad y participó en actos de los más peligrosos de la lucha libertaria.

En 1908 cayó en poder de las autoridades zaristas que lo condenaron a la horca por asociación anarquista y participación en actos terroristas. En consideración a su juventud, la condena fue conmutada por la de trabajos forzados a perpetuidad. Purgó su pena en la prisión central de Moscú (Butyrki). A pesar de que la vida en prisión no tenia perspectivas para él y era extremadamente penosa, Makhno se esforzó sin embargo en aprovecharla para instruirse [4]. Dio prueba de una gran perseverancia. Aprendió la gramática rusa, estudió matemáticas, literatura, historia de la cultura y de la economía política. A decir verdad, la prisión fue la única escuela en que Makhno recibió los conocimientos históricos y políticos que le sirvieron tanto en su acción revolucionaria ulterior. La vida, los hechos, fue la otra escuela donde aprendió a conocer y comprender los hombres y los acontecimientos sociales.

Makhno, muy joven aún, comprometió en la prisión su salud. Obstinado, sin poder adaptarse al aplastamiento absoluto de la personalidad a que está sometido todo condenado a trabajos forzados, se resistió siempre a las autoridades omnipotentes y estaba continuamente en el calabozo, donde contrajo una afección pulmonar a causa del frio y de la humedad. Durante los nueve años de su reclusión permaneció sin cesar en lugares de castigo por «mala conducta», hasta que fue al fin libertado con los demás detenidos políticos por la insurrección del proletariado de Moscú, el 1 de marzo de 1917.

Volvió inmediatamente a Gulal-Pole, donde las masas campesinas le manifestaron una profunda simpatía. De todo el pueblo, era el único forzado político devuelto a su familia por la revolución. Se convírtió espontáneamente, por eso, en objeto de la estima y la confianza de los campesinos. No era ya entonces un joven inexperto, sino un militante consumado, con una poderosa voluntad y una idea determinada de la lucha social.

En Gulal-Pole se entregó de inmediato a la labor revolucionaria, tratando primero de organizar a los campesinos de su aldea y de los ¡J:-ededores. Fundó una unión profesional de los obreros agricolas, organizó una comuna libre y un soviet local de los campesinos. El problema que le agitaba era el de la concentración y organización de todo el campesinado de un modo bastante firme y sólido como para poder expulsar de una vez por todas a los señores agrarios, los amos y dirigentes políticos y de arreglar por sí mismo su vida. En ese sentido inspiró su trabajo organizador de los campesinos y no sólo como propagandista, sino también y sobre todo como militante práctico. Trató de asociar a los trabajadores revolucionariamente, sacando partido de los actos flagrantes de engaño, de injusticia y de opresión de que eran víctimas.

Durante el periodo del gobierno de Kerensky y en los días de octubre, fue presidente de la unión campesina regional, de la comisión agrícola, de la unión profesional de los obreros metalúrgicos y carpinteros y, en fin, presidente del soviet de los campesinos y obreros de Gulal-Pole.

Como tal reunió en el mes de agosto de 1917, a todos los propietarios agrarios de la región, les exigió los documentos sobre las tierras y bienes muebles que poseían y procedió al inventario exacto de todo. Luego informó, primeramente en una sesión del soviet del distrito, después en el congreso de los soviets de la región. Propuso igualar los derechos de usufructo de la tierra de propietarios y kulaks con los de los campesinos. A consecuencia de su proposición, el congreso decretó que se dejaría a los propietarios y los kulaks una parte de la tierras (así como instrumentos de trabajo y ganado) igual a la de los campesinos labradores. Varios congresos de campesinos en las gobernaciones de Ekaterinovslav, de Taurida, de Poltava, de Kharkov y de otros lugares siguieron el ejemplo de la región de Gulal-Pole y decretaron la misma medida.

Durante esa época Makhno se convirtió, en su región, en el alma del movimiento de los campesinos que tomaban las tierras y los bienes de los agrarios, a quienes ejecutaban en caso de resistencia. Se hizo así de enemigos mortales entre los señores agrarios, los kulaks y los grupos burgueses locales.

Comienzos de la acción insurreccional de Makhno. Sus ideas, sus proyectos.

En el momento de la ocupación de Ucrania por los austroalemanes, Makhno fue encargado por un Comité revolucionario clandestino de la zona de crear batallones de campesinos y obreros para emprender la lucha contra los invasores y contra el poder.

Hizo lo que fue menester, pero se vio forzado a retroceder con sus guerrilleros hacia las ciudades de Taganrog, Rostof y Tzaritzin, combatiendo paso a paso. La burguesía local, reafirmada entonces por la llegada de los austroalemanes, puso su cabeza a precio y lo obligó a ocultarse por algún tiempo. En venganza, las autoridades militares ucranianas y alemanas quemaron la casa de su madre y fusilaron a su hermano Emelian, inválido de guerra.

En junio de 1918 Makhno fue a Moscú para aconsejar con algunos viejos militantes anarquistas sobre los métodos y las tendencias a seguir en el trabajo libertario entre los campesinos de Ucrania. Pero los anarquistas que encontró estaban entonces indecisos y pasivos [5]. No recibió, pues, ninguna indicación ni consejos satisfactorios.

Volvió a Ucrania, más firme aún en sus ideas y proyectos.

En su breve estancia en Moscú, Makhno se entrevistó con el viejo teórico del anarquismo Pedro Kropotkin y con Lenin, lo que relata detalladamente, sobre todo la conversación con el último, en sus Memorias. Dice en ellas haber estimado en mucho ciertos consejos de Kropotkin. La conversación con Lenin versó sobre estos tres puntos: la mentalidad de los campesinos ucranianos; las perspectivas inmediatas para Ucrania y la necesidad para los bolcheviques de crear un ejército regular; y el desacuerdo entre bolchevismo y anarquismo. Aunque no carente de cierto interés, la conversación fue demasiado breve y superficial para poder aportar algo realmente importante. No nos detendremos en ella, pues.

Señalemos aún que los bolcheviques de Moscú ayudaron en cierta medida a Makhno a tomar precaucioens para franquear la frontera de Ucrania y desplazarse con el menor riesgo posible.

Makhno consideraba al campesinado como una enorme fuerza histórica.

Desde hacía mucho tiempo, él maduraba -continúa Archinoff- la idea de organizar las grandes masas campesinas y hacer manar la energía revolucionaria acumulada en ellas desde siglos y precipitar su formidable potenciar sobre el actual régimen opresor. y juzó llegado el momento de la ejecución de su idea.

Emprendió, pues, el regreso a Ucrania, con intención de dirigirse a Gulal-Pole. Era en julio de 1918.

El viaje se realizó -refiere Archinoff- con muchas dificultades, clandestinamente, para no caer en las guerras; de las autoridades del hetman. Una vez estuvo apunto de perecer, pues fue arrestado por un destacamento austroalemán, estando bien provisto de literatura libertaria. Un conocido, rico judío de Gulal-Pole, lo salvó pagando por su liberación una suma considerable de dinero. Al continuar su viaje, los comunistas le propusieron escoger una región determinada de Ucrania para el trabajo revolucionario clandestino en la orientación de ellos. Ni que decir que hasta rehusó discutir esa proposición: la tarea que él se proponía no tenía nada de común con la de los bolcheviques.

He aquí, pues, a Makhno en Gulai-Pole, esta vez con la decisión irrevocable de perecer o de obtener la victoria de los campesinos; en todo caso, decidido a no abandonar la región. La noticia de su regreso se extendió rápidamente de aldea en aldea. Por su parte, en asambleas y por medio de la prensa y de volantes, no tardó en mostrarse francamente a las vastas masas campesinas, incitándolas a acciones decisivas contra el poder del hetman y de los propietarios, haciendo resaltar que los trabajadores tenían ahora su suerte en sus manos y no debían dejarla escapar. Su llamado vibrante y enérgico se propagó en algunas semanas por numerosas aldeas y distritos, preparando las masas para los grandes acontecimientos futuros.

Makhno se puso inmediatamente a la obra. Su primera preocupación fue la de formar una compañía revolucionaria militar suficientemente fuerte para garantizar la libertad de agitación y de propaganda en ciudades y aldeas y comenzar al par operaciolles de guerrilla. Esta compañía fue rápidamente organizada. Había en todas las aldeas elementos maravillosamente combativos, dispuestos a obrar. Sólo faltaba un buen organizador: éste fue Makhno.

La misión de su compañía era: a) un trabajo activo de propaganda y de organización entre los campesinos; b) la lucha implacable contra todos los enemigos. Como fundamento de esa lucha tenía por lema: « Todo agrario que persiga a los campesinos, todo agente de policía del hetman, todo oficial ruso o alemán, en tanto que enemigo mortal e implacable de los campesinos, no hallará piedad alguna y será suprimido». Además, según los principios de los insurrectos, debía ser ejecutado todo el que participase en la opresión de los campesinos pobres y de los obreros, en la supresión de sus derechos o en la usurpación de su trabajo.

En dos o tres semanas, ese destacamento era ya objeto de terror, no sólo para la burguesía local, sino también para las autoridades austroalemanas. El campo de acción militar y revolucionaria de Makhno era considerable; se extendía desde la estación de Lozovala a Berdiansk, Mariupol y Taganrog y desde Lugansk y la estación de Grichino hasta Ekaterinoslav, Alexandrovsk y Melitopol. La rapidez de los movimientos era la particularidad de la táctica de Makhno. Gracias a ella y a la extensión de la región, aparecía siempre de improviso en el lugar en que menos se le esperaba.

En poco tiempo envolvió en un círculo de hierro y de fuego toda la región en que se atrincheraba la burguesía local. Todos los que durante los dos o tres meses de la heimanchina lograron afirmarse en sus viejos nidos señoriales, todos los que se embriagaron en la sumisión de los campesinos, saqueando sus tierras y gozando de los frutos de su trabajo, todos los que reinaban como amos sobre ellos, se encontraron repentinamente bajo la mano implacable e inexorable de Makhno y de sus guerrilleros. Rápidos Como el huracán, intrépidos, inaccesibles a la piedad ante los enemigos, caían Como el rayo en tal o cual propiedad, masacraban a todos los adversarios declarados de los campesinos y desaparecían tan rápidos como habían llegado. Y al día siguiente Makhno hacía lo mismo a cien kilómetros de distancia: aparecía súbitamente en alguna población, masacraba a la guardia nacional (la varta), los oficiales, los señores agrarios y se eclipsaba antes de que las tropas alemanas, apostadas muy cerca, tuviesen tiempo de comprender lo que ocurria. Al día siguiente estaba a cien kilómetros de allí y caía sobre un destacamento expedicionario enviado para reprimir a los campesinos o bien ahorcaba algunos guardias nacionales.

La guardia nacional se alarmó. Las autoridades austroalemanas también. Fueron enviados varios batallones para aplastar a Makhno y apoderarse de él. En vano. Excelentes jinetes desde la infancia, teniendo en el camino caballos de repuesto a voluntad, Makhno y sus partidarios eran absolutamente inasibles; hacían en veinticuatro horas marchas imposibles para las tropas de caballeria regulares. Muchas veces, Como para burlarse de sus enemigos, Makhno aparecía en el centro mismo de Gulai-Pole o en Pologui, donde había siempre numerosas tropas austroalemanas, o bien en algún otro lugar de concentración de tropas, matando los oficales que caían bajo su mano y desapareciendo sano y salvo sin dejar el menor rastro de su derrotero. O bien en el momento preciso en que se seguía su pista reciente, aprestándose a rodearlo y prenderlo en una aldea señalada por alguien, él, vestido con el uniforme de la guardia nacional, se mezclaba, con un pequeño número de sus guerrilleros, en el núcleo enemigo, se informaba de sus planes y disposiciones, se ponía después en marcha en persecución de Makhno, con un destacamento de la guardia, al que exterminaba luego.

La población campesina toda prestaba su concurso eficaz y hábil a la gente de Makhno, que tenía la certeza de encontrar refugio seguro, víveres, caballos y hasta armas. Los campesinos solían ocultar a los revolucionarios en sus viviendas con riesgo de sus vidas. Muchas veces, los habitantes de un pueblo dirigían a la guardia nacional y a las tropas perseguidoras de Makhno sobre una ruta falsa, mientras éste y sus jinetes se hallaban en el mismo pueblo o en lugar opuesto al indicado.

Muchas aldeas eran castigadas despiadadamente por su actitud a favor de los insurrectos; todos los hombres eran atrozmente golpeados a baquetazos y los sospechosos fusilados en el acto. Se quemaban aldeas enteras por venganza. Pero ninguna violencia era capaz de dominar la resistencia tenaz de la población trabajadora contra los invasores y sus protegidos: propietarios y contrarrevolucionarios.

En lo que concierne a las tropas austroalemanas y magiares, los guerrilleros se mantenían en la regla de acción siguiente: matar a los oficiales y dar libertad a los soldados prisioneros. A éstos se les proponía volver a sus países, relatar lo que hacían los campesinos ucranianos y trabajar por la Revolución social. Se les proveía de literatura libertaria y algunas veces de dinero. No se ejecutaba más que a los soldados reconocidos culpables de actos de violencia hacia los campesinos. Tal modo de tratar a los prisioneros ejerció sobre ellos cierta influencia revolucionaria.

En este primer período de su actividad, Makhno fue el organizador y guía de los campesinos y el temible justiciero del pueblo oprimido. Cientos de señores agrarios emboscados, miles de opresores y beligerantes fueron destrozados. Su actitud resuelta, la rapidez de sus golpes certeros y la imposibilidad de capturarlo muerto o vivo, hicieron su nombre célebre y ante él temblaban de odio y terror los burgueses y las autoridades, mientras que entre el pueblo trabajador despertaba sentimientos de profunda satisfacción, de altivez y de esperanza. Pronto fue Makhno una figura legendaria. Había en su carácter y en su conducta extraordinaria audacia, firme voluntad, perspicacia vigilante y, en fin, un humor simpático. Todas estas cualidades se imponían al pueblo. Mas no era todo esto, con ser mucho, lo fundamental en la personalidad de Makhno. Su temperamento combativo, sus empresas insurreccionales no fueron sino las manifestaciones primeras de su enorme talento organizador y defensivo, que más tarde se reveló en toda su capacidad.

Multiplicaba las reuniones públicas en todas partes, escribía informes sobre las labores inmediatas, sobre la Revolución social y sobre la vida en comunidad libre e independiente de los trabajadores como fin supremo. Redactaba continuamente manifiestos al pueblo, a los soldados invasores y a los cosacos del Don y del Kuban.

Así hablaba Makhno a las grandes masas campesinas:

«¡Vencer o morir! Este es el dilema del momento histórico para los campesinos y obreros de Ucrania. Mas nosotros no podemos morir todos porque somos ini1umerables. ¡Nosotros somos la humanidad! ¡Por eso triunfaremos! Y no venceremos para repetir el terror de los pasados años: el de remitir nuestra suerte a nuevos amos. Venceremos para tomar nuestros destinos en propias manos y disponer nuestra vida conforme a nuestra voluntad y nuestra verdad.»

Notas

1 Archinoff, libertario ruso, miembro de la Federación de Moscú, participó en el movimiento de Ucrania en casi toda su duración.

2 Historia del movimiento makhnovista, P. Archinoff. Tusquets Editor. Colección Acracia, número 2. Barcelona, 1975.

2 Uno de los más grandes escritores rusos, Nicolás Gogol (18W-1852); pintó admirablemente la vida y las costumbres del Zaporojie en su magnífica obra Tarass Bulba.

3 Ver, por ejemplo, ciertas obras de Joseph Kessel.

4 En la prisión, Makhno conoció a Archinoff, condenado como él a trabajos forzados por anarquista. Archinoff, mucho más instruido, le ayudó en sus estudios.

5 Era en los días subsiguientes de la brutal represión de abril (V. libro I, cap. II). En su conversación con Makhno, Lenin hizo una breve alusión a esos hechos, pretendiendo que los anarquistas de Moscú «amparaban a bandidos por doquiera». Makhno le preguntó si tenía pruebas de ello, y tras una respuesta evasiva de Lenin, que invoco la competencia de la Tcheka, la conversación fue cortada por la intervención de un bolchevique sobre otro tema. Nada salió, pues, en claro.

Formación del ejército insurreccional makhnovista

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Extracto de La Revolución desconocida de Volin. Ed. Campo Abierto.

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Las diversas fuerzas en lucha en Ucrania.

-Bien pronto Makhno se convirtió en cabeza de enlace para la unión de todos los insurgentes.

En cada aldea los campesinos crearon grupos locales clandestinos, que se coligaban a Makhno, lo sostenían en todas sus empresas, seguían sus consejos y sus disposiciones.

Los numerosos destacamentos de guerrilleros -los existentes y los que se iban formando- se coligaban a los grupos de Makhno en procura de unidad de acción. La necesidad de esta unidad y de una acción generalizada era reconocida por todos los guerrilleros revolucionarios. Y todos coincidían en que ella sería satisfecha mejor bajo la dirección de Makhno. Esa era también la opinión de varios destacamentos de insurrectos, hasta entonces independientes entre sí, entre ellos el gran cuerpo dirigido por Kurilenko, que operaba en la región de Berdiansk, el de Stchuss, en la región de Debrivka, el de Petrenko-Platonoff, en la de Grichino, y otros, que se unieron espontáneamente al destacamento de Makhno. Así, la unificación de las unidades desligadas de guerrilleros en la Ucrania meridional en un solo ejército insurrecto bajo el mando supremo de Makhno, se hizo de modo natural, por fuerza de las cosas y voluntad de las masas.

La extendida e indomable insurrección campesina acabó por desorientar y disgregar completamente a las fuerzas de ocupación y a la policía del hetman. La contrarrevolución, sostenida por las bayonetas extranjeras, perdía terreno cada vez más rápidamente. La terminación de la guerra y los trastornos políticos que la siguieron en Alemania y Austria le dieron el golpe de gracia. A fines de 1918, las tropas austroalemanas abandonaron el país. El hetman y los propietarios agrarios desaparecieron para no volver.

Desde entonces, tres fuerzas fundamentales, muy diferentes, se hallaban en acción en Ucrania: la petlurovstchina, el bolchevismo y la makhnovtchina.

Ya hemos hablado del bolchevismo lo suficiente para que se pueda comprender sin dificultad, sin insistir sobre ello, los fines y la acción de los bolcheviques en Ucrania. Y del movimiento makhnovista acabamos de dar una idea suficiente de sus primeros aspectos. Es menester, pues, caracterizar la esencia y la obra de la petlurovstchina.

Desde los primeros días de la Revolución de febrero (1917), la burguesía liberal ucraniana, temerosa de los excesos de la revolución moscovita y deseosa de evitarlos en su región, planteó el problema de la independencia nacional de Ucrania. Derribado el zarismo, podía soñar en ella con esperanza de éxito, toda vez que los partidos políticos rusos de izquierda habían proclamado altamente «el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos con toda libertad».

Sostenida por algunos estratos de la población ucraniana: campesinos ricos (kulaks), intelectuales liberales, etc., esta burguesía creó un vasto movimiento nacional autonomista y separatista, con miras de independizarse completamente del Estado panruso. Advirtiendo, sin embargo, que el movimiento no podía esperar un éxito sólido y duradero hasta tanto no dispusiera de una fuerza popular armada, los guías del movimiento: Simón Petlura y otros, dirigieron sus miradas hacia la masa de soldados ucranianos que se hallaban en el frente y en la retaguardia. Y procedieron a su organización, sobre base nacional, en regimientos ucranianos especiales.

En mayo de 1917, los jefes del movimiento organizaron un Congreso militar, que eligió un Consejo militar general, órgano llamado a dirigir el movimiento. Más tarde, ese Consejo fue ampliado y llamado Rada (Consejo, en ucraniano).

En noviembre de 1917, en el Congreso panucraniano, la Rada se convirtió en Rada Central, especie de parlamento de la nueva República Democrática Ucraniana. Y un mes después, la Rada Central proclamó solemnemente la independencia de esta República.

El acontecimiento comportó un golpe terrible para el bolchevismo, que acababa de apoderarse del poder en la Gran Rusia y, naturalmente, quería extenderlo a Ucrania, a despecho del «derecho de los pueblos».

Los bolcheviques se apresuraron, pues, a mandar sus tropas para Ucrania, iniciando una encarnizada lucha con las formaciones de Petlura en torno a Kiev, capital de Ucrania, de la que se apoderaron el 25 de enero de 1918, instalando su gobierno y comenzando de seguida a extender su poder sobre toda Ucrania, cosa que no lograron sino parcialmente. El gobierno de Petlura, los personajes políticos del movimiento separatista y sus tropas se retiraron hacia el Oeste, donde se fortificaron y lanzaron su protesta contra la ocupación de Ucrania por los bolcheviques.

Probable es que los polcheviques habrían podido, en poco tiempo, llegar a sofocar el movimiento autonomista, pero los acontecimientos inmediatos lo impidieron.

En marzo y abril de 1918 debieron retirarse hacia la Gran Rusia, para dejar lugar, conforme a las cláusulas del tratado de Brest-Litovsk, al ejército de ocupación austroalemán. Adelantándose a éste, los partidarios de Petlura reocuparon Kiev. y su gobierno proclamó la Nueva República Nacional Ucraniana, que no vivió sino algunas semanas.

Los austroalemanes prefirieron, no sin razón, tratar con los señores y los propietarios desposeídos de Ucrania y no con el régimen de Petlura, que eliminaron militarmente sin contemplaciones, reemplazándolo por la autoridad absolutista de su dócil criatura, el hetman Skoropadsky. Petlura estuvo cierto tiempo encarcelado y debió desaparecer de la arena política. Pero la disgregación del régimen del hetman no se hizo esperar. La inmensa insurrección de los campesinos comenzó bien pronto a asestarle formidables golpes. Convencidos de la fragilidad del régimen impuesto por los ocupantes, los elementos de Petlura reanudaron enérgicamente su obra, favorecidos por las circunstancias. En rebelíón el campesinado, centenares de miles de insurgentes espontáneos no esperaban sino el primer llamado para marchar contra el gobierno del hetman. Disponiendo de suficientes medios para agrupar, organizar y armar una parte de esas fuerzas, los de Petlura se adelantaron y se apoderaron, casi sin resistencia, de numerosas ciudades y localidades, sometiendo a las provincias así conquistadas aun nuevo género de poder: el Directorio, encabezado por Petlura. Y, aprovechando la ausencia de otros pretendientes, sobre todo los bolcheviques, se apresuraron a extender su poder sobre buena parte de Ucrania.

En diciembre de 1918, Skoropadsky huyó y el Directorio de Petlura entró solemnemente en Kiev, acontecimiento que suscitó gran entusiasmo en toda Ucrania. Los petluristas hicieron de todo para exaltar su éxito al extremo, poniéndose en héroes nacionales. En poco tiempo, su poder se extendió de nuevo sobre la mayor parte de Ucrania, salvo en el Sur, región afectada por el movimiento makhnovista, donde chocaron con seria resistencia, y, en lugar de éxitos, sufrieron algunos sensibles reveses. Pero dominaban en todos los grandes centros de Ucrania. La dominación de la burguesía autonomista parecía asegurada esta vez. ¡Mera ilusión!

Con tiempo apenas para instalarse, el nuevo poder comenzó a disgregarse. Los millones de obreros y campesinos que, en el momento de la caída del hetman, se habían encontrado en el círculo de la influencia de los petluristas, se desilusionaron bien pronto y comenzaron a abandonar en masa las filas de Petlura.

Buscaban otra base y otro apoyo para sus intereses y sus aspiraciones: La mayor parte se dispersó por ciudades y aldeas y adoptó una actitud hostil hacia el nuevo poder. Otros se incorporaron a los destacamentos insurrectos makhnovistas. Los petluristas, pues, se encontraron desarmados, por el giro de los acontecimientos, con tanta rapidez como se habían armado. Su idea de autonomía burguesa, de unidad nacional burguesa, no pudo sostenerse en el pueblo revolucionario sino por pocas horas. El ardiente aliento de la revolución popular redujo a cenizas esta idea falsa y colocó a sus defensores en situación de completa impotencia. Al mismo tiempo, los bolcheviques se aproximaban rápidamente, desde el Norte, expertos en medios de agitación de clase y firmemente decididos a apoderarse de Ucrania. Justamente al mes de la entrada del Directorio de Petlura en Kiev, las tropas bolcheviques se estableció en la mayor parte de Ucrania

(P. Archinoff, ob. cit., cap. IV).

A poco, pues, de la caída del hetman y de la partida de los austroalemanes, el gobierno de Moscú se instaló definitivamente en Ucrania, con sus autoridades, sus funcionarios, sus cuadros de militantes y, sobre todo, con sus tropas y su policía.

Pero en las partes oeste y meridional hubo de chocar bien pronto en los elementos nacionalistas de Petlura, que se habían reagrupado en su retirada, y con el movimiento auténtico e independiente de las masas campesinas guiado por Makhno.

Petlura, rechazado del corazón del país, no se dio por vencido; retirado a las regiones menos accesibles para los bolcheviques, intentó resistir, doquiera podía, tanto a los bolcheviques como a las formaciones campesinas de Makhno.

En cuanto al movimiento campesino independiente, se vio bien pronto obligado a erguirse, no sólo contra la burguesía petlorista (antes de entrar en acción, más tarde, contra las tentativas monarquistas de Denikin y de Wrangel), sino también contra la impostura de los bolcheviques.

La situación en Ucrania se había vuelto, así, más embrollada que nunca. Cada una de las tres fuerzas en presencia debía luchar contra las otras dos. Y la cosa se complicó luego más aún, a causa de la aparición de un cuarto elemento: la acción de los generales rusos nacionalistas y monárquicos tendiente a reconstituir el anterior imperio ruso en su integridad territorial y su base absolutista. A partir de este momento (verano de 1919), cada una de esas cuatro fuerzas debía afrontar a las otras tres.

Agreguemos que, en este ambiente caótico, Ucrania se convirtió en campo libre para aventuras y golpes de mano audaces de una multitud de verdaderas bandas armadas, compuestas de elementos desviados a raíz de la guerra y la revolución, que vivían del bandolerismo, recorriendo el país en todo sentido; .operando preferentemente, casi sin inconvenientes, en el Sur.

(Mucho más tarde, los bolcheviques, en su habitual actitud difamatoria, se esforzaron en identificar al movimiento independiente de los campesinos, y a Makhno en persona, con los elementos del bandolerismo y la contrarrevolución. El lector, a esta altura de la obra, sabra discernir bren los hechos, los hombres y las leyendas.)

Es de imaginarse el fantástico caos en que había caído el país, como así también las inverosímiles combinaciones que se anudaban y desanudaban a lo largo de los tres años de lucha (desde fines de 1918 afines de 1921) hasta el momento que los bolcheviques triunfaron definitivamente sobre todos.

Agreguemos y subrayemos, con Archinoff, que toda la acción de los bolcheviques en Ucrania fue pura impostura impuesta por la fuerza de las armas, impostura que ni ellos mismos procuraron disimular .

Al instalar su gobierno, primero en Kharkov, luego en Kiev, lanzaban sus divisiones a través de las regiones ya liberadas del poder del hetman, creando en ellas militarmente los órganos de su poder.

En los lugares que los bolcheviques ocupaban, tras de haber puesto en fuga a los partidarios de Petlura o ya liberados y bajo el dominio de los trabajadores mismos, el poder comunista se instalaba manu militari. Los consejos de obreros y campesinos (soviets), que dice habían creado ese poder, aparecían más tarde, a hecho consumado y a poder consolidado.

Antes de los soviets, había Comités revolucionarios. Y antes de los Comités, muy simplemente, las divisiones militares

(P. Archinoff, ibid.).

Las cualidades y los defectos del movimiento makhnovista.-

Hemos visto que, en razón de múltiples circunstancias, la Revolución social comenzó en Ucrania, no por la toma del poder por un partido político de extrema izquierda, sino fuera de toda cuestión de poder, mediante una inmensa revuelta espontánea de los campesinos contra sus nuevos opresores, que al comienzo fue como una tempestad desencadenada. Con exasperado furor, las masas campesinas se dieron a la destrucción. violenta de todo cuanto odiaban, de cuanto les oprimía desde siglos. Elemento positivo alguno aparecía aún en esta obra destructora. Pero poco a poco, al par del desarrollo de los acontecimientos, el movimiento de los campesinos revolucionarios se organizaba, se unificaba y puntualizaba cada vez mejor sus tareas esenciales constructivas.

Obligado a resumir los acontecimientos y a eliminar, en lo posible, los detalles, fijaremos de seguida los rasgos esenciales, específicos, del movimiento makhnovista, cuyas manifestaciones devenían de vez en vez más claras en el curso de los acontecimientos que siguieron a la derrota del régimen del hetman y la terminación de la ocupación austroalemana.

Estos rasgos característicos pueden ser divididos en dos grupos el primero comprende los lados fuertes, las cualidades y los méritos, y el segundo, las debilidades, los defectos y los errores. No hay por qué creer que el movimiento makhnovista haya sido irreprochable, que no haya tenido tachas ni lagunas. (ciertas debilidades permitieron a los bolcheviques enlodar y calumniar el movimiento.)

Los caracteres meritorios del movimiento fueron:

Su completa independencia de toda tutela, de todo partido, de toda política, cualesquiera fuesen y de dondequiera procediesen; el espíritu verdaderamente libre y aun libertario del movimiento. Esta cualidad fundamental de importancia capital, se debía: a) a la espontaneida de la insurrección campesina desde su ininciación; b) a la influencia personal de Makhno, libertario; c) a la actividad de otros elementos libertarios en la región habiendo el mismo Makhno, absorbido por la acción combativa, hecho lo más posible para que acudiese el mayor número de libertarios y militasen con toda libertad. Y es de agreger también el aprovechamiento de las experiencias de los insurgentes en sus cotidianos contactos con los partidos políticos.

Esta tendencia libertaria del movimiento se manifestó por una profunda desconfianza hacia los elementos no trabajadores o privilegiados, por el rechazo de toda dictadura de cualquier organización y por la idea de una autoadministración libre y completa de los trabajadores mismos en sus localidades.

La coordinación libre, federativa -y tanto más sólida- de todas las fuerzas del movimiento en un solo y vasto movimiento social, libremente organizado y disciplinado.

La influencia ideológica, sana y muy elevada, que el movimiento ejerció en gran parte del país, englobando a unos siete millones de habitantes.

El incomparable valor combativo del ejército de los insurgentes campesinos revolucionarios, ejército que, a pesar de su perpetua falta de armas y de municiones y de otras dificultades terribles, a pesar de muchísimos obstáculos insuperables y de las traiciones constantes de que fue objeto, pudo resistir a todas las imposturas y a todas las fuerzas de opresión durante cerca de cuatro años.

El genio, por una parte organizador, y estratégico y militar, por otra, y otras cualidades excepcionales del guía del núcleo combativo del movimiento, Nestor Makhno.

La rapidez con que las masas campesinas y los insurgentes en general se familiarizaron, a pesar del ambiente desfavorable, con las ideas libertarias y trataron de aplicarlas.

Ciertas realizaciones positivas del movimiento en el terreno económico, social y revolucionariamente militar, en la medida que las circunstancias lo permitieron.

Los lados débiles del movimiento fueron:

La necesidad casi constante de batirse y defenderse contra toda clase de enemigos, sin poder dedicarse al trabajo pacífico y realmente positivo.

La prolongada existencia de un ejército en el seno del movimiento. Porque un ejército, cualquiera sea, acaba siempre y fatalmente por adolecer de ciertos graves defectos, de una nefasta mentalidad específica.

La insuficiencia de fuerzas libertarias intelectuales en el movimiento.

La ausencia de un vigoroso movimiento obrero organizado, que apoyara al de los campesinos insurrectos.

Ciertos defectos personales de Makhno. Este, sin mengua de su genio organizador y militar, de su ardor libertario y de otras notables cualidades militares, tenía también graves defectos de carácter y de educación. En ciertos aspectos no estaba del todo a la altura de su tarea. Estas debilidades -de que volveremos a ocuparnos- disminuyeron la envergadura y la trascendencia moral del movimiento.

Cierta bonhomía, no lo bastante recelosa, en relación a los bolcheviques.

La constante penuria de armas y de municiones. Casi únicamente a fuerza de victoriosos combates los makhnovistas lograban armarse.

Dicho esto, volvamos a los acontecimientos, en cuyo curso tendremos ocasión de observar las cualidades y defectos del movimiento para poder juzgarlos en su conjunto.

Ataque general de los insurgentes contra el hetman, los alemanes y Petlura. Su victoria. Creación de una región libre de todo poder.

-Los destacamentos de Makhno, agrupados en un ejército de guerrilleros voluntarios, comenzó en octubre de 1918 un ataque general contra las fuerzas del hetman.

En noviembre, las tropas austroalemanas se hallaban completamente desorientadas por los acontecimientos en el frente occidental de la guerra y en el interior de los países por ellas ocupados, estado de cosas que Makhno aprovechó. En algunos lugares entró en tratos con esas tropas, obtuvo su neutralidad y hasta logró desarmarlas sin dificultad, apoderándose de sus armas y municiones. En otros, los rechazaba en combates. Así ocupó definitivamente, por ejemplo, tras un combate obstinado de tres días, a Gulai-Pole.

Se presentía por doquiera la proximidad del fin del régimen del hetman. La juventud campesina afluía en masa al ejército de Makhno. Y era de lamentar el no poder armar a tantos voluntarios, la mayor parte de los cuales habían de ser rechazados. Sin embargo, el ejército de los insurgentes makhnovistas poseía ya varios regimientos de infantería y de caballería, algo de artillería y numerosas ametralladoras. En cuanto a las tropas ucranianas ( de Petlura) y a la guardia (varta) del hetman, desaparecieron casi totalmente ante el extraordinario crecimiento del ejército insurreccional, el que bien pronto dominó una gran extensión, liberada así de todo poder. Pero el hetman resistía aún en Kiev. Makhno marchó entonces hacia el Norte, ocupó importantes estaciones ferroviarias: Tchaplino, Grichino, Sinelnikovo y la ciudad de Paulograd. Y dobló en seguida hacia el Oeste, en dirección a Ekaterinoslav, donde chocó con las fuerzas reorganizadas y completamente militarizadas de Petlura.

En esta época, los petluristas consideraban al movimiento makhnovista como un episodio poco importante de la revolución ucraniana. No lo conocían de cerca y esperaban atraer a estas bandas rebeldes a su esfera de influencia y ponerlas bajo su dirección. Dirigieron, pues, a Makhno, muy amigablemente, una serie de preguntas de orden político: ¿Qué opinaba sobre el movimiento de Petlura y sobre el poder de éste? ¿Qué estructura política futura deseaba para Ucrania? ¿No consideraba deseable y útil obrar en común para la creación de una Ucrania independiente?

Terminante fue la respuesta de los makhnovistas. Declararon que, en su opinión, la petlurovtchina era un movimiento de la burguesía nacionalista, con miras opuestas a las de los campesinos revolucionarios; que Ucrania debía ser organizada sobre base de un trabajo libre y de la independencia de los obreros y los campesinos; que ellos no admitían unión alguna con quienquiera fuese, y que sólo la lucha era posible entre la makhnovtchina, movimiento del pueblo laborioso, y la petlurovtchina, movimiento de la burguesía. Los acontecimientos que siguieron a este cambio de puntos de vista constituyen una de las estratagemas frecuentes en las luchas en Ucrania.

El ejército de Makhno se detuvo en Nijne-Dnieprovsk, suburbio de Ekaterinoslav, y se preparó a atacar la ciudad. Había allí un comité bolchevique, que disponía de algunas fuerzas armadas, insuficiente para una acción propia. Conocido Makhno en la región como revolucionario de valor y bien dotado conductor guerrero, el comité le ofreció el comando de los destacamentos obreros del partido, que aquél aceptó.

Makhno recurrió a una astucia -como lo hacía a menudo- muy arriesgada, pero plena de promesas en caso de resultar: cargó de tropas un tren y lo envió de Nijne-Dnieprovsk a la estación de Ekaterinoslav, como un pacífico tren de obreros, como los que habitualmente conducían ala ciudad a los trabajadores, pasando generalmente sin obstáculos y sin control. Makhno, que lo sabía, aprovechó audazmente la ocasión. Si la treta fuera descubierta antes de detenerse el tren, toda la tropa habría de caer prisonera. El tren pasó sin inconveniente, entró en la estación y se detuvo. En un abrir y cerrar de ojos, las tropas makhnovistas ocuparon la estación y sus alrededores. En la ciudad se entabló una encarnizada batalla y al cabo los petluristas fueron vencidos, batiéndose en retirada y abandonando la ciudad. Makhno se contentó con tomar posesión de la ciudad y organizar la nueva situación, sin preocuparse de perseguir a las tropas en retirada, las cuales, a los pocos días, bien reforzadas, volvieron a la carga, batieron al ejército de Makhno y retornaron la ciudad. No se sintieron, empero, lo bastante fuertes para perseguir a los makhnovistas.

El ejército insurrecto se retiró de nuevo a la región de Sinelnikovo, donde se atrincheró y estableció una línea de frente con las fuerzas de Petlura en la frontera noroeste de la región ocupada por los insurgentes.

Las tropas de Petlura, compuestas en gran parte de campesinos insurgentes o movilizados por imposición, se disgregaron rápidamente al contacto de los makhnovistas. Bien pronto ese frente fue liquidado sin combates: se derritió. A consecuencia de ello, Ekaterinoslav fue luego ocupada por los bolcheviques que, por el momento, no osaban ir más allá de la ciudad. Makhno, por su parte, no estimaba tener fuerzas suficientes para hacerse fuerte a la vez en Ekaterinoslav y en la vasta región liberada, por lo que decidió dejar que los bolcheviques tomasen esa ciudad y asegurar el control de la frontera de esta región.

Así pues, al Sur y al Este de Ekaterinoslav, una extensión de varios millares de kilómetros cuadrados estuvo libre de toda autoridad y de toda tropa, en la que los campesinos eran verdaderamente libres. En Ekaterinoslav reinaban los bolcheviques, y al Oeste dominaban los petluristas.

El trabajo positivo en la región libre.

-Los campesinos makhnovistas aprovecharon esta libertad y la relativa calma de su región -de corta duración, ¡ay!- para realizar algunas tareas positivas.

Durante unos seis meses, de diciembre de 1918 a junio siguiente, los campesinos de Gulai-Pole vivieron sin poder político alguno. No sólo fueron mantenidos sanamente los vínculos sociales entre ellos, sino que también crearon formas nuevas de organización social: Comunas de trabajadores libres y Soviets libres de trabajadores.

Más tarde, los makhnovistas formularon sus ideas sociales, especialmente su concepción de los soviets, en un folleto titulado Tesis generales de los insurgentes revolucionarios sobre los Soviets libres. Lamento no tenerlo a mano. Según ellos, los soviets deben ser absolutamente independientes de todo partido político; formar parte de un sistema económico general basado en la igualdad social; sus miembros debían ser trabajadores auténticos, servir los intereses de las masas laboriosas y obedecer únicamente a su voluntad; sus animadores no han de ejercer ningún poder .

En cuanto a las comunas, en muchos puntos se intentó organizar la vida social en base a ellas, justa e igualitariamente. Los mismos campesinos que se habían mostrado hostiles a las comunas oficiales procedían con entusiasmo a la constitución y arraigo de las comunas libres. Cerca de la aldea Prokovskoie se organizó la primera comuna, llamada Rosa Luxemburgo, el número de cuyos miembros, de algunas decenas al principio, sobrepasó más tarde de 300. Esta comuna fue creada por los campesinos más pobres de la localidad. Al consagrarla a la memoria de Rosa Luxemburgo testimoniaban su imparcialidad y una cierta nobleza de sentimientos. Sabían que era una mártir de las luchas revolucionarias en Alemania. Los principios esenciales de la comuna no correspondían absolutamente a la doctrina por la que ella había luchado, pero los campesinos quisieron honrar, justa y únicamente, a una víctima de la lucha social. Base de la comuna era el principio no-autoritario. Esta comuna alcanzó hermosos resultados y acabó por ejercer gran influencia en los campesinos de la zona [1].

A siete kilómetros de Gulai-Pole se formó otra comuna, llamada simplemente «Comuna número 1 de los campesinos de Gulai-Pole». También ella obra de campesinos pobres. Y a unos veinte kilómetros de ella, estaban las comunas números 2 y 3. Las había también en otros lugares.

Todas estas comunas fueron creadas libremente, por espontáneo impulso de los campesinos mismos, con ayuda de algunos buenos organizadores, para afrontar las necesidades vitales de la población laboriosa. Ellas no tenían semejanza alguna con las comunas artificiales, denominadas ejemplares, montadas muy torpemente por las autoridades bolcheviques, que agrupaban habitualmente a elementos heteróclitos, reunidos al azar, incapaces de trabajar seriamente. Estas sedicentes comunas del bolchevismo no hacían más que malgastar semillas y estropear las tierras. Subvencionadas por el goblerno, vivían, pues, del trabajo del pueblo, aun pretendiendo enseñarle a trabajar.

Las comunas libres eran verdaderas comunas laboriosas. Agrupaban a campesinos auténticos, habituados desde la infancia al trabajo serio. Se basaban en una real ayuda mutua material y moral y en el principio igualitario. Todos -hombres, mujeres y niños- debían trabajar en ella, cada uno en la medida de sus fuerzas. Las funciones organizadoras eran confiadas a camaradas capaces, quienes, cumplida esa tarea, reanudaban el trabajo común. Tales principios sanos y serios eran consecuencia de haber surgido las comunas en el ambiente laborioso mismo y haberse desarrollado libre y naturalmente.

Los guerrilleros makhnovistas jamás ejercieron presión alguna sobre los campesinos, limitándose a propagar la idea de las comunas libres, las que se formaron por iniciativa de los mismos campesinos pobres.

Es interesante y sugestivo comprobar que las ideas y la acción de los campesinos makhnovistas eran de todo punto semejantes a las de los rebeldes de Cronstadt en 1921. Prueba esto que cuando las masas laboriosas tienen la posibilidad de pensar, investigar y obrar libremente, adoptan sobre poco más o menos la misma orientación, cualesquiera sean la localidad, el ambiente y aun, agreguemos, la época, si se establece relación con las revoluciones precedentes. Independientemente de todo otro razonamiento, ello debe llevarnos a creer que, en conjunto, ésa es la buena, la justa, la verdadera orientaci6n de los trabajadores.

Cierto es que las masas laboriosas no han podido mantenerse en ella, por múltiples razones; pero la posibilidad de no abandonarla, de proseguir por ella hasta el fin, no es sino cuestión de tiempo y de evolución.

La actividad constructiva de los makhnovistas no se limitó a estos esbozos de comunismo libre. Se les presentaron tareas mucho más vastas e importantes, que debían ser afrontadas sin dilación. Era necesario hallar en común soluciones prácticas a los diversos problemas de la entera región. Se hacía por ello indispensable crear una organización general que fuera abarcando progresivamente el distrito, el departamento y finalmente la entera región. Lo que implicaba la constitución de órganos capaces de semejante labor organizadora.

Los campesinos no fallaron al menester, recurriendo a la realización de Congresos periódicos de campesinos, obreros y guerrilleros. Mientras la región permaneció libre, hubo tres Congresos regionales, que permitieron a los campesinos estrechar vínculos, orientarse de manera segura en el complicado ambiente del momento y determinar con claridad las tareas económicas, sociales y de otra índole requeridas.

El Primer Congreso tuvo lugar el 23 de enero de 1919 en Grande-Mikhailovka y se ocupó especialmente del peligro de los movimientos reaccionarios de Petlura y Denikin. El primero reorganizaba sus fuerzas en el Oeste en vista de una nueva ofensiva, y Denikin, con sus preparativos de guerra civil, constituía mayor preocupación entre los revolucionarios. El Congreso arbitró medidas de defensa contra ambas tentativas. Los choques de patrullas eran cada vez más frecuentes e importantes, llegando a ser casi cotidianos en el límite sudeste.

El Segundo Congreso se reunió tres semanas después, el 12 de febrero de 1919, en Gulay-Pole. Por desgracia, el inminente peligro de una ofensiva de Denikin contra la región libre impidió la dedicación a los problemas urgentes de la construcción pacífica. Las sesiones fueron absorbidas por las medidas de defensa y de lucha contra el nuevo invasor.

El ejército makhnovista tenía cerca de 20.000 combatientes voluntarios. Pero muchos se hallaban completamente agotados por la fatiga, ya que debieron soportar, sobre las fronteras de la región libre, incesantes luchas contra las vanguardias de Denikin y otras tentativas de penetración. Y el ejército de Denikin se reforzaba rápidamente.

Después de larga discusión, el Congreso resolvió llamar a los habitantes a una movilización voluntaria e igualitaria. Voluntaria significaba la necesidad de completar el ejército revolucionario con combatientes frescos, sin obligar a nadie a incorporarse, sino apelando a la conciencia y la buena voluntad de cada uno. Igualitaria quería decir que se tendría presente la situación personal de cada voluntario, a fin de que las cargas fuesen repartidas y soportadas por la población con la mayor equidad y justicia.

Se formó un Consejo revolucionario militar para crear una dirección circunstancial en la lucha contra Petlura y Denikin, sostener las relaciones económicas y sociales entre todos y responder a las necesidades de información y vigilancia, así como a las decisiones adoptadas.

Este consejo abarcaba toda la región libre y debía ejecutar los acuerdos de los congresos, pero no era en modo alguno autoritario. Le fue asignada sólo una función ejecutiva para poner en práctica lo discutido y aprobado, y en cualquier momento podría ser disuelto por el Congreso.

En seguida que las resoluciones de este Segundo Congreso fueron conocidas en toda la región revólucionaria, de todas las poblaciones grandes o pequeñas, concurrían en masa los voluntarios. El número fue enorme, superando todas las previsiones, y si se hubiese podido armas a todos, los sucesos trágicos que siguieron no hubiesen sido posibles. Además, quizá toda la Revolución rusa habría sido conducida de otro modo y el gran acontecimiento que los libertarios esperaban se habría producido. Desgraciadamente se carecía de armas y no pudieron formarse oportunamente nuevos destacamentos. El 90 por 100 de los voluntarios debió ser rechazado.

Las consecuencias fueron fatales para la región cuando, en junio de 1919, Denikin lanzó su ofensivo general.

Nota

1-. Esta comuna fue destruida, los días 9 y 10 de junio de 1919, por los bolcheviques, cuando la campaña general contra la región makhnovista.

LAS OFENSIVAS DE DENIKIN Y EL DERRUMBE FINAL

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Extracto de La Revolución desconocida de Volin. Ed. Campo Abierto.

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La resistencia de los makhnovistas.

-Dice Archinoff certeramente: «Los estatistas temen al pueblo libre y afirman que éste, sin autoridad, perdería la sociabilidad, se disgregaría y volvería al salvajismo. ¡Absurdas expresiones autoritarias de parásitos, de aficionados a la autoridad, o de «pensadores» ciegos al servicio del privilegio!»

Ya el enemigo mortal del trabajo y de la libertad, la Autoridad cercaba a la región y la amenazaba por dos lados. Del Sudeste ascendían las tropas de Denikin, y del Norte descendía el ejército del Estado comunista.

Denikin llegó el primero, en los días subsiguientes al derrumbe del hetman. Algunos destacamentos contrarrevolucionarios del general Chkuro se infiltraron por el lado del Don y del Kuban y se acercaron a Pologui y Gulai-Pole. La tropa makhnovista hizo frente a esta primera amenaza. Su infantería y su caballería eran eficientes y entusiastas. La infantería estaba organizada de un modo especial y original; se desplazaba como la caballería, pero no a caballo, sino en carruajes con resortes, ligeros, llamados en Ucrania meridional tatchanka. Marchando a la par de la caballería, esta infantería rodante podía hacer cómodamente de 60 a 70 kilómetros por día y, de ser necesario, hasta 90 ó 100. La caballería era una de las mejores del mundo y sus ataques, fulminantes e irresistibles. Muchos de los campesinos revolucionarios eran veteranos, pues habían participado en la guerra de 1914. Detalle importante. Ello permitió a la población campesina remediar, en cierta medida, el agotamiento de los combatientes, ya que en algunos lugares expuestos del frente, éstos eran reemplazados por algunos centenares de campesinos de los alrededores. Los exhaustos les daban sus armas y volvían a sus lugares de descanso para, después de dos o tres semanas, reintegrarse a las filas. En algunas épocas, los campesinos llegaban al frente de combate, y los combatientes se dirigían a la labor de los campos.

Los campesinos se dedicaron desde un principio al aprovisionamiento regular de las tropas. El centro fue Gulal-Pole, adonde llegaban víveres y forrajes que se enviaban en seguida al frente. No previó en absoluto Denikin la resistencia extrema de los makhnovistas; contaba con la lucha inminente entre el Directorio de Petlura y los bolcheviques y esperaba aprovecharla para establecer su frente en el límite norte del departamento de Ekaterinoslav. Pero chocó inopinadamente con el excelente y tenaz ejército de los insurgentes. Después de las primeras batallas, el ejército de Denikin se retiró hacia el Don y el mar de Azof. Pronto quedó libre toda la extensión desde Pologui hasta el mar; los makhnovistas ocuparon estaciones ferroviarias e importantes ciudades como Berdiansk y Mariupol.

A partir de enero de 1919, el primer frente contra Denikin fue sólidamente establecido, extendido sobre más de 100 kilómetros en la dirección este y nordeste de Mariupol. Denikin se fortalecía y acentuaba sus incursiones y sus ataques.

Seis meses resistieron los revolucionarios la embestida contrarrevolucionaria. El general Chkuro tenía también excelente caballería y empleaba iguales estratagemas: sus destacamentos penetraban profundamente en la retaguardia makhnovista y se desparramaban rápidamente, destruyendo, quemando y masacrando cuanto podían, para desaparecer como por encanto y aparecer de repente en otro lugar y cometer las mismas devastaciones.

La que sufría exclusivamente era la población laboriosa, en venganza por la ayuda eficaz que ésta procuraba a los insurrectos y por su hostilidad evidente contra los denikistas. Se esperaba provocar así una reacción contra la revolución. La población judía, radicada desde hace mucho tiempo en la región de Azof, en colonias especiales, sufría igualmente las incursiones. Los judíos eran masacrados por los denikistas, quienes trataban además de fomentar un movimiento popular antijudío, lo que le habría facilitado la tarea.

Ni sus efectivos bien armados, ni sus ataques furiosos, bastaron a los denikistas para reducir a los insurrectos, impulsados por un gran ardor revolucionario y muy hábiles en la guerra de emboscada. En seis meses de luchas terribles, el general Chkuro recibió más de una vez tales arremetidas de las tropas de Makhno, que sólo retiradas precipitadas de 80 a 120 kilómetros lo salvaron de una derrota completa. Los makhnovistas llegaron cinco o seis veces hasta los muros de Taganrog. Entonces, sólo la falta de combatientes y de armas impidió a Makhno destruir la contrarrevolución de Denikin.

El odio sanguinario de los oficiales de Denikin contra los makhnovistas asumía proporciones increíbles; se torturaba refinadamente a los prisioneros; se les despedazaba a menudo con explosiones y se les quemaba vivos sobre planchas de hierro al rojo, según se relató verídicamente por la prensa de los revolucionarios.

El talento militar de Makhno se reveló magníficamente y fue reconocido hasta por sus enemigos, lo que no obstó-al contrario- para que el mismo Denikin ofreciese medio millón de rublos a quien. capturara o matase a Makhno.

Entretanto, las relaciones entre makhnovistas y bolchevistas eran escasas, pero amigables. En enero de 1919, cuando los makhnovistas rechazaron al ejército de Denikin hasta el mar de Azof, después de duros combates, se apoderaron de un centenar de vagones de trigo. Makhno y el estado mayor pensaron enviar este botín a los obreros hambrientos de Moscú y de Petrogrado; y la masa de los insurrectos aprobó esta decisión con entusiasmo. Con los cien vagones de trigo partió una delegación makhnovista, que fue recibida calurosamente por el soviet de Moscú.

Aparición de los bolcheviques en la región liberada. Contactos amistosos. Tratativas. Colaboración del ejército makhnovista con el ejército rojo «por la causa común».

-Los bolchevistas aparecieron mucho más tarde que Denikin en el territorio makhnovista; hacía algunos meses que éstos combatían a aquél cuando la primera división bolchevique, procedente del Norte y dirigida por Dybenko, llegó a Sinelnikovo sin dificultad.

Entonces, Makhno y todo su movimiento revolucionario eran en el fondo desconocidos para los bolcheviques. La prensa comunista sólo había hablado de Makhno como rebelde audaz que prometía mucho. Sus luchas contra Skoropadsky, Petlura y Denikin le granjearon la tolerancia de los jefes comunistas que, naturalmente, esperaban incorporarlo con sus partidarios a su ejército rojo. Por eso le cantaban loas y le consagraban columnas de prensa sin haberlo conocido en persona.

Cedamos la pluma, una vez más, a Pedro Archinoff:

El primer contacto de los combatientes bolcheviques con los makhnovistas ocurrió en marzo de 1919, bajo los mismos auspicios de benevolencia y alabanzas de parte de aquéllos.

Makhno fue inmediatamente invitado a unirse con todos sus destacamentos al ejército rojo, a fin de vencer a Denikin. Las diferencias políticas e ideológicas entre bolcheviques y makhnovistas se consideraba que no podían, de modo alguno, obstar a la unión sobre la base de una causa común. Las autoridades bolcheviques dejaron entender que las particularidades del movimiento insurreccional serian para ellos inviolables.

Makhno y su estado mayor advertían perfectamente que la llegada del Poder comunista, en la persona de sus autoridades y su ejército, constituía una nueva amenaza para la libertad de la región; veían en ella el preanuncio de una guerra civil de nueva especie. Pero ni Makhno, ni el estado mayor, ni el Consejo regional deseaban esta guerra, porque ella podría tener funesta influencia sobre la suerte de toda la revolución ucraniana. No se perdía de vista, desde luego, la franca y bien

organizada contrarrevolución que se aproximaba por el Don y el Kuban, con la que no había sino un trato posible: el de las armas.

Este peligro aumentaba de día en día. Los insurgentes mantenían cierta esperanza de que la lucha con los bolcheviques se limitaría al terreno ideológico, en cuyo caso podrían permanecer absolutamente tranquilos en cuanto a su región, porque el vigor de las ideas libertarias, el buen sentido revolucionario y la desconfianza de los campesinos hacia los elementos extraños a su libre movimiento, eran las mejores prendas de la libertad de la región.

La opinión general de los guías de la insurrección coincidía en la necesidad de concentrar por el momento todas las fuerzas contra la reacción monárquica y de no ocuparse, sino después de haberla vencido, de los disentimientos ideológicos con los bolcheviques. Fue en tal sentido que se realizó la conjunción del ejército makhnovista con el ejército rojo.

He aquí las cláusulas esenciales del acuerdo: a) El ejército insurreccional conservará intacta su organización interna; b) recibirá a comisarios políticos, nombrados por la autoridad comunista; c) no se subordinará al supremo comando rojo sino esrictamente en lo concerniente a las operaciones milítares propiamente dichas; d) no podrá ser desplazado del frente de Denikin [1]; e) recibirá municiones y aprovisionamientos igual que el ejército rojo; f) conservará su nombre de Ejército insurreccional revolucionario y sus banderas negras (la bandera de los anarquistas).

Al ejército makhnovista se le designó, en la formación conjunta, como Tercera brigada. (Más tarde se le nombró Primera división insurreccional revolucionaria, y más tarde aún, al recuperar su independencia, adoptó el nombre definitivo de Ejército insurreccional revolucionario de Ucrania).

El punto más importante para el ejército makhnovista era, naturalmente, el conservar su organización interna. No se trataba, pues, de una incorporación orgánica al ejército rojo, sino únicamente de un pacto de estrecha cooperación.

Esta es la ocasión de ocuparnos de la organización interna del ejército insurreccional, basada en tres principios esenciales:

1º el voluntariado; 2º la elegibilidad de todos los puestos de comando; 3º la disciplina libremente consentida.

El voluntariado significaba que el ejército se componía únicamente de combatientes revolucionarios incorporados a él de buen grado.

La elegibilidad consistía en que los comandantes de todas las unidades, los miembros del estado mayor y del Consejo, así como, de manera general, cuantos ocuparan puestos importantes, debían ser elegidos o bien aceptados definitívamente (en caso de ser designados de urgencia por el comando) por los insurgentes de la unidad respectiva o por el conjunto del ejército.

La disciplina libremente consentida se basaba en que todas las reglas de la disciplina eran elaboradas por comisiones de insurgentes y validades luego en asambleas generales de las unidades del ejército. Una vez así establecidas, debían ser rigurosamente observadas bajo la responsabilidad personal de cada insurgente y de cada comandante.

El acuerdo entre los bolcheviques y el ejército insurreccional fue estrictamente militar. Toda cuestión política quedó voluntariamente excluida. Ello permitió, a la población laboriosa de la región libre, seguir la misma línea de evolución -o más bien de revolución- económica y social seguida hasta entonces, actívidad absolutamente libre de los trabajadores que no admitía poder alguno en su región. Pronto veremos que ésta fue la única causa de la ruptura entre los bolcheviques y los guerrilleros, de las viles y cínicas acusaciones de aquéllos contra éstos y de la agresión armada de los comunistas contra la región libre.

La mentalidad y la actividad de las masas en la región libre. Las miras bolcheviques. Primeras actitudes hostiles de los bolcheviques.

-Desde la creación del Consejo regional, en febrero de 1919, la población se sintió unida y organizada. Este sentimiento y el espíritu de solidaridad incitaron a los campesinos a plantearse otros problemas concretos de gran urgencia.

Se comenzó por organizar por doquiera los soviets locales libres, lo que, dadas las circunstancias, se realizó lentamente; los campesinos se atenían firmemente a esta idea, sintiendo que ella era la única base sana para la construcción de una verdadera comunidad libre.

En seguida surgió el problema de unir, directa y sólidamente, a los campesinos y los obreros de las ciudades, unión que debía ser establecida, en opinión de aquéllos, directamente con las empresa y las organizaciones obreras mismas, fuera de los partidos políticos, de los organismos de Estado o de sus funcionarios intermediarios. Sentían ellos, intuitivamente que tal unión era indispensable para la consolidación y el desenvolvimiento ulterior de la Revolución. Por otra parte, el campesinado y los insurgentes advertían perfectamente que semejante unión entrañaría fatalmente la lucha con el partido gubernamental, que no renunciaría, por cierto, a su dominio sobre las masas. No se tomaba, sin embargo, demasiado en serio este peligro; se estimaba que, una vez unidos campesinos y obreros, podrían fácilmente decir: "¡Abajo las garras!» a todo poder político que intentara subyugarlos.

De todos modos, la unión libre y directa de campesinos y obreros aparecía como el único medio natural y fecundo de realizar definitivamente la verdadera Revolución emancipadora y de eliminar todo elemento capaz de trabarla, desnaturalizarla o sofocarla. En tal sentido fue planteado, discutido y examinado por doquiera el problema de la unión con los obreros de las ciudades, hasta llegar a ser la voz de orden de toda la región insurreccional.

Va de suyo que, en presencia de semejante mentalidad de la población y de las disposiciones tomadas en tal sentido por toda la región los partidos políticos, y en particular el comunista, no podrían esperar éxito alguno. Cuando los partidos políticos aparecían con sus programas y sus planes de organización estatista, se les acogía fríamente, con indiferencia ya menudo con cierta hostilidad, mofándose con frecuencia de sus militantes y agentes como de entremetidos, con despropósitos, en asuntos de los demás. Las autoridades comunistas que se infiltraban en la región, adoptando poses de amos, eran recibidas como elementos extraños e importunos, haciéndoles comprender francamente que se les tenía por intrusos e impostores.

Al principio, los bolcheviques confiaban superar esta resistencia pasiva. Con la absorción del ejército makhnovista en el ejército rojo, que ellos esperaban, tendrían las manos libres para reducir a su merced a la población. Mas pronto se percataron de que esta esperanza era infundada. La masa campesina de la región nada quería saber de los representantes gubernamentales bolcheviques. Los ignoraba, los boicoteaba; aun, a veces, los maltrataba. En un punto y otro y otro, los campesinos armados comenzaron a expulsar de sus aldeas a las comisiones extraordinarias (Tcheka). En Gulai-Pole, los comunistas ni siquiera se atrevieron a establecer una institución cualquiera. En otros lugares, las tentativas de implantar tal o cual administración comunista provocaron choques sangrientos entre la población y las autoridades, cuya situación se hacía extremadamente penosa en la región. En cuanto al ejército makhnovista, era intratable.

Los bolcheviques emprendieron entonces una lucha organizada y metódica contra la makhnovtchina como idea y como movimiento social.

Como de costumbre, la prensa fue la primera en entrar en campaña. Por órdenes de arriba se dio a criticar el movimiento makhnovista, tachándolo de movimiento de campesinos ricos (kulaks) y de contrarrevolucionarias a sus ideas y palabras de orden, y condenando su actividad como nociva a la Revolución. Amenazas directas contra los guías del movimiento comenzaron a aparecer, con creciente insistencia, en los diarios, los discursos y las órdenes de las autoridades centrales. Bien pronto la región fue prácticamente bloqueada. En ciertos lugares, las autoridades comunistas establecieron barreras, de modo que los militantes revolucionarios que se dirigían a Gulai-Pole o volvían de ella, eran arrestados en el camino y, a menudo, desaparecían. y acto continuo, el aprovisionamiento del ejército insurreccional fue considerablemente reducido.

Todo esto no auguraba nada bueno.

El III Congreso de la región libre. El primer atentado directo de los bolcheviques contra la región.

-Bajo el signo de estas nuevas complicaciones y amenazas se reunió el III Congreso de campesinos, obreros y guerrilleros, en Gulai-Pole, el 10 de abril de 1919. Se proponía fijar claramente las tareas inmediatas y pronunciarse sobre las perspectivas de la vida revolucionaria de la región.

Representantes de 72 distritos, representando a más de dos millones de personas, participaron en él. Lamentamos no tener a mano las actas de las sesiones. En ellas se vería claramente con qué animación y, al par, con qué sagacidad y clarividencia buscaba el pueblo, en la Revolución, su propio camino, sus propias formas de vida nueva.

Hacia el final de este Congreso, estalló el drama desde tanto tiempo previsto. Había llegado al Congreso un telegrama de Dybenko, comandante de la división bolchevique, declarando contrarrevolucionario al Congreso y fuera de la ley a sus organizadores. Tal fue el primer atentado directo de los bolcheviques contra la libertad de la región. El entrañaba, al par, una declaración de guerra al ejército insurreccional.

El Congreso comprendió perfectamente el alcance de este ataque, contra el que votó, en el acto, una protesta indignada, en segulaa .lmpresa y difundida entre los campesinos y los obreros de la región. Días después, el Consejo revolucionario militar envió a las autoridades comunistas, en la persona de Dybenko, una respuesta detallada, en la que subrayaba el verdadero papel desempeñado por la región en la Revolución y desenmascaraba a quienes, en realidad, la desviaban reacctonariamente.

Aunque extensa, nos permitimos citar esta respuesta íntegramente, porque sitúa admirablemente a las dos partes en presencia.

¿Contrarrevolucionario?

El camarada Dybenko declaró contrarrevolucionario al Congreso convocado en Gulai-Pole para ello de abril y puso fuera de la ley a sus organizadores. quienes deberán sufrir, según él, la más severa represión. Transcribimos textualmente su telegrama:

«Novo-Alexeievka, número 283, ello, a las 2 h. 45. Para hacer llegar al camarada Padre Makhno [2], estado mayor de la división Alexandrovsk. Copia Volnovakha, Mariupol, hacen llegar al camarada Makhno. Copia al soviet de Gulai-Pole.

Todo Congreso convocado en nombre del estado mayor revolucionario militar, disuelto por mi orden, será considerado como manifiestamente contrarrevolucionario y sus organizadores se expondrán a las más severas medidas represivas que llegan hasta a declararlos fuera de la ley. Ordeno tomar inmeditamente medidas para que semejantes cosas no se produzcan más. Firmado: Dybenko, comandante de la división.»

Antes de declarar contrarrevolucionario al Congreso, el camarada Dybenko no se ha tomado el trabajo de informarse por quién y con qué fin ese Congreso fue convocado. Lo que le hace decir que lo fue por el estado mayor revolucionario disuelto, habiéndolo sido en realidad por el Comité ejecutivo del Consejo revolucionario militar. Por consiguiente, los miembros de este Consejo, que lo convocaron, no saben si ellos son declarados fuera de la ley ni si él Congreso es considerado por el camarada Dybenko como contrarrevolucionario.

Si es así, permitid que expliquemos aV. Excelencia por quién y con qué fin este Congreso -manifiestamente contrarrevolucionario en vuestra opinión- ha sido convocado. y entonces no os parecerá tal vez tan espantoso como os lo imagináis.

El congreso, como se ha dicho ya, fue convocado por el Comité ejecutivo del Consejo revolucionario militar de la región de Gulai-Pole. Se trata del tercer Congreso regional, convocado con el propósito de determinar la línea de conducta futura del Consejo revolucionario militar (veis, pues, camarada Dybenko, que se han celebrado ya tres de estos congresos contrarrevolucionarios). Surge la cuestión: ¿De dónde procede y con qué fin fue creado el Consejo revolucionario militar regional mismo? Si no lo sabéis aún, camarada Dybenko, vamos a decíroslo. El Consejo revolucionario militar regional fue formado conforme a la resolución del Segundo Congreso, que tuvo lugar en Gulai-Pole el 12 de febrero del año corriente (veis, pues, que hace ya mucho tiempo; vosotros no estabais aún aquí). El Consejo fue creado entonces para organizar a los combatientes y proceder a la movilización voluntaria, porque la región estaba rodeada de blancos y los destacamentos de guerrilleros compuestos de los primeros voluntarios no bastaban ya para sostener el amplio frente. No había en ese momento tropas soviéticas en nuestra región, y, además, la población no contaba con su intervención, considerando la defensa de la región como su propio deber. Es con ese fin que se formó el Consejo revolucionario militar, compuesto, según la resolución del Segundo Congreso, por un delegado de cada distrito, en total 32 miembros representantes de los distritos de Ekaterinoslav y de Taurida.

Más adelante daremos explicaciones sobre el Consejo revolucionario militar. Ahora se plantea la cuestión: ¿De dónde procede el Segundo Congreso regional?; ¿quién lo convocó?; ¿quién lo autorizó?; los que lo convocaron, ¿están fuera de la ley? y si no, ¿por qué?

El Segundo Congreso regional fue convocado en Gulai-Pole por un grupo de iniciativa compuesto de cinco personas elegidas por el Primer Congreso. El Segundo Congreso tuvo lugar el 12 de febrero del año corriente y, para nuestro asombro, las personas que lo convocaron no fueron puestas fuera de la ley, porque no existían entonces aún esos héroes que se atreven a atentar contra los derechos del pueblo conquistados a costa de su propia sangre.

Es de plantear ahora: ¿De dónde salió el Primer Congreso regional?; ¿quién lo convocó?; el que lo convocó, ¿no fue puesto fuera de la ley?; ¿por qué no? Camarada Dybenko, al parecer sois muy nuevo en el movimiento revolucionario de Ucrania, y es preciso enseñaros sus comienzos mismos. y bien, vamos a hacerlo; y después de conocerles os rectificaréis tal vez algo.

El Primer Congreso regional tuvo lugar el 23 de enero del año corriente en el primer campo insurreccional, en la Gran-Mikailovka. Estaba compuesto de delegados de los distritos situados cerca del frente de Denikin. Las tropas soviéticas estaban entonces muy lejos... La región estaba separada del mundo entero: por un lado estaban los denikistas, por otro los petluristas; y entonces no existían más que los destacamentos de guerrilleros, con Batko Makhno y Stchuss a la cabeza, en lucha contra unos y otros. Las organizaciones y las instituciones sociales no tenían entonces siempre los mismos nombres. En tal aldea había un soviet, en tal otra una regencia popular, en una tercera un estado mayor militar revolucionario, en una cuarta una regencia provincial, etc...; pero el espíritu era en todas partes igualmente revolucionario.

Para consolidar el frente, así como para crear una cierta uniformidad de organización y de acción en la región entera, se organizó el Primer Congreso. Nadie lo había convocado; se reunió espontáneamente, según el deseo y con la aprobación de la población. En el Congreso se hizo la proposición de arrancar del ejército de Petlura a nuestros hermanos movilizados por la fuerza. Con este fin, una delegación de cinco miembros fue elegida y encargada de presentarse al estado mayor de Batko Makhno y otros estados mayores si fuera preciso y penetrar hasta el ejército del Directorio ucraniano (Petlura) para explicar a nuestros hermanos movilizados que habían sido engañados y debían abandonarlo. Además, la delegación fue encargada de convocar a su regreso un Segundo Congreso, más vasto, con el fin de organizar toda la región libertada de las bandas contrarrevolucionarias y crear un frente de defensa más poderoso.

Los delegados convocaron, pues, a su regreso ese Segundo Congreso regional, sin tener en cuenta ningún partido, ningún poder, ninguna ley. Pues vosotros, camarada Dybenko y otros guardianes de la ley de la misma especie, estaban entonces muy lejos; y puesto que los guías heroicos del movimiento insurreccional no aspiraban al poder sobre el pueblo que acababa de romper con sus propias manos las cadenas de la esclavitud, el Congreso no ha sido proclamado contrarrevolucionario y los que lo convocaron no han sido declarados fuera de la ley.

Volvamos al Consejo regional. En el momento mismo de la creación del Consejo revolucionario militar de la región de Gulai-Pole, el poder soviético apareció en la región. Conforme a la resolución votada en el Segundo Congreso, el Consejo regional no tenía ningún derecho a dejar los asuntos a merced de la aprobación de las autoridades soviéticas. Debía ejecutar las instrucciones del Congreso, sin desviarse, porque el Consejo no era un órgano de comando, sino ejecutivo. Continuó, pues, obrando en la medida de sus fuerzas, y siguió siempre en su labor la vía revolucionaria. Poco a poco el poder sovietista comenzó a promover obstáculos a la actividad de este Consejo y los comisarios y otros funcionarios bolcheviques llegaron a considerar al Consejo mismo como una organización contrarrevolucionaria. Entonces los miembros de éste decidieron convocar al Tercer Congreso regional para ello de abril en Gulal-Pole, a fin de determinar la línea de conducta ulterior del Consejo o bien para liquidarlo si el Congreso lo consideraba necesario. y he ahí al Congreso reunido. No son contrarrevolucionarios los que acudieron a él, sino precisamente aquellos que primero levantaron en Ucrania el estandarte de la insurrección y de la Revolución social. Acudieron para ayudar a coordinar la lucha general contra los opresores. Los representantes de 72 distritos, así como los de varias unidades militares, llegaron al Congreso y todQs consideraron que el Consejo revolucionario militar de la región de Gulal.Pole era necesario; completaron su comité ejecutivo y encargaron a éste realizar en la región una movilización voluntaria e igualitaria.

El Congreso quedó bonitamente asombrado por el telegrama del camarada Dybenko que lo declaraba contrarrevolucionario, siendo la verdad que esta región fue la primera en levantar el estandarte de la insurrección. Es por eso que el Congreso votó una enérgica protesta contra ese telegrama.

Tal es el cuadro que debería abriros los ojos, camarada Dybenko. ¡Reflexionad! ¿Tenéis el derecho, vosotros, de declarar contrarrevolucionarios a más de un millón de trabajadores que por sí mismos, con sus manos callosas, han roto las cadenas de la esclavitud y construyen ahora su vida, por sí mismos también, a su propio modo?

¡No! Si sois verdaderamente revolucionario debéis acudir en su ayuda para la lucha contra los opresores y su obra de construcción de una nueva vida libre. ¿Puede haber leyes promulgadas por personas tituladas revolucionarias que les permitan poner a un pueblo más revolucionario que ellas fuera de la ley? Porque el Comité Ejecutivo del Consejo representa a toda la masa del pueblo.

¿Es permitido, es admisible venir a establecer leyes de violencia a un país cuyo pueblo acaba de derribar todos los legisladores y todas las leyes? ¿Existe una ley por la cual un revolucionario tendría derecho a aplicar las penas más rigurosas a la masa revolucionaria de que se dice defensor, por el simple hecho de que ella ha conquistado, sin esperar su permiso, los bienes por él prometidos: la libertad y la igualdad?

La masa del pueblo insurrecto, ¿puede callarse cuando un revoluciol1ario le arrebata la libertad que acaba de conquistar?

Las leyes de la revolución, ¿ordenan fusilar a un delegado que cree de su deber cumplir el mandato conferido por la masa revolucionaria que lo eligió?

Una revolución, ¿qué intereses debe defender: los del partido o los del pueblo que con su sangre pone en movimiento la revolución?

El Consejo revolucionario militar de la región de Gulal-Pole está fuera de la dependencia y de la influencia de los partidos; no reconoce más que al pueblo que lo ha elegido. Por tanto, su deber consiste en realizar todo aquello que ese pueblo le encargó y no obstaculizar a ninguno de los partidos socialistas de izquierda en la propaganda de sus ideas. Por consiguiente, en el caso de que la idea bolchevique hubiese tenido éxito entre los trabajadores, el Consejo revolucionario militar -esta organización contrarrevolucionaria desde el punto de vista de los bolcheviques- sería reemplazada por otra organización más revolucionaria y bolchevique. Pero en espera de ello, no nos obstaculicéis, no tratéis de sofocarnos.

Si continuáis, camarada Dybenko y compañía, la misma política que antes, si la creéis buena y sensata, ejecutad hasta el fin vuestros turbios manejos. Poned fuera de la ley a todos los iniciadores de los Congresos regionales y también de los convocados cuando vosotros y vuestro partido os manteníais en Kursk. Proclamad contrarrevolucinarios a todos los que fueron los primeros en levantar el estandarte de la insurrección y de la Revolución social en Ucrania y obraron en todas partes sin esperar vuestro permiso y sin seguir vuestro programa al pie de la letra. Poned también fuera de la ley a todos los que enviaron sus delegados a los Congresos por vosotros considerados contrarrevolucinarios. Declarad también fuera de la ley a todos los combatientes desaparecidos que tomaron parte sin vuestro permiso en el movimiento insurreccional para la liberación del pueblo trabajador. Proclamad ilegales y contrarrevolucionarios todos los Congresos reunidos sin vuestro permiso... Pero sabed que la Verdad acaba por vencer a la Fuerza. El Congreso no se aparta, a pesar de todas vuestras amenazas, de los deberes que se le encomendaron, porque no tiene derecho a ello y vosotros tampoco lo tenéis para usurpar los derechos del pueblo.

El Consejo Revolucionario Militar de la Regiòn de Gulai-Pole.

Presidente: Tchernoknijny. -Vicepresidente: Kogan. -Secretario: Karabete. -Miembros del Consejo: Koval, Petrenko, Dotzenko y otros.

Los hechos hasta aquí relatados familiarizan al lector con el ambiente, las tendencias y los conflictos distintivos del movimiento ucraniano de 1917-1921. Los acontecimientos posteriores no son siño su lógica secuela. Por eso han de ser comprendidos fácilmente, sin necesidad de detenerse en ellos. Esto nos permitirá reducir nuestra narración, evitando detalles, para limitarnos a poner de relieve los rasgos esenciales y el verdadero sentido de la epopeya.

Preparativos bolcheviques para una invasi6n annada de la región libre. La segunda campaña de Denikin.

-El conflicto con Dybenko no fue, naturalmente, sino el prólogo del drama que se anunciaba.

Las respuestas del Consejo llevó al colmo la cólera de las autoridades bolcheviques. Y, sobre todo, les probó que debían abandonar toda esperanza de someter pacíficamente la región a su dictadura. Desde entonces, los bolcheviques encararon un ataque armado contra la región.

La campaña de prensa contra la makhnovtchina redobló en intensidad. Se imputó al movimiento las peores ignominias, los crímenes más abominables. Se excitó sistemáticamente a las tropas rojas, a la juventud comunista ya la población rusa en general contra los anarcobandidos y los kulaks amotinados. Como anteriormente en Moscú -y más tarde en ocasión de la rebelión de Cronstadt-, Trotsky en persona condujo una encarnizada campaña contra la región libre. Llegado a Ucrania para hacerse cargo de la eventual ofensiva, lanzó, en espera de ella, una serie de artículos ofensivos, el más violento de los cuales apareció en el número 51 de su diario En Camino, con el título «Makhnovtchina». Según Trotsky, el movimiento insurreccional no era sino una revuelta camuflada de ricos granjeros (kulaks) tendente a establecer su poder en la región. Todos los discursos de makhnovistas y anarquistas sobre la comuna libre de los trabajadores no eran más, según su opinión, que estratagemas de guerra. En realidad, makhnovistas y anarquistas aspiraban a establecer en Ucrania su propia «autoridad anarquista», que resultaría, al fin de cuentas, «en la de los ricos kulaks».

El mismo Trotsky pronunció, poco más tarde, su famosa sentencia afirmando que era preciso acabar, ante todo, con la makhnovtchina. «Vale más -explicaba- ceder toda la Ucrania a Denikin que permitir la expansión del movimiento makhnovista.

El movimiento de Denikin, francamente contrarrevolucionario, podrá ser fácilmente comprometido más tarde por conducto de la propaganda de clase, mientras que la makhnovtchina se desarrolla en el fondo de las masas y solivianta justamente a las masas contra nosotros.» (Cit. según Archinoff.)

Trotsky sostuvo esta tesis en reuniones de comandantes y jefes militares. Probó así, por una parte, que había advertido perfectamente la esencia popular revolucionaria del movimiento makhnovista, pero no, de ningún modo, el verdadero carácter del movimiento de Denikin.

Al mismo tiempo, los bolcheviques emprendieron una serie de reconocimientos e investigaciones en la región. Grandes funcionarios y militares de alto grado -Kameneff, Antonoff-Ovseienko y otros- visitaron a Makhno y se dieron a hacer, bajo apariencias de amistad, preguntas y críticas, llegando hasta las insinuaciones y aun a las amenazas desembozadas.

El golpe del ex oficial zarista Grigorieff -no nos detendremos en él, aunque presente cierto interés-, liquidado por los makhnovistas de acuerdo con los bolcheviques, frenó por algún tiempo aquella campaña. Pero no tardó en reanudarse con todo vigor.

En mayo de 1919, los bolcheviques intentaron hacer asesinar a Makhno. El mismo Makhno descubrió el complot, gracias a su astucia y a una dichosa casualidad. Otra casualidad y la prontitud de sus reacciones le permitieron apresar a los organizadores del complot, quienes fueron ejecutados. Más de una vez, por lo demás, camaradas empleados en instituciones bolcheviques advirtieron a Makhno que, en caso de ser llamado, no se presentara en Ekaterinoslav, Kharkov u otra ciudad cualquiera, por tratarse de segura celada donde le esperaría la muerte.

Pero lo peor es que justamente cuando el peligro blanco cobraba mayor gravedad -por los continuos refuerzos considerables que recibía Denikin, sobre todo en el sector enfrentado al makhnovista, al que llegaron gran número de caucasianos-, los bolcheviques cesaron por completo sus suministros. Todas las reclamaciones, los gritos de alarma y las protestas eran inútiles. Los bolcheviques estaban firmemente decididos a aplicar el bloqueo al sector makhnovista, con el fin de destruir, ante todo, la potencia armada de la región. Su designio era muy sencillo: dejar que los makhnovistas fueran aplastados por Denikin, mientras se preparaban para rechazar a éste luego, con sus solas fuerzas.

Pero se engañaron cruelmente en sus cálculos, como se verá. No advirtieron en absoluto la potencia real ni las lejanas miras de Denikin, quien reclutaba metódicamente importantes contingentes en el Cáucaso, en la región del Don y en el Kuban, para una campaña general contra la Revolución. Rechazado hasta el mar por los makhnovistas, meses antes, Denikin se dedicó, con cuidadosa energía, a reagrupar, armar y-preparar sus tropas. Su objetivo inmediato era la destrucción del ejército makhnovista, pues los insurgentes de Gulai-Pole constituían un peligro permanente para su ala derecha.

Los bolcheviques nada sabían de todo ello -o, más bien, nada querían saber-, preocupados sobre todo de la lucha contra la makhnovtchina.

A fines de mayo de 1919, terminados sus preparativos, Denikin inició su segunda campaña, cuya amplitud y vigor sorprendieron no sólo a los bolcheviques, sino también a los makhnovistas. A comienzo de junio, pues, la región libre y toda Ucrania fue amenazada de dos lados a la vez: al Sudeste, por la fulminante ofensiva de Denikin; al Norte, por la actitud hostil de los bolcheviques, que, no había la menor duda, dejarían a aquél aplastar a los makhnovistas y aun le facilitarían la tarea.

El IV Congreso de la región libre. La orden de Trotsky número 1.824 y el primer ataque armado de los bolcheviques contra la región libre.

-Ante la gravedad de la situación, el Consejo revolucionario militar de Gulai-Pole convocó a un Congreso extraordinario de campesinos, obreros, guerrilleros y soldados rojos de varias regiones de las gobernaciones de Ekaterinoslav, Kharkov, Kherson, Taurida y de la cuenca del Donetz, para el 15 de junio.

Este IV Congreso regional, dramático aun en sus preparativos, debía examinar sobre todo la situación general y los medios de afrontar el peligro mortal creado tanto por la arremetida de Denikin como por la ineptitud de las autoridades soviéticas para emprender lo que fuera a fin de hacerle frente. Otros temas del Congreso lo constituían el problema de la racional distribución de víveres a toda la población y el de autoadministración local en general.

He aquí el llamado dirigido a los trabajadores de Ucrania por el Consejo revolucionario militar.

Convocatoria del IV Congreso extraordinario de delegados de campesinos, obreros y guerrilleros (Telegrama núm. 416).

A todos los comités ejecutivos de los distritos, cantones, comunas y aldeas de las gobernaciones de Ekaterinoslav, Taurida y regiones vecinas; a todas las unidades de la I División insurreccional de Ucrania, llamada del Batko Makhno; a todas las tropas del ejército rojo distribuidas en la región.

En su sesión del 30 de mayo, el Comité ejecutivo del Consejo revolucionario militar, examinada la situación creada en el frente por la ofensiva de las bandas blancas, como asimismo la situación general, política y económica, del Poder soviético, llega a la conclusión de que sólo las masas laboriosas mismas, y no las personalidades ni los partidos, podrán hallarles solución, por lo cual el Comité ejecutivo del C. R. M. de la región de Gulal-Pole ha decidido convocar, para el 15 de junio, en esta ciudad, un Congreso extraordinario.

Modo de elección: 1º un delegado por cada tres mil representados; 2º los insurgentes y los soldados rojos, un representante por cada unidad de tropas; 3º los estados mayores, el de Makhno, dos delegados; los de brigadas, un delegado por cada una; 4º los comités ejecutivos de distritos, un delegado por cada fracción política; 5º las organizaciones de distritos, que reconocen al soviet como base, un delegado por organización.

Condiciones: a) las elecciones de delegados se realizarán en asambleas generales de todos; b) las reuniones particulares de los soviets o de los comités no enviarán representantes; c) el consejo revolucionario no cuenta con medios; los delegados deberán, pues, procurarse los víveres y el dinero necesarios.

Orden del día: a) informes del Comité ejecutivo y de los delegados; b) situación ,actual; c) tareas y fines del soviet de delegados de campesinos, obreros y soldados de la región de Gulal-Pole; d) reorganización del Consejo revolucionario; e) organización militar; i) abastecimiento; g) el problema agrario; h) cuestiones financieras; i) unión militar; i) abastecimiento; g) el problema agrario; h) cuestiones financieras; i) unión obrero-campesina; j) seguridad pública; k) ejercicio de la justicia; I) asuntos corrientes.

Gulai-Pole, 31 mayo 1919.

Apenas conocido este llamado, los bolcheviques se decidieron a atacar. Mientras las tropas de los insurgentes iban a la muerte para resistir el asalto furioso de los cosacos de Denikin, los regimientos bolcheviques invadieron el Norte y golpearon por la espalda a los makhnovistas. Al irrumpir en las ciudades ejecutaban a los militantes y destruían las comunas libres y otras organizaciones locales.

Trotsky ordenó el ataque, pues no podía soportar que a dos pasos de «su Estado» subsistiese una región independiente, ni reprimir su cólera y su odio al oír el franco lenguaje de una población que vivía libremente y que en su periódico hablaba de él sin temor ni respeto, como de un simple funcionario del Estado; de él, el grande, el superhombre, como fuera llamado en Francia y otras partes por sus acólitos. Este hombre limitado, pero monstruosamente orgulloso y malvado; buen polemista y orador devenido, por el desvío de la revolución, dictador militar infalible de un país inmenso; este semidiós, ¿podría tolerar la vecindad de un pueblo libre que recibía la influencia y la ayuda de los «bandidos anarquistas», a quienes él consideraba y trataba como a enemigos personales?

Por lo demás, todo hombre de Estado, todo pontífice socialista menos vanidoso y vengativo hubiese actuado como él, que, no lo olvidemos, obraba de perfecto acuerdo con Lenin. Su ilimitado orgullo y su espumarajeante rabia se echan de ver en cada línea de las numerosas órdenes que lanzó contra la makhnovtchina.

He aquí la redactada en respuesta a la convocatoria del IV Congreso:

Orden número 1.824 del Consejo Revolucionario Militar de la República.

Kharkov, 4 de junio de 1919

A todos los comisarios militares. A todos los Comités ejecutivos de los distritos de Alexandrovsk, Mariupol, Berdiansk, Bakmut, Paulograd y Kherson.

El Comité Ejecutivo de Gulai-Pole, de acuerdo con el estado mayor de la brigada de Makhno, trata de convocar para el 15 del mes corriente un congreso de los soviets y de los insurrectos de los distritos de Alexandrovsk, Mariupol, Berdiansk, Melitopol, Bakmut y Pavlograd. Dicho congreso se dirige enteramente contra el poder de los soviets en Ucrania y contra la organización del frente sur donde opera la brigada de Makhno.

Este Congreso no podría llegar a otro resultado que suscitar alguna nueva revuelta infame del género de la de Grigorief y entregar el frente a los blancos, ante los cuales la brigada de Makhno no hace sino retroceder sin cesar, por la incapacidad, los designios criminales y la traición de sus jefes.

Por la presente orden queda prohibido ese Congreso, que de ningún modo deberá realizarse.

Toda la población campesina y obrera será prevenida oralmente y por escrito de que la participación en dicho Congreso será considerada como un acto de alta traición a la República de los Soviets y su frente.

Todos los delegados a dicho Congreso deberán ser arrestados al punto y pasados al Tribunal revo!ucionario militar del XIV (antes XI1I) ejército de Ucrania.

Las personas que difundan los llamados de Makhno y del Comité ejecutivo de Gulai-Pole deberán ser igualmente arrestadas.

La presente orden adquiere fuerza de ley en el acto de ser telegrafiada, y debe ser ampliamente difundida, fijada en todos los lugares públicos y remitida a los representantes de los Comités ejecutivos de cantones y aldeas, a los de las autoridades soviéticas, a los comandantes ya los comisarios de las unidades militares.

Firmado: Trotsky, Pres. del Consejo Revolucionario Militar de la República; Vatzelis, Comandante en jefe; Kochkareff, Comisario militar de la región de Kharkov.

«Este documento es verdaderamente clásico -dice Archinoff-. Quienquiera estudie la Revolución rusa deberá saberlo de memoria. Representa una usurpación tan irritante de los derechos de los trabajadores que es superfluo insistir al respecto.»

«¿Puede haber leyes promulgadas por personas tituladas revolucionarias que les permitan poner a un pueblo más revolucionario que ellas fuera de la ley?», plantearon los insurgentes, dos meses antes, en su famosa respuesta a Dybenko. El artículo 2.º de la orden de Trotsky responde claramente que tales leyes pueden existir, como lo prueba la orden número 1.824.

«¿Existe una ley -insistían los makhnovistas en el mismo documento- por la cual un revolucionario tendría derecho a aplicar las penas más rigurosas a la masa revolucionaria de que se dice defensor, por el simple hecho de que ella ha conquistado, sin esperar su permiso, los bienes por él prometidos: la libertad y la igualdad?» El mismo artículo 2º responde afirmativamente: toda la población campesina y obrera es desde ya declarada culpable de alta traición si osa participar en su propio Congreso libre.

«Las leyes de la Revolución, ¿ordenan fusilar a un delegado que cree de su deber cumplir el mandato conferido por la masa revolucionaria que lo eligió?» La orden de Trotsky (artículos 3º y 4º) declara que no sólo los delegados en ejercicio de su mandato, sino también los que no han comenzado aún a ejercerlo, deben ser arrestados para su ejecución, pues ser «pasado al Tribunal revolucionario militar» significa «ser fusilado», como en efecto lo fueron varios jóvenes campesinos: Kostin, Polunin, Dobroluboff y otros, inculpados de haber discutido el llamado del Consejo revolucionario militar de Gulal-Pole.

Diríase que, con tales preguntas a Dybenko, los insurgentes habían previsto la orden 1.824 de Trotsky. Dieron, de todos modos, pruebas de gran perspicacia.

Naturalmente, Trotsky consideraba a Makhno como personalmente responsable de cuanto ocurría en Gulal-Pole. Ni intentó comprender que el Congreso no fue convocado por el estado mayor de la brigada de Makhno ni por el Comité ejecutivo de Gulal-Pole, sino por un organismo independiente de ambos: el Consejo

revolucionario militar de la región.

Hecho significativo: en su orden 1.824, Trotsky insinúa desde ya la traición de los jefes makhnovistas, que, decía él, «retroceden sin cesar ante los blancos», omitiendo que él mismo, Trotsky, había ordenado no proveer más municiones a la brigada de Makhno, en las vísperas mismas del avance de Denikin.

Fue una táctica. y también una señal. A los pocos días, él, Trotsky, y toda la prensa comunista, harán hincapié en la pretendida «abertura del frente» a las tropas de Denikin. y la orden 1.824 será seguida por otras muchas., con las que Trotsky empeñará al ejército y las autoridades ro.ias en la destrucción de la makhnovtchina, por todos los medios y en sus mismas bases. Y dará, de añadidura, órdenes secretás. de apoderarse a toda costa de Makhno. de los miembros del f:stado mayor y aun de pacíficos militantes que no cumplían en el movimiento sino una actividad educativa. La consigna era someterlos a todos a consejo de guerra y ejecutarlos.

Trotsky sabía, sin embargo, que el frente contra Denikin había sido formado únicamente gracias a los esfuerzos y sacrificios de los campesinos insurgentes, en el mom.ento más emocionante de su rebelión, cuando la región estaba libre de toda especie de autoridad. Lo crearon al Sudeste, valeroso ,centinela de la libertad conquistada, y durante seis meses opusieron una barrera infranqueable a las más vigorosas corrientes de la contrarrevolución monárquica, con el sacrificio de muchos millares de combatientes, poniendo a contribución los recursos todos de la región y preparándose a defender a ultranza su libertad.

Bien la sabía Trotsky. Pero él necesitaba una justificación formal de su campaña contra el pueblo revolucionario de Ucrania. y con monstruoso cinismo, insolencia e hipocresía inimaginables dejó que ese frente se hundiera, privándole de armas y municiones, y quitándole todo medio de organización, para poder acusar a los insurgentes de haber traicionado la Revolución y abierto ruta expedita a las tropas de Denikin [3].

El IV Congreso regional proyectado para el 15 de junio no pudo celebrarse, pues bastante antes los bolcheviques y los denikistas penetraron en la región.

Los bolcheviques, actuando donde se hallaban o irrumpiendo de localidades vecinas, entraron a ejecutar por doquiera las órdenes de Trotsky. En Alexandrovsk, por ejemplo, todas las reuniones obreras para el examen del llamado del Consejo y del orden del día del Congreso fueron prohibidas so pena de muerte. Y las que, en desconocimiento de la orden, se organizaron, fueron dispersadas por la fuerza armada. Igualmente ocurrió en otras ciudades y poblados. A los campesinos se les trató con menos miramientos aún: en muchos lugares, a los sospechosos de actividad en favor de los insurgentes y del Congreso se les apresó y ejecutó tras una apariencia de juicio. Numerosos campesinos portadores del llamado fueron arrestados, juzgados y fusilados, aun antes de ser enterados de la orden 1.824.

Ni el estado mayor makhnovista ni Makhno recibieron comunicación alguna de esa orden; se quiso evitar ponerlos en alarma con tiempo, a fin de poder descargar el golpe sobre seguro y de improviso. Sólo incidentalmente pudieron enterarse de ella tres días después de su publicación. Makhno reaccionó en el acto: despachó a las autoridades bolcheviques un telegrama anunciando su voluntad de abandonar el cargo de comandante a causa de la situación creada. No obtuvo respuesta.

Los bolcheviques le abren el frente a Denikin para permitirle invadir la región libre. La arremetida denikista. Medida extraordinaria de Makhno para afrontar la situación.

-Llegamos ahora a la primera situación excepcionalmente dramática de la epopeya makhnovista, que sometió a dura prueba a Makhno, a los comandantes de las unidades de su ejército, al conjunto de los insurgentes ya toda la población. y si este primer acto del drama terminó en honra de todos ellos, fue sobre todo gracias a las excepcionales cualidades, el sublime valor y la notable autodisciplina de cuantos participaron en él.

Días antes de la publicación de la orden 1.824, comprobó Makhno que los bolcheviques habían desguarnecido el frente en el sector de Grichino, ofreciendo a las tropas de Denikin libre acceso ala región de Gulai-Pole por el flanco nordeste, y la comunicó al punto al estado mayor y al Consejo. Las hordas de los cosacos, en efecto, irrumpieron en la región, no por el lado defendido por los makhnovistas, sino a su izquierda, donde estaban dispuestas las tropas rojas.

La situación se hizo, así, trágica. El ejército makhnovista, que mantenía el frente en la línea Mariupol-Kuteinikovo-Taganrog, se vio envuelto por las tropas de Denikin, que invadieron en grandes masas el corazón mismo de la región.

Por más que los campesinos de toda esa zona habían enviado, desde el mes de abril, gran número de voluntarios a Gulai-Pole, no había con qué armarlos, pues los bolcheviques, como hemos visto, a pesar del acuerdo concertado, cortaron a los insurgentes todo aprovisionamiento y sabotearon la defensa de la región. Mordiendo rabia, el estado mayor makhnovista se vio en la necesidad de devolver a los voluntarios. Consecuencia fatal de ello fue el avance denikista.

En una sola jornada, los campesinos de Gulai-Pole formaron un regimiento destinado a la defensa de la población. Debieron armarse para el efecto de utensilios primitivos: hachas, picas, viejas carabinas, fusiles de caza, etc.., Se pusieron en .marcha al encuentro de los cosacos, tratando de detener su avance. A quince kilómetros aproximadamente de Gulai-Pole tropezaron con importantes fuerzas de cosacos del Don y del Kuban, y entablaron contra ellos una lucha encarnizada y heroica, en la cual sucumbieron casi todos, con su comandante, B. Veretelnikof, obrero de las fábricas Putilof de Petrogrado, originario de Gulai-Pole. Entonces una verdadera avalancha de cosacos desbordó sobre Gulai-Pole y la ocupó el 6 de junio de 1919. Makhno, con el estado mayor y un destacamento con una sola bateria, retrocedió hasta la estación de Gulai-Pole, a unos siete kilómetros, más o menos, del pueblo; pero al atardecer se vio ,obligado a abandonarla. Habiendo reorganizado esa noche las fuerzas de que podía disponer aún, Makhno emprendió a la mañana siguiente un contraataque y df:salojó al enemigo. Pero no quedó dueño de la población sino muy poco tiempo: una nueva oleada de cosacos le obligó a abandonarla definitivamente

(P. Archinoff, ob. cit., cap. VII).

Los bolcheviques, en tanto, aunque habían abierto el frente a los blancos y dado órdenes confidenciales contra los makhnovistas, continuaron fingiéndoles amistad, como si en nada hubiese variado la situación., lo que fue una maniobra para apoderarse de los guías del movimiento, sobre todo de Makhno.

El 7 de junio -a los tres días de la fecha de la orden 1.824 y a dos de su recepción por las autoridades locales-, el comando supremo bolchevique envió a Makhno un tren blindado, recomendándole resistir «hasta el último extremo» y prometiéndole otros refuerzos. En efecto, a los dos días llegaron algunos destacamentos rojos a la estación de Gaitchur, hacia la parte de Tchaplino, a unos veinte kilómetros de Gulai-Pole, acompañados por el comandante en jefe Vorochiloff (el futuro comisario de guerra), Mejlauk, comisario en el ejército, y otros altos funcionarios comunistas. Se estableció estrecho contacto, en apariencia, entre el comando rojo y el de los insurgentes y se creó una especie de estado mayor común. Vorochiloff y Mejlauk invitaron a Makhno a instalarse en su tren blindado, a pretexto de dirigir de concierto las operaciones.

No se trataba sino de una infame comedia. En ese mismo momento, Vorochiloff tenía en su poder orden de Trotsky de apoderarse de Makhno y demás jefes de la makhnovtchina, desarmar las tropas insurgentes y fusilar sin merced a quienes intentaran la menor resistencia, para cuyo cumplimiento esperaban la ocasión propicia.

Makhno fue advertido por algunos amigos del peligro que corrían él, el entero ejército y toda la obra revolucionaria. Su situación no podría ser más difícil. Por una parte, quería evitar a toda costa choques sangrientos que habrían de ocurrir fatalmente ante el enemigo; pero no podía, por otra parte, sacrificar sin lucha a sus camaradas, su ejército y la entera causa. Buscó una solución satisfactoria y la encontró.

Todo sopesado, adoptó dos decisiones capitales: primero, abandonar -momentáneamente- el cargo de comandante del ejército insurreccional; segundo, invitar a todas las unidades de su ejército, a permanecer en sus emplazamientos y aceptar -momentáneamente- el comando rojo, a la espera del momento propicio para la reanudación de la lucha emancipadora.

Dos días después ejecutó esta doble maniobra a la letra, con finura, sangre fría y habilidad extraordinarias. Y, sin ruido, se alejó de Vorochiloff y Mejlauk. Declaró a su estado mayor que, por el momento, su acción en las filas como simple combatiente era de mayor utilidad. y envió al comando superior soviético la declaración siguiente:

Estado mayor del XIV Ejército, Vorochilof, Trotsky, presidente del consejo revolucionario militar; Kharkov, Lenin, Kamenef, Moscú:

A consecuencia de la orden 1.824 del Consejo Militar revolucionario de la República envié al estado mayor del II Ejército y a Trotsky un despacho con ruego de dispensarme del puesto que ocupo actualmente. Ahora reitero mi pedido, y he aquí las razones en que creo deber fundarlo. A pesar de que he hecho la guerra, con los guerrilleros, sólo a las bandas de los blancos de Denikin, no predicando al pueblo sino el amor a la libertad ya la acción propia, toda la prensa soviética oficial, así como la del partido bolchevique, difunden contra mí rumores indignos de un revolucionario. Se me quiere hacer pasar por bandido, cómplice de Grigorief, conspirador contra la República de los soviets, con el fin de restablecer el orden capitalista. En un artículo titulado «La Machnovtchina (En Camino, núm. 51), Trotsky plantea la pregunta: «¿Contra quién se levantan los insurrectos makhnovistas?» y se ocupa de demostrar que en realidad la makhnovtchina no es sino un frente de batalla contra el poder de los soviets, sin decir una palabra del verdadero frente contra los blancos, de una extensión de más de cien kilómetros, donde los insurgentes han sufrido desde hace seis meses, y sufren todavía, pérdidas enormes. La orden 1.824 me declara «conspirador contra la República de los soviets» y «organizador de una rebelión al estilo de Grigorief».

Creo ser derecho inviolable de los obreros y los campesinos, derecho conquistado por la revolución, la convocación por sí mismos de un congreso para debatir y decidir sus asuntos. Por ello, la prohibición de la autoridad central de convocar tales congresos y la declaración que los proclama ilícitos (orden 1.824) son una violación directa e insolente de los derechos de las masas laboriosas.

Comprendo perfectamente el punto de vista de las autoridades centrales respecto a mi. Estoy íntimamente convencido de que esas autoridades consideran el movimiento insurreccional como incompatible con su. actividad estatal. Al mismo tiempo ellas creen que este movimiento está estrechamente ligado a mi persona y me honran con todo el resentimiento y todo el odio que experimentan hacia el conjunto movimiento insurreccional. Nada podría demostrarlo mejor que el mencionado artículo de Trotsky, en. el cual, al acumular a sabiendas calumnias y mentiras, da pruebas de animosidad personal contra mí.

Esta actitud hostil, hecha actualmente agresiva, de las autoridades centrales hacia el movimiento insurreccional lleva ineluctablemente a la creación de un frente interior particular, a ambos lados del cual se encontrarán las masas laboriosas que tienen fe en la revolución. Considero esta eventualidad como un crimen inmenso hacia el pueblo trabajador, crimen imperdonable, que creo de mi deber hacer todo lo posible por evitarlo. El medio más eficaz de evitar que las autoridades centrales cometan tal crimen es, en mi opinión, el abandono del cargo que ocupo. Supongo que, hecho esto, las autoridades centrales cesarán de sospecharnos, a mí y a los insurgentes, como conspiradores antisoviéticos y acabarán por considerar la insurrección ucraniana como un fenómeno importante, manifestación viva y actuante de la Revolución social, y no como un movimiento hostil, con el que no se ha tenido, hasta el presente, sino relaciones de desconfianza y astutas que han llegado hasta el indigno regateo de alguna porción de municiones y a menudo al sabotaje mismo del aprovisionamiento, lo que ha causado a los insurgentes grandes pérdidas en hombres y en territorio, cosas que habrían podido ser fácilmente evitadas si las autoridades centrales hubiesen adoptado otra actitud.

Pido, pues, que se disponga tomar posesión de mi cargo.

Batko Makhno

Estación de Gaitchur, 9 de junio de 1919.

Entre tanto, las unidades insurgentes que se hallaban más allá de Mariupol debieron retroceder hasta Pologui y Alexandrovsk.

Al recibo de la declaración de Makhno, a quien suponían aún en Gaitchur, los bolcheviques despacharon hombres no para hacerse cargo de su puesto, sino para apresarlo, como lo hicieron traidoramente con el jefe del estado mayor, Oseroff, sus integrantes Mikhaleff-pavlenko y Burbyga, y varios miembros del Consejo revolucionario militar, a quienes ejecutaron. Este fue el comienzo de otras muchas ejecuciones de makhnovistas caídos en poder de los bolcheviques en múltiples lugares.

Pero Makhno se les escapó. Pudo librarse diestramente de los envolventes tentáculos bolcheviques sobre Gaítchur , deslizándoseles entre los dedos, y partió a rienda suelta hacia Alexandrovsk, al encuentro de sus tropas allí destacadas. Makhno sabía, por sus amigos, que los bolcheviques, aun creyéndole en Gaitchur, enviarían su remplazante precisamente a Alexandrovsk. Y allí, sin pérdida de momento, entregó oficialmente la división y el comando al nuevo jefe, quien, recién nombrado, no había recibido todavía ninguna orden concerniente a Makhno personalmente. «El se empeñó en hacerlo así -comprueba Archinoff-, deseoso de dejar abierta y honestamente su puesto, con el fin de que los bolcheviques no tuviesen pretexto alguno para acusarle de nada en cuanto a los asuntos de la división de su comando. Forzado a aceptar el duro juego que se le impuso, Makhno supo sortearlo con honor.»

Y luego realizó su último acto esforzado. Dirigió una circunstanciada proclama al Ejército insurreccional, explicando la nueva situación. En ella declaraba que debía abandonar por el momento su puesto de comandante y encarecía a los insurgentes el combatir con la misma energía contra las tropas de Denikin, sin turbarse por el hecho de estar, durante cierto tiempo, bajo el comando de los estados mayores bolcheviques. Los insurgentes comprendieron.

Casi todas sus unidades permanecieron en sus emplazamientos, declararon reconocer el comando rojo y aceptaron su incorporación al ejército bolchevique. Los bolcheviques creyeron haber triunfado.

No sabían que, simultáneamente, de acuerdo con Makhno, los más fieles comandantes de los regimientos insurgentes se concertaron clandestinamente en el solemne empeño de esperar el momento propicio para reunirse de nuevo a las órdenes de Makhno, cuando ello no hiciera peligrar el frente externo. Decisión que no trascendió. Y Makhno desapareció, acompañado de un pequeño destacamento de caballería.

Los regimientos de insurgentes, transformados en regimientos rojos, a las órdenes de sus jefes habituales: Kalachnicoff, Kurilenko, Budanoff, Klein, Dermendji y otros, continuaron haciendo frente a las tropas de Denikin, impidiéndoles ganar Alexandrovsk y Ekaterinoslav.

El fulminante avance de Denikin. Los bolcheviques abandonan la lucha en Ucrania. Makhno reanuda la acción a riesgo propio.

Los bolcheviques, ya lo hemos dicho, seguían sin advertir las verdaderas proporciones de la campaña de Denikin.

Apenas días antes de la caída de Ekaterinoslav y Kharkov, declaraba Trotsky que Denikin no representaba una seria amenaza y que Ucrania no estaba de modo alguno en peligro. Y al siguiente dia hubo de cambiar de opinión, reconociendo que Kharkov se hallaba gravemente amenazada. Y a fines de junio cayó Ekaterinoslav, y quince días después, Kharkov.

Los bolcheviques no pensaron en retomar la ofensiva, ni siquiera organizar la defensa: se contrajeron a evacuar Ucrania, retirándose hacia el Norte, llevándose cuantos hombres y material rodante les fuera posible. Manifiestamente, los bolcheviques abandonaban Ucrania a su suerte, librada a las tropelías de la reacción.

Makhno juzgó que ése era el momentó oportuno para retomar la iniciativa de la lucha y actuar, de nuevo, como guía de una fuerza revolucionaria independiente. Para ello se vio obligado a luchar contra Denikin y contra los bolcheviques.

Los destacamentos insurgentes, provisoriamente sometidos al supremo comando bolchevique, recibieron la palabra de orden esperada: destituir a los jefes bolcheviques, abandonar el ejército rojo y reagruparse a las órdenes de Makhno.

En este punto comienza el segundo acto del drama popular ucraniano, que ha de prolongarse hasta enero de 1920.

Reorganización del ejército insurreccional. La ofensiva decisiva de Denikin. Tentativas contra su avance. El ejército insurreccional se hace imponente.

-Aun antes de que los regimientos makhnovistas hubiesen podido reunirse a Makhno, ya éste había formado un nuevo ejército insurreccional.

La nueva situación era extrañamente parecida a la subsiguiente a la invasión austroalemana.

La actitud de las tropas de Denikin y de los antiguos propietarios que habían vuelto con ellas, con respecto a la población laboriosa, fue, como ya lo adelantamos, insolente y brutal al extremo. Apenas instalados, se dedicaron a restaurar el régimen absolutista y feudal. Sobre aldeas y ciudades se abatió, implacable, el terror blanco, con las consiguientes terribles represalias.

La respuesta no se hizo esperar. Huyendo en gran número, sobre todo los campesinos, se pusieron en busca de Makhno, a quien consideraban, muy naturalmente, como el hombre capaz de reanudar la lucha contra los nuevos opresores. En menos de quince días se constituyó, bajo su qirección, un nuevo ejército. Las armas de que podía disponer eran insuficientes; pero, en eso, empezaron a llegar los regimientos de base, que, a la voz de orden de reagruparse, acababan de abandonar el ejército rojo. Llegaban unos tras otros, no sólo plenos de energías y de combativo ardor, sino bien provistos también de armas y municiones, pues traían cuanto armamento habían podido cargar. El comando bolchevique, desprevenido, en plena retirada y temeroso de un cambio de actitud de sus propias tropas, no pudo oponerse a esa acción audaz. Algunos regimientos rojos hicieron causa común con los makhnovistas y engrosaron provechosamente las filas del ejército insurreccional.

Con tales tropas, Makhno se consagró, primeramente, a contener a las divisiones de Denikin. Retrocedía palmo a palmo, procurando orientarse y aprovechar la primera ocasión favorable para intentar asumir la ofensiva. Pero los denikistas vigilaban, recordando las inquietudes, pérdidas y derrotas que los makhnovistas les habían ocasionado el invierno anterior. Un cuerpo de ejército, integrado por varios regimientos de caballería, de infantería y de artillería, fue dedicado a combatirlos.

Aunque replegándose lentamente ante las superiores fuerzas enemigas, el ejército insurreccional fue adquiriendo un aspecto muy especial, que conviene poner de relieve.

Irritado por la resurrección y tenaz resistencia de los makhnovistas, que trataba y retardaba fastidiosamente su avance, Denikin hacía la guerra no sólo al ejército de Makhno como tal, sino a toda la población campesina: además de los desmanes y violencias habituales, las aldeas que lograba ocupar eran puestas a fuego y sangre; se saqueaba las viviendas, antes de ser incendiadas; se fusilaba a centenares de campesinos; se maltrataba a las mujeres, y las judías, muy numerosas en las aldeas ucranianas, eran casi todas violadas, especialmente en Gulai-Pole.

Este género de guerra obligaba a la población de las aldeas amenazadas por la aproximación de los denikistas a abandonar sus hogares y huir. Y así el ejército makhnovista acabó por ser seguido en su retirada por millares de familias campesinas, con su escaso ganado y sus líos. ¡Un verdadero éxodo campesino!

Una enorme masa de hombres, mujeres y niños, rodeando y siguiendo al ejército en su lenta retirada hacia el Oeste, se extendió poco a poco por centenares de kilómetros.

Llegado el ejército de Makhno al comienzo de su fabulosa retirada, yo pude ver y seguir los movimientos de este pintoresco «reino rodante», como se le designó más tarde.

El verano de 1919 fue de excepcional sequía en Ucrania. Por los polvorientos caminos y los campos linderos, este mar humano se movía lentamente, en revuelta confusión con el ganado (sobre todo vacuno), vehículos de toda clase y los servicios de aprovisionamiento, intendencia y sanidad.

El ejército propiamente dicho se mantenía apartado de este conglomerado, conservando estrictamente la ruta, salvo las unidades en lucha para cubrir y proteger la retirada, especialmente la caballería, distante casi constantemente. La infantería que no se hallaba en combate abría la marcha del ejército, desplazándose en tatchankas, con tiro de dos caballos, el conductor y dos combatientes cada una, De tanto en tanto, uno de estos vehículos, típicos de la región, provisto de ametralladora. La artillería cerraba la marcha.

Una gran bandera negra ondeaba en la primera tatchanka. «Libertad o muerte», «La tíerra, para los campesinos; las fábricas, para los obreros», se leía en una faz y otra de la bandera, en plateado bordado.

A pesar de las dramátícas circunstancias, los peligros y combates casi cotídianos, este pueblo en marcha se hallaba pleno de ánimo y coraje. Todos participaban en los diversos servicios del ejército, tomando a pecho la suerte de todos, contraídos a su particular desempeño. De tanto en tanto, a lo largo de la extensa columna, resonaban cantos populares o revolucionarios, que millares de voces solían corear .

Al llegar a una aldea se acampaba hasta recibir orden de reanudar la marcha, iniciada sin demora, siempre hacia el Oeste, siempre seguida por los ecos de los combates librados en torno a este reino rodante.

En el curso de esta retírada, que duró casi cuatro meses, millares de estos fugitivos se apartaban para partir a la ventura, dispersándose así a través de toda Ucrania, la mayor parte de los cuales perdieron para siempre sus hogares y sus míseros bienes. Algunos lograron formar un nuevo hogar; muchos perdieron la vida, por agotamiento y enfermedades o caídos en poder de los blancos.

El ejército insurgente trató primeramente de atrincherarse en el Dnieper, cerca de la ciudad de Alexandrovsk. Por cierto tiempo conservó el dominio del famoso puente de Kitchkass (uno de los más importantes de Rusia), de gran valor estratégico. Pero bien pronto, desbordado por las fuerzas muy superiores del enemigo, hubo de abandonarlo y replegarse hacia Dolinskaia y luego hacia la ciudad de Elisabethgrad.

Entre tanto, las pocas tropas rojas que habían quedado dispersas por Ucrania, y sobre todo en Crimea, completamente desmoralizadas por la actitud del comando bolchevique, perdieron toda importancia militar. Los soldados consideraban la huida de Ucrania de las autoridades bolcheviques como una defección a la causa revolucionaria, y varios jefes expresaron su desconfianza respecto al alto comando. Poco menos que abandonadas por las autoridades, esas tropas se consumían en la inactividad, la duda y la angustía. Para esos hombres, Makhno era la única esperanza revolucionaria. y hacia él se volvían de más en más las miradas de cuantos aspiraban a defender, en su terreno, la libertad.

Finalmente, en julio, casi todos los regimientos rojos que quedaban en Crimea se insurreccionaron, destítuyendo a sus jefes, y se pusieron en marcha para incorporarse a las tropas de Makhno. Esta acción fue inteligentemente preparada y realizada por los comandantes makhnovistas ya nombrados, que habían permanecido provisoriamente en las filas del ejército rojo, quienes partieron, al llegar la orden convenida, no sólo con los destacamentos de origen insurreccional, sino también con la casi totalidad de las tropas bolcheviques. A marchas forzadas, trayendo cautivos a sus anteriores jefes (Kotcherguin, Dybetz y otros) y gran cantidad de armas y municiones, estos regimientos -numerosos y descansados, bien organizados y plenos de entusiasmo tras de su revuelta- se dirigían a la estación de Pomostchnaia, en procura de Makhno.

Fue un golpe asaz duro para los bolcheviques, pues redujo casi a nada su poder militar en Ucrania.

La conjunción se verificó, a principios de agosto, en Dobrovelitchkovka, importante localidad de la gobernación de Kherson. El ejército de Makhno se hizo, así, imponente. Ya estaba en condiciones de encarar una acción militar de gran envergadura, con posibilidades de victoria.

Apenas operada la conjunción, Makhno, hasta entonces en retirada, se detuvo, sobre todo para reagrupar sus tropas. De todos lados acudían voluntarios. Protegido por vanguardias en torno al distrito ocupado -entre Pomostchnaia, Elisabethgrad y Voznessensk- procedió a la reorganización definitiva de su ejército, de cerca de 20.000 combatientes, que fueron distribuidos en cuatro brigadas de infantería y de caballería, una división de artillería y un regimiento de ametralladoras. La caballería, comandada por Stchuss, disponía de dos a tres mil sables, y el regimiento de ametralladoras llegó a disponer, en ciertos momentos, hasta 500. Una escuadra de 150 a 200 jinetes se constituyó en unidad especial para acompañar constantemente.a Makhno en sus desplazamientos, expediciones y otras diversas empresas guerreras.

Terminado el reagrupamiento, Makhno lanzó una vigorosa ofensiva contra las tropas de Denikin. La lucha fue de lo más encarnizado. A la.vuelta de sucesivos encuentros, el ejército denikista fue rechazado a 50 y hasta 80 kilómetros hacia el Este. Pero bien pronto empezaron a escasear las municiones, a tal punto que, de cada tres ataques, dos eran para procurárselas como botín. Por otra parte, Denikin lanzaba a la batalla reservas frescas en gran número, decidido a aplastar a toda costa al ejército insurreccional, para poder marchar con seguridad rumbo a Moscú. Para colmo de desgracias, los makhnovistas debieron afrontar, al mismo tiempo, a algunas tropas bolcheviques que, desde Odesa y Crimea, se abrían paso por Ucrania hacia el Norte, combatiendo contra todas las fuerzas armadas que hallaban de camino. E invariablemente chocaban con las tropas makhnovistas.

La situación se hizo finalmente insostenible, y Makhno se vio obligado a dejar la región, retrocediendo hacia el Oeste. Así comenzó su famosa retirada por más de 600 kilómetros, de la región Bakhmut-Mariupol hasta los confines de la gobernación de Kiev, que duró cerca de dos meses, de agosto a fines de setiembre de 1919.

La gran retirada del ejército insurreccional. Su cercamiento definitivo. La batalla de Peregonovka. La victoria de los makhnovistas y su fulminante retorno ofensivo.

-Es imposible relatar los pormenores de este episodio. Limitémbnos, pues, a lo esencial.

Era evidente designio de Denikin cercar completamente al ejército makhnovista y aniquilarlo totalmente. Lanzó contra él sus mejores regimientos, algunos de ellos exclusivamente integrados por jóvenes oficiales que odiaban particularmente a «esa chusma de mujiks». Entre ellos, el primer regimiento de Simferopol y el segundo de Labinsky se distinguían por su bravura, su acometividad y su feroz energía. Combates encarnizados, de inaudita violencia, se libraban casi a diario. Fue, en verdad, una ininterrumpida batalla de dos meses, de excepcional dureza para ambas partes.

Encontrándome, durante toda la retirada, en el ejército de Makhno -integrando con Archinoff y otros tres camaradas la Comisión de propaganda y de educación-, recuerdo patentemente esos días vividos en interminable pesadilla.

Las cortas noches de verano permitían sólo breve descanso a los hombres y las cabalgaduras, interrumpido con las primeras luces del día por el estruendo de la metralla, las explosiones de obuses y el múltiple resonar de cascos al galope... Los denikistas aparecían, como todos los días, en procura de cerrar, sobre los insurgentes, su cerco de hierro y fuego. Recomenzaban, vuelta a vuelta, su maniobra, estrechando mayormente a las tropas de Makhno, cuyo espacio disponiQle disminuía por momentos. Los diarios combates, que llegaban a atroces cuerpo a cuerpo, se sucedían al frente ya los flancos del ejército makhnovista, para no cesar sino al entrar la noche, aprovechada por los insurgentes para retroceder, con tiempo contado, por un corredor, de vez en vez más estrecho, y así se lograba evitar sucesivamente el definitivo cerco. y con el nuevo día, otra vez a afrontar al implacable enemigo, siempre apunto de completar el perseguido cerco. Y eso un día tras otro, semana tras semana.

Los insurgentes carecían de vestimenta, de calzado y a menudo hasta de víveres. Soportando el tórrido calor, bajo un cielo plomizo y una granizada de balas y obuses, se iban alejando de su país, hacia regiones y destinos ignorados.

A fines de agosto, el ejército de Denikin, que ya presionaba tan fuertemente, fue reforzado con nuevas tropas procedentes de Odesa y Vomessensk. Con el grueso de las fuerzas ya en marcha hacia Orel, no lejana de Moscú, rechazando al ejército rojo, Denikin se empeñó en desembarazarse de los makhnovistas cuanto antes. Con ellos en la retaguardia no podía sentirse seguro.

La situación empeoraba de día en día. Pero Makhno no desesperaba. Continuaba, de momento, sus hábiles maniobras de retirada. Los combatientes, animados por un ideal, conscientes de su cometido y de batirse por la propia causa, realizaban todos los días increíbles proezas de coraje y de resistencia.

Se decidió entonces dejar la proximidad de las vías férreas, por las que se había efectuado hasta el momento la retirada. y hubo que hacer saltar los trenes blindados recientemente quitados a los denikistas, entre ellos uno formidable: el famoso Invencible.

La retirada continuó por caminos vecinales, de aldea en aldea, cada vez más difícil, fatigosa, exasperante. Pero ni por un instante cedió el coraje entre los insurgentes, íntimamente esperanzados de triunfar sobre el enemigo. Soportaban valerosamente los rigores de la situación, con inquebrantable tenacidad, tensa al extremo la voluntad, bajo el terrible fuego continuado del enemigo, hechos un solo nudo de firmeza con su guía y camarada amado.

En cuanto a Makhno, noche y día de pie, interrumpiendo apenas su intensa actividad con escasas horas de sueño, cubierto de polvo y sudor, siempre infatigable, recorriendo constantemente el frente, vigilándolo todo, animando a los combatientes y con frecuencia lanzándose ardientemente a la refriega, él no pensaba sino en el momento de poder, aprovechando un error del enemigo, descargarle un golpe decisivo. Con mirada atenta espiaba todos los movimientos de los denikistas, enviaba sin cesar en toda dirección patrullas de reconocimiento y recibía hora tras hora informes precisos. Bien sabía que el menor error de su parte podría ser fatal para el ejército todo, para la entera causa. Y, sabiendo igualmente que el continuado avance de las tropas de Denikin hacia el Norte hacía vulnerable su retaguardia en la medida de la progresiva extensión de su frente, esperaba su hora.

Hacia mediados de setiembre, el ejército insurreccional alcanzó la ciudad de Uman, gobernación de Kiev, en poder de los petluristas.

Petlura se hallaba en estado de guerra con Denikin, quien por el momento, en su marcha hacia Moscú, descuidó el oeste de Ucrania, contando apoderarse fácilmente de él luego de la derrota de los bolcheviques.

¿Cuál seria la actitud de los petluristas frente a los makhnovistas? ¿Cuál debía ser la de éstos con aquéllos? ¿Habría que atacarlos? ¿Habría que pedirles libre paso por su territorio y la ciudad, sin lo cual era imposible proseguir la retirada? ¿Habría que proponerles la unión para combatir juntamente a los denikistas? ¿O, simplemente, proponerles una neutralidad, para obtener de ella las mayores ventajas luego? Todo sopesado, esta solución parecía ser la más indicada.

Observemos que en ese momento el ejército insurreccional tenía cerca de 8.000 heridos, privados, en las condiciones creadas, de todo auxilio médico. Además, constituían una impedimenta enorme, que dificultaba grandemente los movimientos y las operaciones militares. El estado mayor tenía intención de solicitar a las autoridades de la ciudad que recogieran y cuidaran en los hospitales locales por lo menos a los heridos graves. Por feliz coincidencia, en el momento mismo que se trataban estos problemas llegó una delegación de Petlura para declarar que, hallándose en guerra con Denikin, se deseaba evitar la formación de un nuevo frente contra los makhnovistas, coincidiendo con los deseos de éstos. Así se concertó un pacto, por el que ambas partes se comprometían a observar recíprocamente una estricta neutralidad militar. Y, de añadidura, los petluristas consintieron en recibir en sus hospitales a los heridos makhnovistas.

El pacto estipulaba que esta neutralidad estrictamente militar y sólo concerniente a la situación del momento no imponía a los pactantes obligación ni restricción alguna de orden político o ideológico. Habiendo intervenido en las tratativas, yo hube de subrayar expresamente la importancia de tal cláusula. Los makhnovistas sabían que la masa petlurista sentía hacia ellos mucha simpatía y daba oídos a su propaganda. Se trataba, pues, de tener margen para ejercer sin inconvenientes influencia entre esa masa, lo que eventualmente podría serles de gran ayuda. Así se apresuraron a imprimir un manifiesto, titulado «¿Quién es Petlura?», que lo desenmascaraba como defensor de las clases acomodadas, como enemigo de los trabajadores.

Las autoridades petluristas, aun siendo decididas enemigas de los makhnovistas, tenían múltiples razones para observar ante éstos una actitud de extrema prudencia. Su neutralidad era más ficticia que real -los makhnovistas lo sabían-, y era de tener en cuenta la posibilidad de un entendimiento con los denikistas para aplastar a los insurgentes. Para éstos se trataba sobre todo de ganar unos días, desembarazarse de los heridos y de evitar un inmediato ataque por la espalda, para no verse de improviso en un bolsón sin salida. Objetivos que fueron logrados. Pero, por otra parte, las sospechas de los makhnovistas se confirmaron plenamente.

Según el pacto, el ejército insurreccional tenía derecho a ocupar un territorio de diez kilómetros cuadrados, cerca de la aldea Tekutche, próxima a Uman. Las fuerzas de Petlura se hallaban dispersas al Norte y al Oeste; las de Denikin se hallaban al Este y al Sur, del lado de Golta.

Ahora bien: a los pocos días de la concertación del pacto los makhnovistas recibieron informes de que se andaba en tratos entre ambos campos adversarios para convenir un plan conjunto tendente a cercar las tropas de Makhno y exterminarlas. Y días más tarde, justamente la noche del 24 al 25 de setiembre, los exploradores makhnovistas advirtieron que cuatro o cinco regimientos denikistas estaban a retaguardia de los insurgentes, al Oeste, donde no podían haber llegado sino a través del territorio ocupado por los petluristas; con la ayuda, pues, o por lo menos el consentimiento de éstos.

Al atardecer del 25 de setiembre, los makhnovistas estaban completamente cercados por las tropas de Denikin, cuya mayor parte permanecía concentrada al Este, pero una fuerte barrera de ellas estaba tendida a espalda de los insurgentes, con Uman en poder de los denikistas, que estaban ya en tren de buscar y acabar con los heridos makhnovistas, distribuidos en hospitales y casas privadas.

Una orden lanzada por el comando denikista, algunos de cuyos ejemplares llegaron al estado mayor makhnovista, decía: «Las bandas de Makhno están cercadas. Están completamente desmoralizadas, desorganizadas, hambreadas y sin municiones. Ordeno atacarlas y aniquilarlas en un plazo de tres días.» La firmaba el general Slastchoff, comandante en jefe denikista en Ucrania (pasado más tarde a servicio de los bolcheviques).

Toda retirada era imposible ahora para los makhnovistas. Había llegado el momento de librar la batalla decisiva. La suerte del ejército insurreccional, de todo el movimiento, de la causa toda, dependía de esta suprema batalla.

La batalla de Uman señaló la terminación de la retirada del ejército insurreccional. Era imposible escapar esta vez: la tenaza se había cerrado sobre los insurgentes.

Entonces Makhno declaró con la mayor sencillez que la retirada mantenida hasta ese día sólo había sido una forzada estrategia y que la verdadera guerra comenzaría, a más tardar, al día siguiente, 26 de setiembre. Tomó todas las disposiciones para el combate y esbozó las primeras maniobras.

Al anochecer del 25 de setiembre, las tropas makhnovistas, que hasta entonces habían marchado hacia el Oeste, cambiaron bruscamente de dirección, moviéndose hacia el Este, contra el grueso del ejército denikista. El primer encuentro se produjo, a noche avanzada, cerca de la aldea de Krutenkoie, entre la primera brigada makhnovista y las vanguardias de Denikin, que retrocedieron en procura de mejores posiciones y sobre todo con intención de arrastrar al enemigo, en su seguimiento, hacia el grueso del ejército. Pero los makhnovistas no se dejaron atraer.

Como Makhno lo esperaba, esta maniobra engañó al enemigo, que consideró el ataque como una especie de reconocimiento o diversivo, afirmándose en la convicción de que la marcha de los insurgentes continuaría en dirección Oeste. Y se aprestó a caerles por la espalda en Uman y aplastarlos en la ratonera armada.

Ni por un instante admitía que el ejército insurreccional osase atacar sus fuerzas principales. La maniobra de Makhno pareció confirmar tales apreciaciones. y por ello no se preparó para la eventualidad de un ataque frontal.

Tal fue, precisamente, el plan de Makhno. Su razonamiento era muy sencillo: de cualquier modo, el ejército estaba perdido si no lograba romper el cerco enemigo, cuya ruptura era ahora la única posibilidad de salvación, por mínima que fuera; había que intentarla, pues, lanzando todo el ejército contra el de Denikin, al Este, en la esperanza de aplastarlo. La maniobra de la víspera no tuvo otro fin que el de engañar la vigilancia del enemigo.

En la noche del 26 de setiembre, todas las fuerzas makhnovistas se pusieron en marcha hacia el Este. Las fuerzas principales del enemigo estaban concentradas en las proximidades de la aldea Peregonovka, en poder de los insurgentes.

El combate se trabó entre las tres y las cuatro de la mañana. Fue en crescendo y llegó .a su punto culminante hacia las ocho. Se produjo entonces un verdadero huracán de metralla. Makhno, con su escolta de jinetes, había desaparecido desde la caída de la noche, tratando de rodear al enemigo, y durante toda la batalla no se habían tenido noticias de él. Hacia las nueve de la mañana los makhnovistas comenzaron a perder terreno. El combate se libraba ya en los confines de la aldea.

De diversos lugares, fuerzas enemigas disponibles llegaban de refuerzo y precipitaban ráfagas de fuego contra los makhnovistas, que retrocedían lentamente. El estado mayor insurgente y cuantos en la aldca podían manejar una carabina se armaron y se lanzaron a la lucha.

El momento crítico había llegado; parecía que la batalla, y con ella la causa entera de los makhnovistas, estaba perdida. Se dio orden a todos, hasta a las mujeres, de hacer fuego sobre el enemigo en las calles. Todos se prepararon a vivir las horas supremas de la batalla y de la vida. Pero he ahí que repentinamente el fuego de las ametralladoras y los jhurras! del enemigo comenzaron a debilitarse, al irse alejando. y en la aldea comprendieron que el enemigo retrocedía y que el combate se proseguía acierta distancia. Makhno, surgiendo de modo inesperado, había decidido la suerte del combate. Apareció en el momento que sus tropas habían sido arrolladas y la pelea iba a iniciarse en las calles de Peregonovka. Cubierto de polvo, abrumado de fatiga, Makhno surgió por el flanco del enemigo, de un profundo barranco. En silencio, sin lanzar una orden, se precipitó a todo correr con su escolta sobre el enemigo y escindió sus filas. Toda la fatiga y todo el desaliento desaparecieron como por encanto entre los makhnovistas. «Batko está allí... ¡Batko lucha a sable!...», se oía gritar. y entonces todos, con decuplicada energía, se lanzaron de nuevo hacia adelante en pos de su jefe amado, que parecía desafiar la muerte. Siguió una lucha cuerpo a cuerpo, de encarnizamiento inaudito, un «hacheo», como dicen los makhnovistas. Por valeroso que fuese el primer regimiento de oficiales de Simferopol, fue deshecho y batióse precipitadamente en retirada, manteniendo perfecto orden durante los primeros diez minutos y tratando de detener el impulso del enemigo, pero en desorden y precipitación, luego. Los demás regimientos, cundido el pánico, siguieron el ejemplo, y por fin todas las tropas de Denikin se desbandaron, procurando pasar a nado el rio Sinuka, distante quince kilómetros de la aldea, para atrincherarse en la orilla opuesta.

Makhno trataba de sacar todo el partido posible de la situación, cuyas ventajas comprendió admirablemente. A toda rienda lanzó su caballeria y su artillería en persecución del enemigo en retirada, y Makhno mismo, a la cabeza de su regimiento mejor montado, se dirigió por caminos transversales para tomar de enfilada a los fugitivos. Se trataba de un trayecto de doce a quince kilómetros. En el momento más crítico, cuando las tropas de Denikin llegaron al río, fueron alcanzadas por los jinetes de Makhno. Centenares de denikistas perecieron. Sin embargo, la mayoría de ellos tuvo tiempo de pasar a la otra orilla, pero allí eran esperados ya por Makhno mismo. El estado mayor del ejército de Denikin y un regimiento de reserva que se encontraban allí fueron sorprendidos y apresados. Algunos oficiales prefirieron colgarse de los árboles.

Sólo una parte insignificante de las tropas de Denikin -obstinadas desde hacía meses en la persecución encarnizada de Makhno logró salvarse. El primer regimiento de oficiales de Simferopol y otros fueron enteramente pasados a sable. En una extensión de dos o tres kilómetros, la ruta estaba cubierta de cadáveres [4]. Por horrible que pueda parecer este espectáculo, no era sino la secuela natural del duelo entablado entre el ejército de Denikin y el makhnovista. Durante la prolongada persecución, aquéllos no se proponían menos, y lo proclamaban, que exterminar a todos los makhnovistas, lo que fueron cumpliendo cuanto les fue posible. El menor paso en falso de Makhno habria reservado la misma suerte al ejército insurreccional. Ni aun las mujeres, que seguían al ejército en que combatían sus esposos, se habrían salvado. Los makhnovistas habían sufrido sobradas experiencias y sabían a qué atenerse

(Archinoff, ob. cit., capítulo VII).

Aplastadas las principales fuerzas de Denikin, los makhnovistas no perdieron tiempo: se lanzaron en tres direcciones hacia su país, hacia el Dnieper.

Este retorno se realizó con alucinante rapidez. Al día siguiente de la derrota de las tropas de Denikin, Makhno se hallaba ya a más de 100 kilómetros del campo de batalla, avanzando con su escolta a unos 40 kilómetros del grueso del ejército. Al segundo día se posesionaron de Dolinskaia, Krovoi-Rog y Nikopol, y al tercero ganaron el puente de Kitchkass y la ciudad de Alexandrovsk cayó en su poder.

En su fulminante avance experimentaban la impresión de penetrar en un reino encantado: el de la Bella Durmiente del Bosque. Nadie se había enterado todavía de la batalla de Uman. Nadie sabía nada de la suerte de los makhnovistas. Las autoridades denikistas no habían adoptado ninguna medida de defensa, adormecidas en el letargo propio de las profundidades de la retaguardia. Como el rayo en primavera, los makhnovistas se abatían sobre sus enemigos. Tras de Alexandrovsk, cayeron Pologui, Gulai-Pole, Berdiansk y Mariupol. Al cabo de diez días, todo el Sur fue liberado de tropas y autoridades denikistas.

Pero no se trataba sólo de ellas. Como una gigantesca escoba, al pasar el ejército insurreccional por ciudades, villas, caseríos y aldeas, barría por doquiera todo vestigio de explotación y de servidumbre. Los terratenientes, que no esperaban nada semejante; los kulaks, los grandes industriales, los curas, los gendarmes, los señores denikistas y los oficiales emboscados, todo era barrido en el camino victorioso de la makhnovtchina. Prisiones, comisarías y puestos policiales, todos los símbolos de la servidumbre popular, fueron destruidos. Cuantos eran conocidos por enemigos activos de los campesinos y los obreros estaban prometidos a la muerte. Terratenientes y kulaks, sobre todo, perecieron en gran número. Ello basta -observémoslo de paso- para desmentir la calumnia a sabiendas lanzada por los bolcheviques contra el movimiento makhnovista de estar al servicio de los kulaks. Acude ahora a mi memoria un episodio típico que presencié. Los regimientos makhnovistas habían hecho alto en una población importante. Nuestra Comisión de propaganda, llegada con ellos, fue hospedada por una familia de campesinos, cuya vivienda daba a la plaza, frente a la iglesia. Apenas instalados, oímos ruidos inusitados, clamores de voces. Al salir vimos a una multitud de campesinos en explicaciones con los combatientes makhnovistas.

-Sí, camaradas -oímos-. El canalla hizo una lista de nombres, unos cuarenta, todos los cuales fueron fusilados por las autoridades.

Supimos que se trataba del cura de la aldea. Una rápida investigación sobre el terreno confirmó la verdad de la acusación. Se decidió, pues, ir en busca del cura. Los campesinos afirmaban que su vivienda estaba cerrada y que el cura no se hallaba en ella. Le suponían huido. Pero había quienes consideraban que se había ocultado en la iglesia misma, y campesinos e insurgentes se dirigieron a ella. La puerta estaba cerrada por fuera, con cadena y candado.

-Ven -dijeron -algunos-; no puede estar dentro, pues la puerta está cerrada por fuera.

Mas otros, desconfiados, afirmaron que el pope, sin tiempo para huir, se había hecho encerrar en la iglesia por su pequeño sacristán, para que se le creyera huido. Pero de nada le valió. Los insurgentes hicieron saltar el candado y penetraron en la iglesia, cuyo interior revisaron prolijamente, descubriendo un vaso de noche, ya utilizado, y una provisión de víveres. El pope estaba allí, pues. Al oír la multitud que penetraba en la iglesia, había, de seguro, trepado al campanario, en la esperanza de que, no hallándolo abajo, desistieran de buscarlo. Pero los insurgentes se lanzaron por la estrecha escalera de madera hacia el pequeño campanario, con gran ruido de sables y fusiles y gritos. Los que se hallaban en la plaza vieron, entonces, aparecer en lo alto del campanario a un hombre alto, que gesticulaba y gritaba desesperadamente, dominado por el terror. Era joven, de largos cabellos de rubio pajizo. Tendidos hacia la plaza sus largos brazos abiertos, gritaba plañidero:

-¡Pequeños hermanos! ¡Yo nada hice! ¡Nada malo! ¡Piedad mis hermanos! ¡Mis pequeños hermanos!

Fue un instante. Brazos vigorosos le tiraron de la sotana, obligándole a bajar. y la multitud salió con él de la iglesia, cruzó la plaza y lo trajo al patio de la vivienda que ocupábamos. Y allí mismo se improvisó el juicio popular, en el que nuestra Comisión, meramente espectadora, no intervino por nada.

-¿Qué dices ahora, pillo? ¡Hay que pagar! Despídete de la vida y ruega a tu dios, si quieres.

-¡Mis pequeños hermanos, mis pequeños hermanos! -repetía el pope, tembloroso-. Soy inocente; no he hecho nada. ¡Mis pequeños hermanos...!

-¿Que no has hecho nada? -le gritaban-. ¿No han denunciado al joven Iván, y a Paúl, y a Sergio, el jorobado, y a muchos más? ¿No fuiste tú quien redactó la lista? ¿Quieres que te llevemos ante las fosas de tus víctimas? ¿O que vayamos a hojear los papeles del puesto policial, donde de seguro encontraremos la lista de tu puño y letra?

El pope cayó de rodillas, los ojos perdidos, brillante de sudor el rostro, repitiendo sus exclamaciones. Una joven, integrante de nuestra Comisión, se hallaba cerca de .él incidentalmente. Arrastrándose de rodillas, le tomó el ruedo del vestido, lo besó y le suplicó:

-¡Protégeme, mi pequeña hermana! ¡Soy inocente! ¡Sálvame, mi pequeña hermana! ...

-¿ Qué quieres que haga yo ? -le respondió ella-. Defiéndete, si eres inocente. No estás ante seres salvajes. Si eres realmente inocente no te harán daño alguno. Pero si eres culpable, ¿qué puedo hacer yo?

En eso entró al patio, a caballo, un insurgente. Se detuvo tras el pope y, sin apearse, empezó a fustigarle la espalda, gritándole a cada golpe: «¡Por haber engañado al pueblo! ¡Por haber engañado al pueblo!» La multitud, impasible, le dejaba hacer. Hasta que yo le dije:

-¡Basta, camarada! A pesar de todo, no hay que torturarlo.

-¿Sí, eh? -oí a varios-. Ellos nunca torturaron a nadie, ¿verdad?

Otro insurgente se adelantó, para sacudir rudamente al pope.

-¡Vamos, levántate! ¡Basta de comedia! ¡Ponte de pie!

El pope ya no gritaba. Muy pálido, apenas consciente de la realidad, se incorporó, perdida a lo lejos la mirada, moviendo los labios, sin voces. El insurgente hizo señales a algunos camaradas, quienes en seguida rodearon al pope.

-Camaradas --se dirigió a los campesinos el insurgente-:

¿afirmáis vosotros que este hombre, contrarrevolucionario declarado, redactó y entregó a las autoridades blancas una lista de sospechosos, y que éstos fueron en seguida fusilados? ¿Es así?

-¡Sí, sí, ésa es la verdad! -clamoreó la multitud-. ¡El hizo asesinar a cuarenta de los nuestros! Toda la población lo sabe.

Y se daban nombres, se invocaban testimonios precisos, se acumulaban pruebas... Algunos parientes de los ejecutados confirmaban los hechos. Las mismas autoridades les habían hablado de la lista confeccionada por el cura, en explicación de sus represalias. Y el pope, sin decir nada.

-¿Hay alguien que defienda a este hombre? -preguntó el insurgente-. ¿Alguien que dude de su culpabilidad?

Silencio. Tras la pausa, el insurgente se acercó al pope y le quitó brutalmente la sotana.

-¡Qué buena tela! -dijo-. Nos servirá para hacer una bandera. La nuestra ya está muy desgastada.

Y luego, dirigiéndose al cura, ridículo, en camisa y calzoncillos:

-¡Arrodillate ahí, ahora! y haz tus oraciones, sin volverte.

Así lo hizo el condenado. Dos insurgentes, ubicados tras él, sacaron sus revólveres y, pasados unos instantes, le hicieron fuego. Y todo terminó.

Makhno ha contado algunos dramáticos episodios de su fulminante retorno.

Cierto anochecer se presentó, en compañia de algunos jinetes, uniformados todos como oficiales denikistas, en la propiedad de un gran terrateniente, feroz reaccionario, admirador de Denikin y verdugo de los campesinos. Dijeron hallarse en misión y necesitar reposar un poco, para partir temprano al día siguiente.

Se les recibió, naturalmente, con entusiasmo.

-Señores oficiales: dispongan como les acomode. La propiedad está bien resguardada por un destacamento. No hay de qué inquietarse.

En su honor, se preparó un festín. El oficial del destacamento y algunos amigos del propietario participaron en él. Manjares deliciosos, vinos de renombre, licores finos. Se hablaba con efusión, maldiciendo a los «bandidos makhnovistas, y a todos los revolucionarios, deseando su supresión rápida y definitiva y brindando por la salud de Denikin y por su ejército. y el propietario, confiado, mostró a los agasajados su magnífico deposito de armas, presto a cualquier eventualidad.

Hacia el fin de la comina, Makhno reveló bruscamente su identidad. Indescriptible escena de sorpresa, confusión y espanto.

La propiedad está rodeada por los makhnovistas. La guardia es desarmada. «¡Hay que pagar!'.

Ni gritos, ni súplicas, ni tentativas de huir, valen de nada.

Todos son ejecutados en el lugar. Los soldados de la guardia son interrogados y tratados en consecuencia.

La ofensiva denikistá es quebrada por la victoria insurgente. Los bolcheviques a salvo. Su retorno a Ucrania.

-La ocupación del Sur de Ucrania por los makhnovistas significaba mortal peligro para la campaña de Denikin, cuyo ejército tenía su base de aprovisionamiento entre Volnovakha y Mariupol. Inmensos depósitos de municiones estaban distribuidos en las ciudades de la región, no todos los cuales cayeron fácilmente en poder de los makhnovistas. En torno a Volnovokha, por ejemplo, hubieron de combatir cinco días contra importantes reservas denikistas. Por otra parte, todas las vías férreas de la región estaban dominadas por los insurgentes y ningún material de guerra podía llegarle a Denikin,en el Norte. En otros puntos dispersos, hubo que afrontar la resistencia de otras reservas denikistas, bien pronto vencidas y aniquiladas.

Entonces las oleadas de la makhnovtchina rodaron hacia el fondo de la cuenca del Donetz y hacia el Norte. En octubre, los insurgentes tomaron Ekaterinoslav. Denikin se vio obligado a abandonar su marcha hacia el Norte, coxpo lo confesaron pronto ciertos diarios denikistas. Envió a toda prisa sus mejores fuerzas al frente de Gulai-Pole, pero era demasiado tarde. El incendio hacía estragos en toda la región, desde los bordes del Mar Negro y del de Azof hasta Kharkov y Poltava.

Gracias a considerables refuerzos -sobre todo a gran cantidad de autos blindados ya la excelente caballería, comandada por Mamontoff y Chkuro-los blancos logrados por un momento hacer retroceder a los makhnovistas de Mariupol, Berdiansk y Gulai-Pole,. pero en el entretanto, en cambio, los makhnovistas conquistaban Sinelnikovo, Pavlograd, Ekaterinoslav y otras ciudades y poblaciones, de modo que Denikin no pudo obtener ventaja alguna de aquellos triunfos meramente locales.

En octubre y noviembre, las proncipales fuerzas de Denikin, procedentes del Norte, reanudaron la encarnizada lucha contra los makhnovistas, quienes, a fines de noviembre -estando la mitad de ellos abatida por una espantosa epidemia de tifus exantemático- hubieron de dejar a Ekarinoslav y reagruparse en el Sur. Pero tampoco Denikin pudo consolidarse en parte alguna.

Los makhnovistas no cesaban de hostigarlo en un punto y otro; y, por otra parte, los rojos, que venían desde el Norte tras sus huellas, lo atropellaban -las tropas del Cáucaso- se negaron a continuar luchando contra Makhno; abandonaron sus emplazamientos, sin que el comando pudiese impedírselo, y tomaron rumbo a su región. Tal fue el principio del definitivo fracaso del ejército denikista.

Debemos fijar aquí -es nuestro deber-la verdad histórica al respecto. Es ésta:

El honor de haber aniquilado, en el otoño de 1919, la contrarrevolución de Denikin corresponde enteramente al ejército insurreccional makhnovista.

Si los insurgentes no hubiesen logrado la decisiva victoria de Peregonovk y no hubiesen continuado socavándole a Denikin las bases en su retaguardia, con la destrucción de sus servicios de reabastecimiento de artillería, víveres y municiones, los blancos habrían probablemente entrado en Moscú, a más tardar en diciembre de 1919.

Enterados de la retirada de las mejores tropas de Denikin, los bolcheviques, al pronto sorprendidos (V. libro II, quinta parte, cap. VIII), se rehicieron al ser informados de la verdadera causa del cambio de la actitud denikista -la derrota de Peregonovka y sus ulterioridades -y pronto comprendieron las ventajas que podría reportarles. y atacaron a Denikin cerca de Orel, precipitando su retirada general.

La batalla de Orel, igual que otras libradas entre blancos en retirada y rojos que les pisaban los talones, tuvo una importancia enteramente secundaria. Los blancos se hallaban en definitiva retirada. Cierta resistencia que ofrecieron no tenía más fin que el protegerla y evacuar municiones y aprovisionamientos. En toda la extensión de la ruta -desde Orel, pasando por Kursk hasta el Mar Negro y el de Azof-, el ejército rojo avanzaba casi sin obstáculos.

Su entrada en Ucrania y en la región del Cáucaso, sobre los talones de los blancos en retirada, ocurrió exactamente como un año antes en ocasión de la caída del hetman, sobre terreno previamente desembarazado de enemigos.

Fueron los makhnovistas quienes soportaron todo el peso de este ejército en retirada, provocada por su victoria de Peregonovka. Hasta su definitiva derrota le ocasionó muchas preocupaciones al ejército insurreccional.

Los bolcheviques, indirectamente salvados por los campesinos revolucionarios de Ucrania, volvieron a ésta a recoger los laureles de una victoria que ellos no habían obtenido.

Notas

1 Esta cláusula constituía una precaución de parte de los makhnovistas, que en efecto temían que, so cualquier pretexto, el comandante rojo enviará al ejército insureccional a otro frente, con el fin de poder establecer sin inconvenientes el poder bolchevique en la región. Este temor fue plenamente justificado por los acontecimientos posteriores, como se verá más adelante.

2 A Makhno se le llamó Padre (batko, en ucraniano) después de la unificación del movimiento. Esa expresión se agrega al nombre, en Ucrania, cuando se trata de una persona anciana o respetada, sin comportar ningún sentido autoritario.

3 En España, más tarde (1936-39), los comunistas emplearon la misma táctica e iguales procedimientos. Conozco un caso en todos sus detalles: Cerca de Teruel, una brigada bolchevique aseguraba el frente contra Franco junto a una brigada anarquista de cerca de 1.500 hombres, cuyo aniquilamiento facilitó aquélla replegándose voluntaria y secretamente una noche. Y así, a la mañana siguiente, los fascistas se precipitaron por la brecha y cercaron a la brigada anarquista, de cuyos 1.500 hombre sólo se salvaron 500, abriéndose paso a fuerza de granadas y pistolas. Los otros 1000 fueron masacrados. Y los comunistas acusaron a los anarquistas de traidores por haber abierto el frente al avance de Franco.

4 Caída la noche, yo seguía solo -algo atrás de mis camaradas- a caballo, pero lentamente, esta ruta de calvario de los regimientos denikistas. Jamás olvidaré el fantasmagórico cuadro de los centenares de cuerpos humanos, salvajemente abatidos, bajo el cielo estrellado, a lo largo de la ruta, aislados o amontonados unos sobre otros, en actitudes infinitamente variadas y extrañas; en ropas menores o totalmente desnudos, cubiertos de polvo y de sangre, exangües y verduscos bajo la pálida claridad lunar .A unos les faltaban los brazos, otros estaban desfigurados horriblemente, cuáles estaban decapitados, cuáles hendidos casi enteramente de un sablazo... De tiempo en tiempo me apeaba para inclinarme, ansioso, sobre esos cuerpos mudos e inmóviles, ya rígidos. ¡Como si esperase penetrar un imposible misterio!... «He ahí a lo que estaríamos reducidos nosotros -pensé-, de haber triunfado ellos. ¿Destino? ¿azar? ¿Justicia?... »

Al día siguiente, los campesinos dieron sepultura a todos los restos en una fosa común, a un lado del camino (Archinoff).

LA CONDUCTA DE LOS MAKHNOVISTAS EN LAS REGIONES LIBERADAS

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Extracto de La Revolución desconocida de Volin. Ed. Campo Abierto.

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Los esfuerzos positivos.-Las realizaciones. Las libertades.

La permanente lucha armada y la vida en el «reino rodante», que impedían a la población toda clase de estabilidad, las inhibían asimismo, fatalmente, para toda actividad positiva, constructora. Sin embargo, cuantas veces ello era: posible, el movimiento demostraba una gran capacidad orgánica y las masas laboriosas revelaban voluntad y capacidad creadora notables. Veamos algunos ejemplos.

Hemos hablado, más de una vez, de la prensa makhnovista. A pesar de los obstáculos y las dificultades del momento, los makhnovistas, en relaciones directas con la Confederación anarquista Nabate, editaron manifiestos, periódicos, etc., y un nutrido folleto: Tesis generales de los insurgentes revolucionarios (makhnovistas) sobre los Soviets libres. El periódico El Camino hacia la Libertad -cotidiano o semanario según el trance- se dedicó sobre todo a la vulgarización de las ideas libertarias, aplicadas al curso de los hechos de la vida. El Nabate, más teórico y doctrinario, aparecía semanalmente. Señalemos también La Voz del Makhnovista, que se ocupaba especialmente de los intereses, los problemas y las tareas del movimiento y del ejército makhnovistas.

El folleto Tesis generales resumía el punto de vista de los makhnovistas sobre los problemas candentes de la hora: la organización económica de la región y los soviets libres, las bases sociales de la sociedad a construir, el problema de la defensa, la administración de justicia, etc.

Lamento vivamente no poder aportar algunas transcripciones de esa prensa, por carecer dt?l material indispensable.

A menudo se nos plantea: ¿Cómo se conducían los makhnovistas en las ciudades y poblaciones de que se posesionaban en el curso de la lucha? ¿Cómo trataban a la población civil? ¿De qué modo organizaban la vida en las ciudades conquistadas: la administración, la producción, el intercambio, los servicios municipales, etc.?

Muchas leyendas y calumnias se hicieron circular al respecto, y es nuestro deber desmentirlas y restablecer la verdad. Habiendo estado con el ejército makhnovista en el momento preciso, tras de su victoria de Peregonovka, en que se posesionó, en un ventarrón, de algunos centros importantes como Alexandrovsk, Ekaterinoslav y otros, estoy en condiciones de aportar un testimonio da primera mano, absolutamente verídico y exacto.

La primera preocupación de los makhnovistas, al entrar, vencedores, en cualquier ciudad, era la de descartar un eventual malentendido peligroso: que se les tomara por un nuevo poder, por un nuevo partido político, por una especie de dictadura. Por ello, de inmediato hacían fijar en las paredes grandes carteles en que se decía a la población, sobre poco más o menos:

A todos los trabajadores de la ciudad y los alrededores

«Vuestra ciudad está ocupada, momentáneamente, por el Ejército insurreccional revolucionario (makhnovista).

Este ejército no está al servicio de ningún partido político, de ningún poder, de dictadura alguna. Por el contrario, él trata de liberar la región de todo poder político, de toda dictadura, para proteger la libertad de acción, la vida libre de los trabajadores contra toda dominación y explotación.

El ejército makhnovista no representa, pues, ninguna autoridad. No constreñirá a nadie a obligación alguna, limitándose a defender la libertad de los trabajadores. Libertad de obreros y de campesinos que sólo a ellos mismos pertenece, sin restricción alguna. Ellos mismos han de obrar, organizarse y entenderse entre sí en todos los dominios de su vida, como la conciban o como lo quieran.

Sepan, desde ya, pues, que el ejército makhnovista no les impondrá, ni les dictará, ni les ordenará nada. Los makhnovistas no harán más que ayudarlos, dándoles tal o cual opiniòn o consejo, poniendo a su disposición todas las fuerzas intelectuales, militares o de cualquiera otra índole que necesiten, pues no pueden ni quieren en ningún caso gobernarlos ni prescribirles nada [1].»

Casi todos los carteles terminaban invitando a la población laboriosa de la ciudad y los alrededores a un mitin, en el que los camaradas makhnovistas «expondrán su punto de vista de manera más detallada y les darán, de ser necesario, consejos prácticos para comenzar a organizar la vida de la región sobre una base de libertad y de igualdad económica, sin autoridad y sin explotación del hombre por el hombre». Cuando, por cualquier razón, tal convocatoria no pudo ser hecha en el mismo cartel, se la hacía pública poco más tarde en carteles especiales.

Habitualmente, la población, sorprendida al principio por tal modo de obrar absolutamente nuevo, se familiarizaba pronto con la situación creada y se consagraba al trabajo de libre organización con entusiasmo y éxito. Tranquilizada la población respecto ala actitud de la fuerza militar, la ciudad recobraba su aspecto normal y su tren habitual de vida: el trabajo se reanudaba, donde era posible, los negocios abrían sus puertas y las diversas administraciones volvían a sus funciones. En un ambiente de calma y de libertad, los trabajadores se preparaban así a una actividad positiva, para reemplazar, metódicamente, los viejos engranajes.

En cada región liberada, los makhnovistas eran el único organismo con fuerzas suficientes para poder imponer su voluntad al enemigo. Pero jamás las utilizaron con fines de dominación ni de influencia política, ni se sirvieron de ellas contra sus adversarios meramente políticos o ideológicos. El enemigo militar, el conspirador contra la libertad de acción de los trabajadores, el aparato estatal, el poder, la violencia sobre los trabajadores, la policía, la prisión: tales eran los elementos contra los cuales dirigía sus esfuerzos el ejército makhnovista.

En cuanto a la libre actividad ideológica: cambio de ideas, discusión, propaganda, ya la libertad de las organizaciones de carácter no autoritario, los makhnovistas garantizaban por doquiera, integralmente, los principios revolucionarios de la libertad de palabra, de prensa, de conciencia, de reunión y de asociación política, ideológica, etc.

En todas las ciudades y poblaciones que ocupaban, comenzaban por anular todas las prohibiciones y restricciones impuestas a los órganos de prensa ya las organizaciones políticas, por cualquier poder .

En Berdiansk, la prisión fue destruida con dinamita, en presencia una enorme multitud, que participó en la destrucción. En Alexandrovsk, Krivoi-Rog, Ekaterinoslav y otros lugares, las prisiones fueron demolidas o incendiadas por los makhnovistas, con aclamación de la población laboriosa.

La libertad de palabra, de prensa, de reunión y de asociación eran proclamadas al punto, para todos y para todo. He aquí el texto auténtico de la Declaración que los makhnovistas hacían pública:

Todos los partidos, organizaciones y corrientes políticas socialistas tienen derecho a propagar libremente sus ideas, sus teorías, sus puntos de vista y opiniones, oralmente y por escrito. Ninguna restricción a la libertad de prensa. y de palabra socialistas será admitida ni será objeto de persecución alguna.

Nota: Los comunicados de orden militar no podrán ser impresos sino por conducto de la dirección del órgano central de los insurgentes revolucionarios: El Camino hacia la Libertad.

En plena libertad los partidos y organizaciones políticas de propagar sus ideas, el ejército de los insurgentes makhnovistas les previene que no admitirá ninguna tentativa de preparar e imponer a las masas laboriosas una autoridad política, por no tener ello nada de común con la libertad de ideas y de propaganda.

Ekaterinoslav, 5 de noviembre de 1919.

Consejo Revolucionario Militar del Ejército de los insurgentes makhnovistas

En todo el curso de la Revolución rusa, la época de la makhnovtchina en Ucrania fue la única en que la verdadera libertad de las masas laboriosas encontró cabal expresión. Mientras la región permaneció libre, los trabajadores de las poblaciones ocupadas por los makhnovistas pudieron decir y hacer -por vez primera- cuanto quisieron y como quisieron. Y, sobre todo, tenían la posibilidad de organizar su vida y su trabajo ellos mismos, según su entendimiento, su sentimiento de justicia y de verdad.

Durante las semanas que los makhnovistas ocuparon Ekaterinoslav, aparecieron con toda libertad cinco o seis periódicos de diversa orientación política; Narodoylastie (El Poder del Pueblo), socialista revolucionario de derecha; Znamia Voztania (El Estandarte de la Rebelión), socialista revolucionario de izquierda; Zyezda (La Estrella), bolchevique, y otros. A decir verdad, los bolcheviques eran quienes menos derecho ienían a la libertad de prensa y de asociación, en primer término, porque ellos habían destruido, donde pudieron, la libertad de prensa y de asociación para los trabajadores, y en segundo término porque su organización en Ekaterinoslav había tomado parte activa en la invasión criminal de la región de Gulai-Pole en junio de 1919, siendo de justicia retribuirles con un severo castigo. Pero, para no afectar en nada los grandes principios de libertad de palabra y de asociación, no fueron molestados y pudieron gozar, corno las demás corrientes políticas, de todos los derechos.

La única restricción que los makhnovistas juzgaron necesario imponer a los estatistas fue la prohibición de constituir Comités revolucionarios jacobinos tendientes a imponer al pueblo una dictadura.

Diversos acontecimientos probaron que tal medida no era vana. Apenas las tropas makhnovistas se posesionaron de Alexandrovsk y de Ekaterinoslav, los bolcheviques locales, salidos de sus escondites, se apresuraron a organizar sus comités (los rev.com.), procurando establecer su poder político y gobernar a la población. En Alexandrovsk, los miembros de uno de tales comités llegaron a proponer a Makhno «dividir la esfera de acción», esto es, dejarle el.poder militar y reservar al comité «toda libertad de acción y toda autoridad política y civil». Makhno les aconsejó «ocuparse en cualquier oficio honesto» en lugar de tratar de imponer su voluntad a la población laboriosa. Análogo incidente ocurrió en Ekaterinoslav.

Esta actitud de los makhnovistas fue justa y lógica: precisamente porque quisieron asegurar y defender la total libertad de palabra, de prensa, de organización, etc., ellos debían adoptar, sin vacilar, todas las medidas contra las formaciones que tratasen de ofender esta libertad, suprimir las demás organizaciones e imponer su voluntad y su autoridad a las masas laboriosas.

Los makhnovistas no vacilaron. En Alexandrovsk, Makhno amenazó con arrestar y hacer ejecutar a todos los miembros de los rev. com. a la menor tentativa de ese género. E igual en Ekaterinoslav. y cuando, en noviembre de 1919, el comandante del tercer regimiento insurreccional makhnovista, Polonsky, de tendencia comunista, fue convicto y confeso de haber participado en semejante conspiración, se le fusiló con sus cómplices.

Al cabo de un mes, los makhnovistas se vieron forzados a abandonar a Ekaterinoslav. Pero tuvieron tiempo de demostrar a las masas laboriosas que la verdadera libertad depende de los trabajadores mismos y que ella comienza a irradiar y desarrollarse apenas el espíritu libertario y la verdadera igualdad de derechos son practicados entre ellos.

El Congreso de Alexandrovsk (octubre de 1919).

En esta ciudad y la región circundante se desarrolló la primera etapa en que los makhnovistas pudieron radicarse por un tiempo más o menos largo.

La conferencia general a que había sido convocada la población laboriosa de Alexandrovsk, apenas fue ocupada la ciudad, se inició con un informe detallado de los makhnovistas sobre la situación del distrito desde el punto de vista militar: A continuación se propuso a los trabajadores organizar ellos mismos la vida en la región liberada, es decir, reconstituir sus organizaciones destruidas por la reacción; reponer en marcha, en lo posible, concertarse sin demora con los campesinos de los alrededores para establecer relaciones regulares y directas entre los respectivos organismos para el intercambio de productos,. etc.

Los obreros aclamaron vivamente tales ideas, pero al comienzo vacilaron en ponerlas en obra, turbados por su novedad y, sobre todo, intranquilos a causa de la proximidad del frente de batalla. Temían el retorno de los blancos, o de los rojos, a breve plazo. Como siempre, la inestabilidad de la situación obstruía el trabajo positivo.

Las cosas no quedaron en eso, sin embargo. Días después, en una segunda conferencia, se profundizó y discutió con animación el problema de la organización de la vida según los principios de la autoadministración de los trabajadores. Finalmente, se llegó a un punto concreto: el modo exacto de ponerse a ello, los primeros pasos. Se propuso formar una Comisión de iniciativa, con delegados de algunos sindicatos y obreros activos, a la que se encomendaría la elaboración de un proyecto de acción inmediata. Algunos obreros de los sindicatos de ferroviarios y de zapateros se declararon entonces dispuestos a organizar inmediatamente dicha Comisión, que procedería ala creación de organismos obreros indispensables para reponer en marcha, lo más rápidamente posible, la vida económica y social de la región.

La Comisión se puso enérgicamente a la obra. Bien pronto los ferroviarios restablecieron la circulación de trenes, algunas usinas entraron en actividad, ciertos sindicatos fueron reconstituidos, etcétera.

Se decidió que, en espera de más profundas reformas, la moneda corriente -papel moneda de diversas emisiones- se siguiese utilizando como medio de cambio. Problema de orden secundario, pues, desde hacía mucho, la población recurría más bien a otros medios para el cambio de productos.

Poco después se convocó en Alexandrovsk, para el 20 de octubre (1919) un gran Congreso regional de los trabajadores.

Este Congreso -cabalmente excepcional, tanto por la forma de ser organizado, cuanto por su desarrollo y sus resultados- merece particular atención. Puedo hacer, por haber participado en él, un informe detallado. Porque es precisamente en los detalles de este inicial trabajo positivo que el lector hallará puntualizaciones y sugestiones muy instructivas.

Al tomar la iniciativa de convocar a un Congreso regional de los trabajadores, los makhnovistas asumieron una tarea asaz delicada. Darían, es cierto, una importante impulsión a la actividad de la población laboriosa, lo que era indispensable, natural y loable. Pero, por otra parte, les era preciso evitar de imponerse a los congresistas ya la población y presentarse en figura de dictadores. Importaba, ante todo, que este Congreso no fuera semejante a los convocados por las autoridades emanadas de un partido político (o de una casta dominante), que sometían a los Congresos, diestramente trucados, resoluciones ya confeccionadas, destinadas a ser dócilmente adoptadas, tras una apariencia de discusión, e impuestas a los sedicentes deJegados so amenaza de represión contra toda eventual oposición. De añadidura, los makhnovistas se proponían someter al Congreso numerosas cuestiones concernientes al ejército insurreccional mismo, cuya suerte, y la de toda la obra emprendida, dependía de cómo fueran resueltas. Hasta en este dominio particular, los makhnovistas se atenían a su propósito de evitar toda presión sobre los delegados.

Para evitar todos los escollos, se decidió:

No se realizaría ninguna campaña electoral para la elección de los delegados. Había que limitarse a avisar a las poblaciones, las organizaciones, etc., que debían elegir un delegado, o delegados, al Congreso de los trabajadores convocado para el 20 de octubre. De tal modo, la población podría designar y dar mandato a los delegados con toda libertad.

Al iniciarse el Congreso, un representante makhnovista explicaría a los delegados que el Congreso era convocado, esta vez, por los makhnovistas mismos, porque se trataba sobre todo de problemas concernientes al ejército insurr.eccional como tal; que el Congreso también resolvería, por cierto, problemas relativos a la vida de la población; que para unos y otros problemas sus deliberaciones y decisiones serían absolutamente libres, sin que los delegados corrieran riesgo alguno por su actitud; y, en fin, que este Congreso debía ser considerado como el primero o, más bien, como extraordinarioi pues los trabajadores de la región habrían de convocar próximamente, por propia iniciativa, su Congreso, que realizarían como quisiesen, para resolver los problemas de su vida que creyesen del caso.

Tras de la apertura, los delegados deberán elegir por sí mismos la Mesa directiva del Congreso y modificar a su gusto el orden del día propuesto -no impuesto- por los makhnovistas.

Dos o tres días antes del Congreso, ocurrió un episodio muy curioso. Un atardecer, se presentó en mi domicilio un joven: Lubim, miembro del comité local del Partido socialista revolucionario de izquierda. Observé en seguida su estado de emoción. En efecto, muy excitado, entró en materia sin preámbulos.

-Camarada Volin -exclamó, tranqueando en todos sentidos la pequeña habitación de hotel en que nos hallábamos-: usted excusará mi brutalidad. Es que se trata de un peligro grandísimo.

Vosotros, ciertamente, no lo advertís. Y, sin embargo, no hay que perder un minuto. Sois anarquistas, lo sé, y en consecuencia utopistas e ingenuos. Pero, con todo, no llevaréis vuestra ingenuidad al extremo de la estupidez. Ni tenéis el derecho de hacerlo, porque no se trata sólo de vosotros, sino de muchos más y de toda una causa.

Yo le confesé no haber entendido nada de su tirada.

-¡Veamos, veamos! -continuó, cada vez más excitado-. Habéis convocado un Congreso de campesinos y de obreros, el que tiene enorme importancia. ¡Pero vosotros sois unos niños grandes! En vuestra inefable ingenuidad, ¿ qué hacéis ? Distribuís profusamente papelitos anunciando el Congreso. Punto, y nada más. ¡Es para espantarse! Ni explicaciones, ni propaganda, ni campaña electoral, ni lista de candidatos; jnada, nada! Yo le suplico, camarada Volin, que abra un poco los ojos. En vuestra situación, hay que ser algo realistas, ¡ caramba ! Haced algo en seguida, mientras es todavía tiempo. Enviad agitadores, presentad vuestros candidatos; dejadnos tiempos de hacer una pequeña campaña. Pues, ¿qué diréis vosotros si la población, la campesina sobre todo, os envía delegados .reaccionarios que reclamen la convocación de la Constituyente o aun el restablecimiento del régimen monárquico? El pueblo está hondamente trabajado por los contrarrevolucionarios. ¿Qué haréis si la mayoría del. Congreso es contrarrevolucionaria y lo sabotea? ¡Obrad, pues, antes que sea demasiado tarde! Diferid el Congreso por unos días, y tomad medidas!

Comprendí. Miembro de un partído político, Lubim concebía las cosas con mentalidad condigna.

-Escuche, Lubim -le dije-. Si en las condiciones actuales, en plena revolución popular y después de cuanto ha ocurrido, las masas laboriosas envían, a su Congreso libre, contrarrevolucionarios y monárquicos, entonces -¿me entiende?-la entera obra de mi vida no ha sido sino un profundo error. y no me quedaría por hacer más que pegarme un tiro con ese revólver que ve ahí.

-Se trata de hablar seriamente -me interrumpió-, y no de alardear...

-Yo le aseguro, camarada Lubim, que hablo muy seriamente. Nada será cambiado de nuestro modo de obrar. Y si el Congreso resulta contrarrevolucionario, yo me suicido. No podría sobrevivir a tan terrible desilusión. Y luego, tome nota de un hecho esencial: no he sido yo quien convocó el Congreso, ni quien ha decidido la forma de integrarlo. Todo ello es obra de un conjunto de camaradas. No tengo, pues, atribuciones para cambiar nada.

-Sí, lo sé. Pero usted tiene gran influencia. Puede proponer ese cambio. Se le escuchará...

-Es que no deseo proponerlo. Lubim. Estoy de acuerdo con ellos.

Con esto terminó la conversación, y Lubim partió, inconsolable.

El 20 de octubre, más de 200 delegados obreros y campesinos se reunieron en la gran sala del Congreso. Al lado de los asientos destinados a los congresistas se había reservado algunos lugares para los representantes de los partidos socialistas de derecha -socialistas revolucionarios y mencheviques- y los del partido socialista revolucionario de izquierda, que asistían al Congreso sólo con voz. Entre los últimos, percibí al camarada Lubim.

Lo que sobre todo me chocó el primer día del Congreso fue una frialdad o, más bien, manifiesta desconfianza de la mayor parte de los delegados. Se supo luego que ellos se esperaban un Congreso como tantos otros, y suponían que aparecerían en el estrado hombres con revólver al cinto en disposición de manejar a los delegados y hacerles votar resoluciones ya confeccionadas por ellos.

La sala estaba helada y transcurrió algún tiempo antes de que se caldeara un poco.

Encargado de la apertura del Congreso, di a los delegados las explicaciones convenidas y les declaré que deberían elegir una Mesa y en seguida deliberar sobre el orden del día propuesto por los makhnovistas. y ya se produjo un incidente. Los congresistas expresaron el deseo de que presidiera yo. Consulté con mis camaradas y acepté. Pero declaré a .los delegados que mis funciones se limitarían estrictamente a la conducción técnica del Congreso, esto es: a seguir el orden del día adoptado, anotar los oradores, concederles la palabra, velar por la buena marcha de los trabajos, etc., y que los delegados deberían deliberar y tomar resoluciones con toda libertad, sin temor a presión ni maniobra alguna de mi parte. Entonces un socialista de derecha pidió la palabra y atacó violentamente a los organizadores del Congreso:

-Camaradas delegados: nosotros, los socialistas, tenemos el deber de preveniros que aquí se está representado una innoble comedia. Nada se os impondrá, pero, mientras, y muy diestramente, se os ha impuesto ya un presidente anarquista. y seguiréis siendo diestramente maniobrados por estas gentes.

Makhno, llegado momentos antes para desearle éxito al Congreso y excusarse de deber partir para el frente, tomó la palabra y respondió ásperamente al orador socialista. Recordó a los delegados la libertad absoluta de su elección, acusó a los socialistas de ser fieles defensores de la burguesía, aconsejó a sus representantes no turbar la labor del Congreso con intervenciones políticas y terminó, dirigiéndose a ellos:

-No sois delegados; por lo tanto, si el Congreso no os gusta, podéis retiraros.

Nadie se opuso. Entonces los socialistas, cuatro o cinco, expresaron con vehemencia su protesta contra semejante modo de ponerlo en la puerta y abandonaron la sala. Nadie pareció lamentar su partida; al contrario, la concurrencia me pareció satisfecha y un tanto más íntima que antes.

Un delegado se levantó.

-Camaradas -dijo-: antes de entrar al orden del día, deseo someteros una cuestión previa de gran importancia, en mi opinión. Se ha pronunciado recién una palabra, la burguesía, a la que, naturalmente, se la fulmina como si se supiese qué es y como si todo el mundo estuviese de acuerda al respecto. Me parece un error grosero. El término burguesía no es del todo claro. Y soy de opinión que, en razón de su importancia, y antes de ponernos al trabajo, sería útil puntualizar la noción de burguesía y saber exactamente a qué atenernos.

A pesar de la habilidad del orador -yo tuve la sensación que no era un campesino auténtico, aunque vistiese como tal-, la continuación de su discurso demostró claramente que estábamos en presencia de un defensor de la burguesía, cuya intención era sondear al Congreso y llevar la turbación al espíritu de los delegados. Contaba, por cierto, con ser sostenido -consciente o ingenuamente- por numerosos delegados. Si lograra su designio, el Congreso podría tomar un giro confuso y ridículo y obstruirse gravemente su labor.

Momento palpitante. En mi papel-como acababa de explicar a los congresistas-, yo no tenía derecho de eliminar, con un pretexto fácil de hallar, la sospechosa proposición del delegado. Era el Congreso quien debía pronunciarse. Y aun tenía la menor idea de su mentalidad. Todos me eran desconocidos, y desconocidos visiblemente desconfiados. Dedicido a dejar que el incidente siguiera su curso, no dejaba, empero, de preocuparme. Y recordé las aprensiones de Lubim. El delegado terminó su discurso y se sentó. La sala -lo vi claramente- tuvo un instante de estupor. Luego, de golpe, como concertados previamente, numerosos delegados gritaron desde todos lados :

-¡Eh, allá! ¿Quién es ese pajarraco de delegado? ¿De dónde viene? ¿Quién lo envió? Si, después de todo, no sabe todavía qué es la burguesía, han hecho cosa desatinada mandándolo aquí. Di, buen hombre, ¿no has aprendido todavía qué es la burguesía? ¡Ah, viejo: tienes la cabezota bien dura! Si no lo sabes, vuelve a tu casa y apréndelo. O, por lo menos, cállate y no nos tomes por imbéciles.

-Camaradas -gritaron algunos-: ¿no os parece que hay que poner fin a todas estas tentativas de dificultar los trabajos esenciales de nuestro Congreso? ¿No tenemos más que hacer que perder el tiempo en cortar un pelo en cuatro? Hay que resolver cuestiones concretas, muy importantes para la región. Hace más de una hora que se chapotea en estupideces en lugar de trabajar. Esto comienza a tener un cariz de verdadero sabotaje. ¡Al trabajo! ¡Basta de idioteces!

-¡Sí, sí! ¡Basta de comedias! ¡Al trabajo! -gritaron de todas partes.

El delegado pro-burgués tragó todo sin decir palabra. Debió sentirse fichado, y no se movió en toda la semana que duró el Congreso, permaneciendo aislado de los demás delegados. Mientras los congresistas vituperaban al desdichado colega, yo miré a Lubim, y lo vi sorprendido, pero satisfecho.

Los incidentes previos, sin embargo, no habían terminado aún. Apenas calmada esa tempestad, Lubim, precisamente, saltó hacia la tribuna. Yo le concedí la palabra.

-Camaradas -comenzó-: disculpen mi intervención, que será breve. Lo hago en nombre del Comité local del Partido socialista revolucionario de izquierda. Se trata de algo de verdadera importancia. Según declaración de nuestro presidente, el camarada V., él no quiere presidir efectivamente. Y ya lo habéis advertido: no llena la verdadera función de un presidente de Congreso. Nosotros, los socialistas revolucionarios de izquierda, encontramos que eso es malo y enteramente falso. Esto significa que vuestro Congreso no tendrd por decirlo así, cabeza.

Trabajará sin cabeza, es decir, sin dirección. ¿Han visto ustedes, camaradas, un organismo viviente sin cabeza? No, camaradas; no es posible eso; sería el desorden, el caos. Ya lo veis, por lo demás: estamos plenamente en él. No, no se puede trabajar útilmente, fructuosamente. El Congreso necesita una cabeza, camaradas. ¡Es necesario un verdadero presidente, una verdadera cabeza!

Aunque Lubim pronunció su diatriba en tono más bien trágico, implorante, se fue haciendo casi ridícula por la repetición de esa palabra: cabeza. Pero, como mi modo de actuar no había podido aún ser probado, yo me preguntaba si los delegados no se dejarían seducir por el fondo del pensamiento de Lubim.

-¡Oh, la, la! -saltaron de todas partes las exclamaciones-. ¡Ya estamos hartos de esas cabezas! Siempre cabezas y cabezas. ¡Basta ya! Tratemos por una vez de pasarnos sin ellas. El camarada V. nos ha explicado que nos ayudará técnicamente, y esto es más que suficiente. Depende de nosotros mismos observar verdadera disciplina, trabajar bien y vigilar. No queremos ya más cabezas que nos manejen como títeres, llamando a eso trabajo y disciplina.

El camarada Lubim hubo de sentarse, sin insistir. Fue el último incidente. Empecé a leer el orden del día, y el Congreso comenzó sus trabajos.

Sobrada razón tiene Archinoff de señalar que este Congreso fue excepcional por su disciplina, el buen orden de su labor, el entusiasmo que animó al conjunto de los delegados, su carácter serio y concentrado, la importancia de sus resoluciones y los resultados.

La labor se desarrolló a buen ritmo y en perfecto orden, con una unanimidad, una intimidad y un ardor notables. A partir del tercer día, todo resto de frialdad había desaparecido. Los delegados se compenetraron cabalmente de la libertad de su acción y de la importancia de su tarea, a la que se consagraron sin reservas.

Se había hecho en ellos la convicción de trabajar por sí mismos y por su propia causa.

No hubo grandes discursos ni resoluciones rimbombantes. Los trabajos revistieron carácter práctico, bien llano. Cuando se trataba de. un problema algo complicado, que requería algunas nociones de orden general, o cuando los delegados deseaban esclarecimiento antes de abordar el trabajo, pedían un informe sustancial sobre el problema. Uno de los nuestros -yo u otros- hacía la exposición solicitada. Tras corta discusión, los delegados se ponían a la obra para pasar a las decisiones definitivas. Habitualmente, una vez de acuerdo sobre los principios básicos, nombraban una comisión, que elaboraba sin demora un proyecto bien estudiado aportador de una solución práctica en lugar de construir resoluciones literarias.

Ciertas cuestiones del momento, muy llanas pero de interés para la vida regional o la defensa de su libertad, fueron ásperamente discutidas y elaboradas, por los delegados y en las comisiones, en sus menores detalles.

En mi condición de presidente técnico, como se me llamó, no tuve más que velar por la secuencia de las cuestiones planteadas, anunciar y formular el resultado de cada trabajo, indicar cierto método de trabajo, etc. Y así el Congreso sesionó -y eso es lo más importante- bajo los auspicios de una verdadera y absoluta libertad. Ninguna influencia de lo alto, presión alguna se hicieron sentir .

La idea de los soviets libres, realmente actuantes en interés de la población laboriosa; las relaciones directas entre campesinos y obreros de las ciudades, basadas en el intercambio mutuo de productos de su trabajo; el esbozo de una organización social igualitaria y libertaria en ciuqades y campiñas: todo ello fue estudiado seriamente y puesto en su punto por los delegados mismos, con ayuda de camaradas capacitádos. Igualmente se resolvieron numerosos problemas concernientes al ejército insurreccional, su organización y fortalecimiento. Se decidió que toda la población masculina, hasta la edad de cuarenta y ocho años, inclusive, deebría incorporarse a ese ejército, enrolamiento voluntario -según el espíritu del Congreso- pero, en lo posible, general, vista la situación en extremo peligrosa y precaria de la región. También se resolvió que el abastecimiento del ejército sería asegurado sobre todo por donaciones voluntarias de los campesinos, a las que se agregaría el producto del botín de guerra y las requisiciones entre los pudientes.

En cuanto a la cuestión puramente política, el Congreso decidió que lo.s trabajadores «prescindirían de toda autoridad, organizaría su vida económica, social, administrativa, etc., por sí mismos, con sus solas fuerzas y medios, mediante organismos directos de base federalista».

Los últimos dias del Congreso fueron un bello poema. Magnificos ímpetus de entusiasmo seguian a las decisiones concretas. Todos estaban transportados por la fe en la grandeza invencible de la verdadera Revolución y por la confianza en sus propias fuerzas. ..El espiritu de libertad verdadera, tal como raramente es dado sentirlo, estaba presente en la sala. Cada cual veia ante si, cada uno se sentia participe en una obra grande y justa, basada en la suprema verdad humana, por la que valia la pena consagrar todas las fuerzas y morir por ella.

Los campesinos, entre los cuales los habia maduros y hasta ancianos, decian que era la primera reunión en que se sentian no sólo perfectamente libres, sino también verdaderamente hermanos, y que jamás podrían olvidarlo. En efecto, es poco probable que el que haya tomado parte en ese Congreso pueda olvidarlo jamás. Para muchos, si no para todos, quedará grabado en la memoria como un bello sueño de la vida, en que la grande y verdadera libertad acercara a los hombres, concediéndoles la posibilidad de vivir unidos cordialmente, ligados por sentimientos de amor y de fraternidad.

Al separarse, los campesinos subrayaban la importancia y la necesidad de poner en práctica las decisiones del Congreso. Los delegados llevaron copias de ellas a fin de hacerlas conocer por todas partes. Lo cierto es que al cabo de tres o cuatro semanas los resultados del Congreso se habrian hecho sentir en todas las localidades del distrito y que el próximo Congreso de los campesinos y de los obreros habría atraído el interés y la participación activa de grandes masas de trabajadores en su obra propia. Desgraciadamente, la libertad de éstas era constantemente acechada por su peor enemigo: el poder del Estado. Apenas tuvieron tiempo los delegados de volver a sus aldeas, que ya muchas de ellas eran ocupadas por las tropas de Denikin, negadas a marcha forzada del frente norte. Es verdad que la invasión no fue esta vez sino de corta duración: eran las últimas convulsiones del eneD1igo expirante; pero detuvo, y eso justamente en el momento más preciso, el trabajo constructivo de los campesinos. y visto que por el Norte se aproximaba ya otra autoridad -el bolchevismo, igualmente hostil a la idea de la libertad de las masas-, aquella invasión causó un mal irreparable a la causa de los trabajadores: no solamente fue imposible reunir un nuevo Congreso, sino que las decisiones del primero no pudieron ser puestas en práctica

(P. Archinoff, ob. cit" cap. VII).

No puedo dejar pasar en silencio ciertos episodios que señalaron los últimos momentos del Congreso.

Poco antes de la clausura, cuando anuncié las clásicas «cuestiones varias», varios delegados propusieron y llevaron a cabo una tarea delicada, dando así una prueba más de la total independencia del Congreso y del entusiasmo que suscitó, como asimismo de la influencia moral que ejerció.

Un delegado se levantó para decir:

-Camaradas: antes de terminar nuestros trabajos y separarnos, algunos hemos decidido poner en conocimiento del Congreso hechos penosos y lamentables que; en nuestra opinión, merecen su atención. Cimos decir que numerosos heridos y enfermos del ejército insurreccional estaban mal atendidos, faltos de medicamentos, cuidados indispensables, etc. Para tranquilidad de conciencia, visitamos los hospitales y demás lugares en que esos desdichados están internados, y lo que hemos visto es bien triste. No sólo carecen de todo auxilio médico, sino que están también malamente alojados y nutridos. La mayor parte están acostados no importa cómo, hasta en el suelo, sin colchón, ni almohada ni mantas. Y, a .lo que parece, ni siquiera se encuentra bastante paja en la ciudad para atenuar un tanto la dureza del suelo. Muchos mueren únicamente por falta de cuidados. Nadie se ocupa de ellos. Nosotros comprendemos muy bien que, en las difíciles condiciones presentes, no hay tiempo para velar por tales necesidades.. El camarada Makhno está absorbido por el frente. Razón de más, camaradas, para que el Congreso se encargue de ello. Esos enfermos y heridos son nuestros camaradas, nuestros hermanos, nuestros hijos. Sufren por .la causa de todos. Yo estoy seguro que con un poco de buena voluntad podríamos, por lo menos, hallar paja para aliviar un poco sus sufrimientos. Propongo al Congreso la inmediata designación de una comisión que se ocupe enérgicamente del caso y haga cuanto pueda por organizar este servicio. Deberá también solicitar el concurso de los médicos y farmacéuticos de la ciudad y buscar enfermeras de buena voluntad.

La proposición fue adoptada por el Congreso todo y quince delegados se constituyeron en comisión para ocuparse del menester. Estos delegados que, al venir al Congreso, esperaban estar de regreso en sus casas a las veinticuatro o cuarenta y ocho horas, tras un simulacro de Congreso, no vacilaron en descuidar sus intereses y retardar el regreso para servir a los camaradas en desgracia. y considérese que habían traído escasos víveres y que habían dejado en sus hogares urgentes asuntos personales pendientes. Agreguemos que debieron permanecer varios días más en Alexandrovsk. El éxito coronó sus esfuerzos: se obtuvo paja

suficiente y se orgaizó rápidamente un servicio médico de emergencia.

Otro delegado pidió la palabra:

-Camaradas: he de hablar de otro asunto igualmente ingrato. Hemos sabido de ciertas fricciones entre la población y los servicios del ejército insurreccional. Se nos ha referido, sobre todo, que en él existe un servicio de contraespionaje que se permite actos arbitrarios e incontrolables, algunos muy graves, un poco al modo de la Tcheka bolchevique: requisiciones, arrestos, hasta torturas y ejecuciones. No sabemos qué hay de cierto en tales rumores. Pero nos han llegado quejas que parecen serias. Sería deshonroso y peligroso para nuestro ejército seguir ese camino; sería un grave perjuicio, aun un peligro, para toda nuestra causa. No queremos, absolutamente, meternos en asuntos de orden meramente militar. Pero tenemos el deber de oponernos a los abusos y los excesos, si realmente los hay. Porque ellos, sobre ser condenables, levantarían a la población contra nuestro movimiento. El Congreso, que goza de la cpnfianza y la estima generales de la población, tiene el deber de investigar profundamente el punto, establecer la verdad, tomar medidas, si es del caso, y tranquilizar a las gentes. Nuestro Congreso, emanación viviente de los intereses del pueblo laborioso, es en este momento la institución suprema de la región. Está por encima de todo, pues representa al pueblo laborioso. Propongo, pues, que se nombre de inmediato una comisión encargada de aclarar las cosas y obrar en consecuencia.

En seguida se constituyó, al efecto, una comisión. Observemos de paso que jamás una iniciativa semejante de delegados del pueblo laborioso hubiese sido posible bajo el régimen bolchevique, y que la entera actividad de este Congreso daba las primeras nociones de cómo la nueva sociedad naciente debiera funcionar desde sus primeros comienzos, para afirmarse en el cabal cumplimiento de los principios manumisores. Agreguemos que los hechos inmediatos no permitieron a esta comisión llevar a cabo su acción: los combates incesantes, los desplazamientos del ejército y las urgentes tareas que absorbían todos sus servicios, se lo impidieron.

y otro delegado más:

-Camaradas: ya que el Congreso está en tren de reaccionar contra ciertas deficiencias y lagunas, permitidme señalar un hecho lamentable. Aunque no es muy importante, merece nuestra atención, a causa del estado de espíritu impertinente que demuestra. Habéis visto, ciertamente, camaradas, en los muros de la ciudad, el aviso firmado por el camarada Klein, comandante militar de Alexandrovsk, en que invita a la población a no abusar de las bebidas alcohólicas, ni mostrarse por las calles en estado de ebriedad. Es lo propio. Como lo es también la forma del aviso, ni grosero ni insultante, ni ultrajante ni autoritario. No habría sino que felicitar al camarada Klein. Bien; anteayer se realizó una popular velada musical, danzante y recreativa, en esta misma casa, en la sala contigua, en la que participaron buen número de insurgentes, ciudadanos y ciudadanas. Nada de censurable en ello, me adelanto a decirlo. La juventud se aburre y procura distraerse. Es humano y natural. Pero he aquí que se ha bebido por demás en tal velada. Muchos se embriagaron lindamente. Basta ver la cantidad de botellas vacías amontonadas ahí no más, en el corredor. (Hilaridad.) El objeto principal de mi intervención no es ése. Ello no es tan grave. Lo grave es que uno de los que llegaron al extremo de embriagarse es... el camarada Klein, uno de los comandantes del ejército y comandante de la ciudad, firmante del excelente aviso contra la embriaguez. A tal punto estaba que no podía marchar ni tenerse en pie y hubo que cargarlo en un carruaje para llevarlo a su casa, al amanecer. Y en el trayecto ha escandalizado, gritando y debatiéndose. Entonces, camaradas: al redactar y firmar el aviso, ¿el camarada Klein se creía por encima de los ciudadanos, eximido de la buena conducta que predicaba a los demás? ¿No debería haber sido el primero, por el contrario, en dar el buen ejemplo? En mi opinión, ha incurrido en una grave falta que no habría que dejar pasar por alto.

Aunque tal inconducta fuera asaz anodina y los delegados tomaran más bien risueñamente la cosa, revelaron cierta emoción. Fue general la condenación de la inconducta de Klein, porque ella podría ser, en efecto, expresión de un estado de espíritu censurable: el de un jefe que se ve por encima de la multitud y todo se lo cree permitido.

-Hay que citar a Klein en el acto -se propuso.

-¡Que venga a explicarse ante el Congreso!

Y al punto tres o cuatro delegados partieron en busca de Klein. A la media hora volvieron con él. Me intrigaba saber cuál seria su actitud.

Klein se contaba entre los mejores comandantes del ejército insurreccional. Joven, valeroso, muy enérgico y combativo -físicamente, un buen mozo, bien proporcionado, de expresión dura y gestos marciales-, se lanzaba siempre a lo más arduo de la batalla, sin temer nada ni a nadie, por Io que había sufrido numerosas heridas. Estimado y amado, por sus colegas y los simples combatientes, era de los que habían vuelto del ejército rojo trayendo a Makhno algunos de sus regimientos. De familia campesina de origen alemán, si no yerro, su cultura era primitiva.

El debía saber que, en esta circunstancia, sería vigorosamente sostenido y defendido por sus colegas -los demás comandantes- y por Makhno mismo. ¿Tendría bastante conciencia para comprender que el Congreso estaba por encima de él, del ejército y de Makhno? ¿Sentiría que un Congreso de trabajadores era la institución suprema ante la que todos eran responsables? ¿Comprendería que todos, el ejército, Makhno, etc., no eran sino obreros de la causa común, que deberían rendir cuenta en todo instante al pueblo laborioso ya sus órganos? Eso me preocupaba, mientras se esperaba el regreso de la comisión.

Una concepción tal de las cosas era enteramente nueva. Los bolcheviques lo habían hecho todo para impedir su surgimiento en el espíritu de las masas. ¡Habría que ver a un congreso obrero disponerse a llamar al orden, por ejemplo, a un comisario o a un comandante del ejército! ¡Cosa inconcebible, imposible! Aun en el supuesto de que un congreso obrero, en alguna parte, osara intentarlo, ¡Con qué indignación y desaprensión el comisario o el comandante habrían arremetido contra el congreso, haciendo ostentación de armas, desde el estrado, y trayendo a cuento sus méritos! "¡Cómo! -gritaría-. Ustedes, un simple conglomerado de obreros, ¿ tienen el tupé de pedir cuentas a un comisario? a un jefe benemérito, con hazañas, heridas y menciones honrosas en su hoja de servicios, aun jefe felicitado y condecorado? ¡No tenéis ningún derecho a hacerlo! Yo sólo soy responsable ante mis superiores. A ellos debéis dirigiros, si tenéis algo que reprocharme.»

Obreros: ¡obedeced a vuestros jefes!... ¡Stalin siempre tiene razón!...

¿Se inclinaría Klein a algo semejante? ¿Estaría, por el contrario, sincera, profundamente penetrado por otra situación, por bien distinta psicología?

Bien ceñido en su unifonne y armado, Klein subió al estrado. Parecía algo sorprendido y molesto.

-Camarada Klein: ¿usted es el comandante de nuestra unidad? -empezó el interpelante.

-Sí.

-¿Es usted quien redactó e hizo fijar el aviso contra el abuso de las bebidas alcohólicas y la embriaguez en público?

-Sí, camarada. Soy yo.

-Díganos, camarada Klein: como ciudadano y aun como comandante militar de nuestra ciudad, ¿se cree moralmente obligado a obedecer su propia recomendación, o se cree al margen y por encima de ella?

Visiblemente molesto y confundido, Klein dio algunos pasos hacia el borde del estrado y dijo muy sinceramente, con voz insegura:

-Camaradas delegados: tengo culpa, lo sé. He cometido una falta embriagándome días pasados. Pero compréndanme... Yo soy un combatiente, un hombre del frente, un soldado, y no un burócrata. Yo no sé por qué se me ha hecho comandante de la ciudad, no obstante mi protesta. Como tal, no tengo nada que hacer, sino estanne el día ante una mesa y firmar papeles. No es para mí eso. Yo necesito la acción a pleno aire, el frente, los compañeros. Aquí me aburro mortalmente, camaradas. He ahí por qué me embriagué la otra noche. Yo bien quisiera poder enmendar mi falta, camaradas. Para ello, no tenéis más que pedir que me manden al frente, donde podría prestar verdaderos servicios, mientras que aquí, en este maldito puesto de comandante, yo nada prometo. No puedo hacenne a él. Eso es más fuerte que yo. Que se ponga a otro hombre en mi lugar, un hombre capaz para ese menester. Perdónenme, camaradas, y que se me envíe al frente.

Los delegados le pidieron que se retirara unos instantes, y él lo hizo en la actitud que sus palabras habían revelado. Se deliberó sobre el caso. Era evidente que su conducta no respondía a una mentalidad de jefe pagado de su jerarquía. Que era, precisamente, cuanto se quería saber. Se comprendió su sinceridad y sus razones, y se le llamó para decirle que el Congreso, habida cuenta de sus explicaciones, no sancionaría su falta, accediendo a gestionar el solicitado envío al frente. El agradeció a los delegados, y partió como había venido, muy sencillamente.

Estos episodios parecerán, a algunos lectores, tal vez insignificantes para ocupar tanto espacio. Me permito expresarle que, desde el punto de vista revolucionario, los considero infinitamente más importantes, más sugestivos y útiles, en los menores detalles, que todos los discursos de Lenin, Trotsky y Stalin, pronunciados antes, durante y después de la Revolución.

El incidente Klein fue el último. Minutos después, el Congreso terminó sus labores.

Relataré aún otro pequeño episodio, personal.

A la salida encontré a Lubim, sonriente, radiante.

-No se puede imaginar -me dijo- toda mi alegría. Usted, ciertamente, me ha visto muy ocupado en el curso del Congreso. ¿Sabe en qué? Soy experto en la formación de grupos de exploración y destacamentos especiales, materia que integraba el orden del día. Durante dos días trabajé cón la comisión encargada de estudiar el punto y hallar una solución eficaz. Le di una buena mano, y me han felicitado. Siento la satisfacción de haber hecho algo bueno y necesario, que ha de servir a la causa. Estoy muy contento...

-Lubim -le respondí-; dígame sinceramente: durante ese trabajo bueno y útil, ¿ha pensado usted un solo instante en su papel político? ¿Ha recordado ser miembro de un partido político y responsable ante él? Su trabajo útil, ¿no fue, justamente, apolítico, concreto, preciso, trabajo de cooperación, y no de cabeza, de dirección que se impone, de acción gubernamental?

Lubim me miró, reflexivo.

-En todo caso, el Congreso ha sido magnífico, bien logrado, lo confieso...

-Eso es, Lubim. Reflexione sobre ello. Usted ha cumplido cabalmente su parte, realizando buen trabajo, desde el momento mismo que dejó de llenar su papel político, y prestado colaboración como camarada conocedor del asunto. Ahí está, créalo, todo el secreto del éxito del Congreso. He ahí, también, todo el secreto del logro de una revolución. Es así como deberían obrar todos los revolucionarios, por doquiera, en el plano local y en escala más vasta. Cuando los revolucionarios y las masas lo hayan comprendido, la verdadera victoria de la Revolución estará asegurada.

No he vuelto a ver a Lubim, ni sé qué ha sido de él. Si vive aún, no sé qué piensa hoy. Bien quisiera yo, en tal caso, que leyese estas líneas y recordase...

La última victoria de los makhnovistas sobre los denikistas. La toma de Ekaterinoslav.

-Días después de finalizado el Congreso de Alexandrovsk, los makhnovistas se posesionaron definitivamente de Ekaterinoslav. Pero nada positivo pudieron organizar en ello, ni emprenderlo. Las tropas de Denikin, rechazadas de la ciudad, pudieron atrincherarse en sus proximidades, en la orilla izquierda del Dnieper, de donde los makhnovistas no lograron desalojarlas. Diariamente, durante todo un mes, los denikistas bombardearon la ciudad, sometida al fuego de las baterías de sus numerosos trenes blindados. Cada vez que la Comisión de cultura del ejército insurreccional conseguía convocar una conferencia de los obreros de la ciudad, los denikistas, perfectamente informados, intensificaban el fuego, concentrándolo en el lugar de reunión. No era posible ningún trabajo serio, ninguna organización metódica. Apenas si pudieron realizarse algunos mítines en la ciudad y la periferia.

Uno de los argumentos favoritos de los bolcheviques contra los makhnovistas es el de no haber hecho nada, mientras estuvieron en posesión de Ekaterinoslav, por dotar de una organización constructiva la vida de la ciudad. Para poder sostener eso, los bolcheviques ocultan dos circunstancias de capital importancia. Primero: que los makhnovistas jamás han sido representantes de un partido político ni de autoridad alguna. En Ekaterinoslav, su función era la de un destacamento revolucionario militar, montando guardia por la defensa de la ciudad. No le correspondía, pues, emprender y realizar un programa constructor de la Revolución, tarea de incumbencia de las masas laboriosas mismas, a las que el ejército makhnovista podría, a lo más, ayudar con su opinión, sus consejos, su aliento y su experiencia organizadora, lo que hizo, por lo demás, cuanto le fue posible. Segundo: la situación excepcional de la ciudad, enteramente sitiada y continuamente bombardeada, situación que impidió a los obreros -no al ejército makhnovista- ponerse a la obra de organizar la vida ciudadana conforme a los principios de la acción libre.

En cuanto a la versión de que los makhnovistas declararon a los ferroviarios, deseosos de restablecer los servicios si se les ayudaba, que con la estepa y su buena caballería les bastaba, es una grosera invención lanzada por la prensa denikista en octubre de 1919. ¡Y en semejante fuente la recogieron los bolcheviques para hacerla servir a sus fines! (P. Archinoff, ob. cit., cap. VII).

Con falsedades de tal género y calumnias de toda especie los bolcheviques nutrieron su campaña de desprestigio contra el movimiento makhnovista.

La epidemia. Abandono de Ekaterinoslav. Retorno de los bolcheviques a Ucrania. Su nuevo conflicto con los makhnovistas.

A partir de noviembre, una terrible epidemia de tifus exantemático, que invadió toda Rusia, hizo estragos en el ejército insurreccional. La mitad de los hombres estaban enfermos y la mortandad era muy elevada. Principalmente por esta causa los makhnovistas se vieron obligados a dejar Ekaterinoslav cuando la atacó afines de noviembre el grueso de las fuerzas de Denikin, en retirada hacia Crimea, seguidas de cerca por los bolcheviques.

Las tropas makhnovistas se reagruparon entre las ciudades de Melitopol, Nicopol y Alexandrovsk. En esta última se produjo, afines de diciembre de 1919, el encuentro entre el estado mayor makhnovista y el alto comando de las varias divisiones del ejército rojo que venían en seguimiento de Denikin, encuentro esperado, desde hacía tiempo, por los makhnovistas, y que ellos estimaban habría de ser, por las nuevas condiciones creadas, fraternal por lo que no adoptaron precaución alguna.

El encuentro fue en todo semejante a varios anteriores: amistoso y hasta cordial, en apariencia. Sin embargo, habría de reservar, como algunos sospechaban, sorpresas y borrascas. Sin duda, los bolcheviques recordaban con amargura y rencor el golpe sufrido por el retiro de los regimientos makhnovistas y de los propios regimientos rojos, que aquéllos arrastraron. Sin la menor duda, tampoco tolerarían largamente a su lado la presencia de un ejército libre ni la vecindad de un movimiento independiente, de toda una región que no reconocía su autoridad. Más o menos pronto, los conflictos serían inevitables. y en la primera ocasión los bolcheviques no vacilarían en atacar. Aunque los makhnovistas, advertidos más o menos de esta situación, estuviesen dispuestos a arreglar, pacífica y fraternalmente, todas las diferencias eventuales, no podían desprenderse de un sentimiento de desconfianza.

Las relaciones entre los soldados de ambos ejércitos fueron, desde el primer momento, amistosas y fraternales. En un mitin común, en el que unos y otros fraternizaron entusiastas, estrecharon sus manos en el propósito de luchar de consuno contra el enemigo común: el capitalismo y la contrarrevolución. y algunas unidades del ejército rojo hasta expresaron su intención de pasar a las filas makhnovistas.

Ocho días más tarde estalló la tempestad. El comandante del ejército insurreccional -Makhno- recibió orden del Consejo revolucionario militar del XIV Cuerpo del ejército rojo de dirigirse, con su ejército insurreccional, al frente polaco. Se trataba, tal fue la general comprensión, del primer paso hacia un nuevo ataque contra los makhnovistas. Esa orden era, por múltiples razones, un contrasentido. Ante todo, el ejército insurreccional no estaba subordinado al XIV Cuerpo ni a ninguna otra unidad militar roja. El comafldo rojo carecía de facultades para dar órdenes al ejército insurreccional, que había soportado solo todo el peso de la lucha contra la reaoción en Ucrania. Luego, aunque tal desplazamiento hubiese sido fraternalmente encarado, era materialmente imposible realizarlo, por estar enfermos la mitad de sus combatientes, casi todos los comandantes, los integrantes del estado mayor y Makhno mismo. Y, finalmente, la combatividad y la eficacia revolucionaria del ejército makhnovista serían por mucho mayores en Ucrania que en el frente polaco, donde se hallaría en un ambiente extraño, luchando por fines no conocidos por él.

En tal sentido respondieron los makhnovistas a la orden del comando rojo, rehusándose a ejecutarla. Para unos y otros, tanto la proposición como la respuesta eran pura diplomacia, y sabian a qué atenerse en realidad. Enviar al ejército insurreccional al frente polaco significaba cortar limpiamente el nervio principal del movimiento revolucionario en la región, justamente lo que los bolcheviques procuraban para ser amos absolutos también en ella. Si el ejército insurreccional se sometía, se lograba el fin. En caso contrario, prepararían la respuesta para llegar al mismo resultado. Los makhnovistas lo sabían y se disponían a parar el golpe. Lo demás no era sino literatura.

La respuesta a la negativa no se hizo esperar. Pero los makhnovistas se adelantaron previsoramente, evitando así hechos sangrientos inmediatos. Al mismo tiempo que la respuesta al comando rojo, los makhnovistas dirigieron un llamado a los soldados del ejército rojo, poniéndoles sobre aviso para que evitaran ser engañados por las maniobras provocadoras de sus jefes. Hecho lo cual, levantaron campamento y se pusieron en marcha hacia Gulai-Pole, que acababa de ser evacuada por los blancos, llegando a ella sin dificultades ni encuentro. El ejército rojo no se opuso a esa marcha, de momento, aunque algunos destacamentos de poca monta y algunos personajes aislados que se retardaron a la retaguardia del grueso de las tropas fueron hechos prisioneros por los bolcheviques.

Quince días más tarde, hacia mediados de enero de 1920, los bolcheviques declararon a Makhno ya los combatientes de su ejército fuera de la ley por no haber cumplido la orden de marchar al frente polaco.

El segundo ataque bolchevique contra los makhnovistas.

-Comienza en este punto el tercer. acto del drama, prolongado durante nueve meses y caracterizado por la encarnizada lucha entre los makhnovistas y las autoridades bolcheviques. No nos ocuparemos de las múltiples peripecias;.de esta lucha sin cuartel. Para evitar una posible fraternización de los soldados del ejército rojo con los makhnovistas se lanzaron contra éstos la división de fusileros letones y destacamentos chinos, cuyos integrantes no advertían la verdadera esencia de la Revolución rusa y se limitaban a obedecer ciegamente las órdenes de sus jefes.

Los bolcheviques condujeron la lucha con picardía y salvajismo inauditos.

Aunque las tropas rojas .decuplicasen en número alas makhnovistas, éstas maniobraban tan hábilmente, ayudadas eficazmente por la población, que se mantenían constantemente fuera de alcance. Por lo demás, el alto comando bolchevique evitaba deliberadamente la lucha franca y abierta contra Makhno y su ejército, prefiriendo otro género de guerra.

El ejército rojo señalaba metódicamente, mediante numerosos reconocimientos y exploraciones, las aldeas y poblaciones con escasas fuerzas makhnovistas o enteramente desguamecidas, y caía sobre ellas, ocupándolas casi sin combate. Así lograron establecerse sólidamente en varios lugares y paralizar el libre desenvolvimiento de la región, esbozado en 1919. y donde se instalaban desencadenaban la guerra no contra el ejército insurreccional, sino contra la población campesina en general. Los arrestos y las ejecuciones en masa comenzaban al punto. La represión denikista fue superada, en extensión y horror, por la de los bolcheviques.

La prensa comunista de la época solía, al ocuparse de la lucha contra los insurgentes, citar cifras de los makhnovistas vencidos, de los prisioneros y los fusilados. Pero omitía aclarar que se trataba casi siempre no de combatientes del ejército, sino de aldeanos convictos o solamente sospechados de simpatía por los makhnovistas.

La llegada de las tropas rojas a una aldea significaba el inmediato arresto de numerosos campesinos, muchos de ellos fusilados, como insurgentes o como rehenes sacrificados. Gulal-Pole cambió muchas veces de mano. Y, naturalmente, hubo de sufrir mucho más, por las reiteradas incursiones bolcheviques. Cada sobreviviente podría relatar casos espantosos de la represión bolchevique. En las primeras incursiones, Makhno, que se hallaba enfermo al extremo de no tener conocimiento, estuvo muchas veces a punto de caer en poder del enemigo, que lo buscaba afanosamente. y pudo salvarse, y curarse, gracias a la sublime abnegación de los campesinos, que en ocasiones se sacrificaban voluntariamente para ganar tiempo y permitir que el enfermo fuera trasladado a lugar más seguro.

Según cálculos moderados, en esa época más de 200.000 campesinos y obreros fueron fusilados o gravemente mutilados por los bolcheviques en Ucrania. Y otros tantos fueron encarcelados o deportados al desierto siberiano y otros lugares no menos penosos.

Naturalmente, los makhnovistas no podían amenos de reaccionar contra tan monstruosa deformación de la Revolución. Al terror de los bolcheviques respondieron con golpes no menos duros, aplicando contra ellos todos los medios y métodos de las guerrillas, que habían practicado antes, en la lucha contra el hetman Skoropadsky.

Cuando los makhnovistas, a raíz de una batalla o por acción de sorpresa, hacían numerosos prisioneros rojos, desarmaban a los soldados y los ponían en libertad, aun sabiendo que se les obligarla a volver a la línea de fuego; los que deseaban unirse a los makhnovistas eran recibidos fraternalmente. Los jefes, los comisarios y los representantes en misión del Partido Comunista eran pasados a filo de espada, salvo caso de pedir su gracia los soldados por razones plausibles. No se olvide que todos los makhnovistas, quienquiera fuesen, caídos en poder de los bolcheviques eran invariablemente fusilados en el acto.

Las autoridades bolcheviques y sus agentes pintaban muchas veces a los makhnovistas como vulgares asesinos implacables, como bandidos sin fe ni ley; publicaban largas listas de nombres de soldados rojos y de miembros del Partido Comunista muertos por esos criminales. Mas siempre callaban un punto esencial: que esas víctimas caían en combates emprendidos o provocados por los comunistas mismos.

En realidad, no se podía sino admirar los sentimientos de tacto, delicadeza, espontánea disciplina y honor revolucionario de que dieron prueba los makhnovistas con respecto a los soldados del ejército rojo. Pero los jefes de éste y la aristocracia del Partido Comunista eran considerados por los makhnovistas como los únicos y verdaderos responsables de todos los males y todos los horrores con que el poder bolchevique abrumaba al país. Ellos eran quienes, deliberadamente, habían aniquilado la libertad de los trabajadores y hecho de la región una llaga sangrante, por la que el pueblo se desangraba. Para ellos, pues, no había miramientos ni piedad: eran habitualmente ejecutados apenas identificados.

Uno de los mayores motivos de preocupación para el gobierno bolchevique era saber aún vivo a Makhno y no poder echarle mano. Daba por seguro que la supresión de Makhno significarla la liquidación del movimiento. Por ello, en el verano de 1920 montaron múltiples atentados contra él, ninguno de los cuales resultó. Existe, al respecto, concluyente documentación. Pero no nos detendremos en estos aspectos en cierto modo personales.

Durante todo el año 1920, y más tarde, las autoridades bolcheviques sostuvieron la lucha contra los makhnovistas, pretextando combatir al bandolerismo. Hicieron intensa agitación para convencer de ello al país, orientando en tal sentido su prensa y demás medios de propaganda, para sostener a toda costa, interior y exteriormente, tamaña calumhia. Y, al par de esta campaña, lanzaron numerosas divisiones de fusileros y de caballería contra los insurgentes, a fin de destruir el movimiento y de impulsarlo así efectivamente hacia la sima del bandolerismo. Los prisionenros makhnovistas eran implacablemente ejecutados; sus familias -padres, esposas, hijos-, torturadas o muertas; sus bienes, pillados o confiscados; sus hogares, devastados. y todo ello practicado en vasta escala.

Rabia que contar con excelsa voluntad y desplegar heroicos esfuerzos para que la vasta masa de los insurgentes, ante los diarios horrores perpetrados por las autoridades, conservase intacta su posición rigurosamente revolucionaria, sin precipitarse, por exasperación, en el abismo del bandolerismo. Pues bien: esa masa no perdió el valor un solo día, ni jamás abatió su pabellón revolucionario. Hasta el fin permaneció fiel a su tarea. Para quienes tuvieron ocasión de observarla en este periodo tan duro, tan penoso, ello fue algo rayano en lo milagroso, revelador de cuán profunda era la fe de las masas laboriosas en la Revolución y cuán firme su abnegación por la causa que los transportaba

(P. Archinoff, ob. cit., cap. VIII).

A partir del verano de 1920, los makhnovistas hubieron de sostener la lucha no sólo contra las unidades del ejército rojo, sino contra el entero sistema bolchevique, contra todas las fuerzas estatales bolcheviques en Rusia y en Ucrania, lucha que se ampliaba e intensificaba día tras día. En tales condiciones, las tropas insurreccionales se veían obligadas a menudo, para evitar el encuentro con fuerzas muy superiores, a alejarse de su base y realizar marchas forzadas de más de mil kilómetros, replegándose ya hacia la cuenca del Donetz, ya hacia la gobernación de Kharkov, ya hacia la de Poltava.

Estas involuntarias peregrinaciones fueron ampliamente aprovechadas por los insurgentes para la propaganda: cada aldea en que acampaban las tropas un día o dos se convertía en un vasto auditorio makhnovista.

La situación excepcionalmente difícil del ejército insurreccional no le impidió velar por el perfeccionamiento de su organización. Después de la derrota de Denikin y el regreso de los insurgentes a su región, se constituyó un Consejo de los insurgentes revolucionarios, integrado por delegados de todas las unidades del ejército. Funcionaba bastante regularmente, ocupándose de cuestiones no concernientes a las operaciones militares propiamente dichas.

Pero en el verano de 1920 las condiciones particularmente inestables y penosas en que se hallaba el ejército dificultaron la actuación eficaz de ese Consejo, por lo que fue remplazado por otro, reducido a siete miembros, elegidos y ratificados por el conjunto de los insurgentes. El nuevo Consejo se dividía en tres secciones para otros tantos órdenes de asuntos: militares, de organización y control general, de propaganda y cultura.

Notas

1 En ciertas ciudades, los makhnovistas nombraban un comandante, cuyas funciones se limitaban a servir de enlace entre las tropas y la población a comunicar a ésta ciertas medidas, dictadas por las necesidades de la guerra, que pudiesen tener repercusión en la vida de los habitantes. Tales comandantes carecían de autoridad sobre la población, en cuya vida civil no debían intervenir de modo alguno.

2 Sólo se habla de partidos y organizaciones socialistas, no porque se quisiese privar de tal derecho a los no socialistas, sino únicamente porque en plena revolución popular los elementos de derecho no entraban en juego. No era cuestión. Era natural que la burguesía no osara, en las condiciones creadas, editar su prensa, y que los obreros impresores, en posesión de- las imprentas, se negaran rotundamente a imprimirla. No valía la pena hablar de ello. El lógico acento recae sobre todos, no sólo sobre socialistas. Si los reaccionarios, no obstante, lograran imprimir sus obras, nadie se inquietaría por ello, pues el hecho, en el nuevo ambiente, no representaría peligro alguno.

LA OFENSIVA DE WRANGEL SU DERROTA

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Extracto de La Revolución desconocida de Volin. Ed. Campo Abierto.

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Los bolcheviques, en peligro. Su acuerdo con el ejército insurreccional.

-Pasemos al cuarto acto: la expedición de Wrangel.

Ei ex oficial zarista barón Wrangel encabezó el movimiento blanco en reemplazo de Denikin. En Crimea, el Cáucaso y las regiones del Don y Kuban se esforzó en reagrupar y organizar los restos de las tropas denikistas, y, logrado esto, reforzó sus tropas de base con sucesivos reclutamientos. Así pudo disponer de un ejército bien ensamblado y adicto, a favor de la desastrosa política de los bolcheviques, que suscitaba la oposición de masas populares cada vez más numerosas.

Wrangel comenzó a inquietar a los bolcheviques desde la primavera de 1920. Más fino y astuto que Denikin, se hizo prontamente peligroso, y a mediados del verano se colocó netamente en ventaja. Avanzaba lentamente, pero sobre seguro. Y bien pronto su avance constituyó una grave amenaza para toda la cuenca del Donetz. Los bolcheviques estaban muy comprometidos en el frente polaco, experimentando reveses, de modo que la entera causa se hallaba de nuevo en peligro.

Como anteriormente contra Denikin, los makhnovistas decidieron combatir a Wrangel en la medida de sus fuerzas y medios. En varias ocasiones cargaron contra él, pero cada vez, en pleno combate, debían abandonar la línea de fuego y retirarse, pues las tropas rojas los tomaban de flanco. Al par, las autoridades bolcheviques no cesaban de calumniar a los makhnovistas, agregando a las acostumbradas acusaciones de defensores de «kulaks» y «bandidos», la falsa especie de una alianza entre Makhno y Wrangel. Así, el representante plenipotenciario del gobierno de Kharkov, Yacovleff, declaró en sesión plenaria del soviet de Ekaterinoslav que el gobierno tenía la prueba escrita de esa alianza. Tales procedimientos eran, para los bolcheviques, «medios de lucha política».

Los makhnovistas no podían permanecer indiferentes ante el avance cada vez más amenazante de Wrangel. Consideraban que se debía combatirlo sin tardanza para no darle tiempo a extenderse y consolidar sus conquistas. Pero con los bolcheviques, ¿qué hacer? Estos les impedían obrar y, además, su dictadura era tan nefasta y hostil a la libertad de los trabajadores como la de Wrangel. Examinado el problema en todas sus faces, el Consejo de los insurgentes y el estado mayor del ejército consideraron que, ante la Revolución, Wrangel representaba, no obstante, el peligro número uno, y que se debería intentar un entendimiento con los bolcheviques. Sometido el caso al conjunto de los insurgentes, éstos adoptaron, en un gran mitin, la opinión del Consejo y del estado mayor, en vista de los grandes resultados que podría aportar el aniquilamiento de Wrangel, y resolvieron proponer a los bolcheviques la suspensión de las hostilidades para aplastar de consuno a Wrangel.

En julio y agosto se enviaron despachos en tal sentido a Moscú y Kharkov, en nombre del Consejo y del comandante del ejército insurreccional, que no obtuvieron respuesta. Mientras, los bolcheviques persistían en su doble campaña de actos de guerra y de calumnias.

En setiembre, los rojos debieron retirarse de Ekaterinoslav. Wrangel se apoderó, casi sin resistencia, de Berdiansk, Alexandrovsk, Gulai-Pole, Sinelnikovo, etc. Fue entonces que una delegación plenipotenciaria del Comité Central del Partido Comunista, encabezada por un tal Ivanoff, llegó a Starobelsk, gobernación de Kharkov, donde acampaban los makhnovistas a esa fecha, a objeto de iniciar tratativas para una acción combinada contra Wrangel. Allí mismo se convinieron los preliminares de un acuerdo militar y político entre los comunistas y el poder soviético, cuyas cláusulas fueron enviadas a Kharkov para su redacción definitiva y su ratificación. Al efecto, y para establecer relaciones continuadas con el estado mayor bolchevique, Budanoff y Popoff partieron para Kharkov. El acuerdo quedó ultimado entre el 10 y el 15 de diciembre de 1920.

A pesar de la necesidad de abreviar, es necesario transcribir por entero este documento histórico, de tan sugestivo tenor. Sin conocerlo en todos sus puntos no podrían ser comprendidos ni apreciados en su justo valor los acontecimientos que siguieron a la conclusión del pacto.

Convención del acuerdo militar y político preliminar entre el gobierno soviético de Ucrania y el Ejército insurreccional revolucionario (makhnovista) de Ucrania

Parte 1ª.: Acuerdo político

1. Liberación de todos los makhnovistas y anarquistas presos o exilados en todo el territorio de la república soviética; cese de toda persecución contra ellos, excepto para los que hayan emprendido la lucha armada contra el gobierno soviético.

2. Completa libertad, para makhnovistas y anarquistas, de propaganda pública de sus ideas y principios, por la palabra y la prensa, excepto la incitación al derrocamiento violento del poder soviético ya condición de respetar las disposiciones de la censura militar. Para todas sus publicaciones, los makhnovistas y los anarquistas, como organizaciones revolucionarias, reconocidas por el gobierno, dispondrán del aparato técnico del Estado, sometiéndose, naturalmente, a los reglamentos técnicos pertinentes.

3. Libre participación en las elecciones de los soviets y derecho a ser electos para makhnovistas y anarquistas. Libre participación en la organización del próximo quinto congreso panucraniano de los soviets en diciembre próximo.

Firman: Yakovieff, por el gobierno, y Kurilenko y Popoff, por el movimiento makhnovista.

Parte 2ª.: Acuerdo militar

1. El ejército makhnovista formará en las fuerzas armadas de la República como ejército de guerrilleros, subordinado, en cuanto a las operaciones, al mando supremo del ejército rojo. Conservará su estructura interna, sin obligación de adoptar las bases y los principios de organización del ejército rojo regular.

2. Al pasar por territorio soviético, hallarse en el frente o atravesarlo, el ejérc;ito makhnovista no aceptará en sus filas destacamentos o desertores rojos.

Notas:

a) Las unidades o soldados rojos que el ejército insurreccional haya encontrado a la retaguardia del frente de Wrangel y se le hubiesen unido deberán volver a sus propias filas rojas.

b) Los guerrilleros makhnovistas que se hallan a la retaguardia del frente de Wrangel, así como todos los que se hallan al presente en las filas del ejército insurreccional, permanecerán en ellas, aunque hayan sido movilizados anteriormente por el ejército rojo.

3. A fin de aniquilar al enemigo común -el ejército blanco-, el ejército insurreccional revolucionario de Ucrania informará, a las masas trabajadoras que lo apoyan, sobre el acuerdo concertado, y recomendará a toda la población a cesar toda acción hostil contra el Poder de los soviets; por su parte, el gobierno de los soviets hará inmediatamente públicas las cláusulas del acuerdo.

4. Las familias de los combatientes del ejército insurreccional radicadas en territorio de la República de los Soviets gozarán de iguales derechos que las de los soldados del ejército rojo y serán provistas, al efecto, de. los documentos necesarios, por el gobierno soviético de Ucrania.

Firmado: Frunze, comandante del frente sur; Belakun, Gussef, miembros del Consejo revolucionario del frente sur; Kurilenko, Popoff, delegados plenipotenciarios del Consejo y del comando del ejército insurreccional makhnovista.

Los delegados makhnovistas sometieron al gobierno de los soviets una cuarta cláusula de orden político:

Uno de los elementos esenciales del movimiento makhnovista es la lucha por la autoadministración de los trabajadores, por lo cual el ejército insurreccional estima de su deber insistir sobre el siguiente punto (el cuarto): en la región donde opere el ejército makhnovista la población obrera y campesina creará sus instituciones libres por la autoadministración económica y política; sus instituciones serán autónomas y vinculadas federativamente, mediante pactos, con loS órganos gubernamentales de las repúblicas soviéticas.

Se trataba, prácticamente, de reservar a los insurgentes makhnovistas dos o tres departamentos de Ucrania para que pudiesen realizar en ellos su experiencia social, manteniendo relaciones federativas con la U. R. S. S. Aunque esta cláuswla especial no se incorporó al pacto firmado, los makhnovistas le atribuyeron, naturalmente, gran importancia.

Detalle significativo: firmado el pacto, los bolcheviques se vieron en la obligación de declarar, por conducto del Comisariado principal de guerra, que jamás Makhno había estado en relaciones con Wrangel; que las afirmaciones difundidas al respecto por las autoridades habían sido un error debido a falsas informaciones, etc. Estas declaraciones fueron publicadas por dicho Comisariado, con el título «Makhno y Wrangel», en el Proletario y otras publicaciones de Kharkov, hacia el 20 de octubre de 1920.

Examínese atentamente el texto del acuerdo y se distinguirán claramente en él dos tendencias opuestas: estatista la una, defensora de los privilegios y prerrogativas acostumbradas de la autoridad; popular y revolucionaria la otra, defensora de las sólidas reivindicaciones de las masas subyugadas. Es asaz característico que la primera parte del acuerdo -la de orden político, que contiene !la reivindicación de los derechos naturales de los trabajadores- expresa únicamente las tesis makhnovistas. En este aspecto las autoridades bolcheviques adoptaron la clásica actitud de todas las tiranías: tratar de limitar las reivindicaciones formuladas por los makhnovistas, regateando en todos los puntos, haciendo lo más posible por reducir los derechos del pueblo laborioso, indispensables para su verdadera libertad e inalienables.

Con diversos pretextos, las autoridades bolcheviques retardaron largamente la publicación del acuerdo concertado, en lo que los makhnovistas vieron un signo que nada bueno auguraba. Ante tal deslealtad, ellos declararon firmemente que, en tanto no fuera publicado el pacto, el ejército insurreccional no se atendría a sus cláusulas. y sólo tras esta presión directa el gobierno se decidió a publicar el texto del acuerdo. Pero no lo hizo de una vez integralmente: publicó primero la parte II (de orden militar), y después de un intervalo la parte I (de orden político), con lo que el verdadero sentido del pacto resultó oscurecido. Los lectores, en su mayoría, no lo captaron; precisamente lo que el gobierno había procurado. En cuanto a la cuarta cláusula política propuesta, las autoridades ucranianas no la incluyeron, pretextando que debían consultar especialmente al respecto con Moscú.

Primera derrota de Wrangel por las makhnovistas. Su definitiva desastre.

-Entre el 15 y el 20 de octubre el ejército makhnovista se puso en marcha para atacar a Wrangel. La línea de batalla se extendió desde Sinelnikovo a Alexandrovsk-Pologui-Berdiansk, apuntando al istmo de Perekop, asaz estrecho y accidentado, que une Crimea al continente.

Ya desde los primeros combates, entre Pologui y la ciudad de Orekhov, una parte importante de las tropas de Wrangel, mandadas por el general Drozdoff, fue batida, y 4.000 soldados cayeron prisioneros [1].

Tres Semanas más tarde, la región quedó libre de las tropas de Wrangel, que se replegaron hacia Crimea.

A comienzas de noviembre los makhnovistas se encontraban, conjuntamente con el ejército rojo, ante Perekop. Días después, mientras el ejército rojo sitiaba a Perekop, una parte de las tropas makhnovistas, por orden del estado mayor, cruzó a una treintena de kilómetros a la izquierda del istmo, sobre el estrecho de Sivach, helado en esa época. La caballería, comandada por Martchenko (campesino anarquista, originario de Gulai-Pole), marchaba a la vanguardia, seguida por el regimiento de ametralladoras, a las órdenes de Kojin (campesino revolucionario de extremado denuedo). La travesía, realizada bajo el intenso fuego continuo del enemigo, costó muchas vidas. Pero el brío y la tenacidad de los atacantes acabaron por quebrar la resistencia de las tropas de Wrangel, que se dieron a la fuga. Entonces otro ejército makhnovista, el de Crimea, a las órdenes de Simón Karetnik (otro campesino anarquista de Gulai-Pole), se dirigió en derechura hacia Simferopol, que fue tomada por asalto el 13 y el 14 de noviembre. Al par, el ejército rojo forzaba el paso de Perekop. Es innegable que, con su penetración en Crimea por el cruce del estrecho de Sivach, los makhnovistas contribuyeron decisivamente a Ja toma del istmo de Perekop, considerado inexpugnable, obligando a Wrangel a retirarse al fondo de la península de Crimea, para no ser cercado en los desfiladeros de Perekop.

Así terminó la tentativa de Wrangel. Los restos de sus tropas se embarcaron, de prisa, en el litoral sur, hacia el extranjero.

Nuevas tentativas de trabajo constructivo en la región insurgente.

-Ya hemos dicho que, después del abandono de Ekaterinoslav y del segundo conflicto con los bolcheviques, seguido de la expedición de Wrangel, los acontecimientos de orden militar impidieron nuevamente toda actividad creadora de las masas laboriosas en la región insurgente. Hubo, sin embargo, una excepción: la aldea de Gulai-Pole.

Es de señalar que, aunque considerada aldea, Gulai-Pole es más bien una ciudad, y no poco importante. Cierto que en la época de que se trata su población la integraban casi únicamente campesinos, oscilando entre veinte y treinta mil habitantes. Contaba con varias escuelas primarias y dos liceos. Su vida era intensa y muy avanzada la mentalidad de la población. Naturalmente, se habían radicado desde hacía tiempo en ella maestros, profesores y otros intelectuales. Aunque durante las encarnizadas luchas cohtra Denikin, los bolcheviqües y Wrangel, Gulai-Pole había cambiado repetidamente de mano, y aunque, por otra parte, el gobierno soviético, contrariamente al acuerdo concertado, estableció un semibloqueo de la región e hizo cuanto pudo por trabar la libre actividad de los trabajadores, el núcleo activo de los makhnovistas que permaneció allí prosiguió enérgicamente su obra constructiva, con la ayuda y el concurso entusiastas de la entera población.

Se encaró, ante todo, la organización de un libre soviet local de los trabajadores, que debía cimentar los fundamentos de la vida nueva, económica y social, de la región, en base a los principios de la libertad y la igualdad, exenta de toda autoridad política. Los habitantes de Gulai-Pole realizaron al efecto varias reuniones preliminares, y al cabo de ellas constituyeron un soviet que funcionó durante algunas semanas, hasta que los bolcheviques lo destruyeron.

Al mismo tiempo, el Consejo de los insurgentes elaboró y editó, como proyecto, los Estatutos fundamentales del Soviet libre.

La obra de instrucción escolar y de educación pública mereció, por otra parte, activa consagración, lo que se imponía urgentemente, pues las repetidas incursiones de las varias fuerzas enemigas habían tenido nefasta repercusión en el dominio de la enseñanza. Los maestros, sin remuneración desde mucho tiempo, se habían dispersado y los edificios escolares, abandonados, se hallaban en malas condiciones. En cuanto las circunstancias lo permitieron, los makhnovistas y toda la población se contrajeron ala tarea de reanudar la obra educativa.

Merecen nuestra atención, sobre todo, las ideas madres en que basaron esta obra los iniciadores:

Son los trabajadores mismos quienes deben vigilar por la buena marcha de la instrucción y de la educación de la joven generación laboriosa.

La escuela debe ser no solamente fuente de conocimientos indispensables, sino también, a igual titulo, medio de formación del hombre consciente y libre, capaz de luchar por una verdadera sociedad humana y vivir y obrar en ella.

Para que pueda llenar ambas condiciones, la escuela debe ser independiente, separada, por lo tanto, de la Iglesia y del Estado.

La enseñanza y la educación de la juventud deben ser la obra de los llamados a ella por sus disposiciones, sus aptitudes, sus conocimientos y otras cualidades indispensables para tal misión. Esta obra ha de estar, naturalmente, bajo el control atento y efectivo de los trabajadores. .

Había en Gulai-Pole algunos intelectuales partidarios de los principios de la Escuela Libre de Francisco Ferrer, fusilado por la reacción española en 1909. A impulso de ellos, se promovió un vivo movimiento, que condujo rápidamente aun esbozo muy interesante de una vasta obra educacional. Los campesinos y los obreros se encargaron del mantenimiento del personal docente necesario de todas las escuelas de la localidad y alrededores. Una comisión mixta, integrada por maestros, campesinos y obreros, se encargó de satisfacer todas las necesidades, tanto económicas como pedagógicas, de la vida escolar. y esa comisión elaboró, en tiempo sorprendente, un plan de libre enseñanza, inspirado en las ideas de Francisco Ferrer.

Simultáneamente se organizaron cursos especiales para adultos. E igualmente cursos de nociones políticas -o, más bien, sociales e ideológicas.

Muchos que habían abandonado su actividad en la enseñanza y hasta dejado Gulai-Pole, volvieron a sus puestos al enterarse de la reanudación de la obra. y hasta acudieron a participar en ella algunos especialistas radicados lejos. Así se reanudó, sobre bases nuevas, la obra educacional. Es de señalar que se reiniciaron también las representaciones teatrales, con realizaciones muy interesantes, inspiradas en ideas nuevas.

Todo este impulso creador de las masas fue brutalmente deshecho por un fulminante ataque bolchevique, desatado sobre toda Ucrania el 26 de noviembre de 1920.

Este fue el quinto y último acto del drama.

La traición de los bolcheviques. Su tercer ataque decisivo contra la makhnovtchina.

-Después de todo lo ocurrido, nadie, entre los makhnovistas, podía creer en la lealtad revolucionaria de los bolcheviques. Se sabía que sólo el peligro de la ofensiva de Wrangel los había obligado a tratar con Makhno. y se tenía la certeza de que, una vez descartado ese peligro, el gobierno soviético no tardaría en emprender una nueva campaña contra la makhnovtchina, con cualquier pretexto. Nadie creía en la solidez ni en la duración del pacto. Pero, en general, se suponía que el buen acuerdo se mantendría durante tres o cuatro meses, lapso que se esperaba aprovechar para desplegar una enérgica propaganda en pro de las ideas y del movimiento makhnovistas y libertarios. ¡Esperanza bien pronto decepcionada!

Ya el modo en que el gobierno bolchevique aplicaba las cláusulas del acuerdo era significativo y sospechoso. Por nada se preocupaba de cumplir honesta, eficazmente, lo convenido. No soltaba, sino por cuentagotas, a los presos makhnovistas y anarquistas. y persistía en dificultar, por todos los medios, la actividad ideológica de los militantes libertarios.

Absorbidos por la lucha militar, los makhnovistas no podian, de momento, preocuparse de esta situación anormal.

A pesar de todo, renació en Ucrania una cierta actividad anarquista y reaparecieron algunos periódicos.

El interés y las simpatías de la población laboriosa por las ideas y el movimiento libertarios superaron todas las previsiones. Al ser libertado en Moscú y vuelto a Ucrania, me sorprendió el ver una gran multitud llenar el local de nuestro grupo en Kharkov, noche a noche ya cada anuncio de conferencia. A centenares se contaban los que, todas las veces, no podían entrar, y que, a pesar del frío intenso, permanecían a la intemperie para escuchar al conferenciante.

Bien pronto las filas de los anarquistas ucranianos se enriquecieron con la llegada de militantes de la Gran Rusia, donde los bolcheviques no tenían casi para nada en cuenta el. acuerdo con Makhno. Día tras día el movimiento cobraba mayor amplitud.

Tal estado de cosas apresuró la reacción de los bolcheviques, furiosos por tales éxitos.

Los makhnovistas contaban mucho con los efectos de la propuesta cuarta cláusula de la parte política del acuerdo. Insistían particularmente sobre la urgencia de examinarla y tomar una decisión al respecto, en el apremio de obtener de los bolcheviques el reconocimiento del derecho de autoadministración económica y social de los obreros y los campesinos. Los representantes de la makhnovtchina exigían que las autoridades soviéticas escogieran entre aceptar la cláusula en cuestión o explicar francamente por qué se oponían a ella. Sobre este tema se fue concentrando la propaganda anarquista. Hacia mediados de noviembre, esta cuarta cláusula atraía por doquiera la atención pública y prometía adquirir pronto una importancia capital. Pero los bolcheviques la consideraban terminantemente inadmisible.

Se había proyectado, para esa época, un Congreso anarquista en Kharkov, para tratar sobre la actividad libertaria en las nuevas condiciones creadas. Fue hacia la misma época que a la aventura de Wrangel se la pudo dar por definitivamente liquidada. y fue por la misma época, precisamente, que Lenin comenzó a preparar taimadamente un nuevo ataque contra makhnovistas y anarquistas, culminando con el envío de los famosos telegramas secretos, de los cuales tuvieron noticia los anarquistas demasiado tarde por conducto de un telegrafista simpatizante.

Apenas llegado a Gulal-Pole el despacho de Simón Karetnik -anunciando que se hallaba con las tropas insurreccionales en Crimea y se dirigía hacia Simferopol-, el ayudante de campo de Makhno, Gregorio Vassilevsky, exclamó: «¡Se acabó el acuerdo! Apuesto a que antes de ocho días los bolcheviques caerán sobre nuestras espaldas!» Lo dijo el 15 ó 16 de noviembre. y el 26 del mismo mes los bolcheviques atacaron traidoramente al estado mayor y las tropas makhnovistas en Crimea; se lanzaron simultáneamente hacia Gulal-Pole, apresaron a los representantes makhnovistas en Kharkov, saquearon todas las instituciones libertarias recientemente restablecidas en ella, y detuvieron a todos los anarquistas, muchos de los cuales habían acudido al Congreso convocado en dicha ciudad. De igual modo procedieron en toda Ucrania

(P. Archinoff, ob. cit., cap. IX).

Nota

1 Fue en este momento que Makhno exigió, por telegrama, la inmediata libertad de Tchubenko y la mía -yo había sido apresado en diciembre de 1919-, al enterarme de lo cual los bolcheviques encomiaron las cualidades combativas del ejército makhnovista.

TERCERA Y ULTIMA GUERRA DE LOS BOLCHEVIQUES CONTRA LOS MAKHNOVISTAS Y ANARQUISTAS;

APLASTAMIENTO DEL EJERCITO INSURRECCIONAL

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Extracto de La Revolución desconocida de Volin. Ed. Campo Abierto.

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Así se inició la guerra final de los bolcheviques contra los makhnovistas, los anarquistas y 1as masas laboriosas de Ucrania, la que terminó, al cabo de nueve meses de implacable lucha desigual, con el aplastamiento militar del movimiento libre.

Una vez más, la fuerza brutal, asistida además por el engaño y la impostura, obtuvo la victoria. Aportaremos algunos detalles y puntualizaciones para que se puedan enjuiciar debidamente los hechos.

El gobierno bolchevique, naturalmente, no se retardó en dar explicaciones de su golpe traidor, pretendiendo que makhnovistas y anarquistas estaban en tren de preparar un complot y una vasta insurrección contra el gobierno de los soviets. Acusó a Makhno de haberse negado a marchar hacia el frente caucásico y de haber realizado una leva de tropas entre los campesinos para la formación de un ejército contra las autoridades soviéticas, y afirmó que, en lugar de combatir a Wrangel en Crimea, los makhnovistas se habían dedicado a una acción de guerrillas contra las retaguardias del ejército rojo, etc.

¡Explicaciones todas de su actitud, a cuál más mentirosa! Pero, a fuerza de repetirlas, ante el forzado silencio de makhnovistas y anarquistas, los bolcheviques lograron hacerlas admitir por muchísimos, en Rusia y en el extranjero.

Varios hechos nos permiten restablecer la verdad:

1º El 23 de noviembre de 1920, los makhnovistas detuvieron en Pologui y Gulai-Pole a nueve espías bolcheviques pertenecientes a la XLII División de fusileros del ejército rojo, quienes confesaron haber sido enviados a Gulai-Pole por el jefe del servicio de contraespionaje para averiguar los domicilios de Makhno, de los miembros del estado mayor, de los comandantes de las tropas insurreccionales y de los integrantes del Consejo, después de lo cual deberían permanecer discretamente en la ciudad a la espera de la llegada del ejército rojo, para suministrarle las indicaciones del caso. y por si las personas señaladas cambiaran de residencia para ocultarse ante la imprevista llegada del ejército rojo, esos espías deberían seguirlas sin perderlas de vista. Agregaron los espías que el ataque contra Gulai-Pole debía esperarse entre el 24 y el 25 de novimbre.

El Consejo de los insurgentes revolucionarios y el comandante del ejército enviaron a Rakovsky, entonces presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo de Ucrania, y asimismo al Consejo revolucionario militar de Kharkov, una puntualizada comunicación sobre el caso, exigiendo: a) el inmediato arresto y el sometimiento al consejo de guerra del jefe de la XLII División y demás participantes del complot; b) la prohibición a los destacamentos rojos de cruzar Gulai-Pole, Pologui, Malaia-Tokmatchka y Turkenovka, en prevención de incidentes enfadosos.

La respuesta del gobierno de Kharkov, transmitida por hilo directo el 25 de noviembre, fue la siguiente: «El pretendido complot no puede ser sino un malentendido. Sin embargo, las autoridades soviéticas, deseosas de aclarar el asunto, lo han confiado a una comisión especial y proponen al estado mayor del ejército makhnovista el envío de dos delegados para participar en los trabajos de dicha comisión.»

A la mañana siguiente, P. Rybin, secretario del Consejo de los insurgentes revolucionarios, volvió a tratar con Kharkov sobre esa cuestión y todos los puntos en litigio, por hilo directo. Las autoridades bolcheviques de Kharkov le afirmaron que el asunto de la XLII División sería ciertamente arreglado a entera satisfacción de los makhnovistas, y agregaron que la cuarta cláusula de la parte política del acuerdo estaba por ser resuelta amigablemente, de modo feliz.

Esta conversación se realizó en la mañana del 26 de noviembre. Pues bien: seis horas antes, a noche avanzada, los representantes makhnovistas en Kharkov habían sido apresados, lo mismo que todos los anarquistas de Kharkov y alrededores. Y exactamente dos ,horas después de la conversación, Gulai-Pole fue atacada de todos lados por las tropas rojas y sometida a intenso bombardeo.

El mismo día y a la misma hora fue atacado el ejército makhnovista de Crimea, donde los bolcheviques lograron, por un golpe de astucia, apoderarse de todos los miembros del estado mayor y de su comandante, Simón Karetnik, ejecutándolos a todos, sin excepción.

2º Yo me hallaba en Kharkov, con representantes del ejército makhnovista, ignorante de lo que se tramaba contra nosotros. El 25 de noviembre se me encargó visitar a Rakovsky, para saber por él, exactamente, en qué punto se estaba respecto a la cuestionada cláusula cuarta. Rakovsky me recibió muy cordialmente y me invitó a tomar asiento en su oficina. Sentado en cómodo sillón y jugando displicentemente con un cortapapel, me afirmó sonriente que las conversaciones con Moscú respecto a la cuarta cláusula estaban a punto de culminar y que era de esperar una solución feliz en pocos días. Pues bien: mientras me decía eso, en un cajón del escritorio que teníamos delante estaba la orden de desatar el golpe contra anarquistas y makhnovistas.

Esa misma noche pronuncié una conferencia sobre el anarquismo en el Instituto Agrícola de Kharkov. La sala estaba repleta; el acto terminó una hora después de medianoche. De regreso a mi domicilio trabajé hasta las dos y media en terminar un artículo para nuestro periódico y me acosté. Apenas adormecido, me despertó un alboroto característico: estampidos, ruido de armas y de botas en la escalera, y puñetazos en las puertas, gritos e injurias. Comprendí. Pude vestirme, a tiempo que golpeaban furiosamente en la puerta de mi habitación: « ¡Abre o volteamos la puerta!» Corrido el cerrojo, abrieron y se lanzaron brutalmente sobre mí, me arrastraron y arrojaron a un subsuelo, donde encontré algunas decenas de los nuestros. La cláusula cuarta encontraba así una solución feliz.

3º Al día siguiente del ataque contra Gulai-Pole, el 27 de noviembre, los makhnovistas encontraron, en poder de prisioneros hechos al ejército rojo, proclamas intituladas: «¡Adelante contra Makhno!» y «¡Muerte a la Makhnovtchina!», publicadas por la sección política del IV Ejército, sin fecha. Los prisioneros dijeron haberlas recibido el 15 ó el 16 de ese mes. Se trataba de llamados a la lucha contra Makhno, a quien se acusaba de haber infringido las cláusulas del acuerdo político y milítar, de haberse rehusado a marchar al frente caucásico, de haber provocado un levantamiento contra el poder soviético, etc. Eso prueba que

tales acusaciones habían sido fraguadas e impresas con anticipación, cuando el ejército insurgente estaba por abrirse camino hacia Crimea y ocupar Simferopol y cuando los representantes makhnovistas trabajaban tranquilamente, con las autoridades soviéticas, en Kharkov y otros puntos.

4º En los meses de octubre y noviembre de 1920, precisamente mientras se negociaba y se concluía el acuerdo político y militar entre makhnovistas y bolcheviques, éstos tramaron dos t.entativas para asesinar a Makhno, mediante mercenarios, que fueron frustradas por los insurgentes.

Resulta evidente que tan vasta operación hubo de ser cuidadosamente preparada y que su elaboración exigió, por lo menos, una quincena. En esta empresa -que los bolcheviques querían decisiva-, no se trataba solamente de un simple ataque a traición contra los makhnovistas, sino de una maquinación elaborada minuciosamente, sin descuidar detalle. y hasta se procuró distraer la vigilancia de los makhnovistas, induciéndolos a error mediante falsas garantías de seguridad, mentirosas promesas, etcétera. Preparativos que requirieron, innegablemente, bastante tiempo.

Tales elementos de juicio permiten establecer la verdad sobre la ruptura del pacto entre los makhnovistas y el poder bolchevique.

Esta verdad es confirmada, de añadidura, por documentos de origen soviético.

Transcribimos, al efecto, la orden de Frunze, entonces comandante del frente sur, documento que basta para demostrar la traición de los bolcheviques y anular todas sus mentiras y subterfugios :

Orden al camarada Makhno, comandante del ejército insurreccional.

Copia a los comandantes de los ejércitos del frente sur. Número 00149. Dada en el Estado Mayor, Melitopol, 23 de noviembre de 1920.

A causa de la cesación de las hostilidades con Wrangel y de su completa derrota, el Consejo Revolucionario Militar del frente sur estima que la misión del ejército de guerrilleros ha terminado. Propone, pues, al Consejo Revolucionario Militar del ejército insurreccional que se ponga de inmediato en acción para transformar los

destacamentos insurreccionales de guerrilleros en unidades militares regulares integrantes del ejército rojo.

No hay ya razón para que el ejército insurreccional siga existiendo como tal. Al contrario, la existencia al lado del ejército rojo de estos destacamentos de una organización particular, que persigue fines especiales, produce efectos absolutamente inadmisibles [1]. Es por ello que el Consejo Revolucionario Militar del frente sur prescribe al Consejo Revolucionario Militar del ejército insurreccional lo siguiente:

1º Todas las unidades del ex ejército insurreccional actualmente en Crimea deberán ser inmediatamente incorporadas al IV Ejército soviético. cuyo Consejo Revolucionario Militar se encargará de su transformación.

2º La sección de formaciones militares de Gulai-Pole deberá ser liquidada. Los combatientes serán distribuidos entre los destacamentos de reserva. según las indicaciones del comandante de esta parte del ejército.

3º El Consejo Revolucionario Militar del ejército insurreccional deberá tomar todas las medidas necesarias para explicar a los combatientes la necesidad de estas transformaciones.

Firmado: M. Frunze. comandante en jefe del frente sur; Smilga, miembro del Consejo Revolucionario Militar; Karatyguin, jefe del estado mayor .

Recuérdese la historia del acuerdo entre el gobierno soviético y los makhnovistas. La firma del pacto fue precedida de tratativas entre los delegados makhnovistas y una delegación bolchevique presidida por el comunista Ivanoff. que arribó especialmente para ello al campamento makhnovista en Etarobelks. tratrabajaron durante tres semanas para llevar a buen término el pacto. cada una de cuyas cláusulas fue cuidadosamente examinada y debatida. y la redacción definitiva de este acuerdo fue aprobada por ambas partes: el gobierno de los soviets y la región de los insurgentes revolucionarios, personificada por el Consejo de los insurgentes revolucionarios de Ucrania. Y así fue sellada y firmada por ambas representaciones.

Ninguno de los artículos del pacto, según el intrínseco sentido del acuerdo, podría ser suspendido ni modificado sin previo entendimiento de las partes contratantes. Pues bien: la orden de Frunze suprimía. no sólo el artículo primero de la parte militar del acuerdo, sino lisa y llanamente el acuerdo total. Esa orden prueba que el acuerdo no fue concertado ni seria ni lealmente por los bolcheviques, que representaron una infame comedia, utilizando el acuerdo como un gran engaño, una maniobra traicionera, una celada para que los makhnovistas, consagrados a fondo en el empeño de vencer a Wrangel, se expusieran, confiados y debilitados, al alevoso ataque bolchevique.

Pero lo notable es que, bajo su aparente franqueza, o ingenuidad, algo brutal, la orden de Frunze estaba destinada. también. a servir de maniobra. En efecto:

1º Junto con la orden número 00149, el IV ejército de Crimea recibió la orden de accionar contra los makhnovistas por todos los medios disponibles y emplear todas sus fuerzas militares en caso de desobediencia de los insurgentes.

2º Ni el estado mayor del ejército insurreccional, con sede en Gulai-Pole. ni la delegación makhnovista en Kharkov recibieron comunicación de esa orden. Los makhnovistas no se enteraron de ella sino tres o cuatro semanas después del ataque, y eso por algunos diarios caídos fortuitamente en sus manos.El hecho se explica fácilmente. Los bolcheviques, que preparaban secretamente su brusco ataque contra los makhnovistas, no podían ponerlos en guardia con el envío oportuno de esa orden, lo que hubiese frustrado su plan. Sobre aviso los makhnovistas, el premeditado ataque bolchevique habría sido infaliblemente rechazado. Sabedoras de ello, las autoridades bolcheviques guardaron secreto hasta último momento.

3º Pero era preciso, por otra parte. ante cualquier posible evento, poder ofrecer una justificación del ataque. He ahí por qué la orden de Frunze no fue publicada en los diarios sino después de la agresión y la ruptura. Apareció por primera vez, el 15 de diciembre de 1920, en el diario de Kharkov El Comunista. cuyo número fue antefechado.

Todas esas maquinaciones tenían por finalidad sorprender a los makhnovistas para poder aplastarlos y explicar posteriormente la agresión, documentos en mano. como perfectamente legítima.

El ataque contra los makhnovistas fue acompañado, ya lo dijimos. de arrestos en masa de anarquistas en toda Ucrania, con la mira. no sólo de aplastar. una vez más, toda propaganda y toda actividad anarquistas, sino también sofocar toda veleidad de protesta. de matar en germen toda tentativa de explicar al pueblo el verdadero sentido de los acontecimientos. y no sólo fueron apresados los anarquistas como tales, sino también quienes se contaban entre sus amigos y relaciones o se interesaban por su literatura.

En Elisabethgrad fueron metidos en la cárcel quince muchachos de quince a dieciocho años. Cierto es que las autoridades superiores de Nicolaiew, cabecera de departamento, se mostraron poco satisfechas de tal captura, pues querían «verdaderos anarquistas», y no niños; pero no es menos cierto que ninguno de ellos fue puesto en libertad en el acto.

En Kharkov, las persecuciones contra los anarquistas asumieron proporciones hasta entonces desconocidas. Se tendíeron asechanzas y emboscadas contra todos los militantes de la ciudad. Una de ellas fue montada en la librería «La Libre Fraternidad», y todo el que entraba a adquirir un libro era apresado y enviado a la Tcheka. y hasta se encarceló a personas que se detenían a leer Nabate, aparecido legalmente antes de la ruptura, pegado como de costumbre en el frente de la librería.

Uno de los anarquistas de Kharkov, Gregorio Tsernik, pudo eludír el arresto y por ello los bolcheviques arrestaron a su esposa, extraña en absoluto a toda actividad política. Ella declaró la huelga de hambre, exigiendo libertad inmediata, y las autoridades le expresaron que se la darían a condición de presentarse su esposo a la Tcheka. y Tsenik, aunque seriamente enfermo, se presentó y quedó encarcelado.

Hemos adelantado igualmente que el estado mayor y el comandante del ejército makhnovista en Crimea, Simón Karetnik, fueron traidoramente apresados y fusilados en el acto. Pero Martchenko, comandante de la caballería, aunque cercado y furiosamente atacado por numerosos destacamentos del IV ejército rojo, logró zafarse y abrirse un paso a través de los obstáculos naturales y las barreras del istmo fortificado de Perekop. Con lo que le quedaba de sus hombres, en marchas forzadas de día y de noche, consiguió reunirse a Makhno (quien, como lo veremos en seguida, consiguió escapar de nuevo de los bolcheviques), en la pequeña aldea de Kermentchik, donde ya se tenia barruntos de la heroica escapada del ejército makhnovista de Crimea y se esperaba con impaciencia su llegada. Al fin, el 7 de diciembre, llegó un jinete a gran galope para prevenir que las tropas de Martchenko llegarían en pocas horas. y los makhnovistas presentes en Kermentchik salieron emocionados al encuentro de los héroes. y la emoción se trocó en angustia cuando pudieron percibir a lo lejos el pequeño grupo de jinetes que se aproximaba lentamente. En lugar del poderoso cuerpo de 1.500 plazas, sólo volvía de la hoguera un puñado de 250 hombres, encabezados por Martchenko y Taranovsky, otro valeroso comandante del ejército insurreccional.

-Tengo el honor de anunciaros el retorno del ejército de Crimea -exclamó Martchenko con amarga ironía.

Algunos insurgentes tuvieron ánimo para sonreír, pero Maknno estaba sombrío. La vista de los lamentables restos de su magnífica caballería le hacía sufrir atrozmente. Callaba, esforzándose por dominar su emoción.

-Sí, hermanos -continúo Martohenko-. Ahora sabemos bien lo que son los comunistas.

Se realizó allí, en seguida, una asamblea general, en que se hizo el relato de los acontecimientos de Crimea. Se supo así que el comandante del ejército, Karetnik, enviado a Gulai-Pole por el estado mayor bolchevique, a pretexto de asistir aun consejo militar, fue traidoramente arrestado en el trayecto; que Gavrilenko, jefe del estado mayor del ejército de Crimea, todos sus integrantes y varios comandantes fueron engañados de modo igual, y todos fusilados de inmediato. La Comisión de cultura y propaganda, en Simferopol, fue arrestada igualmente, aunque sin mediar astucia. Así, el recientemente victorioso ejército insurreccional de Crimea fue traicionado y aniquilado por los bolcheviques, sus aliados de la víspera.

Trasladado a la prisión de Vetcheka, en Moscú, tras de mi arresto en Kharkov, fui llamado un día por Samsonoff, jefe de la sección de operaciones secretas de la Vetcheka. Más que interrogarme, quiso entablar una discusión de principios. Y así llegamos a hablar de los acontecimientos de Ucrania. Yo le expresé sin ambages lo que pensaba de la actitud de los bolcheviques frente al movimiento makhnovista, más que pérfida.

-¡Ah! -replicó vivamente-. ¿La llama pérfida? Eso demuestra su indesarraigable ingenuidad. En cambio, nosotros, los bolcheviques, vemos en ello la prueba de que hemos aprendido mucho desde el comienzo de la revolución y que ahora hemos llegado a ser verdaderos y hábiles hombres de Estado. Esta vez no nos hemos descuidado: mientras tuvimos necesidad de Makhno, supimos aprovecharnos de él, y cuando pudimos prescindir de sus servicios-hasta empezaba ya a sernos molesto-, nos desembarazamos definitivamente de él.

Sin que Samsonoff lo advirtiera, sus últimas palabras -las subrayadas- constituyeron la completa confesión de las mentiras y las reales razones de la actitud bolchevique. Palabras que deben retener quienes desean penetrar la verdadera naturaleza del comunismo de Estado.

Ultima lucha a muerte entre la autoridad y la Revolución (noviembre de 1920-agosto de 1921).

-Entramos ahora a las últimas y más dramáticas peripecias de esta lucha mortal.

A pesar de la preparación minuciosa y el sorpresivo ataque, Makhno se les escapó una vez más a los bolcheviques.

El 26 de noviembre, al ser cercada Gulai-Pole por las tropas rojas, sólo se hallaba en la ciudad un grupo de caballería de unos 250 hombres, entre ellos Makhno, apenas repuesto de su enfermedad y sufriendo atrozmente de sus heridas (un tobillo roto, la más reciente). Con ese puñado de hombres, numéricamente insignificante pero exasperado y resuelto a todo, Makhno se lanzó al ataque y consiguió arrollar al regimiento de caballería rojo que avanzaba hacia Gulai-Pole por el lado de Uspenovka. Así rompieron el cerco enemigo.

Sin pérdida de tiempo se dedicó a organizar los destacamentos de insurgentes que afluían a él de todos lados y algunos grupos de soldados rojos que abandonaban a los bolcheviques para unírsele. Formada una unidad de 1.000 jinetes y 1.500 infantes, emprendió un contraataque.

Ocho días después, entraba de nuevo en Gulai-Pole, tras de derrotar ala 42.& división del ejército rojo y hacer casi 6.000 prisioneros, unos 2.000 de los cuales expresaron su deseo de incorporarse al ejército insurreccional y el resto fue puesto en libertad el mismo día, después de haber asistido aun gran mitin popular .

A los tres días, Makhno descargó otro serio golpe a los boloheviques, cerca de Andreevka. Durante toda la noche y el siguiente día, sostuvo el combate contra dos divisiones rojas, a las que acabó por vencer, haciendo de 8.000 a 10.000 prisioneros, recuperando en seguida su libertad, como en Gulai-Pole, los que no prefirieron plegarse a los insurgentes.

Otros tres golpes consecutivos le asestó Makhno al ejército rojo: cerca de Komar, cerca de Tzarekonstantinovka y en los alrededores de Berdiansk. La infantería de los bolcheviques se batía de mala gana y aprovechaba cualquier ocasión para entregarse prisionera.

Los soldados del ejército rojo, apenas caían prisioneros, eran puestos en libertad. Se les aconsejaba volver a sus hogares y no servir más de instrumento del Poder para subyugar al pueblo. Pero, obligados los makhnovistas a constante movilidad, los prisioneros liberados eran reintegrados a los pocos días a sus respectivas unidades. Las autoridades bolcheviques organizaron comisiones especiales para atrapar a los liberados por los makhnovistas, que se hallaban en un circulo mágico del que no podían salir. Para los bolcheviques la cosa era mucho más simple: conforme a las órdenes de la «Comisión especial para la lucha contra la makhnovtchina», todos los makhnovistas prisionoeros eran fusilados en el acto (P. Archinoff, ob. cit., cap. IX).

Por un tiempo, los makhnovistas se regocijaban a la idea de la victoria que alcanzarían. Les parecía que, venciendo a dos o tres divisiones bolcheviques, una buena parte del ejército rojo se les plegaría y el resto se retiraría hacia el Norte. Pero bien pronto los campesinos de diversos distritos trajeron noticias de que los bolcheviques no se conformaban con perseguir al ejército insurreccional, sino que emplazaban en todas las poblaciones conquistadas regimientos completos, especialmente de caballería, y en muchos lugares concentraban considerables fuerzas armadas.

Así fue que Makhno no tardó en verse cercado en Federovka, al Sur de Gulal-Pole, por varias divisiones de caballería y de infantería. El combate se prolongó, sin tregua, desde las dos hasta las dieciséis horas, y. al cabo Makhno pudo abrirse paso en las filas enemigas y escapar en dirección nordeste. A los tres días hubo de entrar nuevamente en combate, cerca de la aldea Constantin, contra muy numerosa caballería y vigorosa artillería dispuestas en cerrado círculo. Por algunos oficiales prisioneros, se enteró Makhno que tenía que vérselas con cuatro cuerpos de ejército: dos de caballería y dos mixtos, y que el comando rojo se proponía cercarlo con el concurso de varias divisiones, que estaban por entrar en contacto con aquéllos. Estos informes concordaban con los suministrados por los campesinos y con

las observaciones y conclusiones de Makhno.

Se hacía ya evidente que la derrota de dos o tres unidades rojas no tenía importancia alguna ante la enorme masa de las tropas lanzadas contra los insurgentes con el fin de obtener una decisión a toda costa. Y que no se trataba ya de lograr una victoria sobre los ejércitos bolcheviques, sino más bien de evitar la derrota definitiva del ejército insurreccional, reducido a unos 3.000 combatientes y obligado cotidianamente a librar batalla contra un enemigo cuatro o cinco veces superior, en

cada encuentro, en número y armas. No era dudosa, en tales condiciones, la catástrofe.

El Consejo de los insurgentes revolucionarios decidió entonces el provisorio abandono de la región meridional, dejando librada a Makhno la dirección del movimiento de retirada general.

El genio de Makhno iba a ser sometido a suprema prueba. Parecía absolutamente imposible escapar a la red de tropas tendida en torno al pequeño grupo de insurrectos: 3.(XX) militantes revolucionarios se hallaban cerrados por todas partes por un ejército de no menos de 150.000 soldados. Pero ni por un instante Makhno perdió el ánimo y la sangre fría, entablando un duelo heroico con esas tropas. Rodeado por el círculo infernal de las tropas rojas, avanzaba, tal un legendario titán, librando batalla tras batalla, a la derecha y a la izquierda, adelante y atrás.

Después de haber puesto en derrota a varias unidades rojas y hecho más de 20.000 prisioneros, Makhno como obrando desorientado, a ciegas- se puso al principio en marcha hacia el Este, en dirección a Yuzovska, aunque los obreros de esta región minera le advirtieran que encontraría una ininterrumpida barrera militar; luego se volvió bruscamente hacia el Oeste, cortando por fantásticos caminos, cuyo secreto sólo él conocía. Desde entonces, los caminos comunes fueron abandonados. El movimiento del ejército continuó, por centenares de kilómetros, a través de campos y mesetas cubiertas de nieve y hielo, para lo cual era preciso estar dotado de un sentido del espacio y de una facultad de orientación rayanos en la prodigioso. Ningún mapa ni brújula hubiesen sido de utilidad en semejantes movimientos. Mapa y movimientos pueden indicar la dirección, mas no pueden evitar la caída al fondo de un barranco o al lecho de un torrente, cosa que ni una sola vez le ocurrió al ejército makhnovista. Tal marcha por zonas accidentadas y privadas de caminos sólo fue posible por el perfecto conocimiento de su configuración. La prolongada maniobra permitió al ejército makhnovista evitar los centenares de cañones y ametralladoras enemigas y hasta vencer en Petrovo (gobernación de Kherson) a dos brigadas del I Ejército de caballería roja, que se dejó sorprender, creyendo a Makhno distante cien kilómetros.

Esta lucha desigual se prolongó por varios meses, con incesantes batallas de día y de noche.

Llegado a la gobernación de Kiev , el ejército makhnovista se encontró en una comarca accidentada y rocosa y, de añadidura, en pleno período de grandes heladas, a tal punto que hubo de abandonar toda la artille,ría, municiones y hasta víveres, como asimismo casi todos los vehículos del convoy [2]. Por entonces, dos divisiones enemigas de caballería -llamadas divisiones de cosacos rojos-, acantonadas en la frontera occidental, se agregaron a las fuerzas lanzadas por los bolcheviques contra Makhno.

Toda posibilidad de escapar parecía haberse desvanecido ya.

La comarca ofrecía tan escasos recursos como un cementerio: rocas y escarpados barrancos, todo cubierto de nieve. No se podía avanzar sino con extrema lentitud. Y de un lado y otro, incesantes cortinas de fuego de: cañones y ametralladoras. Nadie confiaba en hallar una salida salvadora. Pero nadie tampoco pensaba en una dispersión, en una vergonzosa fuga. Habían decidido morir juntos, hombro a hombro.

Indecible tristeza la de ver a este denodado puiiado de hombres debatiéndose entre las rocas, bajo el inclemente cielo y el continuado fuego enemigo, dispues..tos a batirse hasta lo último, ya consagrados a la muerte. Desgarrar.\te dolor, mortal angustia se apoderaba de uno, impulsándolo a gri tar desesperado; sí, a gritar, ante el mundo todo, que un crimen espantoso iba a consumarse y que lo más grande de un pueblo, lo que ha producido de más noble y suprime en las épocas heroicas de su historia, iba a ser aniquilado, a perecer para siempre.

Makhno y sus hombres salieron con honor de la dura prueba.

Avanzaron hasta los confines de Galitzia, llegaron hasta Kiev, en cuyas proximidades volvióse a cruzar el Dnieper; entraron en la gobemación de Poltava y en seguida en la de Kharkov; volvieron de nuevo al Norte, hacia Kursk, y, atravesando la vía férrea entre esta ciudad y Belgorod, se encontraron fuera del círculo enemigo, en situación mucho más favorable, dejando atrás a las numerosas divisiones bolcheviques lanzadas en su persecución (IP. Archinoff, ibídem).

La tentativa de captura fracasó.

Pero el desigual duelo entre el puñado de makhnovistas y los ejércitos del Estado bolchevique no estaba aún cerca de su fin.

El comando bolchevique persistía en su jpropósito: apoderarse del núcleo principal de la makhnovtchina y destruirla. Las divisiones rojas de toda Ucrania fueron movilizadas para encontrar y cercar a Makhno. y pronto el cerco de fuego se fue cerrando nuevamente sobre el heroico puñado dle revolucionarios

y la lucha a muerte recomenzó.

En este punto preferimos dejar la pluma a Makhno mismo -transcribiendo la carta que dirigiera a Archinoff- para el relato del doloroso final. En ella pinta admirablemente las últimas convulsiones de la lucha.

A los dos días de su partida, querido amigo, tomé la ciudad de Korotcha (gobemación de Kursk), donde hice editar varios millares de ejemplares de los Estatutos de los Soviets libres, y me dirigí, por Varpniarka y por la región del Don, hacia las gobemaciones de Ekaterinoslav y de Taurida. Hube de sostener diariamente encarnizados combates contra la infantería comunista que nos seguía paso a paso, por una parte, y contra el II Ejército de caballería, por otra.

Tú conoces a nuestros jinetes: jamás la caballería roja -de no estar apoyada por destacamentos de infantería y autos blindados- pudo resistirlos. Por ello logré, aunque a costa de importantes pérdidas, abrirme paso sin cambiar de dirección.

Nuestro ejército demostraba cada día que era verdaderamente un ejército popular y revolucionario: en las condiciones materiales en que se encontraba habría debido deshacerse: rápidamente; por lo contrario, no cesaba de acrecerse en efectivos y material.

En una de las batallas serias que hubiuilos de sostener, fueron muertos más de treinta hombres de nuestro destacamento de caballería, la mitad de ellos jefes, entre otros nuestro querido y buen amigo, joven de edad, pero veterano en hazañas de guerra, Gabriel Troian, comandante del destacamento, turnbado de un balazo de ametralladora. A su lado cayeron Apollon y varios otros valerosos camaradas.

A poca distancia de Gulai-Pole se nos umieron tropas frescas, plenas de decisión, encabezadas por Brova y Parkhomenko.

Poco después, la primera brigada de la cuarta división de la caballería de Budienny, con su comandante Maslak a la cabeza, se pasó a nuestro lado. La lucha se hacía de más en más encarnizada.

A principios de marzo (1921) [3] dije a Brova y Maslak que formaran con una parte de las tropas a mi disposición un cuerpo especial, que fue enviado hacia el Don y el Kuban. Otro grupo, a las órdenes de Parkhomenko, fue enviado a la región de Voroneje. (Muerto Parkhomenko más tarde, lo reemplazó un anarquista originario de Tchuguiev.) Un tercer grupo de unos 600 jinetes y el regimiento de infantería de Ivanuk fue dirigido hacia Kharkov.

Hacia la misma época, nuestro buen camarada y revolucionario Vdovitchenko, herido en combate, debió ser trasladado, con una pequeña escolta, a Novospassovka, para su curación. Un cuerpo expedicionario bolchevique descubrió su retiro y los atacó. Nuestros hombres se defendieron como pudieron y, al final, para no ser apresados, Vdovitchenko y su camarada Matrossenko prefirieron suicidarse: éste cayó muerto en el acto, pero a Vdovitchenko le quedó la bala alojada en el cráneo, debajo del cerebro. Los comunistas le cuidaron y le salvaron, de momento, la vida. Pronto tuve sus noticias. Estaba en el hospital de Alexandrovsk y rogaba a sus camaradas que hallaran un medio de liberarle. Se le torturaba atrozmente, apremiándole a renegar de la makhnovtchina, firmando al efecto un documento. Se negaba a ello con desprecio, aunque estuviese tan débil que apenas podía hablar. Vista su negativa, estaba por ser fusilado de un momento a otro. Mas yo no pude saber si lo fue o no.

Hacia esa época yo me hallaba en marcha, con el cruce del Dnieper, hacia Nicolaiev; de allí volví a pasar el Dnieper por arriba de Perekop, dirigiéndome a nuestra región, donde esperaba encontrar algunos de nuestros destacamentos. Pero el comando comunista me había preparado una emboscada cerca de Melitopol. Imposible avanzar; igualmente imposible repasar el Dnieper, cuya corriente, haciendo comenzado a fundirse la capa de nieve que lo cubría, arrastraba bloques de hielo. Hubo que aceptar el combate. Tuve que montar a caballo [4] y dirigir las operaciones.

Una parte de las tropas enemigas fue hábilmente desviada y evitada por los nuestros, y la otra, obligada a mantenerse alerta durante veinticuatro horas, hostigada por patrullas de exploradores. Mientras, yo logré efectuar una marcha forzada de 60 verstas (poco mds de 64 kilómetros), y al 1imanecer del 8 de marzo arrollar a una tercera formación bolchevique, acampada a orillas del lago Molotchny, y ganar, por el estrecho promontorio entre el lago y el mar de Azof, espacio libre en la región de Vorkhny-Tokmak.

De allí envié a Kurilenko a la región de Berdiansk-Melitopol para dirigir el movimiento insurreccional. Yo partí, esperando pasar por Gulai-Pole, hacia la gobernación de Schernigov, de algunos de cuyos distritos habían venido delegaciones campesinas a pedirme que pasara por ellos.

En el trayecto, mis tropas -es decir, las de Petrenko, consistentes en 1.500 jinetes y dos regimientos de infantería- fueron detenidas y cercadas por fuertes divisiones bolcheviques. Tuve que dirigir nuevamente los movimientos del contraataque. Nuestros esfuerzos fueron coronados por el éxito: derrotamos por completo al enemigo, haciendo numerosos prisioneros y apoderándonos de armas, cañones, municiones y cabalgaduras. Pero a los dos días fuimos atacados por tropas frescas y muy valerosas.

He de decirte que estos diarios combates habituaron a nuestros hombres a hacer caso omiso de su vida, a tal punto que hazañas de heroísmo extraordinario, sublime, ni de lejos comparable al coraje más elevado, se hicieron hechos corrientes. Al grito de: «¡Vivir libres o morir combatiendo!» se arrojaban a la pelea, arrollando aun enemigo en mucho superior y poniéndolo en fuga.

En el curso de nuestro contraataque, temerario hasta la locura, una bala me atravesó el muslo y penetró en el bajo vientre, cerca del apéndice, desmontándome. Este incidente frustró nuestro contraataque, determinando un repliegue, por haber sido cortado el impulso de nuestras tropas a causa del grito de uno de los nuestros, poco experimentado, sin duda [5]: «¡Batko está muerto!» Se me transportó, por unas doce verstas, en un vehículo, antes de hacerme cura alguna, y perdí sangre en abundancia. Permanecí tendido sin conocimiento a cuidado de Leo Zinkovsky. Era el 14 de marzo. El 15, a la noche, recobré los sentidos, y me encontré rodeado por todos los comandantes de nuestro ejército y los miembros del estado mayor, Belach al frente, que me pedían firmara la orden de enviar destacamentos de 100 y 200 hombres al encuentro de Kurilenko. Kojin y otros que dirigían el movimiento insurreccional en diversos distritos. Querian que yo me retirase, con un regimiento, a un lugar relativamente tranquilo, hasta poder montar a caballo. Firmé la orden. y además autoricé a Zabudko a formar un destacamento volante, para operar a voluntad en la región, aunque sin perder contacto conmigo. En la mañana del 16 ya habían partido todos esos destacamentos, salvo una pequeña unidad especial que me acompañba. En eso, la IX División de caballería roja cayó sobre nosotros, obligándonos a levantar campamento, prosiguiendo la persecución durante trece horas, en un recorrido de 180 verstas. Llegados finalmente a la aldea Sloboda, a orillas del mar de Azof, pudimos cambiar caballos y hacer un alto de cinco horas. Al amanecer del 17 de marzo reanudamos la marcha hacia Novospassovka; pero, recorridas 17 verstas, chocamos con otras fuerzas frescas de caballería, que habían sido lanzadas tras Kurilenko, a quien perdieron de vista, y así dieron con nosotros. Después de habernos seguido unas 25 verstas (estábamos deshechos de fatiga, totalmente agotados y realmente incapaces, esta vez, de combatir), esa caballería se nos vino resueltamente al ataque.

¿Qué hacer? Yo ni siquiera podía no ya montar, sino incorporarme; estaba acostado en el fondo del vehículo y veía un cuerpo a cuerpo espantoso -un hacheamiento- a unos 200 metros. Nuestros hombres morían por mí, por no abandonarme. Y, al fin y al cabo, no había medio alguno de salvación, ni para ellos ni para mí. El enemigo era cinco o seis veces más numeroso y recibía reservas frescas. En eso, los que servían nuestras ametralladoras Lewis -las cinco que tenía conmigo desde tanto tiempo, a las órdenes de Micha, originario de la aldea Schernigovka, cerca de Berdiansk- se acercaron al vehículo y uno habló: «Batko: su vida es indispensable para la causa de nuestra organización campesina, causa que amamos, y por la que pronto hemos de morir. Pero nuestra muerte le salvará, junto con los fieles camaradas que se encarguen de cuidarlo. No se olvide de repetir estas palabras a nuestras familias.» Uno me abrazó, y ya no volví a ver a ninguno de ellos cerca. Al momento, Leo Zinkovsky me llevó en brazo a un carro campesino hallado por ahí. Oía el crepitar de ametralladoras y estallar las bombas a lo lejos: nuestros lewinistas les cerraban el paso a los bolcheviques...

Tuvimos tiempo de adelantarnos tres o cuatro verstas y pasar el vado de un río: estábamos a salvo. Pero nuestros ametralladoristas habían muerto todos, sin ceder un paso. Tiempo después, pasamos por el lugar, y los campesinos de la aldea Starodubovka nos señalaron la fosa común en que habían sido sepultados. Aún ahora, mi querido amigo, no puedo retener las lágrimas al pensar en estos valerosos combatientes, sencillos campesinos. Con todo, debo decírtelo, me parece que ese episodio me curó. Esa misma noche pude montar, y abandoné la región.

En abril restablecí el contacto con todos los destacamentos de nuestras tropas. Los menos distantes recibieron orden de dirigirse a la región de Poltava. En mayo se juntaron allí las unidades de Tomás Kojin y de Kurilenko y formaron un cuerpo de 2.000 jinetes y algunos regimientos de infantería. Se decidió marchar hacia Kharkov y echar de ella a sus dominadores, los del Partido Comunista. Pero éstos estaban en guardia y mandaron a mi encuentro más de sesenta autos blindados, varias divisiones de caballería y una nube de infantes. La lucha contra estas tropas duró semanas.

Un mes después, el camarada Stchuss fue muerto en batalla, en la región de Poltava. Estaba de jefe del estado mayor del grupo de Zabudko, cumpliendo bravamente su deber, como siempre.

Un mes más tarde le llegó la vez a Kurilenko. Estaba cubriendo el cruce de las vias férreas, ocupado personalmente en emplazar los destacamentos y al frente de la vanguardia siempre. Un día fue sorprendido por los jinetes de Budienny y pereció en la refriega.

El 18 de mayo la caballería de Budienny marchaba de la región de Ekaterinoslav hacia el Don para dominar una revuelta de campesinos, a cuyo frente se encontraban nuestros camaradas Brova y Maslak (el jefe de la primera brigada del ejército de Budienny, que se había plegado a nuestras tropas con todos sus hombres).

Nuestro grupo estaba formado por varios destacamentos reunidos a las órdenes de Petrenko-Platonoff, del que formábamos parte también nuestro estado mayor principal y yo. Ese día, el grupo se encontraba a quince o veinte verstas del camino seguido por el ejército de Budienny. Sabiendo éste que yo me hallaba con tal grupo de fuerzas, se dejó seducir por la escasa distancia que nos separaba y ordenó al jefe del destacamento de autos blindados (el número 1) -que habría de participar en el aplastamiento de los campesinos del Don- que bloqueara, con 16 autos blindados, el acceso a la aldea Novogrigorievka, mientras él mismo marchaba, a campo traviesa, al frente de una parte de la XIX División de caballería (anteriormente división del servicio interior), en dirección a esa aldea. Llegó a ella antes que los autos blindados, que debían evitar los barrancos, buscar vados para el cruce de las corrientes de agua, disponer centinelas, etcétera. Al corriente de todos estos movimientos por la vigilancia de nuestros exploradores, pudimos tomar precauciones. Y cuando Budienny apareció a la vista de nuestro campamento nos lanzamos a su encuentro.

En un abrir y cerrar de ojos, Budienny, que galopaba fieramente en primera fila, volvió grupas y huyó, infame cobarde, abandonando a sus compañeros. El combate que se entabló fue una pesadilla. Los soldados rojos lanzados contra nosotros habían permanecido hasta entonces en la Rusia Central, para «asegurar el orden interiora». No habían combatido a nuestro lado en Crimea; no nos conocían, pues. Se les había engañado, diciéndoles que éramos vulgares bandidos, y fue para ellos punto de honor no retroceder ante malhechores. En cuanto a los insurgentes, se sentían en su derecho y estaban firmemente decididos a vencer y desarmar al enemigo. Este combate fue el más encarnizado de cuantos sostuvimos, antes y después. Terminó con la completa derrota de las tropas de Budienny, lo que provocó la descomposición de su ejército y la deserción de muchos soldados.

Formé en seguida un destacamento de hombres originarios de Siberia y lo envié allí, provisto de lo necesario, a las órdenes del camarada Glasunoff. A principios de agosto de 1921 supimos por los diarios bolcheviques que este destacamento había hecho su aparición en la región de Samara. Luego no oí hablar más de él.

No cesamos de combatir durante todo el verano de 1921.

La excesiva sequía de ese verano y la mala cosecha resultante en las gobernaciones de Ekaterinoslav, Taurída y, particularmente, en las de Kherson y Poltava, como asimismo en la región del Don, nos forzaron a dirigirnos, por una parte, hacia el Kuban, el bajo Tzaritzin y Saratov, y, por otra, hacia Kiev y Tchernigov. Por este lado, la lucha era dirigida por el camarada Kojin. Cuando nos reencontramos me entregó unos paquetes de papeles, en que se consignaban las decisiones adoptadas por los campesinos de la gobernación de Tchernigov, expresando su voluntad de sostenernos enteramente en nuestra lucha.

Yo hice una expedición hacia el Volga, con los destacamentos de los camaradas Zabudko y Petrenko; luego me replegué hacia el Don, hallando en el trayecto a varias de nuestras unidades, cuya conjunción realicé y las uní con el grupo de Azof (el antiguo grupo de Vdovitchenko).

A principios de agosto de 1921, se decidió, a causa de la gravedad de mis heridas, mi partida al extranjero, con algunos de mis comandantes, para seguir un tratamiento serio. Por esa misma época también resultaron heridos gravemente nuestros mejores comandantes: Kojin, Petrenko y Zabudko. El 13 de agosto, acompañado de unos cien jinetes, me dirigí hacia el Dnieper, que cruzamos en la mañana del 16, entre Orlik y Krementchug, con ayuda de 17 barcas de pescadores. Ese día fui herido seis veces, aunque ligeramente. En el trayecto enconttamos varios de nuestros destacamentos, a los que explicamos las razones de nuestra partida al extranjero. Y todos nos expresaron lo mismo: «Vaya y cuídese bien, Batko, y luego vuelva en nuestro auxilio.»

El 19 de agosto, a 12 verstas de Bobrlnetz, nos topamos con la 7ª. división de caballeria del ejército rojo, acampado a lo largo del río Ingulets. Volver sobre nuestros pasos significaba correr a nuestra perdición, pues habíamos sido avistado por un regimiento de caballería, a nuestra derecha, que se adelantó en seguida para cortarnos la retirada. Rogué a Kinkovsky que me pusiera a caballo, y en un parpadeo, desnudos los sables y al grito de jhurra!, nos precipitamos hacia las ametralladoras de la división, agrupadas en una aldea. Así conseguimos 13 ametralladoras Maxim y 3 Lewis. y luego continuamos nuestra marcha. Pero, apenas en posesión de las ametralladoras, toda la división formó en batalla y nos atacó. Estábamos en una ratonera. Pero atacamos sin perder ánimo, y arrollamos al 38 regimiento y a la división. Abierto el paso, recorrimos 110 verstas sin detenernos, sin dejar de defendernos contra incesantes ataques de esas tropas, de las que acabamos por escapar, después de haber perdido a 17 de nuestros mejores compañeros.

El 22 de agosto, hubo aún que ocuparse de mí: una bala me penetró por el cuello y salió por la mejilla derecha. Otra vez acostado en el fondo de un vehículo. Pero eso no hizo sino acelerar nuestra marcha. El 26, hubimos de sostener otro combate con los rojos, en el que perdimos a nuestros mejores camaradas y combatientes: Petrenko, Platonoff e Ivanuk.

Me vi obligado a modificar por última vez nuestro itinerario.

El 28 de agosto, cruzamos el Dniester. Heme ya en el extranjero...

Así tenninó, a fines de 1921, el gran drama popular de Ucrania, drama que representa un trozo de historia del pueblo -no de partidos, autoridades o sistemas de opresión- y que sin embargo, o por esa razón precisamente, no es ni siquiera sospechado fuera de Rusia, a excepción de los ambientes anarquistas y al.

gunos círculos reducidos, pues todos esos hechos han sido cuidadosamente ocultados por los superhombres patentados y sus acólitos. Porque la verdad histórica habría precipitado de su pedestal de arcilla a todos esos pigmeos, lo mismo que la verdadera revolución popular arrojará al polvo para siempre a todos los superhombres del poder, cualesquiera sean. y no faltarán entonces hombres que sepan y quieran escribir, al fin, la verdadera historia de los pueblos.

Con sus numerosas divisiones, no hesitando ante las más terribles medidas de represión y de violencia, el gobierno bolchevique logró aplastar rápidamente o dispersar a los últimos destacamentos makhnovistas, errantes por la región. Igualmente acabó con la resistencia de las últimas tropas petluristas en el Sudoeste y la de las numerosas formaciones campesinas, de muy variada naturaleza, en estado de espontánea revuelta contra los nuevos señores o que se habían echado al monte para sustraerse al implacable castigo.

Makhno, con algunos de sus camaradas de lucha, se había refugiado en el extranjero y ya no volvió más a su país natal.

La entera Ucrania fue sometida a la dictadura bolchevique.

Notas

1 Frunze cita varios casos de soldados rojos que fueron desarmados y aun muertos por los makhnovistas. Ahora bien: todos los casos citados fueron examinados por él mismo, Rakovsky y los representantes de los makhnovistas, en Kharkov, estableciéndose de modo indiscutible: 1º que el ejército makhnovista no estaba por nada implicado en esos hechos; 2º que, si se habían cometido actos hostiles al ejército rojo, lo fueron por ciertos destacamentos militares que no formaban parte del ejército makhnovista, a causa sobre todo de que las autoridades bolcheviques habían descuidado de publicar, oportunamente y de modo inteligible, su acuerdo con los insurgentes. En efecto, se sabía de numerosos destacamentos militares no incorporados al ejército makhnovista (volveremos sobre ello más adelante en otro orden de ideas), operantes en diversos puntos de Ucrania. La mayor parte de esos destacamentos. aun operando a su voluntad. prestaban oído, sin embargo, a la opinión y la actitud del ejército insurreccional. Y habrian por cierto cesado toda hostilidad contra las autoridades y el ejército soviéticos de haber conocido el acuerdo con los makhnovistas.

Frunze trata de justificar su orden al modo de los jesuitas, con argumentos en apariencia plausibles, pero falsos en realidad. Pues él no puede aportar sino un argumento verdadero: el deseo de los bolcheviques de desembarazarse definitivamente del ejército y del movimiento makhnovistas, toda vez que el poder bolchevique no tenía ya necesidad del ejército insurreccional. Si lo confesara. se explicaria su actitud. Pero pondría en evidencia las mentiras del gobierno y su verdadera actitud respecto a las masas laboriosas. Esta necesidad de ocultar al pueblo la verdadera razón de la ruptura es la mejor confesión. la mejor proeba

del espíritu antipopular. antisocial y antirrevolucionario de toda la política bolchevique. Si esa actitud y esa política eran leales y justas, ¿por qué habría de procurar engañar?

2 No olvidemos que este ejército aspiraba a permanecer como tal, esperanzado de seguir siendo útil a la causa. Tal la razón que lo incitaba a persistir en sus denodados esfuerzos (Volin).

3 Ha de recordar el lector que fue justamente por esa fecha que se inició la rebelión de Cronstadt. La afirmación bolchevique de que Makhno había participado indirectamente en ese movimiento tenía, pues, cierta base (V.).

4 Como ya se ha dicho, había sido herido de un balazo que le fracturó un tobillo. Por ello no montaba a caballo sino en caso de extrema necesidad.

5 Makhno quiere decir que no sabía que no hay que lanzar tales gritos en plena batalla.

LA SUERTE DE MAKHNO y DE ALGUNOS DE SUS COMPAÑEROS; EPILOGO

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Extracto de La Revolución desconocida de Volin. Ed. Campo Abierto.

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A modo de epílogo, daremos aquí detalles sobre la represión final y también sobre la suerte personal de ciertos militantes makhnovistas.

La tercera y última guerra de los bolcheviques contra los makhnovistas fue al par, naturalmente, una guerra contra todo el campesinado de Ucrania. No sólo se trataba de destruir al ejército insurreccional, sino de dominar definitivamente toda esa masa de espíritu rebelde, privándola de la más mínima posibilidad de retomar las armas y de hacer renacer el movimiento. Se trataba de extirpar los gérmenes mismos del espíritu de rebelión.

Metódicamente, las divisiones rojas atravesaban todas las aldeas de la región insurgente, exterminando en masa a los campesinos, a menudo -detalle sabroso- a indicación de los granjeros ricos (kulaks) del lugar. Muchos centenares de campesinos fueron fusilados en Gulai-Pole. Novospassovka, Uspenovka, Malaia-Tokmatchka, Pologui y otras grandes aldeas de la región. En muchos lugares, los tchekistas, con furia homicida, fusilaban a mujeres y niños de los insurgentes.

Frunze, comandante en jefe del frente sur, fue quien dirigió esta campaña represiva. «Hay que acabar con la makhnovtchina en dos tiempos y tres movimientos», decía en su orden a los ejércitos del Sur, la víspera de iniciarse la acción. y se comportó como infame soldadote, fiel servidor de sus amos, tratando a «esa canalla de mujiks», como conquistador y «nuevo noble», sembrando la muerte y la desolación a su paso.

Agreguemos ahora algunas notas sobre la suerte personal de los principales animadores del movimiento popular de Ucrania.

Simón Karetnik, ya citado, campesino de Gulai-Pole. Uno de los más pobres de la aldea, que trabajaba sobre todo como peón de granja. Sólo pudo seguir estudios escolares durante un año. Anarquista desde 1907, participó en el movimiento desde los primeros días. En diversa ocasiones dio pruebas de notable talento guerreo. Fue varias veces herido en los combates contra Denikin. Fue miembro del Consejo de los insurgentes revolucionarios y uno de los mejores comandantes del ejército insurreccional: desde el año 1920 reemplazó a menudo a Makhno en el comando supremo del ejército. Dirigió la expedición a Crimea contra Wrangel, después de cuya derrota los bolcheviques hicieron que Karetnik partiera, a pretexto de asistir a un consejo militar, y en el trayecto lo sorprendieron y lo fusilaron en Melitopol. Dejó viuda y varios huérfanos.

Martchenko. También de familia de campesinos pobres de Gulai-Pole. Instrucción escolar incompleta. Anarquista desde 1907 , con Makhno y Karetnik. Herido varias veces en combate contra las tropas de Denikin. En los dos últimos de la insurrección, tuvo el mando de toda la caballería makhnovista. Integró el Consejo de insurgentes revolucionarios. Resultó muerto en febrero de 1921, cerca de Poltava, en batalla contra los rojos. Dejó viuda.

Gregorio Vassilevsky. De familia campesina pobre, de Gulai-Pole. Instrucción primaria. Anarquista desde antes de 1917, participó en la makhnovtchina desde los comienzos. Amigo personal de Makhno, lo reemplazó en ocasiones en el comando del ejército. Fue muerto en diciembro de 1920, en batalla contra los rojos, en la región de Kiev. Dejó viuda y huérfanos.

Boris Veretelnikoff .Campesino originarn de Gulai-Pole, se hizo fundidor, ocupándose en usinas locales primeramente y luego en la Putiloff, de Petrogrado. Se inició como socialista revolucionario y en 1918 profesó las ideas anarquistas. Orador y organizador bien dotado, había participado en todas las fases de la Revolución rusa y al volver a Gulai-Pole en 1918 se entregó sobre todo a la. propaganda hasta que entró en el ejército insurreccional, en el que demostró grandes cualidades militares y desempeñó, por algún tiempo, las funciones de jefe del estado mayor. En junio de 1919 se lanzó, a la cabeza de Un destacamento formado de prisa, en defensa de Gulai-Pole contra fuerzas muy superiores de Denikin y, completamente cercado, se batió hasta lo último, pereciendo con todo el destacamento. Dejó viuda y huérfanos.

Pedro Gavrilenko. Campesino de Gulai-Pole, anarquista desde la revolución de 1905-6. Militante de los más activos de los makhnovtchina, desempeñó un papel de primer plano en la derrota de las tropas denikistas, en junio de 1919, como comandante del III cuerpo de los insurgentes makhnovistas. En 1921, actuó de jefe del estado mayor del ejército de Crimea. Víctima de la traición bolchevique después de la derrota de Wrangel, fue fusilado en Melitopol, como Karetnik. .

Basilio Kurilenko. Campesino de Novospassovka, de instrucción primaria. Anarquista desde el comienzo de la Revolución. Propagandista popular de talento y militante de muyelevadas cualidades morales, se reveló también como uno de los mejores comandantes del ejército insurreccional, al que aportó numero.

sas victorias sobre las tropas de Denikin. Ni que decir que fue herido repetidamente; terminó su vida en una escaramuza con los rojos, en el verano de 1921. Dejó viuda.

Víctor Belach. Campesino de Novospassovka. Instrucción primaria. Anarquista. Hasta 1919, comandó un regimiento makhnovista. Hábil estratega, llegó a ser jefe del estado mayor del ejército insurreccional, en el que elaboró notables planes de combate. En 1921 cayó en poder de los bolcheviques, ignorándose el fin que hubo de sufrir .

Vdovitchenko. Campesino de Novospassovka. Anarquista. Instrucción primaria. Participante de los más activos de la insurrección revolucionaria, comandó el destacamento especial de las tropas makhnovistas, correspondiéndole considerable papel en la derrota de Denikin bajo Peregonovka, en septiembre de 1919.

En 1921, herido en combate, fue llevado a su aldea para ser curado; fuerzas bolcheviques, enteradas de ello, lo atacaron: agotada la resistencia, él y Matrossenko prefirieron suicidarse, pero Vdovitchenko quedó con vida y, curado por los rojos, rechazó despreciativamente sus propuestas de pasar a su servicio. Estaba por ser fusilado, pero nada se sabe a ciencia cierta.

Pedro Rybin (Zonoff). Obrero metalúrgico, originario de la gobernación de Orel. Revolucionario desde 1905. Emigró a América del Norte, donde activó en el movimiento revolucionario ruso en el exilio. Volvió a Rusia en 1917 y se estableció en Ekaterinoslav, cumpliendo considerable obra popular en la reorganización de la industria y los transportes. Colaboró al comienzo con los bolcheviques como experto del movimiento profesional, pero en 1920 comprendió la inconveniencia de tal colaboración por ser contraria a los verdaderos intereses de obreros y campesinos la actividad bolchevique, y en el otoño de ese año se adhirió al movimiento makhnovista, al que consagró todas sus energías y conocimientos. En 1921 fue arrestado por la Tcheka en Kharkov y fusilado [1].

Kalachnicoff. Hijo de obrero. Recibió instrucción más que primaria y llegó a ser subteniente en el ejército zarista. En 1917 era secretario del grupo anarquista de Gulai-Pole. Entró luego en el ejército insurreccional, siendo conceptuado como uno de sus más eminentes comandantes. Fue el principal organizador del levantamiento de las tropas rojas en Novy-Boug, en 1919, que se plegaron al ejército insurreccional, cuando éste llamó a reagrupamiento propio a sus regimientos transitoriamente incorporados al ejército rojo. Fue muerto en 1920 en combate contra los rojos. Tenía esposa y un hijo.

Mikhaleff-Pavlenko. De familia campesina de la Rusia Central. En 1917, miembro de un grupo anarquista de Petrogrado. Llegó a Gulai-Pole a comienzos de 1919. De buena instrucción profesional, organizó y comandó las tropas de ingeriieros y zapadores del. ejército insurreccional. El 11 ó 12 de junio de 1919, hallándose en un tren blindado empeñado en lucha contra fuerzas denikistas, fue traidoramente apresado, con su camarada Burbyga, por orden de Vorochiloff (que mandaba el XIV ejército bolchevique) y ejecutado en Kharkov, el 17 de junio.

Makeef. Obrero de Ivanovo-Voznessensk, cerca de Moscú; miembro del grupo anarquista de esta ciudad. A fines de abril de 1919 llegó a Gulai-Pole con 35 camaradas, y se consagró por de pronto a la propaganda, para entrar luego en el ejército insurreccional, cuyo estado mayor llegó a integrar. Fue muerto en noviembro de 1919 en combate contra los denikistas.

Stchuss. Campesino pobre de la aldea Bolchai-Mikhailovka. Bajo el zarismo sirvió en la marina. Al estallar la revolución, se contó entre los primeros y más activos insurgentes del Sur de Ucrania. Con un grupo de guerrilleros sostuvo tenaz lucha contra las fuerzas de ocupación austroalemanas y contra las del hetman. Incorporado luego al ejército insurreccional, ocupó en él importantes puestos. Fue mortalmente herido, en junio de 1921, en una batalla contra tropas bolcheviques.

Isidoro Luty. Uno de los más pobres campesinos de Gulai-Pole. Obrero pintor; anarquista y amigo íntimo de Makhno. Participó en la insurección desde el primer momento. Fue muerto en la batalla de Peregonovka contra las tropas denikistas, en septiembre de 1919.

Tomás Kojin. Campesino revolucionario. Notable comandante de la sección de ametralladoras. Desplegó una actuación de primer plano en todas las derrotas infligidas a Denikin y Wrangel. Fue gravemente herido en combate con loS rojos, en 1921. Ignoramos qué ha sido de él.

Iván y Alejandro Lepetchenko. Campesinos anarquistas de Gulai-Pole. Fueron de los primeros insurgentes, contra el hetman y participaron activamente en todas las luchas del ejército makhnovista. Alejandro fue apresado y fusilado por los bolcheviques en Gulai-Pole, en la primavera de 1920. Nos es desconocida la suerte de su hermano.

Sereguin. Campesino. Anarquista desde 1917. Intervino desde el comienzo en la insurrección. Actuó sobre todo en el servicio de aprovisionamiento del ejército insurgente. Ignoramos qué ha sido de él.

Gregorio y Savva, hermanos de Néctor Makhno. Participaron activamente en la insurrección. Gregorio fue muerto en combate contra los denikistas, en septiembre de 1919. Savva, el mayor de la familia, fue apresado por los bolcheviques en Gulai-Pole, no en un encuentro, sino en su hogar, y fusilado.

Hemos de nombrar también, aunque sumariamente, a Budanoff, obrero anarquista; Tchernonoknijny, maestro; los hermanos Tchubenko, obreros; y Danilott, campesino, la suerte de todos los cuales no es desconocida; Sereda, campesino, gravemente herido en combate contra Wrangel y hospitalizado por los bolcheviques antes de la ruptura con Makhno, fue por ellos fusilado, en condiciones particularmente odiosas, después de la ruptura, en marzo de 1921; Garkucha, muerto en 1920; Koliada, Klein, Dermendji y Pravda, de ignorada suerte todos ellos; Bondaretz, muerto en 1920; Brova, Zabudko, Petrenko, Troian, Parkhomenko, Ivanuk, Taranovsky, muertos; Tcheredniakott y Popott, fusilados; Maslak, Golik, Dotzenko, K oval, Domachenko, Tykhenko y Buryma, cuya suerte se desconoce; Tchumak, Krat, Kogan y tantos y tantos otros cuyos nombres se nos escapan.

Todos estos hombres, como millares y millares de anónimos combatientes, surgieron de las más profundas capas de la población laboriosa y se revelaron altamente en el momento de la acción revolucionaria, sirviendo a la verdadera causa de los trabajadores con todas sus fuerzas y hasta el último aliento, pues fuera de esa amada causa no había nada en la vida para ellos. Su existencia personal, y casi siempre también las de sus familiares, fueron destruidas, lo mismo que sus magros bienes. Hay que tener la desfachatez, la insolencia y la infamia de los bolcheviques -esos advenedizos de la innoble raza de los hombres de Estado- para calificar, atan sublime movimiento revolucionario popular, de levantamiento de kulaks y de bandolerismo.

Detengámonos en un caso personal, entre todos odiosos. Boguche, anarquista ruso, que había emigrado a América, acababa de regresar a Rusia en 1921, expulsado de los Estados Unidos con otros emigrados [2]. Se hallaba en Kharkov en el momento de la concertación del acuerdo entre makhonovistas y bolcheviques.

Había oído hablar tanto de la makhnovtchina y de Gulai-Pole, que quiso estudiar el movimiento en el terreno. ¡Ay de él! No pudo ver libre a Gulai-Pole sino contados días. Apenas ocurrida la ruptura, volvió a Kharkov, donde fue arrestado por orden de la Tcheka y fusilado, en marzo de 1921.

Esta ejecución no tiene sino una explicación: los bolcheviques no quisieron dejar con vida a un hombre, con relaciones en el extranjero, que conocía la verdad sobre la traidora agresión contra los makhnovistas y podía revelarla fuera de Rusia.

En cuanto a Néstor Makhno, llegó al extranjero, primeramente a Rumania, a fines de agosto de 1921. Internado en ese país con sus camaradas, logró pasar a Polonia, donde fue arrestado, juzgado por pretendidas fechorías realizadas en Ucrania contra los intereses de Polonia, y absuelto. Se dírigió entonces a Dantzing, donde fue igualmente apresado. Pero pudo fugarse, con ayuda de camaradas, y se instaló definitivamente en París.

Muy seriamente enfermo, sufriendo atrozmente a causa de sus numerosas heridas, desconocedor de la lengua del país y adaptándose difícilmente al nuevo ambiente, tan diferente del suyo, soportó en París una existencia extremadamente penosa, tanto material como moralmente. Su vida en el extranjero fue una larga y lamentable agonía. Sus amigos le ayudaron, cierto es, a soportar el peso de esos tristes años de declinación.

Por momentos, esbozaba cierta actividad. Se dedicó sobre todo a escribir la historia de sus luchas y de la revolución en Ucrania, pero no pudo llevarla a término, habiendo llegado sólo hasta fines de 1918. Dijimos ya que apareció en tres volúmenes: el primero, en ruso y en francés, en vida del autor; los otros dos, en ruso solamente, después de su muerte.

Su salud empeoraba rápidamente. Internado en el hospital Tenon, murió en él en julio de 1935. Fue incinerado en el crematorio del père-Lachaise, donde se puede ver la urna que contiene sus cenizas. Tenía esposa y una hija.

Notas y apreciaciones personales sobre Makhno y el movimiento.

Antes de cerrar este capítulo, he de cumplir un doble deber: refutar, definitivamente, por una parte, las calumnias -bolcheviques y otras- con que se trató y aún se trata de desfigurar el movimiento y enlodar la reputación del ejército insurreccional y la de Makhno; y, por otra parte, examinar las debilidades y los defectos reales de la makhnovtchina, de sus animadores y su guía.

Hemos hablado de los esfuerzos de los bolcheviques para presentar al movimiento makhnovista como una expresión de bandolerismo ya Makhno como bandido extraordinario. La documentación aportada permitirá al lector -confío en ello- juzgar por sí mismo tales ignominias. No insistiré, pues, sobre este punto.

Sin embargo, es indispensable poner de relieve ciertos hechos que dieron a las versiones calumniosas alguna apariencia de veracidad, favoreciendo su difusión y arraigo, hechos que los bolcheviques supieron aprovechar hábilmente.

Señalaremos, ante todo, que a pesar de su gran envergadura, el movimiento makhnovista permaneció, por numerosas razones, encerrado en sus propios límites, como en recipiente cerrado, aislado del resto del mundo. Movimiento surgido de las masas populares mismas, permaneció absolutamente extraño a toda manifestación ostentosa, exhibicionista, de ruido y publicidad, de gloria, etc. No realizó ninguna acción política, ni determinó el surgimiento de élite dirigente alguna, ni ofreció ante las candilejas ninguna estrella. Como verdadero movimiento, concreto, pleno de vida y no de papelorios y hazañas de jefes geniales y de superhombres, no tuvo tiempo, ni posibilidad, ni aun necesidad de atesorar, de fijar para la posteridad, sus ideas, sus documentos y sus actos. Dejó pocas trazas palpables; sus títulos reales no fueron grabados en parte alguna, su documentación no fue conservada, ni difundida lejos. Rodeado por todos lados de enemigos implacables, combatido sin tregua y sin cuartel por el partido detentor del poder, apagado por el alboroto aturdidor de los hombres de Estado y sus corifeos, y habiendo, en fin, perdido por los menos el noventa por ciento de sus mejores militantes, este movimiento estaba destinado fatalmente a permanecer en la sombra.

No es fácil, así, penetrar su profunda sustancia. Lo mismo que, en épocas revolucionarias, millares de modestos héroes quedan por siempre ignorados, poco faltó para que el movimiento makhnovista quedase, también él, casi ignorada epopeya heroica de los trabajadores ucranianos. y yo no sé, en las actuales condiciones, si este estudio, tan reducido proporcionalmente a la magnitud de la materia, será algún día seguido de la vasta obra condigna.

Va de suyo que los bolcheviques utilizaron admirablemente todas las circunstancias y esa ignorancia para referir sobre el movimiento lo que quisieron.

Otro punto importante. Durante las luchas intestinas en Ucrania -luchas confusa, caóticas, que desorganizaron por completo la vida económica del país- pululaban en él formaciones armadas, compuestas de elementos fuera de clase y desocupados, guiados por aventureros, pillos y hasta bandidos, que no desdeñaban recurrir a la simulación, ostentando una cinta negra y diciéndose makhnovistas según las circunstancias. Esto, naturalmente, originó lamentables confusiones. Ni que decir que tales formaciones nada tenían de común con el movimiento makhnovista. y que los makhnovistas mismos lucharon contra esas bandas, hasta dar cuenta de ellas. Ni que decir, tampoco, que los bolcheviques conocían perfectamente la diferencia entre el movimiento revolucionario insurreccional y las bandas armadas sin ideal ni moral. Mas esta confusión favoreció a maravilla sus designios y, como «experimentados hombres de Estado», la explotaron en su provecho.

Los makhnovistas tenían a pecho el buen nombre de su ejército. Vigilaban atentamente, y de modo enteramente natural, la conducta de cada combatiente, y de manera muy general se comportaban correctamente con la población. Tan es así que no conservaban en sus filas a los elementos que, habiéndoseles unido voluntariamente, no llegaban a elevarse a su nivel mental y moral. Una prueba de ello la ofrece el episodio subsiguiente a la derrota del aventurero Grigorieff (verano de 1919).

Este ex oficial zarista logró arrastrar aun levantamiento bastante extenso contra los bolcheviques -de índole reaccionaria, progromista y movido, en parte, por simple espíritu de pillaje-, a algunos millares de jóvenes campesinos ucranianos, en su mayor parte inconscientes y engañados. Las masas laboriosas, rápidamente enteradas de la verdadera naturaleza del movimiento, dieron cuenta de la aventura, ayudadas por los bolcheviques y los makhnovistas.

En julio de 1919, en la aldea Sentovo, Makhno y sus amigos desenmascararon a Grigorieff ante una asamblea pública, a la que lo invitaron. Brutal, ignorante y en nada enterado de la mentalidad de los makhnovistas, habló el primero, pronunciando un discurso reaccionario. Makhno le respondió de modo tal que aquél se vio perdido y quiso hacer uso de sus armas. En breve lucha, fue abatido, con sus guardaespaldas. Se decidió entonces que los jóvenes partidarios de Grigorieff, cuya aplastante mayoría estaba, a pesar de todo, impregnada de espíritu revolucionario, engañada por su jefe, pudiesen entrar en el ejército makhnovista, si lo desearan. Pues bien, hubo necesidad, sin mucho tardar, de hacer que partieran casi todos ellos, porque, inconscientes y afectados por las malas inclinaciones adquiridas en su estada en las formaciones de Grigorieff, esos soldados no conseguían elevarse al nivel moral de los combatientes makhnovistas. Cierto que éstos opinaban que era cuestión de tiempo y no desesperaban de educarlos, pero, en las condiciones del momento, no era posible ocuparse de ellos. y para no comprometer el renombre del ejército insurreccional, se les despidió.

Makhno y el antisemitismo.

-Una difamación particularmente infame fue lanzada al respecto, entre tantas otras, contra el movimiento makhnovista en general y contra Makhno personalmente, repetida por numerosos autores de diversos campos y charlatanes de toda ralea. Unos la propalaban intencionadamente, y otros, la mayor parte, la repiten sin el mínimo escrúpulo de verificar los dichos y examinar atentamente los hechos.

Se pretende que los makhnovistas, y Makhno mismo, estaban impregnados de espíritu antisemita, que perseguían y masacraban a los judíos y fomentaban y hasta organizaban programas contt"a ellos. Los menos aventurados reprochan a Makhno haber sido un antisemita oculto, de haber tolerado, «cerrando los ojos», si no simpatizado, con los actos antisemitas cometidos por «sus bandas».

Podríamos llenar muchísimas páginas con multitud de pruebas irrefutables de la falsedad de tales aserciones; podríamos citar artículos y proclamas de Makhno y del Consejo de los insurgentes revolucionarios contra esta vergüenza de la humanidad que es el antisemitismo; podríamos referir algurios actos de espontánea represión, de Makhno y otros makhnovistas, contra la menor manifestación de espíritu antisemita (de parte de algunos aislados desorientados) en el ejército y en la población. (En estos casos, Makhno no hesitaba en reaccionar en el acto, personal y violentamente, como lo haría cualquier ciudadano ante una injusticia, un crimen o una flagrante violencia).

Una de las razones de la ejecución de Grigorieff por los makhnovistas fue su antisemitismo y el enorme progrom antijudío que organizó en Elisabethgrad, con cerca de 3.000 víctimas. Una de las razones del despido de los ex partidarios de Grigorieff, admitidos en el ejército insurreccional, fue el espíritu antisemita que su anterior jefe les había inculcado.

Podríamos citar una larga serie de hechos análogos y suministrar auténticos documentos concluyentemente probatorios de lo contrario de cuanto ha sido afirmado por los calumniadores y sostenido por gentes sin escrúpulos. Pedro Archinoff cita buen número de ellos, mas no estimamos útil repetirlos aquí ni extendemos demasiado sobre la materia, lo que requeriría mucho espacio. Y, por lo demás, cuanto hemos dicho del movimiento insurreccional basta a demostrar lo absurdo de la acusación. señalemos, con todo, algunas verdades esenciales:

Un papel asaz importante desempeñaron, en el ejército makhnovista, revolucionarios de origen judío.

Algunos miembros de la Comisión de educación y propaganda eran judíos.

Sin contar los numerosos combatientes judíos en las diversas unidades del ejército, había una batería servida únicamente por artilleros judíos y un destacamento de infantería judío.

Las colonias judías de Ucrania contribuyeron con numerosos voluntarios al ejército insurreccional.

De modo general, la población judía, muy numerosa en Ucrania, tomó parte activa y fraternal en toda la actividad del movimiento. Las colonias agrícolas judías, diseminadas en los distritos de Mariupol, Berdiansk, Alexandrovsk, etc... participaban en las asambleas regionales de campesinos, obreros y combatientes, y enviaban sus delegados al Consejo revolucionario militar regional.

Los judíos ricos y reaccionarios hubieron de sufrir, ciertamente, por obra del ejército makhnovista, no por ser judíos, sino únicamente por contrarrevolucionarios, lo mismo que los reaccionarios no judíos.

Lo que me importa reproducir aquí es el testimonio autorizado del eminente escritor e historiador judío Tcherikover, con quien tuve ocasión de hablar del tema hace algunos años, en París. Tcherikover no es revolucionario ni anarquista, sino, simplemente, historiador escrupuloso, concienzudo, objetivo. Desde hace años se había especializado en la investigación de las persecuciones y progroms antijudíos en Rusia, y ha publicado sobre el tema obras fundamentales extraordinariamente documentadas y precisas. Recibía de todas partes del mundo testimonios, documentos, relatos, puntualizaciones, fotografías, etc., ha escuchado centenares de deposiciones, oficiales y privadas, y ha contrastado rigurosamente todos los hechos señalados, antes de utilizarlos.

He aquí, textualmente, lo que me respondió al preguntarle si sabía, con precisión, algo sobre la actitud del ejército makhnovista y Makhno mismo con respecto ala población judía:

-Hube de ocuparme, en efecto -me dijo-, de tal asunto en varias ocasiones. Mi conclusión, con reserva de los testimonios exactos que pueda recibir más adelante, es ésta: un ejército es siempre un ejército, cualquiera él sea. Todo ejército comete, fatalmente, actos censurables y reprensibles, pues es materialmente imposible controlar y vigilar a cada uno de los componentes de esas masas de hombres arrancados ala vida sana y normal, lanzados a una existencia y un ambiente que desatan los malos instintos, autorizan el empleo de la violencia y, muy frecuentemente, penniten la impunidad. Usted lo sabe, ciertamente, tan bien como yo. El ejército makhnovista no constituye una excepción. Ha cometido actos reprensibles en un punto y otro. Pero -cosa importante, que tengo el placer de expresársela con toda certeza-, en conjunto, la actitud del ejército de Makhno no es comparable a la de los demás ejércitos que han operado en Rusia durante los acontecimientos de 1917-1921. Puedo certificarle, de modo absolutamente formal, dos hechos:

Es innegable que, entre todos esos ejércitos, comprendido el ejército rojo, el makhnovista es el que se ha comportado mejor con la población civil en general y con la población judía en particular. Tengo ahí numerosos testimonios irrefutables. La proporción de las quejas justificadas contra el ejército makhnovista, en proporción a las motivadas por los demás ejércitos, es de poca importancia.

No se hable de progroms pretendidamente organizados o favorecidos por Makhno. Es una calumnia o un error. No hay nada de ello. En cuanto al ejército makhnovista como tal, recibí indicaciones y denuncias precisas al respecto. Pero, hasta hoy por lo menos, cada vez que me he puesto a controlar los hechos, he podido comprobar que en la fecha indicada ningún destacamento makhnovista podía encontrarse en el lugar señalado, por encontrarse bien lejos de él todo el ejército. Al tratar de puntualizar la verdad de los hechos he podido establecer, en cada caso, con absoluta certidumbre, que en el lugar y la fecha del progrom ningún destacamento makhnovista operaba ni se encontraba en esos parajes. Los progroms no fueron, pues, obra de makhnovistas.

Este testimonio, absolutamente imparcial y preciso, es de capital importancia. Confinna, entre otros, un hecho ya señalado poi nosotros: la presencia de bandas que, cometiendo toda clase de fechorías y no desdeñando los provechos de un progrom antijudío, simulaban ser makhnovistas. Sólo un examen escrupuloso podía establecer la confusión. Y está fuera de duda que, en ciertos casos, la población misma era inducida a error.

He aquí un hecho importante que el lector no debe perder de vista. El movimiento makhnovista estuvo lejos de ser el único movimiento revolucionario de las masas en Ucranía. Fue, sí, el más importante, el más consciente, el más profundamente popular y revolucionario, pero otros movimientos del mismo tipo -menos vastos, menos nítidos, menos organizados- surgieron constantemente aquí y allá hasta que fue sofocado el último grito libre por los bolcheviques, como, por ejemplo, el movimiento llamado de los verdes, del que la prensa extranjera dio noticia y que se le confunde a menudo con el movimiento makhnovista. Menos conscientes de su verdadero cometido que los insurgentes de Gulai-Pole, los combatientes de estas diversas formaciones armadas incurrían frecuentemente en desviaciones y excesos lamentables, cuya responsabilidad se hacía recaer, muy a menudo, sobre el movimiento makhnovista, que tenía buenas espaldas.

Los bolcheviques reprochaban a los makhnovistas el no haber sabido reducir «esas diversas bandas caóticas», englobarlas en un solo movimiento, organizarlas, etc., reproche que constituye uno de los ejemplos de la hipocresía bolchevique. En realidad, lo que más inquietaba al gobierno bolchevique era, justamente, la posibilidad de la unificación de todas las fuerzas populares revolucionarias de Ucrania bajo la égida del movimiento makhnovista, para impedir la cual los bolcheviques hicieron cuanto pudieron. Con lo que, el reprochar a los makhnovistas no haber logrado tal unificación, es como reprocharle a alguien el no poder marchar después de haberle atado los pies.

Los makhnovistas habrían acabado ciertamente, por reunir bajo su pabellón todos los movimientos populares revolucionarios del país, cosa tanto más segura cuanto que todos ellos prestaban oídos a cuanto ocurría en el campo makhnovista, considerando este movimiento como el más importante y potente. No es realmente achacable a los makhnovistas que no hayan podido alcanzar tal objetivo, cuya realizactón habría podido cambiar el curso de los acontecimientos.

En general, los insurgentes makhnovistas -como asimismo toda la población de la región insurgente y hasta fuera de ella- hacían caso omiso de la nacionalidad de los trabajadores.

Desde el comienzo, el movimiento conocido con el nombre de makhnovstchina abrazó a las masas pobres, de toda nacionalidad, habitantes en la región. La mayor parte consistía, naturalmente, en campesinos de nacionalidad ucraniana. De un seis a un ocho por ciento lo constituían trabajadores originarios de la Gran Rusia. En decreciente proporción seguían griegos, judíos, etc.

Campesinos, obreros y guerrilleros -decía una proclama makhnovista de mayo de 1919- bien sabéis que trabajadores de toda nacionalidad: rusos, judíos, polacos, alemanes, armenios, etc., están parejamente sumidos en el abismo de la miseria. Sabéis cuántos honestos y valerosos militantes revolucionarios judíos han dado su vida en las luchas por la libertad. La Revolución y el honor de los trabajadores nos obligan, a todos, a gritar tan alto como podamos que nosotros hacemos la guerra a un enemigo común: el capital y el principio de autoridad, que oprimen igualmente a todos los trabajadores, sean rusos, polacos, judíos o de cualquier otra nacionalidad. Debemos proclamar por doquiera que nuestros enemigos son los explotadores y los opresores de toda nacionalidad: el industrial ruso, el dueño metalúrgico alemán, el banquero judío, el terrateniente polaco... La burguesía de todos los países y de todas las nacionalidades se ha unificado para la lucha encarnizada contra la Revolución, contra las masas laboriosas de todo el universo sin distinción de nacionalidad.

Formado por explotados y fundido en una sola fuerza por la unión fraternal de los trabajadores, el movimiento makhnovista estuvo desde el comienzo impregnado de un profundo sentimiento de fraternidad de los pueblos todos. Ni por un instante se apeló a sentimientos nacionales o patrióticos. Toda la lucha de los makhnovistas contra el bolchevismo fue únicamente sostenida en nombre de los derechos y los intereses del Trabajo. Los prejuicios nacionales no tenían influencia alguna en la makhnovtchina, en la que nadie se interesaba, ni se inquietaba, por la nacionalidad de tal o cual combatiente.

Por lo demás, la verdadera Revolución transforma fundamentalmente a los individuos y las masas. A condición de que sean efectivamente las masas mismas que la realicen, que su libertad de escoger y de obrar permanezca intacta y no se consiga obstruirle el camino, el impulso de las masas en revolución es ilimitado. Y es de verse entonces con qué sencillez, con qué facilidad, este impulso natural supera todos los prejuicios, todas las nociones artificiales, todos los fantasmas, apelmazados sin embargo desde milenios: fantasma nacional, espantajo religioso, quimera autoritaria.

Las debilidades reales de Makhno y del movimiento.

-Los bolcheviques lanzaron también contra Makhno y el movimiento insurreccional otra acusación: que Makhno fue, si no un bandido, por lo menos un aventurero del género de Grigorieff, aunque más inteligente, más listo, más pulido que éste. Afirmaron que Makhno perseguía, en el movimiento, fines personales, encubierto por la etiqueta y la ideología anarquistas; que él hacía «de pequeño principe», burlándose de todos los comités, comisiones y consejos; que ejercía, de hecho, una dictadura personal implacable y que los militantes de ideas que participaban en el movimiento se dejaban engañar, por ingenuidad o por designio; que se rodeaba de toda una camarilla de comandantes que se permitían, a escondidas, innobles actos de violencia, de libertinaje y depravación; que Makhno los encubría y participaba en ellos, ante las barbas de los ideólogos, a quienes en el fondo despreciaba, y de cuyas ideas se burlaba tanto como de ellos, etc.

Se trata de un punto delicado, pues también en esto hubo actos que dieron a estas acusaciones una apariencia de veracidad, que los bolcheviques supieron aprovechar sagazmente. Y al par se apunta a ciertos defectos, defectos y debilidades reales del movimiento y de su guía, defectos y debilidades cuyo más profundo examen es necesario en interés mismo de la causa.

Ya hemos enumerado sumariamente (libro III, parte II, capítulo II) los lados débiles del movimiento, y hemos aludido igualmente a ciertas deficiencias personales de Makhno. Pedro Archinoff le dedica al punto algunas líneas dispersas. Opinamos que tales indicaciones sumarias no bastan. Sobre ciertos puntos es menester insistir.

Al examinar atentamente el movimiento makhnovista hay que distinguir en él tres categorías de defectos:

En primer lugar, los de orden general. No dependían de la voluntad de los participantes ni podían serles imputados. Fueron, sobre todo: la necesidad, casi permanente, de batirse y cambiar de región, sin poder fijarse en parte alguna ni, en consecuencia, consagrarse a un continuado trabajo positivo; la necesaria existencia de un ejército que fatalmente se iba haciendo cada vez más profesional y permanente; la ausencia, en la insurrección, de un movimiento obrero vigoroso y organizado que lo apoyase; la insuficiencia de las fuerzas intelectuales al servicio del movimiento.

En segundo lugar, los de orden individual, no achacables personalmente a los afectados: la falta de instrucción, la insuficiencia de conocimientos teóricos e históricos -y, en consecuencia, de amplia visión de conjunto- en los animadores del movimiento. Agreguemos a ello .la actitud demasiado confiada de los makhnovistas hacia, el Estado comunista y sus procederes.

Y, en último lugar, las deficiencias personales de Makhno y sus amigos inmediatos, éstas sí realmente reprochables, pues podían haberse evitado.

Después de cuanto ha sido ya dicho no sería de gran provecho extendemos sobre las dos primeras categorías. Hay un punto, sin embargo, que merece retener nuestra atención: la prolongada existencia de un ejército.

Todo ejército, cualquiera sea, es un mal. Aun un ejército libre y popular, compuesto de voluntarios y consagrado a una noble causa, es un peligro. Devenido permanente, se aparta fatalmente del pueblo y del trabajo, pierde el gusto y el hábito de una vida sana y .laboriosa; poco a poco, imperceptiblemente -y tanto más peligroso por ello-, se convierte en un conglomerado de desocupados que adquieren inclinaciones antisociales, autoritarias, dictatoriales; le toma gusto a la violencia, a hacer valer la fuerza brutal, y ello en casos en que recurrir a tales medios es contrario al cometido mismo que se alardea defender. Tales defectos se desarrollan sobre todo en los jefes. Pero la masa de combatientes está cada vez más dispuesta a seguirlos, casi inconscientemente, aunque no tengan razón. Así es que, al cabo, todo ejército permanente tiende a convertirse en instrumento de injusticia y de opresión. y acaba por echar a olvido su primitiva función y considerarse como un valor en sí.

Aun en un ambiente excepcionalmente sano y favorable, los animadores y los jefes espirituales de un movimiento han de estar dotados de cualidades individuales -espirituales y morales- muy elevadas, por encima de toda prueba y toda tentación, para que se logre evitar esos males, desvíos, escollos y peligros. Makhno y los demás animadores y organizadores del movimiento y del ejército insurreccional, ¿poseían esás cualidades? ¿Supieron elevarse sobre toda relajación y toda mengua? ¿Supieron ahorrarle al pueblo y al ejército el espectáculo del «fracaso de los jefes»?

Debemos dejar constancia, aunque lo lamentemos, que las cualidades morales de Makhno y de muchos de sus amigos y colaboradores no estuvieron del todo a la altura de su misión.

Durante mi estada en el ejército insurreccional, a menudo oí decir que ciertos comandantes -se mencionaba sobre todo a Kurilenko- eran moralmente más apropiados que Makhno para animar y guiar el movimiento. Y se agregaba frecuentemente que, aun en cuanto a cualidades militares, Kurilenko, por ejemplo, no le cedía un punto y le superaba ciertamente por la amplitud de miras. Cuando yo preguntaba por qué, en ese caso, Makhno permanecía en su puesto, se me respondía que, por ciertos rasgos de su carácter, Makhno era más amado, más estimado por la masa; que se le conocía mejor; que desde tanto tiempo se estaba familiarizado con él, gozando de absoluta confianza, cosa muy importante para el movimiento; que era más sencillo, más compañero, más campesino, más audaz, etc. (Yo no he podido hacerme ninguna opinión personal sobre Kurilenko, pues no le conocí.)

De todos modos, Makhno y varios de sus amigos faltaron a ciertos deberes morales que, en sus puestos, debieron haber satisfecho sin la menor debilidad. Ahí es donde tocamos las debilidades reales del movimiento y los defectos personales de sus animadores, debilidades y defectos cuyas manifestaciones permitieron a las inculpaciones de los bolcheviques una apariencia de veracidad y que fueron muy nocivos al movimiento ya su renombre.

No hay que crearse ilusiones. Insensato sería representarse un movimiento makhnovista exento de todo pecado, expandiéndose únicamente en la luz y el heroísmo, ya sus animadores planeando por encima de toda debilidad, de todo reproche. La makhnovtchina fue realizada y conducida por hombres y, como toda obra humana, tiene sus luces y también sus sombras. Es indispensable inclinarse a ellas, tanto para satisfacer nuestra preocupación de imparcialidad cuanto, sobre todo, para tratar de comprender mejor el conjunto y extraer de ello advertencias y deducciones útiles.

Citemos, ante todo, a Archinoff:

La personalidad de Makhno tiene muchos de los rasgos de un hombre superior: espíritu, voluntad, ardimiento, energía, actividad. Esta conjunción de rasgos le dan un aspecto imponente, que lo destacan notablemente aún entre los revolucionarios. Sin embargo, Makhno carecía de conocimientos teóricos, de saber político e histórico. Por ello es que solía ocurrirle no poder hacer las generalizaciones y las deducciones revolucionarias que se imponían o, simplemente, no advertir su necesidad. El vasto movimiento de la insurrección revolucionaria exigía imperiosamente hallar nuevas fórmulas sociales y revolucionarias, adecuadas a su esencia. A causa de su deficiente instrucción teórica, no siempre Makhno respondía a tal necesidad. Y, dada la posición que ocupaba en el centro de la insurrección, esta deficiencia repercutía en el movimiento. Somos de opinión que, si Makhno hubiese poseído conocimientos más extensos en historia y ciencias políticas y sociales, la insurrección revolucionaria habría registrado, en lugar de ciertas derrotas, una serie de victorias que habrían tenido enorme influencia, acaso decisiva, en el desarrollo de la Revolución rusa.

(cap. XJ).

Es muy justo eso. Pero no es todo.

Además -continúa Archinoff-, Makhno adolecía de una disposición de carácter que amenguaba, a veces, sus cualidades dominantes: de tiempo en tiempo, se apoderaba de él cierta despreocupación. Este hombre, pleno de energía y voluntad, demostraba a veces, en momentos de excepcional gravedad y de apremios igualmente excepcionales, una ligereza fuera de lugar y se mostraba desprovisto de la perspicacia profunda requerida por la seria situación.

Así, por ejemplo, los resultados de la victoria sobre la contrarrevolución de Denikin, en el otoño de 1919, no fueron suficientemente aprovechados ni desarrollados para extender el movimiento a las proporciones de una insurrección panucraniana, aunque el momento fuera especialmente favorable. Razón de ello fue, entre otras, una cierta embriaguez de la victoria, como así también una fuerte dosis de sentimiento de seguridad -erróneo- y de despreocupación: los guías de la insurrección, Makhno a la cabeza, se establecieron en la región liberada, sin tener lo bastante en cuenta el peligro blanco persistente, ni el bolchevismo, que venía del Norte.

(lbídem).

Enteramente exacto. Pero no es todo aún.

Tenemos el deber de completar a Archinoff en cuanto a esa despreocupación a que ha aludido apenas. Porque, por una parte, ella era las más de las veces consecuencia de otra debilidad, y, por otra parte, estas debilidades morales acosaban a Makhno hasta llevarlo, frecuentemente, a verdadera mengua, de la que se resentía innegablemente el movimiento.

Lo paradójico del carácter de Makhno fue que, al lado de una superior fuerza de voluntad y de carácter, este hombre no sabía resistir a ciertas debilidades y tentaciones que lo arrastraban, y con él a varios amigos y colaboradores. (A menudo eran éstos quienes lo arrastraban, y él no sabía oponerse resueltamente.)

Su mayor defecto fue, ciertamente, el del abuso del alcohol, al que se habituó poco a poco, lo que llegaba a ser en ciertos períodos lamentable. El estado de embriaguez se manifestaba en él sobre todo en el aspecto moral. Físicamente, se mantenía firme pero se ponía maligno, sobreexcitado, intratable, violento. ¡Cuántas veces, durante mi estancia en el ejército, lo planté desesperado, no habiendo podido sacar nada de razonable de este hombre por su estado anormal, y esto en asuntos de gravedad! y en algunas épocas ello llegó a ser casi casi un estado normal.

El segundo defecto de Makhno, y de algunos de sus íntimos -comandantes o no-, fue en lo sexual. Sobre todo en estado de ebriedad, estos hombres se permitían actos inadmisibles -odiosos, sería la palabra-, llegando a realizar orgías en que ciertas mujeres eran obligadas a participar. Ni que decir que tales actos libertinos causaban desmoralizador efecto en quienes se enteraban de ellos. Y el buen renombre del comando se resentía. Esta inconducta moral entrañaba fatalmente otros excesos y abusos. Bajo la influencia del alcohol, Makhno devenía irresponsable de sus actos, cuyo control perdía. Y entonces era el capricho personal, apoyado a veces en la violencia, que sustituía bruscamente al deber revolucionario: lo arbitrario, los despropósitos absurdos, las extrañas ocurrencias, los remedos dictatoriales de un jefe armado, sustituyendo extrañamente a la calma, la reflexión, la clarividencia, la dignidad personal, el dominio de sí, el respeto al prójimo y a la causa, cualidades que no habrían debido abandonar jamás a un hombre como Makhno.

El resultado inevitable de estos desvíos y aberraciones fue un exceso de sentimiento guerrero, que condujo a la formación de una especie de camarilla militar en torno de Makhno, que a menudo tomaba decisiones y realizaba actos sin tener en cuenta la opinión del Consejo o de otras instituciones. Perdida la noción de las cosas, ella se permitía despreciar cuanto le fuera ajeno, y así se apartaba más y más de la masa de los combatientes y de la población laboriosa.

Citaré un episodio, entre varios de que fui testigo, en apoyo de lo dicho. Una noche, en que el Consejo trataba sobre la inconducta de ciertos comandantes, se presentó Makhno, en estado de ebriedad, sobreexcitado en extremo. Extrajo su revólver, lo apuntó hacia los presentes, moviéndolo de un lado a otro, mientras los injuriaba groseramente. Y salió en seguida, sin querer oír nada. Aunque la queja fuera infundada, su modo de proceder merecía mucho más que una queja.

Podría agregar otros episodios del mismo género. Cuidémonos, sin embargo, de exagerar las sombras, después de haber evitado poner muy en alto las luces.

Según Archinoff, «la personalidad de Makhno se engrandecía y desarrollaba a medida que crecía la Revolución. Cada año se hacía más profundo y consciente de su cometido. En 1921 había ganado muchísimo en profundidad, comparativamente a 1918-19». Luego, los actos de inconducta de Makhno y de algunos de sus amigos eran, con todo, actos aislados y esporádicos, más o menos compensados por un conjunto de hazañas altamente meritorias. No hay que ver en ellos una linea de conducta; no fueron sino desvíos.

Lo que importa, justamente, es que no se trataba de la actitud calculada, permanente, rígida, de un gobierno que, apoyado regularmente en una fuerza coercitiva, se impusiera siempre y a toda la comunidad. En el ambiente general de libertad y en razón de esta base -un vasto movimiento popular consciente-, el mal no podía ser sino una llaga localizada, cuya supuración no podía emponzoñar el entero organismo. Y, en efecto, una seria resistencia se evidenció contra las desviaciones de Makhno y la camarilla, tanto en el grupo de los comandantes como en la masa de los insurgentes. En varias ocasiones se afrontó a Makhno y se le hizo comprender derechamente la gravedad de su inconducta. Hay que decir en su honor que, generalmente, él convenía en ello y se esforzaba en perfeccionarse. «No hay que olvidar -dice Archinoff con razón- las condiciones desfavorables en que vivió Makhno desde la infancia, los defectos del medio en que se desenvolvieron sus primeros años: la casi completa falta de instrucción de quienes le rodeaban y luego la carencia completa de ayuda esclarecedora y de experiencia en su lucha

social y revolucionaria.»

El punto más importante lo constituyó la atmósfera general del movimiento. Al fin y al cabo, no eran Makhno ni los comandantes quienes contaban: era la masa. Ella conservaba toda su independencia, toda su libertad de opinión y de acción. Puédese estar seguro que, en este ambiente general de un pueblo libre, la actividad de la masa habría acabado con los'desvíos de los jefes. ¡Cuántas veces, en mi estancia en Ucrania, pude observar, frente a la reprobable actitud de ciertos jefes, la sencilla y sana reacción de las masas, tanto más cuanto que ellas eran libres! ¡Y cuántas veces reflexioné: «No es el jefe, ni el comandante, ni el revolucionario profesional, ni la élite, que cuentan en una verdadera revolución; es la masa revolucionaria! En ella se alberga la Verdad... y la Salvación. El papel de animador, del jefe, del verdadero revolucionario, de la élite, es el de ayudar a la masa y mantenerse ala alturá de la tarea.»

¡Que los revolucionarios reflexionen!

No hay lugar, pues, para hinchar las debilidades del movimiento makhnovista hasta las proporciones que asumieron bajo la pluma de los bolcheviques. A sabiendas, éstos exageraron y desfiguraron las fallas de algunos con la mira de desacreditar al entero movimiento. y. por lo demás, los jefes bolcheviques no tenían sino que mirarse a sí mismos. Pero, innegablemente, ciertas de esas fallas e insuficiencias debilitaron momentáneamente el movimiento. ¿Quién sabe cuál habría sido el giro de los acontecimientos -a pesar de todos los obstáculos y dificultades-, si este movimiento hubiese sido guiado desde el principio de modo más clarividente, más consecuente, más vasto. en una palabra: de modo más digno de su gran misión?

Los esfuerzos de los makhnovistas en su lucha contra Denikin fueron enormes. El heroismo desplegado en los últimos meses suscitó la admiración de todos. En toda la imponente extensión de las regiones liberadas fueron los únicos que hicieron resonar el rodar del trueno revolucionario y prepararon la fosa para la contrarrevolución denikista. y fue así que las masas del pueblo, tanto en las ciudades como en el campo, supieron de los acontecimientos.

Pero esta misma circunstancia contribuyó a mantener en muchos makhnovistas la firme certidumbre de estar ya garantizados contra toda provocación de parte de los bolcheviques; que el ejército rojo, que en esos momentos bajaba del Norte, comprendería cuán infundadas eran las calumnias del partido comunista contra los makhnovistas; que no daría oídos a una nueva superchería, a una nueva provocación, y haría, por lo contrario, causa común con ellos, al encontrarse. El optimismo de ciertos makhnovistas llegaba hasta a creer inconcebible que el partido comunista osase organizar un nuevo atentado contra el pueblo libre, por haber sido admitidas las tendencias makhnovistas por las vastas masas del país.

La actividad militar y revolucionaria de los makhnovistas corrían parejas con este estado de espíritu. Se limitaron a ocupar una parte de la región del Dnieper y del Donetz y no intentaron avanzar hacia el Norte y consolidarse en él. Pensaban que cuando se operara el encuentro de ambos ejércitos, .la táctica que convendría adoptar se precisaría por sí misma. Este optimismo no correspondía a la situación tal como se iba perfilando en Ucrania. Y es por ello que los resultados no fueron los esperados.

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El aniquilamiento de la contrarrevolución de Denikin constituyó, por cierto, en el otoño de 1919, una de las tareas principales de la makhnovtchina y de toda la Revolución rusa. Los makhnovistas la cumplieron cabalmente. Mas ella no constituyó toda la misión que le correspondió a los makhnovistas, en cuanto obra revolucionaria, en este trágico período. En revolución el país. liberado de las tropas de Denikin, exigía imperiosamente una organización de defensa inmediata sobre toda su extensión. Sin ella, el país y todas las posibilidades revolucionarias que se abrían ante él tras de la liquidación de los deníkistas, arriesgaban diariamente ser aplastados por los ejércitos estatistas de los bolcheviques, que se habían lanzado hacia Ucrania en pos de las tropas de Deníkin en retirada.

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Jamás, en ningún caso, el bolchevismo habría admitido la existencia libre de un movimiento popular de abajo, de las masas mismas, como el de la makhnovtchina. Cualquiera fuera la opinión de las masas obreras y campesinas, el bolchevismo no habría vacilado, al primer contacto con el movimiento, no sólo en pasar por encima, sino también en intentarlo todo a fin de agarrotarlo y aniquilarlo. Por ello es que los makhnovistas, colocados en el corazón de los acontecimientos y de los movimientos populares en Ucrania, hubieran debido comenzar por tomar oportunamente todas las medidas necesarias para asegurarse contra tal eventualidad.

Innegable es que una de las tareas históricas impuestas por los acontecimientos ala makhnovtchina, en el afto de 1919, fue la creación de un ejército revolucionario de suficiente potencia para permitir al pueblo revolucionario la defensa de su libertad, no sólo en una región limitada, sino en todo el territorio de la insurrección ucraníana.

En el momento de la lucha encarnizada contra Deníkin, seguramente ello no habría sido fácil tarea, pero ella era históricamente necesaria y perfectamente realizable, hallándose la mayor parte de Ucrania en insurrección e inclinada hacia la makhnovtchina. Destacamentos de insurgentes venían a incorporarse a los makhnovistas, llegando no sólo del Sur de Ucranía, sino también del Norte (como, por ejemplo, las tropas de Blbik, que ocupaban Poltava). Ciertos destacamentos del ejército rojo llegaban de la Rusia central, ansiosos de combatir por la Revolución social bajo las banderas de la makhnovitchina. (Entre otras, las tropas muy numerosas mandadas por Ogarkoff, vinieron de la gobernación de Orel para unirse a los makhnovistas, llegando a Ekaterinoslav afines de octubre, tras de sostener rudas batallas en el trayecto contra tropas bolcheviques y contra las de Denikin.)

El estandarte de la makhnovtchina era espontáneamente levantado y tremolaba sobre la entera Ucrania. No había sino que tomar las medidas necesarias para organizar el todo, para fundir las numerosas fuerzas armadas -que se movían en toda la extensión de Ucrania- en un único y potente ejército popular revolucionario que habría montado guardia en torno al territorio de la Revolución. Semejante fuerza, defensora del entero territorio, y no sólo de una estrecha región, habría servido de argumento más persuasivo contra los bolcheviques, acostumbrados a operar y contar con la fuerza.

Sin embargo, la embriaguez de la victoria obtenida y cierta dosis de despreocupación impidieron a los makhnovistas crear, en tiempo oportuno, una fuerza tal. y por ello se vieron, al entrar el ejército bolchevique en Ucrania, en la necesidad de replegarse a la limitada región de Gulai-Pole. Fue un grave error de guerra, que los bolcheviques no tardaron en aprovechar y cuyas consecuencias recayeron pesadamente sobre los makhnovistas y sobre toda la Revolución en Ucrania

(P. Archinoff, ob. cit., cap. VIII).

Sin que ello implique total acuerdo con el autor sobre todos los puntos, debemos convenir con él que, en razón de ciertas graves deficiencias, no fueron encarados problemas de capital importancia ni cumplidas tareas imperiosas.

A punto de cerrar este último capitulo -que considero el más importante y más sugerente-, quiero dirigir algunas palabras a quienes, por sus disposiciones, su situación u otras razones, encaran desde el presente la tarea de .concurrir a la organización de un movimiento popular en su periodo inicial, y animarlo y ayudarlo.

¡Que ellos no se limiten a una simple lectura de esta epopeya de las masas ucranianas! Que reflexionen profundamente sobre ella. Sobre todo respecto a las debilidades y los errores de esta Revolución popular: no dejarán de recoger provechosas enseñanzas.

La tarea será ardua. Entre otros problemas a resolver desde el presente, entre otras dificultades a superar y eliminar previamente en lo posible, tendrán que encarar, eventualmente, el modo de reconciliar la necesidad de defender la verdadera Revolución mediante una fuerza armada con la necesidad de evitar los males que una fuerza armada engendra.

Sí, que reflexionen bien y que se esfuercen por establecer al efecto, desde ya, ciertos principios fundamentales de su acción futura.

El tiempo apremia. Sus conclusiones podrán serles útiles más pronto de lo que ellos piensan.

Notas

1 Su camarada y amigo Dvigomiroff, que volvió con él de América y actuaba como propagandista entre los campesinos de la región de Tchernigov, fue traidoramente apresado y fusilado hacia la misma época.

2 Llegó a Rusia al mismo tiempo que Alejandro Berkman y Emma Goldman, viejos anarquistas muy conocidos, a quienes hemos mencionado en el capítulo sobre Cronstadt.

TESTAMENTO DE LA MAKHNOVTCHINA A LOS TRABAJADORES DEL MUNDO

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Extracto de La Revolución desconocida de Volin. Ed. Campo Abierto.

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Terminemos con algunos párrafos de Pedro Archinoff, extraídos de la Conclusión de su libro, a los que nos asociamos plenamente:

"La historia que acaba de ser narrada está lejos de dar una imagen del movimiento en toda su grandeza. No hemos trazado -y esto aun sumariamente- sino la historia de una sola corriente de este movimiento, el más importante, cierto es, surgido en la región de Gulai-Pole. Pero esta corriente sólo era una parte de un vasto conjunto...

"Si hubiésemos podido seguir la corriente de todas las ramificaciones de la makhnovtchina por toda Ucrania, trazar la historia de cada una de ellas, unirlas luego en un sólo haz e iluminarlas e igualmente, habriamos logrado un grandioso cuadro de un pueblo de varios millones de hombres en revolución, luchando, bajo el estandarte de la makhnovtchina, por las ideas fundamentales de la verdadera Revolución social: la verdadera libertad y la verdadera igualdad. Confiamos que una historia más detallada y más completa del movimiento makhnovista satisfaga esa tarea algún día...

"La makhnovtchina es inmortal... Allí donde las masas laboriosas no se dejen subyugar, donde cultiven el amor de la independencia, donde concentren y fijen su espíritu y su voluntad de clase, ellas crearán siempre sus propios movimientos sociales históricos y obrarán según su propio entendimiento. Que esto es lo que constituye la verdadera esencia de la makhnovtchina.

"La sangrienta tragedia de los campesinos y los obreros rusos no podía pasar sin dejar trazas. La práctica del socialismo en Rusia ha demostrado, más que nada, que las clases laboriosas no tienen amigos, que no hay sino enemigos que procuran apoderarse del fruto de su trabajo. El socialismo estatista ha demostrado plenamente que él también se enrola entre sus enemigos. Convicción que arraigará cada vez más firmemente en la conciencia de las masas del pueblo.

"¡Proletarios del mundo: bajad a vuestras profundidades y buscad en ellas la verdad: cread la vosotros mismos! Que en otra parte alguna la encontraréis. Tal es el legado de la makhnovtchina a los trabajadores del mundo."